Al alba, antes de que se viera la primera luz de la aurora, el odio asesino franquista descargó las balas que ejecutaron a 56 personas. Era la madrugada del 5 de agosto de 1939.
13 mujeres jóvenes, fueron llevadas a las tapias del cementerio de la Almudena de Madrid y allí fueron fusiladas.
Antes, la misma noche, en la misma tapia, 43 hombres jóvenes, también fueron asesinados.
13 rosas y 43 claveles, flores rotas, flores rojas como la sangre derramada que enrojeció la tierra sobre la que cayeron.
Fuisteis 56 víctimas más. Cortaron vuestras vidas con balas en la tapia del cementerio. Tuvisteis una vida breve, pero intensa y comprometida con los ideales de la democracia.
Era agosto de 1939, había acabado la guerra salvaje que provocó el golpe de estado fascista contra la II República.
A pesar del "no pasarán" pasaron, entraron en Madrid, y lo hicieron a sangre y fuego.
Impusieron su régimen, legitimaron la sublevación y utilizaron el código de justicia militar contra la población civil. Con total impunidad, con saña, con rabia asesina, dieron forma a esa cruel paradoja mediante la cual, quienes se habían sublevado, aplicaron el delito de rebelión militar a quienes no acataron el franquismo y siguieron soñando con la libertad y la democracia.
El "delito" era penado con la condena a muerte o la cadena perpetua. La posguerra, especialmente en Madrid y las grandes ciudades, fue peor que la propia guerra.
El objetivo era claro: atemorizar, llenar las calles de miedo y terror, hacer que todo el mundo bajara la cabeza y dejaran de pensar en ese régimen de libertades que fue la II República.
En esa orgía represora, como la fue toda la guerra, las mujeres fueron víctimas destacadas. Solo por ser mujeres, por ser madres, hermanas, esposas o novias de republicanos, pero también por haberse casado por lo civil, por divorciarse, por votar, por salir a trabajar fuera de casa, por militar en sindicatos y partidos, por manifestarse, por organizarse, en definitiva, por querer ser mujeres libres e iguales a los hombres.
El terror franquista se ensañó con ellas para que sirvieran de escarmiento a las demás mujeres. Por ello recurrieron a los vergonzantes rapados de cabeza, a las purgas con ricino, a los paseos humillantes, a las violaciones, a las torturas y a las ejecuciones.
Las 13 rosas y los 43 claveles fueron acusadas y acusados de intentar reconstruir las JSU (Juventudes Socialistas Unificadas en las que se integraron los/as jóvenes comunistas y socialistas después del triunfo del Frente Popular en febrero de 1936). A ese “delito” le añadieron otros por participar en “actos de sabotaje e intentos de complot”, y les condenó como responsables de un delito de adhesión a la rebelión.
Además, en este caso, las 13 rosas y los 43 claveles fueron víctimas del afán de venganza por el asesinato del comandante de la Guardia Civil Isaac Gabaldón, cuyo coche sufrió un atentado en el que también murieron su hija y su chófer. Gabaldón era un antiguo quintacolumnista que en ese momento estaba al frente del archivo de la masonería y el comunismo, institución que suministraba documentación a los fiscales militares en los consejos de guerra.
No hay prueba alguna de la participación de ninguna de estas 56 personas en el atentado, pero el régimen decidió dar un castigo ejemplar y eligió las víctimas de entre las personas que estaban en las cárceles.
Las 13 rosas y los 43 claveles, como tantas otras rosas y claveles rojos, fueron fusiladas/os, ejecutadas/os, en las tapias del cementerio madrileño de la Almudena un 5 de agosto.
Que sus nombres, como pidió Julia Conesa en su última carta, no se borren de nuestra memoria, que no salgan de la historia, que no se olvide su lucha y compromiso con la libertad.
Por eso, en su recuerdo y memoria, pongo aquí los nombres de quienes fueron asesinados y asesinadas aquel 5 de agosto:
Carmen Barrero Aguado, Martina Barroso García, Blanca Brisac Vázquez, Pilar Bueno Ibáñez, Julia Conesa Conesa, Adelina García Casillas, Elena Gil Olaya, Virtudes González García, Ana López Gallego, Joaquina López Laffite, Dionisia Manzanero Salas, Victoria Muñoz García, Luisa Rodríguez de la Fuente, Joaquín Álvaro Blanco, Felipe Arranz Martín, Delfín Azuaga Yonte, Federico Bascuñana Sánchez, David Bedmar Arcas, Enrique Bustamante Sánchez, Domingo Cándido Luengo Fernández, Vicente Criado Pérez, Máximo de Diego de Diego, Esteban Dodignon Gómez, Adolfo Domínguez Palazuelos, Jorge Escribano Rilova, Celedonio Fernández Galán, Francisco Fernández González, Ramón Fernández Peña de Secade, Antonio Fuertes Moreno Peñuelas, Enrique García Mazas, Ignacio González Hernández, Pascual González Pérez, Manuel González Pérez, José Gutiérrez González, Isidro Hernández de la Fuente, Adolfo Latorre Toledo, Pedro Lillo Carballo, Antonio López del Pozo, Carlos López González, Fernando López González, Vicente Martín Acirón, Julio Martínez Pérez, Francisco Montilla Torres, Rubén Muñoz Arconada, Rafael Muñoz Coutado, Luis Nieto Arroyo, Francisco Nieto Vaquerizo, Gil Nogueira Martín, Valentín Ollero Paredes, José Pena Brea, Román Prieto Martín, Severino Rodríguez Preciado, Gregorio Sandoval García, Luis Sanabria Muñoz, Enrique Sánchez Pérez y Francisco Sotelo Luna.
Vuestro asesinato, como el de tantos y tantas otros y otras, sigue esperando justicia y reparación y por eso seguimos reclamando Memoria, Justicia, Reparación y Dignidad.
Seguís entre nosotros y nosotras compañeras y compañeros porque no os olvidamos.