Ante la manifestación que el próximo 7 de abril convoca en Zaragoza la Plataforma 13 de Marzo “Aragón por la Racionalidad Energética”, sobra decir que este amplio colectivo comparte plenamente la necesidad de una transición energética hacia un modelo renovable como fórmula de descarbonización del sector eléctrico. Pese a ese deseo, lo cierto es que la tremenda avalancha de centrales y líneas de transporte que siguen lloviendo desde los boletines oficiales, no hacen sino consolidar al oligopolio energético. Se diría que este sector buscara la fosilización de las energías renovables y abortar la oportunidad de un sistema energético al servicio de la ciudadanía que priorice el servicio público sobre los intereses del mercado.
Si a comienzo de este siglo la población aragonesa se opuso tajantemente al trasvase del Ebro porque creyó que suponía un ataque a sus posibilidades de progreso, en este momento podemos decir que estamos ante otro trasvase, de mayor envergadura si cabe. Porque si el Plan Hidrológico Nacional de 2001 favorecía la consolidación del negocio del agua y el desequilibrio territorial basados en una política hidráulica caduca, la implantación de las energías renovables que la administración aragonesa está auspiciando, supone igualmente una extracción masiva de los recursos procedentes del sol y el viento aragonés y su trasvase más allá de las fronteras de nuestra comunidad autónoma.
En un escenario en el que ni partidos políticos ni representantes públicos parecen reconocer sus responsabilidades en el proceso de ordenamiento de estas infraestrucuturas en pasadas legislaturas, nos parece un grave despropósito que sea la energía generada en Aragón la que vaya a nutrir la industria europea olvidando las posibilidades de desarrollo de esta pequeña nación con nombre de río que parece condenada a ver como su energía y sus gentes caminan tras el vacío que la codicia humana genera tras sí.
Para dar respuesta al reto climático hay mucho qué pensar sobre la evidente asimetría entre capacidad de producción y consumo, sobre el sobredimensionamiento de las centrales renovables instaladas y por instalar en Aragón, sobre las técnicas de almacenamiento o sobre los valles de hidrógeno (mal llamado) verde que parecen destinados a servir a intereses que se encuentran muy lejos. Si en el pasado fueron los embalses para el regadío o la generación de electricidad los protagonistas destacados del desequilibrio económico de Aragón y de su vaciado, ahora hay sobre nuestras cabezas un inmeso embalse de energía que cuenta con grandes canales de 400Kv. dispuesto a conducir la electricidad allá donde mejor se pague. Lineas de alta tensión de gestión privada que no solo conculcan el ordenamiento legal actual sino también la lógica de un derecho al desarrollo futuro de nuestras comarcas.
Mientras en Aragón, con respecto al agua y pese a sus distintos niveles de sensibilidad, existe percepción de su importancia, en el caso de la energía, el desconocimiento de la población es preocupante. A la par, las instituciones se comportan como facilitadores, por acción u omisión, del inmenso negocio que, al calor de una manipulada idea de sostenibilidad, se está haciendo.
A pesar de que, cada vez más plataformas ciudadanas y la práctica totalidad de los grupos ecologistas aragoneses, llevan varios años diciendo "renovables sí, pero no así", este discurso está muy lejos de calar en el pensamiento del común. Se diría que existe una percepción de que la energía es buena "per se" y pocos se detienen a pensar de dónde viene, cuáles son sus costes reales, cuánta se produce o cuánta es necesaria para el funcionamiento de la comunidad autónoma.
La profunda evolución social y económica que la introducción de las Energías (mal llamadas) renovables podría suponer, se ha amortiguado hasta la consagración del viejo modelo del oligopolio energético que ya fue uno de los factores del vaciado aragonés y que ahora vuelve a estar de actualidad. Se ha producido el efecto opuesto al esperable por las características propias de las energías renovables. Cuando la generación distribuida podría haber cambiado el modelo productivo, lo cierto es que está consolidado el antiguo. Aragón, que ha sido cedente histórico de energía a su entorno geográfico, está llamado a ver cómo aumentan los beneficiarios de la energía que produce mientras lo hacen, sin control ni ordenamiento alguno, las grandes superficies de centrales y las infraestructuras de transporte que alimentarán la industrializada Europa, mientras España y Aragón con ella, es cada vez más, una sociedad de servicios. Un hermoso stand en Fitur y poco más.
Si en pasadas ediciones de esta jornada reivindicativa hablábamos de la necesidad de un verdadero diálogo social que pudiera apuntar hacia un modelo racional de explotación del potencial renovable de Aragón, a día de hoy, las cosas no han mejorado y solo podemos levantar acta de la continuidad del inmenso negocio de los mercados internacionales que anteponen sus cuentas de resultados al interés de la ciudadanía.
Estamos convencidos de que este anhelo por un modelo de desarrollo armónico es compartido tanto por quienes ya se manifestaron contra el trasvase del Ebro como por quienes han venido después a poblar esta tierra aragonesa a la que ya solo le queda por expoliar el polvo y la niebla porque el viento y el sol, ya no le pertenecen.