Ucrania, los Brics y los Brics-más

Dos cuestiones importantes, mucho, para la sociedad actual que aparentan no tener demasiada relación, pero sí, la tienen y cada vez más. Lástima que muchas personas atiendan, sólo, a la propaganda de guerra que llega, casi siempre de un solo lado, y no se planteen discernir el grano de la paja.

Ucrania, los Brics y los Brics-más

El viejo orden mundial basado en el imperio USA, omnipotente durante las tres décadas últimas, mucho más desde la desaparición de la URSS, se resquebraja a pasos agigantados, desde el último conflicto propiciado por el emperador en funciones.

I.- Ucrania

Durante los treinta años últimos el imperio ha tenido carta blanca para ejercer de amo, a veces complaciente con los súbditos, tanto como para poner la zanahoria, otras, con látigo de negrero o ignorados Guantánamos como en las guerras de Irak, Siria, Yemen, el patio trasero americano o las turbulencias continuadas en África.

En los últimos tiempos de Obama, Trump y Biden, Estados Unidos necesitaba un cómitre efectivo que ejerciera de punta de lanza desoxidada. OTAN, entidad ofensiva con mando directo en Washington, matón de barrio durante sus tres cuartos de siglo de vida, era el mejor tridente. ¡Qué mejor puesta a punto que una nueva guerra que lo pusiera a flote! El revulsivo fue Ucrania. La posibilidad de establecer misiles nucleares a seis minutos de Moscú, es decir, la entrada de Ucrania en la OTAN, fue una línea roja que obligó a la Federación Rusa a intervenir. Podemos enjuiciar mal o peor la invasión, pero Rusia no podía aceptar esa posibilidad y los USA lo sabían.

Y empezó, mejor dicho, continuó la guerra comenzada en 2014 contra territorios rusos del Donetsk y Lugansk. Ahora, a más escala y, pretendidamente, de Ucrania contra Rusia. En realidad, la OTAN de los USA contra Rusia en un escenario ideal para el imperio: los muertos serían ajenos. En esta ocasión, los ataúdes con la banderita de las barras y estrellas no llegarían a América. La carne de cañón a “picar” sería toda ucraniana o rusa y esos muertos, pensaban y piensan, tienen poco valor. A la fecha, dos, trescientos mil muertos en el picadero −ningún ataúd americano−, les sigue pareciendo poco. Todavía quedan algunos cientos de miles como “carne de cañón”.

En estos meses últimos, las provocaciones de la OTAN, con Zelensky como monigote de trapo −drones contra Moscú o la estación de tren rusa de Kursk, misiles al puente de Kerch, atentados terroristas contra Zaporiyia, los gaseoductos rusos de Nord Stream o personas físicas como Darya Dugina− buscan la escalada en la guerra. La OTAN, Borrell, Zelensky, lo que desean con sus continuas provocaciones, escalando la guerra con Leopard, misiles de última generación o F16, es una respuesta rusa proporcionada, es decir, violenta, el “yo más”. Los prebostes de la OTAN, Biden o los patéticos tipos como Borrell o Von der Layen, buscan algo que la OTAN ya hizo en Irak, Vietnam, Siria, Yemen, incluso Serbia: bombardeos masivos indiscriminados matando, no personas aisladas sino miles, cientos de miles de civiles. Semejantes personajes que mienten y organizan guerras, anhelan, cínicos, una brutal respuesta rusa −bombardeos que arrasen Kiev u otra ciudad cualquiera o un misil que hunda un navío en el mar Negro pese a los avisos rusos−. Respuesta que justifique ante la opinión pública una escalada todavía mayor. Y si este barco hundido fuera uno con bandera europea, de la OTAN, mejor que mejor. Habría exclamaciones de júbilo por parte de todos aquellos que lo único que quieren es la continuación de una guerra minuciosamente preparada para mayor gloria de los bolsillos de empresas armamentísticas.

