Zaporiyia y las medias mentiras

Una prueba del nueve que mi sentido común pone en marcha, casi siempre, es el contraste de una noticia con los voceros florentinianos y Cía. Si los Antonios de la sexta, los Ristos de la cuatro, las Anas Rosas de la cinco, los Carlos de la Cope, las Ángeles de Prisa y algunos/as más de cuyos nombres ni quiero acordarme, se ponen de acuerdo y todos la dan de manera uniforme es que hay tomate. Tomate y medias mentiras, medias verdades, como queramos decirlo, como dice Risto de ellos mismos: 'Todo es mentira'. Y, efectivamente, todo habrá sido tergiversado como …

Carlos Tundidor

Una prueba del nueve que mi sentido común pone en marcha, casi siempre, es el contraste de una noticia con los voceros florentinianos y Cía. Si los Antonios de la sexta, los Ristos de la cuatro, las Anas Rosas de la cinco, los Carlos de la Cope, las Ángeles de Prisa y algunos/as más de cuyos nombres ni quiero acordarme, se ponen de acuerdo y todos la dan de manera uniforme es que hay tomate. Tomate y medias mentiras, medias verdades, como queramos decirlo, como dice Risto de ellos mismos: 'Todo es mentira'. Y, efectivamente, todo habrá sido tergiversado como buenos periodistas del régimen. Creo que darle la vuelta a “su” noticia es la mejor manera de acercarse a la realidad. Y no falla, oiga.

Inicio el análisis repitiendo, hasta la saciedad, que el actual gobierno pan-nacionalista de Putin tiene muchos puntos negros a mi juicio, puestos por escrito desde hace años por mi parte. Pero tantos, o más, tiene el gobierno filo-fascista de Zelensky, heredero de un golpe de estado en su país en 2014, entre otras cosas. Y la Organización OTAN, autora de una docena de guerras en los últimos años. Creo que la verdad de unos ha de ser tan necesaria e importante como la verdad de otros para contrastar y eso es lo que me motiva al analizar. Eso es lo que debería ser guía del periodista. Lo que ocurre es que, hoy, muchos son bolso-receptores que no periodistas.

Hace muchos días comenzó en casi todos los medios, tanto públicos como privados, al alimón, el sonsonete sobre la central nuclear de Zaporiyia. Todos sabemos el riesgo de una central nuclear pero ¡oh, casualidad!, cuando son los rusos los que controlan el territorio de la central y los alrededores es, entonces y no antes, cuando todos los periodistas florentineros repiten hasta la saciedad aquello tan holliwoodiano de “Qué vienen los rusos”: "¡Cuidado!, estamos a punto de una catástrofe nuclear porque los rusos se están disparando al pie".

Dando por hecho de que el lector, oyente, televidente, hemos hecho cursos intensivos para andar sin bastón, (im-becillis, etimológicamente viene de ir con él), remarcan, insisten en que son los rusos los que lanzan misiles contra su propio territorio. A pesar de que la lógica, el sentido común, los medios periodísticos que están allí, incluso los rusos, dicen y repiten que son los ucranianos de Zelenski quienes lanzan drones, misiles, bombas con el “made in OTAN” inscritas contra los alrededores de la central. Como mucho, algunas veces se escucha decir, supongo que porque su propia vergüenza se está cayendo a trozos, que los dos bandos se acusan mutuamente de tamaña barbaridad como en el caso de hoy mismo, en 'Hoy por hoy', de Cadena SER.

Ha tenido que ser la misión especial de la ONU, poco rusófila al parecer, la que haya tenido que decir al mundo que está todo correcto en Zaporiyia, aunque con solo un reactor funcionando. Supongo que, ahora, cuando el personal de la delegación ha decidido, con la conformidad rusa, quedarse indefinidamente en la central, irán terminándose las noticias en torno a la central. Espero que, también, los cañonazos de los ucranianos de Zelenski. Aunque de esto último no estoy tan seguro. El personaje de Zelenski, al que la Historia, con más cautela, pausa y precisión que la actual precipitación retratará, es uno de los que, al menos así lo creo, piensa “o yo o el diluvio”. Por cierto, nadie cuenta que, en la Ucrania de Zelenski, los partidos de izquierda, las organizaciones zurdas, están ilegalizadas por decreto. A cambio, las de extrema derecha y las nazis disfrutan de la versión “Ancha es Castilla” en ucraniano.

