Son ya miles las presas obsoletas que se han ido derribando en Europa en las dos últimas décadas. Son ya más de 700 en el Estado español. En el siglo XXI todos los países, atendiendo a lo que centenares de científicos y técnicos proponíamos, se han sumado a esta gran acción de restauración fluvial: la eliminación de barreras artificiales que impiden las funciones de los ríos. Las presas y sus embalses protagonizaron el desarrollismo del siglo XX, pero a costa de destruir la hidrogeomorfología fluvial, alterando totalmente el equilibrio en el funcionamiento del río, basado en el transporte de agua y sedimento.
Como consecuencia, las presas han destruido y alterado los ecosistemas acuáticos y terrestres asociados al río, han provocado incisión en los cauces aguas abajo, han aumentado la evaporación y con ello las pérdidas de agua, han generado falsa sensación de seguridad, han animado a sobreconsumos, a privatizaciones del agua y a pésimas acciones de “gestión”, entre otros muchos efectos negativos.
Las presas y sus embalses son un cáncer para nuestros ríos. Esto está demostrado en numerosos estudios y es observable cómo el daño generado por cada presa va aumentando década a década aguas abajo, se va acumulando. Por eso los que trabajamos en las ciencias fluviales pedimos que se derriben todas las presas posibles.
Los embalses son un sistema obsoleto y hay alternativas mucho menos impactantes, como muchas soluciones basadas en la naturaleza, para mejorar y gestionar el agua en el territorio. La presa de los Toranes en el río Mijares (Gúdar-Javalambre) es solo un caso más, grave además por su estado de mantenimiento y riesgo de colapso. Su derribo, que el Estado exige a Iberdrola y ha sido confirmado por sentencia del Tribunal Supremo, es una gran oportunidad para devolver la salud al río Mijares.
Quienes se oponen a este derribo plantean un argumentario curioso e injustificado en el que atribuyen a la presa usos y beneficios que nunca existieron ni existirán. Es un ejemplo de puro negacionismo ambiental. Por eso también es necesario y urgente que Toranes se derribe, porque la presa obsoleta no puede servir a intereses ni demagogias, sino que, por el contrario, su derribo será un ejemplo de buena práctica ambiental, para Iberdrola y para el valle. Porque es solo un derribo más en Europa, pero es fundamental para la salud de este río y de todo su territorio.
Las demandas de conservar la presa cuentan con el apoyo de varios partidos políticos en busca de votos y recientemente del Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos. Utilizan como argumentos los mismos bulos sobre las supuestas bondades de mantener la presa, demostrando falta de rigor, desconocimiento sobre dinámica fluvial, nula preocupación por la mejora ambiental y rancio tradicionalismo antropocéntrico en sus propuestas.
El río Mijares necesita fluir libre, además de para cumplir las directivas europeas, para aportarnos todas sus funciones ecológicas, para darnos salud, al planeta y a todas las personas. Un río Mijares en buen estado, sin la presa de Toranes, será un patrimonio natural que beneficiará a todo el valle. El derribo necesario y urgente de la presa de Toranes debe ser el primer paso para la conservación del río, que podrá prolongar su tramo de Reserva Natural Fluvial, todo lo cual, además de repercutir en nuestra salud colectiva, pondrá en valor a todo el valle.