I. Una crónica local
El pasado 14 de mayo, el rector de Unizar declaraba lo siguiente durante su comparecencia en las Cortes de Aragón:
Si mañana un grupo de extrema derecha quiere manifestarse en el campus para reivindicar algo, lo hará. Porque los campus son espacios de libertad mientras se respete a los demás. En el momento que haya un ataque contra alguien que piensa lo contrario, se deshará. Porque nosotros manifestamos que el campus es un espacio de respeto, sin entrar en contiendas políticas (1h: 4min: 31”).
Si eso es lo que el rector tiene que decir sobre la libertad en el campus de su universidad, quizá el contenido y la extensión de esta crónica sean más pertinentes de lo previsto. Dos semanas después de esa comparecencia, conocíamos el creativo lema electoral más muros y menos moros de parte de un líder de esa extrema derecha. Y si sumamos al lema la fugaz visita del mismo personaje al carnicero de niños Netanyahu el pasado 29 de mayo, ya tenemos el pack completo. Parece extraño que en un “espacio de respeto” sean bienvenidas tanto las personas que reivindican derechos para todas las demás como quienes prometen enviar al infierno a todo el resto:
- Hola, insigne xenófobo que un día amenaza a una parte de la población y al siguiente muestra apoyo incondicional a un genocida, ¿respeta usted a los y las demás?
- Por supuesto.
- Muy bien, pues es usted bienvenido.
Algo parecido hizo la CRUE el pasado 9 de mayo con el comunicado emitido una semana después de que la RUxP hubiese enviado sus demandas y propuestas de reunión a los rectorados de 40 universidades: “Nos comprometemos a revisar y, en su caso, suspender los acuerdos de colaboración con universidades y centros de investigación israelíes que no hayan expresado un firme compromiso con la paz y el cumplimiento del derecho internacional humanitario”.
- Hola, instituciones de un estado ocupante que saquea y masacra violando docenas de resoluciones de Naciones Unidas, que tritura la Carta de Naciones Unidas en el estrado de la sede de Naciones Unidas, que asesina a lxs trabajadorxs de Naciones Unidas, que niega la entrada en el territorio ocupado por su estado a lxs relatorxs de Naciones Unidas, que bombardea y quema las instalaciones de Naciones Unidas y amenaza a los jueces de los altos tribunales de Naciones Unidas, ¿expresan ustedes un firme compromiso con la paz y el cumplimiento del derecho internacional humanitario?
- Sí, por supuesto.
- Muy bien, que prosiga la ocupación, el apartheid, la limpieza étnica y lo que sea.
El comunicado de la CRUE, genuinamente destinado a facilitar a sus rectorados una gestión eficiente de las molestias domésticas planteadas por las demandas de la RUxP y las acampadas a propósito del genocidio, recibió la respuesta más didáctica de todas de parte de la propia asociación de rectorxs de las universidades israelíes, cuya valiosa aportación nos ayuda a recordar que absolutamente todas las universidades israelíes son partícipes activas y/o beneficiarias de los crímenes de la ocupación. No obstante, para invitar a los equipos de gobierno a profundizar en el asunto, la RUxP les recomienda el libro Towers of Ivory and Steel, de la antropóloga Maya Wind, sobre cómo las universidades israelíes niegan los derechos de los palestinos y las palestinas. El e-book está en descarga gratuita desde la web de la editorial.
