Finlandia ha entrado a formar parte de la OTAN. El pasado 4 de abril este hecho fue consumado con una discreta ceremonia de izado de bandera en la sede de la alianza en Bruselas. Tan discreto como el acto parece haber sido la repercusión de tal hecho que, de haberse producido en cualquier otro contexto, seguro que habría causado airadas respuestas diplomáticas por parte de Rusia y sonoros golpes de pecho entre Washington y Bruselas. Sin embargo, en medio de la progresiva escalada propiciada por la Guerra de Ucrania, la entrada de Finlandia y Suecia en la OTAN parece nada más que un capítulo más (si acaso secundario) de un guión mucho más amplio.
