¿Se ha conseguido desactivar a Vox con el último proceso electoral?

Las fuerzas ultrarreaccionarias a las que nos enfrentamos no se reducen a su dimensión electoral. Por otro lado, el nosotros que se ve amenazado y afectado por sus planes regresivos no está debidamente articulado en ninguna coalición ni partido político. Los movimientos sociales y espacios de autogestión, por su parte, no viven su mejor momento de participación. Preguntarse por las causas de la reaparición internacional de anacrónicas organizaciones políticas moralmente corrosivas exige explorar diversos niveles de análisis, no obstante aquí haremos mención únicamente al nivel discursivo. Realizar una investigación adecuada del discurso de los partidos ultrarreaccionarios del Estado español nos …

Iliana Melero Monagas

Las fuerzas ultrarreaccionarias a las que nos enfrentamos no se reducen a su dimensión electoral. Por otro lado, el nosotros que se ve amenazado y afectado por sus planes regresivos no está debidamente articulado en ninguna coalición ni partido político. Los movimientos sociales y espacios de autogestión, por su parte, no viven su mejor momento de participación. Preguntarse por las causas de la reaparición internacional de anacrónicas organizaciones políticas moralmente corrosivas exige explorar diversos niveles de análisis, no obstante aquí haremos mención únicamente al nivel discursivo.

Realizar una investigación adecuada del discurso de los partidos ultrarreaccionarios del Estado español nos llevaría a profundizar en la categoría de posverdad ―definida como bullshit por Harry Frankfurt―para explicar la dinámica de su retórica trumpista, pero ahora vamos a centrarnos en la clasificación que propone Nancy Fraser en Fortunas del Feminismo entre los discursos opositores, reprivatizadores y expertos. Según la filósofa esta distinción de discursos surge en el debate en torno a la interpretación de las necesidades de una población, esto es, el nivel meta-discursivo en el que se evidencia la dimensión política de la determinación de las necesidades sociales ―quién necesita qué, cómo satisfacerlo―, su definición­―qué entendemos por conceptos clave como por ejemplo pobreza o salario mínimo―, desde qué intereses se define―preocupación por la igualdad social y emancipación de todos los colectivos, o bien la conservación de tradiciones culturales, o bien la sustitución del Estado por los mercados en la gestión de las necesidades―, y qué sesgos posee el discurso público, aparentemente neutro, que divulga a la audiencia generalista estos problemas.

stop faixismo

En este sentido Fraser define los discursos opositores como aquellos que surgen cuando las necesidades se politizan “desde abajo”, y contribuyen a la cristalización de nuevas identidades sociales por parte de grupos sociales subordinados. ¿Qué efecto tiene este tipo de discursos transformadores en la parte de la población que no se ha politizado a través de los procesos que realizan la interpretación de nuevas necesidades? Pueden responder con rechazo o miedo al cambio y a la incertidumbre. Ya dijo Maquiavelo en su opus magnum que los legisladores innovadores se transforman en enemigos de aquellos que se beneficiaban de las leyes antiguas, y no se granjean sino una tibia amistad de los que se beneficiarán con las nuevas. Para Maquiavelo el cambio, incluso aunque sea objetivamente virtuoso, no es óptimo en términos de popularidad, rédito electoral, o de estabilización de los Estados. Por lo tanto, si irrumpen en la esfera pública discursos opositores que desafían al status quo, inevitablemente como reacción surgirán discursos reprivatizadores, que tratarán de reinterpretar las necesidades que ocupan la agenda política desde un prisma que antes podría considerarse como obvio. Finalmente los discursos de expertos están restringidos a públicos especializados, y se centrarán en resolver problemas (políticos) técnicamente, poniendo en relación a los movimientos populares con el Estado.

De esta manera, si los movimientos emancipadores han reformulado los límites entre la esfera privada y la pública esgrimiendo, como el famoso ensayo de Carol Hanisch, que Lo personal es político, lo que trata de hacer el discurso reprivatizador es despolitizar las necesidades cuyo concepto lucha por ser conquistado en la liza discursiva. Esto lo hemos visto de manera incansable durante la última campaña electoral con la cuestión de la violencia de género interpretada por Vox como violencia intrafamiliar o simplemente siendo negada.

Los discursos reprivatizadores no sólo son títeres del capital y contribuyen a la implementación de políticas austericidas y al enriquecimiento del 1% en detrimento de la mayoría social, a nivel sociocultural son el eco nostálgico de las tradiciones en las que ―de manera real o impostada a través de mecanismos ficticios de construcción de memoria― se basa la identidad nacional. Tradiciones que, ya lo decía Spengler en La Decadencia de Occidente, para los reaccionarios se ven amenazadas por el progresismo, la modernización, las olas migratorias, y la conquista de derechos que subvierten órdenes de dominación racial y sexual. En los últimos años a estos reaccionarios de viejo cuño se les suman socialistas autoritarios o rojipardos, que, como Ana Iris Simón en su Feria, creen posible una vuelta a no sé sabe qué década, en la cual los valores de las familias tradicionales y las costumbres sociales (nacionales) pudieran ir de la mano con (algunas) ideas.

Así, los discursos reprivatizadores son ambivalentes en su temporalidad: por un lado evocan el pasado al defender una interpretación de las necesidades anterior a la interpretación de los discursos opositores, pero por otro lado son novedosos al presentarse como una posibilidad posterior a las propuestas emancipadoras. Se presentan como una fresca promesa de confianza en lo ya conocido. Make America great again!

No es por tanto nuestra batalla una mera contienda electoral. No son tampoco Vox o el PP los únicos agentes discursivos que emplean los registros reprivatizadores y han atraído el interés de los votantes beneficiados por el status quo, así como de los votantes nostálgicos o de aquellos a los que asusta el cambio, o no entienden las nuevas identidades sociales emancipadas. Las fuerzas ultrarreaccionarias que están detrás de Vox no han sido liquidadas en las últimas elecciones, pero tampoco la estructura tripartita de los posibles discursos que tienen lugar en la esfera pública de las sociedades liberales. No cantemos todavía victoria. El PP seguirá argumentando en la línea reprivatizadora como respuesta a cualquier expresión de las luchas por la emancipación. Y Vox, o lo que quiera que pueda venir después de Vox estará a su lado para flanquearle. No son los partidos políticos concretos lo único que debe preocuparnos, sino los mecanismos de despolitización que aplican y aplicarán para desactivar los derechos conquistados por las luchas sociales.

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