De la misma manera —hace mucho que se ha corroborado—, que los cientos de civiles en Mariupol fueron obligados a ser rehenes de la brigada Azov en el asedio de Azovstal, la central nuclear es, hoy, una especie de rehén muy valioso de Zelenski. Rehén con el que cuenta para poner más presión en su larga retahíla de peticiones armamentísticas. Dentro de las posibilidades de resguardar la planta nuclear y evitar un accidente radiactivo habrá varias: zona desmilitarizada, zona de protección por la ONU, zona excluida de prácticas militares… Lo que a Zelenski le interesa es tenerla, continuamente, en candelero para exigir más armas, más intervención, o como propia para alzarse con la medalla de la recuperación. Es por ello, a mi humilde juicio, el interés en su bombardeo selectivo con drones para que este rehén inverso siga cumpliendo su función. A riesgo de equívoco, eso es lo que me dicta el sentido común atendiendo a los métodos de los brigadistas nazis (rehenes civiles, utilización de hospitales y de colegios para puestos militares, ejecuciones por medio de la tortura como los desnudados para morir de frío en Kiev) y del señor Zelenski en la guerra.

Es de grandísimos ilustrados creer que si a Rusia le cortan los créditos, restringen sus salidas, le ponen sanciones hasta límites a veces valleinclanescos, le cortan exportaciones e importaciones, inmovilizan sus activos financieros en bancos de la OCDE, Rusia, entonces, con la otra mejilla para segundas bofetadas, debería responder: "¡Por favor!, dadme aquí, en la mandíbula, que así me hacéis más daño. Ahí tenéis el gas, todo el gas para usarlo a tuti plen". Pues claro que la reacción lógica es la de usar el gas como un instrumento de disuasión. Quizá no guste a los que puedan —podamos— pasar frío o a las empresas cuyas facturas del gas o electricidad escalen hacia las nubes, pero es lo absolutamente normal. También nos deben de creer imbéciles cuando repiten aquello de "Qué malos son los rusos que nos cortan el gas".

En esta guerra de la OTAN y USA contra Rusia creo que pocos quieren la paz. Sobre todo de los protagonistas. Los Estados Unidos porque están haciendo un negocio de los de “Alí Babá”, vendiendo su gas a precios de fábula y porque las empresas armamentísticas (de las cien mayores del mundo, cuarenta, y de las primeras, son norteamericanas) están diciendo eso de “no pares, no pares”. El señor Zelenski, el amigo íntimo de batallones fascistas como los de Azov y otros hasta un total de una veintena, porque sabe que es así como seguirá gobernando. En el momento de un alto el fuego y elecciones medianamente libres y sin golpes de estado, al señor Zelenski se le habrán acabado los pollos de corral y tendrá que conformarse con los de granja. A Putin porque nunca querrá ceder sin sus contrapartidas: la neutralidad nuclear de Ucrania y la independencia de la parte rusa de Ucrania. A la OTAN, aquí entramos nosotros, el general Borrell, la generala Robres y algunos países europeos como simples “dominguillos”, porque, milagrosamente, al revitalizarse la OTAN, instrumento ofensivo de los Estados Unidos en exclusiva, no querrán que vuelva a ninguna catarsis, aunque eso fuera bueno para la paz mundial. La paz mundial, es algo que le importa, muy poco, a la OTAN norteamericana.

Lo malo es que, aquí, quienes verdaderamente pierden son —somos— los europeos. Mejor dicho, los ciudadanos normales de Europa. Los millonarios, los políticos amañados, los financieros, los reyes y eméritos, no. Esos no pasarán frío, no perderán con la inflación. Esos, todos, se harán más multimillonarios; ese tipo de espécimen humano es el que gana con la guerra. El resto, los de a pie, serán, seremos los que suframos la pérdida de poder adquisitivo, la recesión, la pérdida de bienestar, la vuelta a esa nueva “guerra fría” de algunas mentes maravillosamente cínicas. La única solución es reconducir esta barbaridad hacia la mesa de negociación lo más rápido posible. Pero, para que esto ocurra, la ciudadanía de cada país, las de todos los países, deben de saber discernir el polvo de la paja y obligar a sus representantes a que circulen y tuerzan hacia el camino de las negociaciones.

Me puedo equivocar, pero me parece que todo apunta a que estos hilos conductores del análisis sobre la guerra llamada de Ucrania estén más cercanos a la realidad que las miles de octavillas que continuamente lanzan las cadenas privadas y públicas que representan a lo más selecto del neoliberalismo “cañí” (de caña) de millonarios, financieros, políticos marioneta y bolso-receptores que fingen ser periodistas.

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