Asaltar el Capitolio: EEUU, síntoma y consecuencia

El asalto al Capitolio, es decir a la sede de la democracia más antigua del mundo, era uno de los finales plausibles del periodo Trump. Un caldo de cultivo se ha ido cocinando lentamente desde que Donald Trump ganase las elecciones estadounidenses del año 2016. Sin embargo, esta experiencia política y estilo agresivo ya fue palpable en la campaña del Brexit de 2015. Steve Bannon, ideólogo de Trump y asesor de múltiples partidos de la “Alt Right” europea, comenzó en ellas sus andaduras. Bannon, obsesionado con el cambio de mentalidad y de paradigma en Estados Unidos, ha ido tejiendo una …

El asalto al Capitolio, es decir a la sede de la democracia más antigua del mundo, era uno de los finales plausibles del periodo Trump. Un caldo de cultivo se ha ido cocinando lentamente desde que Donald Trump ganase las elecciones estadounidenses del año 2016. Sin embargo, esta experiencia política y estilo agresivo ya fue palpable en la campaña del Brexit de 2015. Steve Bannon, ideólogo de Trump y asesor de múltiples partidos de la “Alt Right” europea, comenzó en ellas sus andaduras.

Bannon, obsesionado con el cambio de mentalidad y de paradigma en Estados Unidos, ha ido tejiendo una red de influencias y asesorando políticos por toda Europa. Una red política que ha seguido un modus operandi muy claro. Desde Donald Trump, Boris Johnson, Salvini, Orban o el propio Santiago Abascal. Un método basado en la influencia de las redes sociales en los individuos y la manipulación informativa que con ellas puede hacerse sobre las personas y por tanto en su intención electoral y creencias políticas.

Esta desinformación o las conocidas como Fake News, ligadas a un modelo de crispación social basada en los “oponentes” y la “amenaza”, ha visto su máxima expresión la pasada noche en Estados Unidos. Grupos de personas seguidoras de Donald Trump, algunas de ellas armadas o ataviadas de forma cuanto menos estrafalarias, han asaltado el Capitolio del país americano. Un edificio símbolo de la democracia americana, uno de los valores más estimados del país y por tanto un edificio casi sagrado para los propios norteamericanos. La reiteración del mensaje en torno a las elecciones fraudulentas en EEUU, de robo electoral, manipulaciones y otras teorías conspirativas como el Q-Anon (Teoría conspirativa que vincula redes de pederastia con el Partido Demócrata Americano y otros personajes públicos).

Todo esto, ligado a la imagen de líder fuerte que intentan proyectar todos los anteriormente citados, genera un remolino de crispación que se retroalimenta desde la otra orilla. Ya que cuando agitas unas aguas, siempre habrá otras de contestación. Esta espiral de crispación, puede desembocar en imágenes como las asistidas en el capitolio. Es a la vez un síntoma del deterioro que sufre la democracia, así como la consecuencia de los nuevos métodos de comunicación política.

El modelo de segmentación total de los electorados y el enfrentamiento entre sí, solo beneficia aquellos polos que viven de la crispación y ganan votos a raíz de ellos. El peligro que conlleva este modo de actuar dentro de la política interna de un país, es que vuelan al filo entre la crispación y un posible desenlace violeto como ya ha ocurrido. La desinformación es un arma peligrosa que se va introduciendo más y más en nuestro día a día.

Puede parecer que esto solo es algo puntual de esa imagen de “América profunda” (Armas, banderas confederadas, que hemos visto proyectada en nuestras pantallas, pero poco a poco se extiende con más fuerza por muchos países europeos, siendo ya el tercer grupo ideológico más importante en Europa y el segundo en países como Francia o Italia. Así como lo del Capitolio, no es una sorpresa, sino una consecuencia, es responsabilidad de nuestras democracias impedir que estos escenarios se puedan repetir en los diversos países europeos y que los partidos no caigan en el mismo juego que ya se ha desarrollado en otros lugares del mundo.

Esto no es cuestión de ideología, sino de dignidad como país. Estados Unidos ya ha herido su propia dignidad, que Europa, no sea la siguiente.

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