Tengamos en cuenta algo: si Rusia se comportase igual que Estados Unidos y sus socios se comportaron en Irak o Vietnam, arrasando el país hasta “devolverlo a la edad de piedra”, cosa que la Federación Rusa tiene capacidad sin recurrir para nada a las armas nucleares, Ucrania desaparecería en días. Esa es la razón del envío de misiles muy concretos para destruir una fábrica de drones sita en un teatro, búnkeres en donde estén oficiales de la OTAN o almacenes militares. Esa es la única razón de tan pocos muertos civiles. ¿Podemos imaginar los cientos de miles de muertos si Rusia se comportara de la misma manera que los USA en Vietnam, en Irak, en Afganistán, en Yemen o Siria?

Datos para refrescar la memoria, a veces aquejada por un Alzheimer propagandístico. Los bombardeos sobre Vietnam mataron dos millones de civiles vietnamitas, doscientos mil laosianos y otros doscientos mil camboyanos. Los bombardeos de la “coalición internacional” en Irak produjeron un millón de muertos civiles, el conflicto afgano en el presente siglo con los USA ha dado lugar a 250.000 muertos civiles, la guerra en Siria ha producido 400.000 muertos civiles, la de Yemen lleva ya 377.000 civiles asesinados -Datos que cualquiera puede contrastar recurriendo a diversos medios-. Sin embargo, por comparar, los muertos civiles en Ucrania, según datos oficiales de la Oficina de Derechos Humanos de la ONU, son poco más de ocho mil y de ellos, 6.600 son civiles de las regiones del Donetsk, es decir, del suelo ruso-ucraniano. Cualquier persona con cuatro dedos de frente −incluso con dos− puede pensar que, si hay tan pocos muertos civiles en una guerra tan larga y brutal como la de Ucrania, es porque Rusia no quiere bombardear indiscriminadamente. Todos los muertos, uno o miles, son terribles, pero hay que poner los puntos sobre las íes en sus justos términos.

La guerra en Ucrania, a pesar del ardor guerrero de Borrell, Von der Layen o Zelensky, a menos de que alguien se vuelva más loco, acabará con el resultado lógico: las zonas rusas de Ucrania independizándose o adscribiéndose en la Federación Rusa. Y esto se hará en menos de un año. Entre otras cosas, porque el imperio representado por el viejo orden mundial, ya está preparando para el año próximo, dos como mucho, una guerra de corte parecido en Taiwan. Allí, los muertos serán chinos, chinos de Taiwán, chinos del continente, pero chinos todos. De la misma manera que en Ucrania: ningún marine muerto.

Y esto tiene relación con el siguiente tema: los Brics y los Brics-más

II.- los Brics

Todos los imperios caídos se han resistido. Estados Unidos no será menos; es posible que, con la diferencia tecnológica a lo largo de la historia, piense morir matando, algo que en sus doscientos cuarenta y seis años de vida lo ha estado haciendo a lo largo de 222, puesto que, tan solo, 24 años de su historia han estado exentos de guerras, cuatrocientas en total. Es el récord Guinness de conflictos. Solo nombrando los países con los que ha tenido conflicto directo, nos damos cuenta que, quizá, es más corto el listado de aquellos con los que NO se ha enfrentado. Vale la pena listar sabiendo que más de un país se quedará al pairo: Reino Unido, Argelia, Francia, Túnez, Marruecos, España, China, México, India, Fidji, Uruguay, Nicaragua, Taiwán, Corea, Haití, Hawai, Filipinas, Cuba, Honduras, Alemania, Italia, Japón, Costa Rica, Grecia, Puerto Rico, Guatemala, Vietnam, Laos, Camboya, Tailandia, Afganistán, Libia, Líbano, Granada, Panamá, Irak, Sudán, Kosovo, Yemen, Pakistán, Somalia, Siria y Ucrania. Amén de un buen puñado de países africanos en los que ha estado involucrado de manera indirecta mediante empresa de mercenarios. Y, en la gran mayoría, ha sido, siempre, para sacar “tajada”.