En el caso de la Universidad de Zaragoza, la cancelación de los dos contratos OTRI en vigor no pareció obedecer a ninguna convicción genuina sobre los estatutos de Unizar o a la legalidad internacional, sino a una cuestión más simple: prevenir el posible escándalo, por mínima que fuese esa posibilidad, que provocaría un contrato con una empresa que podría estar directamente implicada en el exterminio de las personas nativas palestinas en los territorios ocupados. El último capítulo (hasta hoy) del camino por el que nos ha conducido el genocidio en curso tuvo lugar anteayer, miércoles 5 de junio, con la aprobación por unanimidad en Consejo de Gobierno de una declaración mucho más pobre que la mayor parte de las otras veinte que de momento han resultado de las demandas que la RUxP lleva meses planteando y de la crucial aportación llevada a cabo por la mayoría de las acampadas estudiantiles organizadas durante el último mes. El gobierno de Unizar no ha querido estar a la altura de universidades como las de Barcelona, Granada, Jaén, Almería, Málaga, Burgos u otras. Excluyendo cualquier iniciativa, abusando del decir y huyendo del hacer, retorciendo el lenguaje para no hablar de genocidio, exterminio u ocupación, se ha limitado a trasladar esos mínimos de referencia planteados por la CRUE el 9 de mayo. Traducido a un lenguaje formal, se diría que ha habido un pequeño avance, se ha dado un paso, reconocemos una señal de cierta voluntad vinculada a los estatutos de la universidad y su código ético… y que, en todo caso, tal avance no es suficiente, ni mucho menos. Queda casi todo por hacer y seguimos en disposición de hacerlo.
Vayamos, pues, a lo más importante: comprender por qué estamos donde estamos, por qué hacemos lo que hacemos y callamos lo que callamos. Por qué, en definitiva, una mirada a nuestras instituciones académicas nos ayuda a leer a Aimé Césaire en el siglo XXI.
II. Colonialidad y brutalización
En su Discurso sobre el colonialismo, Aimé Césaire señalaba acertadamente que el primero y más terrible efecto del colonialismo es el embrutecimiento del colono. Un proyecto colonizador es extremadamente violento por definición, de ahí que el colono (esa subjetividad atemorizada y agresiva por excelencia, sabedora siempre de su frágil posición y desesperada por aplastar las legítimas aspiraciones del colonizado) se deshumanice monstruosamente mientras sigue sometiendo al Otro inferiorizado. A buena parte de los guardianes académicos de la prosperidad que pueblan nuestro parque natural universitario le cuesta entender esa lógica supremacista y reconocer que nosotros y nosotras, en tanto que integrantes de una sociedad atravesada por esa lógica, somos potenciales superportadores de supremacismo.
El único (pero seguro) consuelo que queda es que tales proyectos coloniales, una vez alcanzado su esplendor, siempre mueren. Sólo es cuestión de tiempo. Toda colonización tiene un final, sea por agotamiento, suicidio, autofagia, guerra interna… todos ellos elementos que se suman al factor principal: la resistencia ofrecida por una población sometida que ejerce su “derecho inalienable a la libre determinación, libertad e independencia de todos los pueblos que se encuentran bajo dominación colonial y extranjera y subyugación foránea”, conforme a las resoluciones 1514 (XV) de 14 de diciembre de 1960, 2649 (XXV) de 30 de noviembre de 1970 y 2787 (XXVI) de 6 de diciembre de 1971 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, y amparada por la reconocida “legitimidad de la lucha de los pueblos por librarse de la dominación colonial extranjera y de la subyugación foránea por todos los medios posibles, incluida la lucha armada”, tal como reafirma la misma resolución 3070 (XXVIII) de la AGNU que, asimismo, “condena a todos los gobiernos que no reconocen el derecho a la libre determinación e independencia de los pueblos, especialmente [en 1973] de los pueblos de África que están todavía bajo dominación colonial y del pueblo palestino”, y por eso “insta a todos los Estados a que, de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas y con las resoluciones pertinentes de las Naciones Unidas, reconozcan el derecho de todos los pueblos a la libre determinación e independencia, y ofrezcan ayuda moral, material y de otra índole a todos los pueblos que luchan por el pleno ejercicio de su derecho inalienable a la libre determinación e independencia”.
Detengámonos en ese último párrafo. Antes de saltar al siguiente, os invitamos a leerlo otra vez. De su comprensión depende buena parte de nuestra higiene anticolonial. Sigamos.
