El Congreso, el Senado, los jefes de Gobierno, los estadistas de la OTAN… Parece que sus jornadas de trabajo comienzan con el suculento y relajado desayuno en su lujosísimo hotel, por una visita a cualquier museo para posar admirando algo que, en el fondo, desprecian, llegar a la mitad de su faena ¿laboral?, a una comida interminable con chefs de lujo elaborando bocados exquisitos —a veces tan estúpidos como selectos— para terminar, entrada la madrugada, con cenas refinadas en palacios vedados al común de los mortales. Mientras, docenas de camareros abotonados van sirviendo platos carísimos y bebidas reservadas para tan …