Podemos entender que lo que le preocupa al imperio es constatar que está en su fase final y que es otro, concretamente China, el que le está adelantando. No solo tecnológicamente, poco a poco lo está haciendo con la paciencia del asiático, también en la carrera, y la ganará, militar, en el ascendiente global ante el resto de países y en la economía.

Y ahí le duele. Es cuestión de pocos años predecir que el dólar, omnipotente dueño de destinos en los últimos cien años, dejará paso al yuan o, en su defecto, a la moneda que se cree, si es que se crea, por los BRICS y sus añadidos. Dentro de poco tiempo ese dólar que, desde Bretton Woods, no está soportado por oro o reservas salvo por el propio prestigio como moneda, caerá en picado tanto por la fortaleza y seguridad de otras, como por la inseguridad de la misma debida a la continua vuelta de manivela en la maquinita de hacer dólares. Hace pocas semanas, Estados Unidos estuvo a punto de ir a la quiebra por no poder pagar a sus funcionarios debido a su falta física. In extremis, volvieron a darle a la manivela para “fabricar” más billetes sin más aval que un prestigio monetario que se está cayendo a trozos.

Y ese ha sido uno de los motivos principales para reflotar la OTAN con alguna guerra con la que engrasarla, para que Europa sirva de útil monaguillo a costa de su futuro, para que las estepas ucranianas lastren la pujante hegemonía rusa del gas y, de paso, arrastre a China por la dura pendiente de la guerra y de las sanciones indirectas y retrase su “sorpasso” económico. Serviría de puente para el siguiente conflicto, el mayor y el más interesante para el imperio: la guerra contra China en el escenario de los chinos, Taiwán y el continente, sin ataúdes americanos de por medio. Todo con la ayuda de la OTAN atlántica y con la nueva tenaza del Pacífico gestada por Estados Unidos: Australia, Nueva Zelanda, Japón y Corea del Sur. Ese conflicto, a punto en la recámara de los USA nada más cerrar el otro es, según los analistas del Pentágono ayudados por los lobbies de las empresas de armamento, capaz de retrasar, y quién sabe si de anular, ese adelantamiento que se prevé imparable, salvo guerra nuclear en donde no quede nada ni nadie.

En un mundo que era unipolar hasta hace poco, hasta principios del siglo, la irrupción de China, de la India, la aparición de países que se resisten al mantenimiento de un amo y señor con látigo en mano, está truncando de manera rápida la subsistencia del viejo imperio. Primero, hace poco tiempo, aparecieron los BRICS, un acrónimo de las iniciales de cinco países con ganas de ser otro de los polos en donde mirarse el mundo. Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica se unieron a despecho del emperador y del monigote que va siendo, cada año más, Europa. Cinco de las grandes economías del mundo emergente, 3.243 millones de habitantes (41% del total mundial), algo más de 21,4 millones de km2 (15% del total terrestre) y cerca de 25 billones de dólares de PIB entre los cinco (26% del total mundial. Las cinco, prestas a estudiar la posibilidad de una moneda fuerte común, las cinco con amplísimas posibilidades en materias primas y las cinco con ganas de desprenderse del abrazo del oso asfixiante de quien quiere seguir siendo amo y señor.

Pero, ahora, aparecen otras seis economías −Arabia Saudí, Argentina, Egipto, Etiopía, Irán y Emiratos− que, a despecho de los Estados Unidos y a más despecho de la marioneta en que se está convirtiendo Europa, se han unido a los BRICS para formar esa organización mundial de once países que añaden otros 400 millones de personas, otros 8,77 millones de kilómetros cuadrados a la fiesta y cerca de 3,5 billones más de dólares al PIB anterior. En total, el 30% del PIB mundial, el 46% del total de la población mundial y el 20,3% de la superficie total terrestre. Eso sin contar que, entre los once, disponen del 80% de la producción de petróleo y porcentajes similares en materiales básicos, tierras raras y recursos. Suficiente todo como para subvertir el orden mundial, hacer caer la moneda del imperio y que el mundo sea, a partir de ya, multipolar: Estados Unidos, sí, pero también China, la Federación Rusa, India, los BRICS, los BRICS ampliados. Y, en el último puesto, cada vez más irrelevante a causa de ser el pinganillo americano, Europa.

