Si bien deberíamos, retomando el laborioso esfuerzo engelsiano, dedicarnos al estudio pormenorizado de la situación de la clase trabajadora en los países del sur de Europa para analizar y comprender los modos de producción capitalista en el siglo XXI, nos conformaremos con explicar, en unas breves líneas, algunos de los elementos que hacen necesaria la huelga de los cuchillos, que tendrá lugar el día 6 de noviembre en los mataderos gestionados por la multiempresa Vall Companys y que, a nuestro juicio, debería extenderse a otras empresas de la industria cárnica y de otros sectores con el objetivo de paralizar la producción hasta que no se garanticen unas condiciones dignas para las trabajadoras y trabajadores.
La guerra de los ricos contra los pobres nunca ha cesado. Se da de múltiples formas y una de ellas, acaso la más normalizada, es la explotación laboral. La figura del falso autónomo sustenta un modelo de explotación cada vez más extendido mediante el cual las empresas extraen la fuerza de trabajo a muy bajo coste desactivando, al mismo tiempo, cualquier forma de organización sindical de los trabajadores y trabajadoras. Esto se concreta, de un modo paradigmático, en las industrias de transformación cárnica y mataderos. Jornadas de trabajo que alcanzan las diez y doce horas a cambio de un pequeño salario que cuando llega no hace más que mermar, pues tienen que descontar mensualmente alrededor de 400€ entre los pagos de la cuota obligatoria de las falsas cooperativas, la cuota de autónomos, el seguro de accidentes y la ropa y herramientas de trabajo. Las duras condiciones en las salas de despiece, donde los mismos gestos son repetidos miles de veces al día, al ritmo que marca la cadena, en la misma posición, hace que algunos recurran al consumo de speed para aguantar el compás de la jornada. Ni vacaciones, ni derecho a indemnización por despido, ni permiso remunerado, ni plus de nocturnidad, ni representación sindical alguna dentro de la empresa. ¿Precariedad laboral? Explotación. Los cuerpos musculados bajan en fila del autobús al matadero. Hay algunos que saben deshuesar, tienen ya experiencia en el arte del cuchillo, buena parte no aguanta el machacante ritmo del metal sobre la carne y la otra parte lleva tan poco tiempo que no se maneja en su puesto en la cadena. Un depósito colmado de sangre de cerdo se desborda dando lugar a un riachuelo rojo que define la estampa de lo que los magnates de la industria cárnica están haciendo con los derechos de las personas que allí trabajan.
Todo explotador cuenta con vasallos colaboracionistas. Se esconden en algunos despachos, en diversos puestos de encargados y en algunos sindicatos. La miserable complicidad de UGT en el caso de la Vall Companys es insultante. No sólo no defienden la resolución de Inspección de Trabajo, que obligó a determinadas falsas cooperativas de trabajo asociado como en el caso de Servicarne “a incorporar a su plantilla a los 2.500 falsos autónomos que trabajan en ella” sino que además no apoyan la convocatoria de huelga conociendo, como conocen, a la perfección las condiciones laborales en la que se encuentran los trabajadores y trabajadoras.
En el estado español, el sector cárnico ocupa el cuarto lugar en la economía, tan sólo por detrás de la automoción, los carburantes y la energía, facturando unos 24.000 millones de euros y con una tasa de exportación del 20%. El negocio reside en los mataderos y el procesado, donde el precio de la carne llega a quintuplicar respecto al de las explotaciones porcinas y granjas de engorde. Según el cálculo de CCOO, convocante de la huelga, el fraude de Vall Companys a la Seguridad Social ascendería a 10,8 millones anuales. El grupo catalán, desde hace una década, comenzó a extenderse desde la provincia de Lleida a otros territorios. En Aragón, llama la atención la adquisición del matadero de Cárnicas Cinco Villas, en Ejea de los Caballeros, facilitada por la subvención de 2,2 millones de euros y todas las facilidades del Ayuntamiento cuando Javier Lambán era alcalde del municipio. No entraremos aquí a analizar las implicaciones y problemáticas derivadas que introduce apostar por un modelo basado en las explotaciones porcinas y la explotación laboral. Baste con señalar que, en la actualidad, sólo en Ejea se están matando alrededor de 8.000 cerdos diarios y el grupo empresarial lleva intención de duplicar la producción en dicha planta. En Aragón, Vall Companys posee las plantas de Pondex (Sástago) en la que, según el informe de Inspección de Trabajo, replican el mismo modelo de las falsas cooperativas de trabajo asociado, y Jamcal (Calamocha).
El día 6 de noviembre tendrá lugar la huelga. Una multitud de cuchillos afilados dejarán de cortar y despiezar. El objetivo pasa por parar la producción del imperio de la carne. Frente a los mataderos y plantas de Vall Companys, contra la explotación laboral, las trabajadoras y trabajadores, hartas de sus vidas precarias, tal vez recuerden las palabras de Engels cuando decía, a propósito de la situación de la clase obrera en Inglaterra, que “es demasiado tarde para una solución pacífica”.