¿Quién expolia el viento, la tierra y los insectos?

Renovables, territorio y un proyecto de Aragón ecosocialista

En febrero de 1977 se publicó el libro 'El Bajo Aragón expoliado: recursos naturales y autonomía regional', coordinado por el sociólogo Mario Gaviria. Un espectacular trabajo colectivo que recorre los que, en ese momento, eran los principales conflictos del territorio, cuyos recursos naturales se encontraban amenazados por los proyectos del Instituto Estatal de Industria, ENHER, Endesa, Eléctricas Reunidas de Zaragoza y la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Zaragoza, Aragón y Rioja.

Uno de los principales conflictos fue el provocado por los planes de convertir el Ebro en un "río nuclear", construyendo en su recorrido diversas centrales nucleares, dos de ellas ubicadas en Sástago y Escatrón. La oposición a dichos proyectos fue masiva, sembrando apoyos a diferentes escalas y convirtiéndose en una de las consignas de la histórica manifestación del 23 de abril de 1978, en la que 150.000 personas salieron a las calles en favor de construir un Aragón autónomo, libre y solidario. Así, la defensa del territorio y de sus recursos naturales formó parte de la defensa más amplia de un proyecto de país.

Junto a las nucleares, el citado libro aborda también aspectos como la extracción de carbón y las centrales térmicas; los embalses y las hidroeléctricas, y los regadíos y la gestión del agua, además de otros vinculados a la experiencia de las colectivizaciones en las comunas agrícolas, la composición de las clases sociales rurales o la estrategia ecológica y espacial del modo de producción estatal. Preguntándose acerca de la nociva ausencia de ordenación del territorio, Mario Gaviria afirma:

¿Cómo podríamos hacer una interpretación de todo esto? Yo creo que cabe una interpretación clara y es que este caos no es tal caos, sino que corresponde a una cierta lógica y a una cierta coherencia que podríamos llamar —por llamarlo de alguna manera— antiecológica tácita. Así pues, las acciones aparentemente incoherentes y no planificadas tienen una lógica propia, la de la acumulación acelerada de capital, de materias primas, nacionales o internacionales, y de mano de obra.

El eco de estas palabras resuena con especial fuerza en las paredes de la actualidad de Aragón, donde los conflictos del territorio se acumulan por decenas y la cuestión energética vuelve a situarse en el centro de las discusiones. Grandes empresas privadas vuelven a recorrer los pueblos prometiendo empleo y desarrollo económico y el enfado aumenta mientras se pronuncian notables discursos sobre una transición ecológica que de momento no aparece por ningún lugar. Los macroproyectos de energías renovables aterrizan de forma opaca en decenas de comarcas, sin dar ninguna oportunidad a un diálogo real acerca del modelo energético renovable que necesitamos desarrollar con tanta urgencia.

Al mismo tiempo, una agricultura y ganadería intensivas, orientadas a la exportación, aumentan sus impactos sociales y medioambientales, conduciendo a una parte significativa de la economía de Aragón hacia un futuro incierto. Por si fuera poco, a todo ello se suman el renovado impulso a las infraestructuras destinadas al turismo de nieve en el Pirineo y la archiconocida especulación inmobiliaria, con proyectos como la unión de las estaciones de esquí de Astún y Formigal, destrozando Canal Roya a su paso.

Estas acciones, aparentemente incoherentes y no planificadas, responden, sin embargo, a una lógica propia de la acumulación de capital. Por ello, la respuesta que debemos darles ha de articularse en los mismos términos. En muchos casos, los conflictos se han convertido en la gota que colma el vaso de una frustración que va mucho más allá de la generada por un proyecto en concreto. En efecto, la atmósfera que se respira es de hartazgo por una situación de injusticia y expolio; de explotación y de desposesión; de utilización, en fin, del territorio rural como quien esconde la suciedad debajo de la alfombra. Ante esto, la tarea política que tenemos por delante consiste en ofrecer un horizonte alternativo de sociedad que responda a los múltiples conflictos del territorio, que articule, en suma, una defensa amplia de un proyecto de Aragón libre, solidario y ecosocialista. Para avanzar en ese sentido, hay tres aspectos claves que han de servir como guía en el conflicto por el modelo de implantación de las renovables en Aragón.

Cuestionar la propiedad

Tal y como se ha repetido hasta la saciedad, la discusión no se encuentra en renovables sí o no, sino en el cómo. Sin embargo, ese cómo no debe limitarse únicamente a cuestiones como la ubicación o el tamaño de las instalaciones: es la propiedad privada sobre el sector energético la que se encuentra en la clave de bóveda de buena parte de estos conflictos. Y es que para el nuevo ecologismo de los ricos al que nos enfrentamos "la transición no es tanto un proceso ecológicamente necesario como un negocio que se debe acelerar". La solución capitalista a la crisis ecológica nos ofrece, en fin, un desarrollo injusto y agresivo de las infraestructuras que el propio movimiento ecologista llevaba décadas reclamando, llevándose además por el camino unos jugosos beneficios.

Si la disyuntiva que se plantea es entre un capitalismo verde o un capitalismo fósil, la elección obligada parece clara; sin embargo, en el desarrollo de las luchas debemos ensanchar el campo de la discusión y poner sobre la mesa un cuestionamiento de la propiedad de los centenares de nuevas centrales de energías renovables que pretenden construirse durante los próximos años. Así, ante la insuficiencia del autoconsumo y de tejados para satisfacer todas las necesidades energéticas, debemos empujar en favor del desarrollo público y comunitario de instalaciones de mediano tamaño y cercanas a los grandes nodos de demanda energética. En este sentido, el sumidero energético de la ciudad de Zaragoza tiene todavía muchísimo camino que recorrer.

