¿Qué tal si probamos a respetar las normas que suscribimos? ¿O mejor nos dejamos de pamplinas y, para no tener que seguir disimulando, retiramos cualquier alusión a los derechos humanos de las cláusulas de los acuerdos euromediterráneos, los programas de cooperación o los estatutos de nuestras universidades?
