¡Ya no podía más, he estallado!

Un chaval de 14 años con necesidades educativas especiales va a clase a diario, tiene apoyo por parte del centro en cuanto a esas adaptaciones curriculares, un orientador, una serie de recursos que garantizan que su educación se adapte y se desarrolle. Los compañeros lo ven diferente, es diferente, tiene una condición que le hace comportarse de una manera no habitual y el resto del alumnado evidentemente se da cuenta. Se meten con él, le hacen bromas, esas bromas suben de intensidad. Esas “cosas de niños” convierten el día a día de ese muchacho en el absoluto infierno, le echan …

Un chaval de 14 años con necesidades educativas especiales va a clase a diario, tiene apoyo por parte del centro en cuanto a esas adaptaciones curriculares, un orientador, una serie de recursos que garantizan que su educación se adapte y se desarrolle.

Los compañeros lo ven diferente, es diferente, tiene una condición que le hace comportarse de una manera no habitual y el resto del alumnado evidentemente se da cuenta. Se meten con él, le hacen bromas, esas bromas suben de intensidad.

Esas “cosas de niños” convierten el día a día de ese muchacho en el absoluto infierno, le echan agua, le insultan, le increpan...

Va cada mañana al centro con el miedo en el cuerpo de qué pasará, me insultarán mucho o no tocará hoy. El niño que no pide ayuda porque puede ser peor, cada vez sufre más con las faltas de respeto de sus compañeros, y una pesada carga se va haciendo más pesada día a día, hora a hora, clase a clase.

Y un día no puede más y estalla, guarda dos cuchillos y ataca a compañeros y profesores, su límite ha sido sobrepasado y no sabe cómo volver atrás, no quiere que la vida sea eso que para él son las clases día a día.

No son cosas de niños, no son cosas sin importancia, son agresiones verbales y en ocasiones físicas que entre adultos no toleraríamos, o en la oficina le daríais collejas a vuestro compañero entre todos cuando pasara por vuestra mesa, o le gritaríais insultos al que os toma el relevo en la máquina, es tan absurdo como real que no tomamos en serio la salud mental de los niños y adolescentes con tremendas consecuencias.

Los institutos no tienen recursos suficientes para hacer frente a todos y cada uno de los casos de acoso que se producen en las aulas, los protocolos apenas sirven para solucionar el problema que en ocasiones termina con el alumno acosado cambiando de centro porque es problemático, no sabe convivir y les pega a sus compañeros.

Aquí no podemos cargar de responsabilidad solo a los profesores y miembros del claustro, los padres de esos niños acosadores tienen una responsabilidad, la responsabilidad de educar a sus hijos en el respeto a la diversidad. Cada persona, cada cuerpo, cada orientación o cada nacionalidad, todo merece respeto.

Los más jóvenes nos escuchan haciendo chistes de "maricones" o de "subnormales" ¿Qué creéis que van a aprender? Si nos escuchan hablarle a la caja tonta sobre las tetas de aquella o lo gordo que se ha puesto ese futbolista que ya no corre, nuestros hijos y nuestras hijas aprenden lo que ven, es trabajo de todos no criar acosadoras.

Si me estás leyendo y por tu trabajo tratas con niños, o tienes hijos, no dejes de contarles lo que ha pasado y sobre todo el motivo por el que este chico ha llegado a ese punto. No debemos subestimar el sufrimiento, recordad que la violencia no solo se mide por la intensidad con la que se ejerce, también con la intensidad con la que se percibe, verdadero problema de estas “cosas de críos”.

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