"La arquitectura zagrí es un patrimonio único de Aragón"

Jaime Carbonel, arquitecto técnico taustano, es pionero en la defensa de una arquitectura autóctona aragonesa en época del Al-Andalus. En esta entrevista nos cuenta la historia que hay detrás del descubrimiento de la necrópolis musulmana de Tauste.

Necrópolis musulmana de Tauste.

Jaime Carbonel nació en Tauste y lleva 41 años ejerciendo como arquitecto técnico. Su irrupción en el mundo de la investigación fue casual. Todo comenzó cuando, hace años, hubo un desplome de tierras cerca de la base de la torre de Santa María de Tauste. El descubrimiento de una cueva cercana a su cimentación trajo a un equipo de geólogos para corroborar la seguridad del edificio.

Carbonel estudió por su cuenta el informe de estos, llegando a una conclusión que iba más allá, que retrocedía en el tiempo y en la historia de Tauste y su gente: el volumen de la torre era mayor porque la construcción no es que estuviera formada por dos torres concéntricas como se creía, sino por una única con un muro de gran espesor y que la escalera conforma un agujero helicoidal que asciende por el interior. En definitiva, que la torre de Santa María de Tauste era más antigua de lo que siempre se había pensado.

A partir de ahí llegaron más y más preguntas. ¿Por qué construyeron la iglesia de San Miguel (o San Antón) en un arrabal en las primeras décadas de dominio cristiano en lugar de la que corresponde al enclave principal? ¿Por qué esta iglesia de barrio está orientada hacia el este, que era la preceptiva en aquella época, y la de Santa María hacia el sureste?

“Dicen que, a medida que los cristianos conquistaban el territorio, las mezquitas que había en las poblaciones eran consagradas para su propia liturgia, -cuenta Carbonel a AraInfo-. Luego, cuando la población fuera adquiriendo cierto progreso, se derribaría el antiguo templo para construir el que hoy conocemos y eso explicaría, también, que quedara orientado hacia el sureste (La Meca) al ocupar el mismo solar donde antes estuvo la mezquita”.

La hipótesis no es exagerada, de hecho, es lo que ha ocurrido a lo largo de la historia de las civilizaciones en todo el mundo, desde Oriente Medio (en Gaza, la Gran Mezquita antes de ser templo musulmán fue templo filisteo e iglesia bizantina) hasta nuestras tierras en las Cinco Villas. Pero, claro, la historia que se enseña son versiones. En Oriente Medio, la entrada del islam y los árabes se cuenta como una gran conquista; aquí nos la han contado como una gran invasión. No por ello deja de haber en todos lados gente que se queda, no con los episodios militares, sino con los progresos realizados en los campos de Agricultura, Medicina, Astronomía, Botánica, entre otros muchos. Así piensa también Carbonel.

“Descubrí, por ejemplo, que el reino de taifa de Zaragoza no se limitaba simplemente a la capital, sino que abarcaba un territorio de extensión similar a la del actual Aragón. La implantación del islam supuso un resurgimiento total de la cultura clásica en nuestra tierra y un progreso espectacular en todas las áreas, así como la importación de técnicas del mundo más avanzado por aquel entonces, que era Oriente Medio”, afirma el arquitecto técnico taustano.

Carbonel nos recuerda las palabras del profesor de Historia de la universidad de Michigan, George T. Beech, quien en uno de sus trabajos sobre la ciudad de Zaragoza escribió que, debido a la ausencia de interés por Al-Andalus, “la historia de la Zaragoza del siglo XI es poco conocida, excepto por un número limitado de arabistas”.

Durante la época musulmana, la península ibérica fue faro en la oscuridad de Europa pero, como apunta el arquitecto técnico, “la mayoría de las obras acabaron en las hogueras, otras en París o en Londres”. Algunas fueron traducidas al inglés o al francés, pero nunca al castellano.

“En ningún país del mundo desarrollado con nueve siglos de presencia islámica (si contamos hasta 1610, fecha de la expulsión de los moriscos) se concebiría la formación de historiador medievalista sin tener como herramienta fundamental el conocimiento de la lengua árabe para poder aproximarse medianamente a esa cultura, salvo en España, donde, además, se sigue despreciando impunemente lo que no se conoce”, critica Carbonel.

Y de ahí partimos a la hora de realizar esta entrevista. Nos dejamos contenido en el tintero, lo que suele ocurrir cuando se entrevista a personas, como diría Avicena, con una vida de conocimiento “ancha”. Pero aportamos información para que la gente, de Tauste y de Aragón, se pueda sentir “ancha” y orgullosa de la historia que guardan, de su Tawust.

Con el tema de la torre candente, Carbonel elaboró el estudio ‘Tauste en los siglos XI al XIII’, justificando la erección de un alminar de tal envergadura en la localidad. “Era un alminar en consonancia con la mezquita a la que acompañara y al tamaño y desarrollo de la población en el siglo XI”, explica. Además, y aquí empieza la lucha contra el escepticismo, señalaba que no era una torre de construcción mudéjar del siglo XIII sino una zagrí de dos siglos anteriores, del XI.

“Se decía que todo mi trabajo no era válido porque, según las fuentes escritas, Tauste, antes de la llegada de Alfonso I el Batallador no tenía apenas entidad de población, por lo que no tenía sentido la construcción de semejante alminar. Ante este argumento, pensé que en algún sitio tenían que estar enterradas las gentes que aquí habían vivido y me puse a investigar”, continúa Carbonel.

Y había gente enterrada, pero en Tauste se creía que la zona donde solían aparecer esos restos humanos eran enterramientos improvisados durante la epidemia de cólera que golpeó a la localidad en 1885.