La citada resolución 3070 de la AGNU se limitó a “reafirmar”, poniendo sobre el papel algo que llevaba mucho tiempo sucediendo y que hoy, cincuenta años después, vuelve a asaltar nuestro nervio racista colectivo. Emitida en 1973 e ignorada hoy por tantos amantes de la libertad, la RES3070 habla de Palestina. Junto a ella, docenas de resoluciones anteriores y posteriores dan testimonio del camino recorrido durante siete décadas por un Derecho Internacional que hoy parece esperar la extremaunción. Su sustituto, una nueva herramienta soberana dedicada a seguir matando todo lo posible unos años más, se llama orden basado en reglas y retuerce el discurso legal para cambiar de paradigma de modo que, por ejemplo, si Israel comete genocidio, la cámara de representantes de EEUU apruebe una propuesta de ley para imponer sanciones a los involucrados en investigaciones, arrestos, detenciones o procesamientos contra cualquier persona protegida por EEUU y sus aliados. Significa, en suma, que nadie en la llamada “comunidad internacional” vaya a mover un dedo sincero por parar los crímenes de Israel, esa reserva espiritual del colonialismo decimonónico que, a la vez, encarna también la versión más vanguardista de esa economía global de la muerte llamada acumulación por desposesión. Y para dar cuenta del clima general y el discurso hegemónico que protegen esa verdad, ya hemos adelantado qué institución representa un ejemplo magnífico.
En efecto, seguimos hablando de la universidad. No de las brechas de crítica y disidencia que han seguido dando muestras de dignidad en los campus de todos los continentes, sino de los esfuerzos de censura, represión y pacificación que tantas instituciones han llevado a cabo para cerrar esas brechas. Por las malas o por las buenas (que en el fondo son igual de malas), sea sirviéndose de las fuerzas del orden, censurando artículos, cerrando revistas académicas inconvenientes, expulsando estudiantes, despidiendo profesores o tratando de capear el oleaje con una declaración institucional. De la misma forma que el andamio legal de nuestro edificio mundial (que en verdad ha sido siempre occidental) ha acabado dinamitado por sus propios dueños y beneficiarios, nuestra caja de herramientas oficial se ha ido vaciando de conocimientos, discusiones y reflexiones hasta resultar inútil para comprender e interpretar el mundo. Y ambos cataclismos parecen importar bien poco a las respectivas autoridades competentes.
Hemos aquí, pues, una crónica local dedicada a un asunto global y una traducción concreta de su función ordenadora: léase el racismo y la universidad. Detengámonos en los síntomas específicos de brutalización que se esconden tras nuestros buenos modales de personas civilizadas con estudios superiores.
Qué grave es, por ejemplo, que siga habiendo que insistir en que no existe ningún “conflicto” palestino-israelí en el sentido que se suele emplear como excusa “para el consenso”. Si se tratase de un conflicto, sin duda sería uno extremadamente asimétrico: una fuerza de ocupación contra un pueblo ocupado; un estado sin fronteras legalmente delimitadas en un territorio que considera suyo por la gracia de su dios; el cuarto ejército del globo contra un no-ejército compuesto por guerrillas; 70.000 toneladas de explosivos contra 37 millones de toneladas de escombros; un robo sistemático de tierra contra una población expulsada; un proyecto de dominación contra unos nativos presos, torturados, asesinados y exterminados; una “nación emprendedora” contra el corpus completo del orden jurídico internacional. El símbolo más representativo del proyecto colonial de asentamiento israelí no son las cinco bombas de Hiroshima lanzadas sobre Gaza en siete meses, sino el bulldozer.
Qué grave es, por ejemplo, que todas las personas sepamos que bastaría con cambiar el color de piel de los y las participantes en el matadero de Gaza para que nuestra mirada (y nuestra respuesta) a los crímenes de la ocupación diese un giro de 180 grados. Qué tragedia la de quienes necesitan repetir mil veces mil acusaciones contra lo que nunca han visto para así arrojar mil mantas sobre las aberraciones que no quieren ver.
