La influencia, aún, de la iglesia católica

El pasado 29 de enero, día de San Valero, volvieron a desfilar con su banda, para entrar en la catedral de La Seo, la mayoría de concejales y concejalas del Ayuntamiento de Zaragoza. Y no sólo eso. Delante iban tres agentes municipales montados en sus caballos, acompañados del sonido de timbales y trompetas. Hay pocas fiestas que se libren de este peaje religioso. En Zaragoza solo el 5 de marzo y el día de la Constitución. Naturalmente, nada que objetar a que cada concejal o concejala tenga su propia creencia y la ratifique a nivel individual todas las veces que …

El pasado 29 de enero, día de San Valero, volvieron a desfilar con su banda, para entrar en la catedral de La Seo, la mayoría de concejales y concejalas del Ayuntamiento de Zaragoza. Y no sólo eso. Delante iban tres agentes municipales montados en sus caballos, acompañados del sonido de timbales y trompetas. Hay pocas fiestas que se libren de este peaje religioso. En Zaragoza solo el 5 de marzo y el día de la Constitución.

Naturalmente, nada que objetar a que cada concejal o concejala tenga su propia creencia y la ratifique a nivel individual todas las veces que desee. Lo que ya es más discutible, para mí impropio, es que los concejales vayan con su banda y acompañados de personal municipal, a celebrar un acto religioso, y se arrodillen y se postren ante una imagen, sea la que sea. Porque la banda implica que no son una persona individual, sino un representante público, de un estado, según la Constitución de 1978, aconfesional. Y eso de arrodillarse con la banda significa la supeditación de lo civil a lo religioso, cosa con la que, naturalmente, no estoy de acuerdo.

Desconozco la situación de Uesca, pero en Teruel, la situación es, si cabe, peor. Se siguen celebrando misas y unas cuantas ceremonias religiosas más, en el salón de plenos del ayuntamiento, teniendo al lado del consistorio una de las catedrales más bonitas. Para mí, eso significa el sometimiento del municipio a la Iglesia Católica.

Y en Teruel capital, está la figura del Seisado, que se mantiene aún, y se renueva cada año, según la cual, en caso de catástrofe que impida a la corporación municipal llevar adelante la gestión del ayuntamiento, los seis matrimonios casados el año anterior por el rito católico, serían quienes gestionarían el municipio hasta nuevas elecciones.

Nadie hasta ahora se ha preocupado del Seisado, que nunca se ha visto obligado a ejercer sus extraordinarias funciones, pero desde el respeto que me merecen todas las manifestaciones religiosas, parecería más correcto que, en todo caso, quienes suplieran a la corporación de Teruel en una situación tan extrema, fueran quienes fueran, sin importar por qué rito se habían casado, o incluso si se habían casado por lo civil.

Y por terminar aportando datos oficiales, según datos publicados por el Instituto de Estadística (INE), las bodas por la Iglesia han descendido, de representar el 76,7% del total en 1996 han pasado al 16,8% de 2021 (que es el primer año que no diferencia entre matrimonios por otras religiones).

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