“Cuando pude ver que no se trataba de fosas comunes sino individuales y perfectamente ordenadas, comenzó a tomar fuerza en mí la hipótesis de que quizá allí se hallaba enterrada la gente que supuestamente nunca había existido. Comuniqué mi teoría a la Asociación El Patiaz y se planteó como solución una excavación arqueológica”, relata el arquitecto técnico, quien advirtió que, de encontrarse una maqbara (cementerio musulmán) todo se complicaría.

Jaime Carbonel.

La gran sorpresa: la tumba islámica más antigua de la península

En 2010 comenzaron una cata arqueológica en la calzada de la avenida Obispo Conget, se realizó tras una advertencia del Gobierno de Aragón a donde había llegado la noticia de que habían aparecido restos humanos. Lo que iba saliendo a la luz eran enterramientos claramente islámicos con cuerpos colocados sobre el costado y mirando hacia la dirección de La Meca.

Los resultados de las pruebas de carbono 14 dieron como resultado que los restos pertenecían a todo el periodo islámico, desde mediados del siglo VIII hasta principios del XII y, además, que se había hallado la tumba islámica más antigua de la península de todas las datadas hasta entonces por métodos radiocarbónicos, junto con la hallada en la plaza del Castillo de Iruñea.

“Eso significaba que, cuando el islam llegó a estas tierras, aquí ya había una población estable y asentada, desmontando todo lo sostenido hasta entonces por la historiografía tradicional”, señala Carbonel.

En esos momentos se calculó que la maqbara albergaba a alrededor de 4.500 personas adultas, algo que han podido corroborar recientemente con la excavación de la parte correspondiente a la avenida Obispo Conget. La necrópolis musulmana viene a reafirmar la importancia de la población en aquella época y desmorona los argumentos que se oponían a admitir que la torre de Santa María no era una construcción mudéjar sino el alminar zagrí erigido en el siglo XI. Para Carbonel esta tozudez solo hace que Aragón se esté perdiendo el alto reconocimiento histórico que merece.

“La arquitectura zagrí es un patrimonio único y exclusivo en el mundo, una arquitectura muy singular que se desarrolló aquí, en la parte septentrional de un país donde hablar de arquitectura islámica se limita a Córdoba, Sevilla, Granada y, en menor medida, Toledo”, defiende el taustano.

Carbonel nos cuenta el origen de la arquitectura zagrí. Lo hace brevemente, aunque esperamos que sea el origen de otra novela suya que acompañe a la ya publicada “El Alminar de Tawust”. Todo empieza cuando el califato de Córdoba se desmorona y la Marca Superior, con capital en Saraqusta (Zaragoza) se convierte en uno de los primeros territorios en independizarse. La arquitectura que se desarrolla en nuestros paisajes de entonces, torres octogonales de ladrillo y yeso, se asemeja mucho a la del mundo persa. Así pudieron constatar Jaime Carbonel y los arquitectos Javier Peña y José Miguel Pinilla que fueron invitados a visitar Irán en 2014.

La tumba islámica más antigua de la península.

Carpetazo a un Tauste cultural, turístico y mejor urbanizado

En noviembre del pasado año 2020, Tauste colmaba algunas de las cabeceras informativas del país con el descubrimiento de la necrópolis musulmana. Los cuerpos sin vida de la población taustana musulmana eran golpeados por los rayos de sol por primera vez en, quizás, diez siglos. Ahí estaban, gente del siglo XXI atónita, vecinas y vecinos boquiabiertos. Los cientos de hoyos se extienden por la avenida Obispo Conget, afectando a las obras del ayuntamiento de Tauste de remodelación de la calle. Muchos ahora ya están vacíos, desde que la DGA ordenó la catalogación y estudio antropológico de al menos un 10%.

El ayuntamiento de Tauste, gobernado por el popular Miguel Ángel Francés, se ha comprometido a dejar la recreación de una tumba en la avenida reformada y destinar una sala del nuevo museo para una exposición referente a la maqbara. Una tumba de las 4.500 o 5.000 que pueden haber, una sala de un museo y aquí no ha pasado nada.

Es fácil criticar, sí, pero Jaime Carbonel no hizo eso, sino que presentó un plan alternativo estudiado minuciosamente. Su objetivo era ofrecer al pueblo de Tauste una oportunidad única para que, de aquel esplendor de Al-Andalus, llegase a nuestros días un rebrote cultural, una reactivación de la vida del pueblo. Un despertar en medio de una pandemia.

“Tenía que haberse coordinado con los sectores que directamente se benefician del turismo y haberlo convertido en algo duradero y sostenible. Recrear la maqbara en toda una franja peatonal de diez metros de anchura con losas enrasadas con el pavimento, convertir la avenida en un paseo, una especie de museo al aire libre en el propio lugar, compatible con todos los demás usos, todo ello enlazado con el rico patrimonio que tenemos, algo único en el mundo que podríamos haber tenido en Tauste y que ahora se destruye después de haber estado más de mil años esperándonos”, lamenta el arquitecto técnico.

Se podría haber conseguido, por fin, el reconocimiento de la arquitectura zagrí aragonesa, con la Torre de Tauste como referente. Las touroperadoras comenzarían por ahí. Llegarían familias extensas de gente enriquecida de Oriente Medio a visitar Tauste y se dejarían suntuosos gastos en hostelería. Compartiríamos así los legados, todos, y hablaríamos por una tarde una mezcla de maño taustano con árabe. Esto, sin olvidar las visitas de nuestros connacionales o de esa gente (casi obsesionada en arqueología) que viene mucho de Francia y Alemania.

De momento, la Torre de Tauste seguirá allí, como lo ha hecho los últimos siglos. Estará ahí para nuestro disfrute cada vez que circunvalemos ese pueblo que tanta historia guarda.

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