Qué grave es que nuestras instituciones académicas, con sus pompas y vanidades, sus rincones de dignidad y sus pétreas estructuras jerárquicas, sus pocos posibles y sus muchos imposibles, sean un fiel reflejo de esa colonialidad embrutecida. Un reflejo obviamente distinto y menos estridente, pero que comparte su racionalidad y la esencia de su violencia. A más de 5.000 kilómetros de distancia, tras décadas cocinando las condiciones de posibilidad de una implosión social, lo que nos acerca es más (y peor) que lo que nos separa. El mismo Césaire lo resumió como nadie. La marca en negrita es nuestra:
Nadie coloniza inocentemente. Nadie coloniza tampoco impunemente. Una nación que coloniza, una nación que justifica la colonización —y por tanto la fuerza— es ya una civilización enferma, una civilización moralmente minada que, irremisiblemente, de consecuencia en consecuencia, de negación en negación, clama por su Hitler, o sea, por su condena
Las universidades siguen ciegas y sordas ante un fenómeno de deshumanización y embrutecimiento que nos afecta e implica mucho más de lo que queremos reconocer.
III. Respuestas, condenas y justificaciones
En el caso de la Universidad de Zaragoza, el departamento de psicología y sociología es el único cuyo consejo aprobó, en febrero, elevar a rectorado la demanda de cancelación de las relaciones con instituciones y empresas israelíes. Un puñado de departamentos en otras universidades del Estado español ya había hecho lo mismo. El origen de la Red Universitaria Por Palestina, ahora presente en 45 universidades, tuvo que ver precisamente con las experiencias comunes en tantos puntos diferentes de nuestro mapa y la dificultad de llevar a cabo iniciativas como ésa. A menudo se nos ha recomendado “no mezclar ciencia con política” o “no meter la política en las aulas”, como si mirar a un genocidio para contribuir a detenerlo fuese un gesto bastardo dentro de una institución académica o, más aún, un gesto censurable per se. Sin embargo, esas mismas voces no parecen molestas cuando el conocimiento que produce la universidad es transferido a y compartido con las instituciones del mismo estado que comete y transmite un genocidio contra la población a la que lleva décadas segregando, encarcelando, asediando, torturando, expulsando, asesinando o robando.
En la noche del 14 y 15 de abril, en el campo de refugiados de Nuseirat (Gaza), cuando algunas personas se despertaron y salieron a buscar el origen de los llantos de bebé y las voces femeninas que pedían socorro, varios drones israelíes abrieron fuego. El sonido que había despertado a quienes acabaron acribillados por los drones procedía de esos mismos artefactos. Hay drones que saben llorar como bebés para atraer y cazar (abatir) a sus presas (sub)humanas. El caso que nos ha ocupado en Unizar no va de sonidos sino de imágenes: un software desarrollado en la Universidad de Zaragoza fue adquirido por la empresa israelí Sightec por decenas de miles de euros para ser usado hasta 2026 e incorporar esa tecnología a los drones de combate de IAI, principal proveedor del ejército israelí. IAI y Sightec desarrollaron y lanzaron el drone IAI Mulflayer y Sightec vende tecnología made in Unizar a la también israelí FlightOps, cuya web oficial usa imágenes grabadas por un drone que vigila la línea de segregación entre una localidad palestina y un “asentamiento ilegal” –otro criminal pleonasmo que tanto gusta pasar por alto a los amantes del consenso. Sightec es una empresa creada y tutelada por el Servicio de Seguridad General Israelí.
Todo eso lo contó en Arainfo Mussa’ab Bashir Alazaiza el 17 de mayo, tres días antes de la primera reunión del Nodo Unizar de la RUxP con un representante del equipo de gobierno de Unizar. Ese contrato convertía a la Universidad de Zaragoza en cómplice de algo horrible, pero el movimiento fue eficiente: el viernes 24, la prensa local recogía unas declaraciones del rector de Unizar asegurando que “romper lo que no existe es imposible”. Así pues, lo que un lunes “no existía” había sido cancelado entre el martes y el jueves para que el viernes un titular de prensa pudiese anunciar su inexistencia. Y fin del problema.
