Hilos y hebras que, añadidos al ovillo, se mezclan y lo complican. De nuevo, en estos días, ruido de disparos, heridos y muertos en los Balcanes. Se unen a las declaraciones de un tipo como Zelensky, alardeando de objetivos en base a “ganar la guerra”, junto a sus acciones, más frecuentes cada día que transcurre, de llevarla contra objetivos civiles e indiscriminados, más allá de sus fronteras. Confiando y esperando respuestas bélicas rusas que sirvan para escalar el conflicto y justificar sus, cada vez mayores, peticiones de armas ofensivas, letales y sofisticadas de la OTAN. La entrevista se mezcla con ese estallido de una paz ficticia en los Balcanes. Conflicto ideado por la misma OTAN/USA que lucha contra Rusia. Conflicto al margen de la ONU, al margen de cualquier argumento ético, moral o cívico, con idéntica reprensión moral a la publicitada por la invasión rusa. Eso sí, en esa ocasión, los bombardeos de esa “guerra no declarada” se hacían por los “buenos”, por la OTAN liderada, entonces, por una marioneta española y, por ello, los muertos serbios, civiles y militares, fueron conformes, validados con el natural cinismo de quien tiene la fuerza y no la razón, operación bendita por los poderes sumisos a los USA.
Se hizo (1999) para desmembrar a Yugoeslavia, país no alineado, líder entre ese tipo de países. El encadenamiento ficticio de unos falsos, fallidos en buena parte, países del estilo de Kosovo, la bota apretando la garganta de Serbia, los recuerdos de miles de muertos en cientos de bombardeos de la OTAN sobre Belgrado y Serbia, junto a los problemas de un conflicto que abrió espitas de desavenencias en una zona causante de más de una guerra, amenazan con un nuevo frente, perturbador, embarazoso e incómodo, para una organización vasalla de los Estados Unidos
País origen, en sus doscientos y pico años y en sus doscientos y pico protagonismos guerreros, de una hipocresía farisaica por aquellos que defienden, de boquilla, la paz, pero bombardean, en la práctica, docenas de lugares en docenas de guerras. Y, curiosamente, casi siempre el mismo.
Día tras día, hoy seis de junio, la guerra entre OTAN y Rusia con el actor, Zelensky, de protagonista, va escalando con un único objetivo: evitar la mesa de diálogo que la ponga fin. El bombardeo de una presa sobre el Dniéper en Jérson, zona rusa, confirma esa puesta en escena de un peldaño más. Inmediatamente, Zelensky ha vuelto a reiterar el “tiro en el pie” ruso. Es decir, atribuir la autoría de esa barbaridad −similar a la de la voladura del puente de Crimea, la de los gaseoductos de Nord Stream, los atentados terroristas de Moscú, los bombardeos de la central nuclear de Zapohyriya, los misiles sobre la población civil rusa del Donbass o mil atentados de parecido calibre− a los rusos, en ese afán de protagonizar, también, las mentiras de la guerra.
Lo peor, que la llamada “comunidad internacional” −comunidad que cada vez es menor puesto que tres cuartas partes del mundo no apoyan ni estas notificaciones, ni a la OTAN− se ha apresurado a admitir como bueno el montaje ucraniano y dar como malas las informaciones del alcalde de la localidad más cercana o las de la agencia oficial rusa, TASS, imputando a Zelensky el ataque. Todo vale, y si se sazona con las llamadas mentiras de la guerra −curiosamente, casi todas han sido, posteriormente, confirmadas que se hicieron por el ejército ucraniano o por las inteligencias de la OTAN/USA−, mucho mejor puesto que disfrazan, todavía más, la realidad.
Después del gran despliegue de información OTAN, censurando cada una de las acciones que, en su día, se atribuyeron al ejército ruso (bombardeos en la central nuclear, en núcleos residenciales de Moscú o Novgorod, hospitales, sabotaje en gaseoductos, atentados terroristas personales, rehenes de civiles en Mariupol y muchos etcéteras más), pero que, posteriormente, se demostraron cometidas por Zelensky, ayudados, en más o en menos, con medios de la OTAN/USA, estos mismos medios no han sido capaces de rectificar esas patrañas con ese mismo despliegue de medios. No solo con letra igual de gruesa, sino que, ni tan siquiera, rectificar. La filosofía de Goebbels sobre la mentira la aplican estos medios, llamados objetivos, de manera concienzuda. Se trata de mentir mil veces de entrada y si hiciera falta, cien mil. Luego, cuando las noticias se demuestren falsas, el primer impacto, el que se busca, ese que trata de hacer recaer todo el odio sobre una de las partes del conflicto, en este caso sobre la Federación Rusa, ya estará amortizado. Con tal cinismo y prepotencia que prescinden, incluso, de contar la verdad después, aunque fuera en letra diminuta. No hace falta puesto que casi nadie les reprende.
Es tan burdo el montaje informativo que avergüenza, casi, tener que explicarlo a los sesudos, inútiles y falsarios personajes que, como Borrell, van vendiendo mentiras sin cuento, pero ahí van unos cuantos detalles palmarios que las personas de buena fe y ciudadanos normales encontrarán totalmente razonables.
Primero, es el continuado “tiro en el pie” de los rusos, lo mismo que cuando la central nuclear hasta que se demostró, por activa y pasiva, que fueron los batallones ucranianos de Zelensky los que bombardeaban Zaporyhiya. Hacerse daño a uno mismo sin contrapartidas parece que no tiene mucho fundamento. Pero, si llegásemos a admitir el argumento del tiro en el propio pie, ¿para qué bombardear? La presa está en territorio ruso, así que con abrir las compuertas y manejar el desembalse de las aguas hubiera sido mucho más efectivo y rentable. Nuevo signo de la burda mentira: otra presa existente aguas arriba de este embalse está en manos ucranianas y hacía días que Zelensky había ordenado abrir sus compuertas para llenar más la presa volada con el fin de aumentar la presión y que reventara con más estrago. Un cuarto, los bombardeos anteriores de Zelensky a la misma presa y su admitida puesta como objetivo bélico. El enésimo, el bombardeo sobre la presa y las inundaciones subsiguientes hacen más daño sobre la parte rusa de la orilla del Dnièper que sobre la parte ucraniana. Con el añadido de que pone en peligro el abastecimiento de agua a una provincia rusa tan deseada como es Odesa. El último y definitivo: el intento de desviar, una vez más, el fracaso de la ofensiva tan anunciada y caracoleada. Ofensiva que, comenzada tres días antes del bombardeo de la presa, había sido un completo fracaso ucraniano con enormes pérdidas de material y humano (entre ellos nueve tanques Leopard). Se trataría del penúltimo intento de desviar la atención informativa del fracaso de la misma manera que ocurrió con la caída completa de Bajmut al revirar, informativamente hablando, al intento de invasión de la ciudad rusa de Novgorod por una unidad ucraniana.
Días después de la voladura, los analistas americanos, la ONU y la OTAN, siguen en silencio y con dudas razonables acerca de las acusaciones de Zelensky, delación que no es otra cosa más que la insistencia en fake news, noticias falsas, como viejo truco para hacer caer sobre el contrario, aun siendo de manera vulgar y tosca, acciones dolosas de guerra que constituyen crímenes sobre la población civil.
Un nuevo acto de la escalada bélica ha tenido lugar. Solo beneficia a una de las partes, Zelensky, pero los medios informativos jalean la información del que se beneficia por el hecho, de aquel que ha demostrado ser el gran mentiroso de la guerra, del mismo que es el único beneficiado en su afán de escalar. Unos hechos que son, ya lo creo, crímenes de guerra.