III.- Remate

Colofón final al artículo, seguiré diciendo “no a la guerra”. Seguiré pidiendo que los hombres y mujeres capaces de discernir, capaces de creer en que la palabra es más efectiva y potente que el tanque o la bomba, seamos capaces de hacer un grito común con el “No a la guerra”. El “Si vis pacem, para bellum”, elevado a la categoría de mito por los belicistas de todos los signos y extremos a lo largo de dos mil años, es falso. La paz no se hace preparando la guerra. Eso solo sirve para aumentarlas y para engrosar los bolsillos de los que las fabrican.

Que nadie intente confundir o engañar. En mi caso, y en el de muchos más, no se desea que gane la guerra Putin o Zelensky. Ni, tampoco, que la pierdan Ucrania o Rusia. Lo que quiero es que el pueblo ucraniano, el ruso, el de las repúblicas del Dombás, tengan esa paz negada por los que se creen dueños del mundo y quieren, al tiempo, incrementar sus caudales. Porque, desgraciadamente, a eso se reduce esta guerra de manera parecida a la de la mayoría, dinero. Dinero de los que construyen armas, dinero de los que venden gas, dinero de los corruptos que se lo meten al bolsillo, dinero para reconstruir, después, lo destruido, dinero, dinero… Es el pueblo el que muere, quien pierde sus casas, quien se tiene que exiliar a Polonia o Rusia, el que sufre. No es Zelensky ni Putin, ni los grandes hombres o mujeres de Bruselas, ni los gobernantes europeos, tampoco Biden o Trump. Los que pierden en esta, como en todas las guerras, son los de abajo, los que se les niega la voz, el pueblo. El pueblo ruso y ucraniano tienen derecho a la paz; también, no nos olvidemos, los que llevan casi diez años luchando por su potestad a tener un país: los doce millones de rusos del Dombás que tienen derecho, como todos los habitantes del mundo, a elegir qué país quieren. Aquí no hay buenos ni malos como, falsamente, en las películas del séptimo de caballería. En esta, como en todas las guerras, los malos son los Biden, los Zelensky, los Putin, los Borrell, las Von der Layen, los Prigozhin, los empresarios de armas que se frotan las manos, los que venden el gas a precios neoliberales y se forran, los que se forrarán, mañana, reconstruyendo el país destruido, los políticos corruptos que permiten la corrupción de otros políticos, amigotes, grupos de empresarios o fondos de inversión tan infectos como ellos, todos aquellos que deberían estar gestionando la paz y, con banderías y pífanos que enmascaran, solo están alimentando la guerra. Esos son los malos.

Los buenos son los pueblos, las madres y los niños o niñas a quienes se les está robando la vida o el futuro, los ucranianos y los rusos, los de Kiev y los de Donetsk, los de Moscú y los de Zaporiyia. Y esos, todos, lo que quieren es la paz.

En mi caso, creo que lo inteligente, lo racional, lo que corresponde a la capacidad de pensar, de entenderse sin darse de bofetadas, es pedir, de inmediato, la mesa de negociaciones, parar la sangría y negociar. Si hay un pueblo, y lo hay, que quiere ser independiente o unirse al país ruso porque es ruso, se siente ruso, habla ruso, tiene costumbres rusas, religión rusa, es una falsedad, una hipocresía negarle ese derecho. El Dombás, igual que Armenia, que los kurdos, que los palestinos, que los saharauis, debe de tener una superficie en la que vivir. Es su derecho como pueblo y son ellos los que deben de decidir. Por ello, insisto: “No a la guerra”.

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