Avisen a todos sus amigos. Porque sí… Están pasando cosas. Seguramente, si Gerard Romero, en vez de streamear la bajona de la culerada pos-Messi, se dedicara a narrar el estado de la cosa izquierdista aragonesa de cara al 23J, nos hubiese deleitado con unos cuantos “Están pasando cosas”. Por soñar que no quede, aunque, mejor dejar para otro día, el melón de cómo un señor, cercano a las crisis de los 40 y que en sus inicios destacaba por tirarse campanas a la cabeza en sus directos, ha acabado siendo referencia en la tuitcheada deportiva. Misterios de las nuevas formas de comunicación o, toda una lección de superación para el viejovenismo militante de que otra reinserción en la posmodernidad es posible.
“No sabría si llevarte a la Vaquilla. No sabría si llevarte a Benidorm. Con los yayos”, y es que, parafraseando a Ojete Calor, en esas estábamos con la izquierda aragonesa tras el 28M. Lo del Ayuntamiento de Uesca haciéndose viral por la izquierda madrileñita, que miraría tres veces el mapa para poder encontrar la capital del Alto Aragón, el reclamo, a veces bálsamo y otras pánico, aritmético y tribunero de la unidad a posteriori y, el síndrome de Estocolmo de no dar ni para otro cuatripartito del Lambanato. La resaca prometía y más con un avance electoral.
Aunque no estemos para bailar hakas de alegría, ni a ritmo de Gerard Romero, ni a ritmo de Ojete Calor, estas semanas han pasado cosas. Por lo pronto, haberse espolsao la bajona del 28M y salir con algo de rasmia a disputar la partida. No es cosa menor, viniendo de un contexto donde la desgana, el pasotismo y el cinismo llamaban a la puerta invitando a desertar ascéticamente hacia la ya clásica, por otra parte, reclusión de flagelación autorreferencial en la que curar, moralmente, las heridas electorales. Joder, como te echamos de menos Javier Lambán.
Esa ilusión recobrada tiene nombre y apellidos. Empieza por J y acaba por altozano, atalaya, loma, montículo, montón, en aragonés, según el diccionario Aragonario. La verdad es que hacían falta unos buenos pueyos de ilusión para levantar los ánimos a la chavalada de la izquierda aragonesa. Así como, una buena atalaya para levantar la vista y, en vez de adorar y regodearse en las cenizas, escoscarse la pereza de las inercias, aprovechar la oportunidad y salir a la ofensiva planteando una agenda aragonesa de mínimos, para que el extractivismo, colonialismo y la aculturación no acaben con nuestro pueblo.
Había que pasar de la ilusión a las políticas, decía el susodicho a su paso por las sesiones veraniegas de Radio Monotes. Y es que, sí, al menos, hemos acabado siendo la Pija y el Quinqui o el Hormiguero de alguien en esta campaña. Lo único que le da sentido a esto de Radio Monotes. “De locos”, como diría Romero. Por cierto, Yolanda, segundo aviso, contéstanos al WhatsApp.
La tarea es ingente y las disputas, por eso de la “voz propia”, cotizan al alza ante el ilusionismo de una vuelta a un bipartidismo imperfecto en lumbalgia crónica democrática y territorial. Tampoco nos encontramos ante un proceso de desborde popular, en formato revival noventero, que satisfaga el goce nostálgico de los que añoran sus tiempos mozos, que no mejores. De esa nostalgia, como de la que para ser federal o confederal se tiene uno que bautizar en Madrid, también se sale. Basta con mirar “la disputada voz propia del sur” que augura la desaparición silenciosa de la izquierda turolense, si no se logra escampar la ilusión y las políticas más allá de los confines de Paniza.
“Me dice que soy como rara. Podría ser modelo de un vídeo de ante’”, canta Bad Gyal en “Flow 2000”. Y en ese punto nos encontramos, amigues. Está por ver si queremos ser “un vídeo de ante’” ensimismándonos con una vuelta al flow 2000 de Trasvase, Corredor Cantábrico-Mediterráneo, reapertura del Canfranc, desencanto estatutario, contra los pantanos, a ver lo que se pilla o, trabajar por una agenda aragonesa ambiciosa que construya y vertebre un proyecto de país. No es la situación idónea, no es la identidad propia que ambicionamos y, tampoco, el proceso político al que aspiramos, pero, al menos, “Están pasando cosas”. No está demás darles una oportunidad.