Cualquiera que haya paseado en los últimos años por la ribera del Ebro o por los pasillos de los hospitales, o bien cualquiera que haya trabajado en la obra, las granjas, las fábricas, las tabernas o los centros educativos, o tal vez se haya tomado algo en los bares de chinos por los barrios de Zaragoza la vil (e, imagino, por extensión, en el resto del territorio aragonés donde siempre llega el Heraldico), habrá podido escuchar, sin duda, todo tipo de fascistadas que bien podrían aglutinarse en unos extensos tomos que deberíamos publicar como “Cuñadología aragonesa”. La publicación del acuerdo …
