La crecida, el trabajo del Ebro y el riesgo

Esta crecida del Ebro no es histórica, como se nos ha querido hacer ver desde el sensacionalismo. Pasará a la historia como una crecida más, parecida a las anteriores y a las que seguirán viniendo. Las crecidas son imprescindibles para que el río siga siendo río y el mar siga siendo mar.

Crecida del Ebro de 2015 en Juslibol | Foto: Pilar Cabrero

Para estudiarla nos faltan aún datos, ver su evolución completa, pero podemos adelantar que es más o menos como las otras crecidas destacables de este siglo (2003, 2007, 2015, 2018). Parece que tiene un periodo de retorno de unos 4 años, es decir, cada año hay una probabilidad de un 25% de que se registre una crecida igual o superior a esta.

El origen de la crecida es el de todas: ha llovido mucho en toda la cuenca alta del Ebro. Y el funcionamiento en el Ebro medio es el de siempre: el río ocupa su cauce mayor o llanura inundable. Es lo que tiene que hacer. El trabajo del Ebro consiste en conducir desde todos los rincones de su cuenca el agua, el sedimento y los nutrientes hasta el mar. Es un trabajo continuo, fundamental para la cuenca y para el Mediterráneo, y es un trabajo que se acelera y se hace eficaz precisamente en las crecidas. El Ebro no solo hace este trabajo de forma inteligente, eficiente, sostenible y gratuita, sino que además es capaz de auto-regularse para ir frenando su energía y sus propias puntas de caudal. Y esto lo hace ocupando su cauce mayor, es decir, sus zonas inundables, en las que almacena agua temporalmente y disipa energía. Es un gran recinto inundable de unos 750 km2 entre Logroño y La Zaida que regula la crecida.

Este gran trabajo del Ebro en crecida renueva el cauce, moviliza el sedimento, reconstruye playas e islas, riega bosques de ribera, genera nuevos hábitats, aumenta la geodiversidad y la biodiversidad, fertiliza todo el ecosistema, destruye invasoras, aporta alimento al mar y reconstruye las playas mediterráneas. Las crecidas son, por tanto, salud para el río y para el mar. Son imprescindibles para que el río siga siendo río y el mar siga siendo mar. Y esa salud repercute en nuestra salud, es nuestra vacuna. No lo sentimos ni lo apreciamos, y nadie estos días nos lo cuenta, pero el Ebro es un gran corredor bioclimático y sanitario, que nos aporta enormes beneficios a toda la sociedad, y estos beneficios son mucho mayores con las crecidas y los años en que ha habido crecida.

Todavía no hemos comprendido como sociedad que la zona inundable es el río, que vivimos y cultivamos en el río y que, por tanto, tenemos que asumir el riesgo. Y la única solución es adaptarnos a él. El río va a seguir funcionando igual, las crecidas no se pueden evitar, y además no las debemos evitar, porque son imprescindibles para nuestra supervivencia. No podemos seguir viéndolas como un problema o algo dañino, pues es falso y además es engañarnos. Podemos ver las inundaciones como un reto, el reto de la necesidad de integrarlas cada vez mejor en nuestra vida y en nuestra actividad desde una gestión adaptativa.

El sistema tradicional de defensas mediante motas implantado en el Ebro medio en dos tandas principales (años 60 y 80 del siglo XX) se ha manifestado en todas las crecidas inútil, frágil y en casos locales contraproducente. Los dragados y eliminaciones de vegetación practicados han sido totalmente ineficaces y han destruido el equilibrio del cauce en puntos concretos, generando efectos peores. Hay un consenso científico total sobre la inutilidad de estas prácticas.

Las únicas medidas adecuadas para reducir daños son las de adaptación:

  1. Ordenación del territorio adaptando los usos a la inundabilidad y apoyándolo con permutas, compensaciones y seguros.
  2. Soluciones basadas en la naturaleza, principalmente dar más espacio al río eliminando motas o echándolas para atrás, junto a la recuperación de cauces antiguos y la consolidación de un corredor ribereño natural como filtro y protector.

Afortunadamente algunas administraciones ya van actuando en esta línea, y ahí están por ejemplo las medidas de la estrategia Ebro Resilience. Pero habría que hacer mucho más, sobre todo en ordenación del territorio, en esa adaptación de un territorio-riesgo como el nuestro, con nuevas normativas y acciones en la línea de la Directiva europea de 2007. ¿Qué hacen todavía, por ejemplo, unas urbanizaciones ilegales dentro del río?

Todo esto que he contado no es opinión. Son hechos y están basados en conocimiento científico, el de centenares de colegas en todo el mundo, con millones de horas de trabajo de campo en todo tipo de ríos y miles de publicaciones científicas. Ese saber colectivo no puede ser desaprovechado a cambio de unos votos. ¿Cómo pueden nuestros responsables públicos seguir prometiendo la “solución” de “limpiar el río”, ese mantra popular equivocado y medida destructiva e inviable? Alucino, casi en 2022 y seguimos así. El día que la sociedad por fin entienda que el río se limpia a sí mismo, que esas “limpiezas” prometidas no solucionan nada, el día que deje de haber presupuestos para hacerlas, habremos dado un paso de gigante en la gestión.

Las personas afectadas por las inundaciones, las que gestionan el territorio, las responsables de comunicar y sobre todo las que ejercen la política y toman decisiones tienen que leer más ciencia, mucha más, y tienen que apoyarse en el conocimiento científico para conseguir mejoras en nuestra relación con el río y sus crecidas, que son nuestras crecidas, ya que nos benefician colectivamente como sociedad y como especie.


Toda la información sobre la crecida del Ebro aquí.

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de nuestra política de cookies, pincha el enlace para más información.

ACEPTAR
Aviso de cookies