El cuestionamiento de la propiedad privada debe acompañar a las ya presentes exigencias de planificación y democracia en la toma de decisiones. Mientras lo que guíe el desarrollo de renovables sea únicamente la expectativa de beneficio por parte de las empresas, no habrá ordenación del territorio ni consultas ciudadanas que valgan para frenar las dinámicas más agresivas hacia el territorio. La suma de estos tres pilares sí podrá ofrecer una respuesta al conflicto de las renovables en favor de las clases populares y el futuro de Aragón: propiedad, planificación y democracia.

Rechazar corporativismos, redistribuir la tierra

Una anotación sobre la transición ecológica que merece la pena tener apuntada en lugar bien visible es que el modelo socioeconómico que tenemos ahora no es el que debemos mantener en el futuro. El metabolismo de nuestra sociedad es profundamente insostenible a múltiples niveles. Pero por eso mismo, la defensa del territorio ante un conflicto concreto no puede ir unida a la defensa de otras actividades económicas que tienen un impacto equivalente o superior. Sin embargo, a menudo nos topamos con esta incoherencia en la oposición a los proyectos de renovables cuando se hace en defensa de un modelo de explotaciones agrícolas y ganaderas que tampoco son en absoluto deseables, ni social ni ecológicamente.

Por supuesto que los severos impactos de las grandes centrales eólicas y fotovoltaicas sobre la biodiversidad son un problema central, que debe abordarse con seriedad y honda preocupación por la importancia trascendental de esta en la mitigación y la resiliencia ante el cambio climático. Sin embargo, debemos recordar que el sistema alimentario es hoy el principal impulsor de la pérdida de biodiversidad, con cada vez menos explotaciones agrícolas, cada vez más grandes y cada vez más dependientes del regadío y de técnicas de cultivo intensivas. Por ello, nos opondremos a un modelo de energías renovables en manos privadas y con megaproyectos desarrollados de forma agresiva para el territorio; pero igualmente rechazamos un modelo agroindustrial concentrado en manos de una minoría de propietarios y orientado a la exportación.

Debemos hacer todo lo posible para evitar la muerte de cientos de aves por impactos con aerogeneradores, pero también evitar la muerte de miríadas de insectos por el uso de fitosanitarios en monocultivos. Y en la enorme transición que tenemos que realizar, no hay hueco, desde luego, para mantener intacto que el 70% de las tierras cultivadas en el estado español se dediquen a la producción de piensos para la ganadería. En definitiva, ya que el conflicto de las renovables ha puesto sobre la mesa las tensiones relativas al uso del territorio, hemos de aprovechar para cuestionar otros muchos usos que deben transformarse radicalmente. Unamos así las exigencias de planificación de las renovables a una exigencia de reforma agraria agroecológica que redistribuya la propiedad y los usos de las tierras cultivables.

Extender el conflicto energético a otros ámbitos

La cuestión energética va mucho más allá de lo técnico, permea el conjunto de nuestras vidas y de las relaciones sociales que las moldean. Esto hace que las luchas políticas que se dan en torno a la cuestión energética puedan tener la capacidad de aglutinar un ámbito mucho mayor y puedan abordarla desde lugares que poco o nada tienen que ver con las líneas eléctricas, las centrales de generación o los contadores.

Vivienda, transporte, alimentación, estructura productiva o reparto de los cuidados son algunos de los muchos ámbitos que trascienden lo energético, pero que se relacionan íntimamente con ello. En el momento en el que se abre un conflicto por la defensa del territorio como el actual, la tarea política está en ensancharlo lo máximo posible, no en mantenerlo dentro de sus estrechos márgenes.

Al mismo tiempo, el despliegue de renovables nos será útil para frenar el calentamiento global sólo si al mismo tiempo somos capaces de desplazar a los actuales consumos energéticos fósiles. Aunando ambos enfoques, el lema de Renovables Sí, pero No así puede y debe venir acompañado de una amplia lista de renovables sí para una flota de autobuses eléctricos rurales y urbanos que vertebre el territorio; renovables sí para garantizar el suministro eléctrico a todos los hogares, o renovables sí para desarrollar empleos públicos para el cuidado del territorio y de las personas.

Del mismo modo, puede y debe venir también acompañado de un rechazo a actividades energéticamente intensivas y que no reportan ningún beneficio al territorio, como son el aumento de un 20% del consumo eléctrico de Aragón que supondrán los tres centros de datos de Amazon Web Service en Villanueva de Gállego, El Burgo de Ebro y Huesca o, por supuesto, el mantenimiento de un modelo de movilidad basado en el vehículo privado individual.

Frente al expolio del capital, un Aragón ecosocialista

Todo esto debe llevarnos, en definitiva, a cuestionar los múltiples expolios sobre nuestras vidas. Quizás podamos hablar de un expolio del viento, pero en igual medida también de un expolio de la tierra y de sus insectos. En todo caso, quien se encuentra detrás de dichos expolios no es más que la abstracta e impersonal lógica de la acumulación de capital, y frente a esta lógica, debemos abordar políticamente los múltiples conflictos desde un marco común, aglutinando luchas y aportando un proyecto de país radicalmente diferente.

Este domingo, 16 de abril, la Plataforma 13 de marzo “Aragón por la racionalidad energética” convoca una manifestación en Zaragoza bajo el lema Aragón sí, pero no así: renovables sin especulación. Apoyamos esta convocatoria y animamos a secundarla, pero, sobre todo, confiamos en que las experiencias de luchas desarrolladas en estos conflictos del territorio abonen el terreno en favor de un futuro Aragón ecosocialista. Porque, tal y como afirma Mario Gaviria:

La tercera salida no puede ser más que un socialismo autogestionario en lo social y político, una economía por la naturaleza y una producción del espacio que se materializa en una ordenación del territorio.

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