Qué triste es, por ejemplo, que los argumentos más repetidos para evitar tomar decisiones eficaces ante la violación impune de toda legalidad violable sean presentar a las universidades como “último puente para el entendimiento y la concordia”, argumentando que “es injusto que los científicos y las científicas paguen por los desmanes de sus gobernantes”, repetir que “en Israel hay gente que es crítica con su gobierno” o, en lo alto de la lista, alertar de “lo caro que puede salir a la universidad”. De nuevo, más y más síntomas de la muerte del Derecho como marco de referencia: ¿genocidio? no me molestes con bobadas, que tengo que cuadrar el presupuesto. Y en Israel hay gente que no está de acuerdo con su gobierno. Y además, aún no está claro si es genocidio, eso lo decide el tribunal internacional ése.
En su condición de potencia ocupante, el Estado de Israel lleva siete meses cometiendo genocidio (tal como denunciara Sudáfrica ante la Corte Internacional de Justicia) en la Franja de Gaza. Quien no quiera decir genocidio puede sustituir el término por lo que el colonialismo lleva haciendo desde el siglo XV. Lo muchísimo peor para todos-as nosotras y para la institución de la que formamos parte es que Israel lleva siete décadas recogiendo violaciones reiteradas, alevosas e impunes al orden legal internacional en todos sus niveles, formas y manifestaciones. La pulsión genocida es constitutiva de toda ocupación colonial. Conclusión: ¿qué puede ser peor que el delito de genocidio? Pues un proyecto colonial de asentamiento basado en la invasión, el saqueo de recursos, la expulsión, la anexión ilegal de tierras y la limpieza étnica, que ya ha cumplido 76 años y que legitima esa pulsión genocida promocionando la única democracia de Oriente Próximo.
En diciembre de 2023, Sudáfrica cursó solicitud a la Corte Internacional de Justicia para que diese inicio a procedimiento contra el Estado de Israel de conformidad con el Artículo 41 del Estatuto de la Corte, indicando medidas provisionales para proteger los derechos invocados de una pérdida inminente e irreparable. La Corte consideró plausible (anglicismo para probable) el delito de genocidio en base a los argumentos del demandante, pero las medidas dictadas surtieron un efecto opuesto al deseable: más toneladas de bombas, más asesinatos, más tierra quemada, más escombros, más sadismo fanático, más complicidad y colaboración por parte de la comunidad internacional y su orden basado en reglas.
En marzo de 2024 se publicaba, con el inequívoco título de Anatomía de un Genocidio, el Informe de la Relatora Especial de NNUU sobre la situación de los Derechos Humanos en los territorios palestinos ocupados desde 1967. De hecho, el diagnóstico ya era claro pocos días después del 7 de octubre de 2023.
Este es un caso de genocidio de manual –Carta de dimisión de Craig Mokhiber, director de la oficina de Nueva York del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (Carta al Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, 28 de octubre).
Alerta de limpieza étnica –Francesca Albanese, Relatora Especial de la ONU sobre la situación de los derechos humanos en el territorio palestino ocupado desde 1967 (comunicado de prensa 14 de octubre).
Un genocidio en ciernes –Expertos de la ONU piden a la comunidad internacional que evite el genocidio contra el pueblo palestino (comunicado de prensa 16 de noviembre).
El castigo colectivo de los habitantes de Gaza es un crimen de guerra –Amnistía Internacional (comunicado de prensa, 12 de octubre) y Human Rights Watch (carta a los ministros de Asuntos Exteriores de la UE sobre Gaza, 8 de noviembre).
Siete meses después, todas y todos conocemos los números, las imágenes, las palabras, los silencios y el horror absoluto que han colapsado nuestra vista, nuestros oídos y nuestra comprensión. Las cifras multiplican, en términos relativos o absolutos, las de cualquier episodio previo.
Según estimaciones iniciales del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la reconstrucción de la Franja de Gaza tardará más de 16 años y costará entre 30.000 y 40.000 millones de dólares.
La magnitud de la destrucción es enorme y sin precedentes [...] Es una misión a la que la comunidad internacional no ha estado confrontada desde la Segunda Guerra Mundial (Abdallah al Dardari, director de la oficina regional para los Estados árabes del PNUD, rueda de prensa 2 de mayo de 2024).
A 19 de mayo ya habían sido asesinadas y enterradas o desaparecidas más de 45.000 personas, de las cuales unas 17.000 son niñas y niños. Dos tercios de las viviendas de Gaza han sido destruidas y tres cuartas partes de la población han sido desplazadas forzosamente. Cada detalle del horror ha sido grabado, publicado y a menudo retransmitido en directo por sus perpetradores: bombardeos infinitos y voladuras controladas en escuelas, universidades, campos de refugiados, hospitales, edificios de Naciones Unidas, cementerios… mientras se mantiene el asedio sobre el territorio y se impide el suministro de alimentos, agua, electricidad y material médico. Colonos que se reúnen en los accesos, acompañados por los soldados del ejército de ocupación, para parar y asaltar los camiones de ayuda humanitaria. Personas que comen hierba y ratas para sobrevivir. Soldados sonrientes que publican selfies con una universidad estallando al fondo. Cadáveres de bebés que se pudren en una UCI pediátrica. Cientos de cuerpos encontrados al remover la tierra en la que el ejército genocida los había ocultado tras masacrar su hospital. ¡Incluso bebés decapitados! ¡Por fin, después de meses de propaganda, relatos inventados y noticias falsas sobre decapitaciones, violaciones y calcinaciones reproducidas por todos los medios de comunicación generalistas del planeta! Toda la sangre, todos los jirones de carne, toda la pornografía, toda la humillación imaginable, todo a nuestra disposición, para ser degustado cada día, cada minuto, pero… ¿Y el terrorismo qué, eh? ¡Tú lo que eres es un pro-terrorista! Y ante cada respuesta de ese nivel, ante cada master class glorificando nuestro templo de los estudios superiores, una mezcla de pena y rabia se impone siempre a la vergüenza ajena. Y las personas avergonzadas acaban callando para abreviar la discusión.
Según el Secretario General de la ONU, el alto el fuego sostenido es la única vía y los hechos del pasado siete de octubre tuvieron lugar en el contexto de más de cincuenta años de ocupación colonial. Por eso a la agresión genocida en Gaza se suma en Cisjordania la violencia arbitraria y extrema por parte de colonos armados y ejército. Casi 5.000 personas han sido encarceladas y más de 500 han muerto asesinadas por las fuerzas de ocupación israelíes. Las cifras crecen cada día.
Miles de estudiantes, así como trabajadores y trabajadoras de las universidades, también han sido asesinados y asesinadas. 464 centros educativos han sido destruidos o dañados, incluyendo el 82% de las escuelas y la eliminación del 100% de las sedes universitarias: la Islámica de Gaza, Al-Azhar, Al-Aqsa, Gaza, Al-Quds, el Colegio Universitario de Ciencias Aplicadas, la Universidad de Palestina, Al-Israa, el Colegio Técnico Palestino, el Colegio Palestino de Enfermería, y el Colegio Árabe de Ciencias Sociales. Entre los y las supervivientes, 625.000 menores de edad llevan siete meses sin poder ir a la escuela y 90.000 universitarios (que son el fundamento de la universidad) no pueden continuar sus estudios. Israel ha dirigido ataques selectivos contra académicos y sus familias, como en el caso del asesinato del Rector de la Universidad Islámica de Gaza. Los centros de educación superior palestinos han lanzado numerosos llamamientos pidiendo apoyo a la comunidad académica internacional para acabar con 75 años de ocupación y apartheid.
Acabemos por el principio:
Según el Artículo 2.d de los Estatutos de la Universidad de Zaragoza (fundamentos básicos), la Universidad de Zaragoza, en virtud de su autonomía y mediante los presentes Estatutos, establece su organización y sus funciones, que se fundamentan en los principios de: […] d) Defensa de los derechos humanos y las libertades públicas.
Según el Acuerdo de 14 diciembre 2022, del Consejo de Gobierno de la Universidad de Zaragoza, por el que se aprueba el Código Ético de la Universidad de Zaragoza:
3. Bases del código ético.
El Código Ético, como declaración expresa de los valores, principios y pautas de conducta para el desarrollo del conjunto de actividades de la Universidad, se asienta en el principio de legalidad, consistente en el absoluto respeto a la normativa vigente, y se inspira en aquellas declaraciones de los organismos internacionales sobre derechos humanos, desarrollo, sostenibilidad… que son referente para la consecución de los fines de la institución.
4. Principios y valores.
La Universidad de Zaragoza, comprometida con la construcción y el progreso de la sociedad a la que sirve, tiene como guía de actuación de carácter general la libertad, la justicia, la solidaridad, el respeto de los derechos humanos y el pensamiento crítico. Todos ellos concretados en los siguientes principios y valores:
[…] Liderazgo y ejemplaridad.
La Universidad asume de forma responsable el liderazgo que la sociedad aragonesa le demanda en materia de educación, formación, valores, I+D+i, producción científica, transferencia y desarrollo social y cultural. Liderazgo establecido en un marco de pensamiento en el que los Derechos Humanos, la solidaridad, los derechos civiles y sociales y la paz son objeto de investigación, formación y difusión en todos sus ámbitos de actuación.
Los miembros de la comunidad universitaria observarán una conducta ejemplar de acuerdo con los valores y normas del presente código, contribuyendo al prestigio, la dignidad y la reputación de la institución y evitando conductas o actitudes que puedan dañar el buen nombre y la imagen de la Universidad de Zaragoza.
Los principios y valores recién citados son incompatibles con el establecimiento y el mantenimiento de vínculos con un estado que lleva décadas aplicando una política de ocupación y apartheid sobre el territorio y la población palestina y los últimos siete meses exterminando toda señal de vida en la mayor parte del territorio de la franja de Gaza. Israel lleva décadas incumpliendo todas y cada una de las resoluciones de Naciones Unidas que instan a poner fin a la ocupación, garantizar el retorno de los refugiados y respetar los derechos humanos del pueblo palestino. El pasado 10 de mayo, en otro capítulo de esa historia criminal, el embajador israelí trituró una copia de la carta de Naciones Unidas en el estrado de su Asamblea General. El 24 de mayo de 2024, la Corte Internacional de Justicia (CIJ) dictaminaba que Israel debe detener “inmediatamente” su ofensiva militar en Rafah, reconociendo así la validez de la demanda sudafricana en su integridad y, con ella, la consideración del caso presentado por el delito de genocidio. Cuatro días antes, sin mencionar ese término, el Fiscal de la Corte Penal Internacional había emitido una orden de detención contra el primer ministro israelí y su ministro de Defensa por, entre otros cargos, exterminio, inanición como método de guerra y denegación de ayuda humanitaria. El gobierno israelí respondió amenazado al fiscal: es él quien debe “preocuparse y tener cuidado cuando viaje”.
Luego, la falsa solución de los dos estados vuelve a la palestra como síntoma incontestable de su absoluta imposibilidad y el Estado español se suma al caso presentado por Sudáfrica ante la CIJ. Como si el mismo gobierno español no hubiese mantenido su business as usual con Israel durante todos estos meses.
Y mientras Palestina paga el precio de un martirio infinito, esa bestia colonial en cuyo vientre vivimos sigue pisando el acelerador de su propia implosión. Ojalá ese sea cuanto antes el consenso principal. Ojalá Palestina sea libre cuanto antes, y ojalá podamos contribuir a abreviar ese proceso diciendo (y haciendo) no. Ojalá, aun con el eco de fondo de la década de 1930 en la Europa fascistizada de 2024, la inteligencia colectiva también haga su magia aquí, pues ambos futuros están conectados y sus soluciones se realimentan. Seguiremos intentando poner todo de nuestra parte para enfrentar la inercia de ese bulldozer que busca destruir toda posible visión y acción de paz y justicia dentro y fuera de la universidad.
Porque “solidaridad” es el nombre del erotismo con el que los pueblos se abrazan en el instante de peligro y, en este sentido, el momento destituyente en el que todos los muros que venían a cercenar, compartimentar, dividir y asfixiar a la multitud, experimentan su fin (Rodrigo Karmy Bolton).
Más información del genocidio en Palestina en este especial.