¿Extrema derecha renovable?

¿Caída del caballo camino de un Damasco sostenible o búsqueda del voto rural?

Caída del caballo camino de un Damasco sostenible o búsqueda del voto rural?

No hace falta ser discípulo de Marshall McLuhan, creador de la idea: “el medio es el mensaje” ni siquiera seguir muy de cerca las artimañas del guía espiritual de la presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid en guerra sin cuartel contra el estado de las autonomías, para darse cuenta hasta qué punto, la información crea pensamiento.

Dado que hablamos de medios de comunicación de masas, el pensamiento que se crea es el pensamiento de las masas. Es decir, el motor de las voluntades que, convenientemente iluminadas (o guionizadas), determinarán el sentir de toda una nación y en última instancia, sus formas de gobierno.

Esto no es nada nuevo, la Guerra de Cuba y el mismísimo nazismo fueron causados, en gran medida, por una estrategia comunicativa que convenció/sedujo a las masas a tal punto de dar por normales las mayores atrocidades. Lo novedoso y doliente para el librepensamiento que parecía nacionalizado en Europa, es que, abundando gente con un nivel de formación básico o medio en muchos aspectos de la cultura y la comunicación, se sigan produciendo esta suerte de deslumbramientos informativos en los que las verdades desaparecen entre los efectos especiales, la puesta en escena, de esta triunfante emulación del Show de Truman.

Parece probado, desde la teoría y la practica, que los medios establecen además, el protagonismo. Deciden qué o quién es importante, qué enseñanza se impone en cada acto comunicativo, qué aspectos deben quedar relegados a un segundo plano o incluso que aspectos deben ser especialmente eliminados del imaginario común.

El trumpismo ya es toda una ciencia de domesticación gustosamente aceptada por los domesticados que, acostumbrados a la dulzura de la mentira no soportan el acre sabor de la verdad. En el día a día, cada periódico de papel o digital y cada pantalla muestra ejemplos numerosos de lo que decimos.

En un tema tan sensible en Aragón como es el agua, la seducción comunicativa ha sido y es constante y sonante. Tal como se ha informado y se han presentado los datos y las opiniones, la mayor parte de la población tiene una visión parcial y sesgada que apoya y confirma sin apenas fisuras el modelo de desarrollo agroganadero globalizado sin atisbo de duda y de crítica. Gracias a eso las tractoradas ilegales y el retroceso exigido por la patronal internacional agraria en materia medioambiental, han sido aceptadas a pies juntillas por casi todo el mundo que se ha identificado con un antropológico agricultor que hace mucho dejó de existir y prefiere no hacer las cuentas de una política hidráulica en la que fluye el agua  del dinero público hacia los molinos de la oligarquía. Pocos conocen la realidad y los fiascos del tan traído y llevado Pacto del Agua de Aragón. La Loteta, El Val, Mularroya, Montearagón o Lechago y el inefable recrecimiento de Yesa con su delirante abastecimiento urbano a una zona inexplicablemente amplia, han consolidado el desequilibrio aragonés ante el silencio de una parte significativa de su población que asume sin reparos el viejo modelo de gestión hidráulica. Una vieja política que como los rockeros, nunca muere y resucita periódicamente en las manifestaciones públicas de los sucesivos habitantes del Pignatelli. En este caso además, el partido en el gobierno tiene que definir su solar propio al gusto de las clases dirigentes que los han aupado al poder pero, sin caer en el trasvasismo nacionalista español de la extrema derecha que también ha sido aupada al poder por la misma estirpe. Difícil reto político que necesitará de toda la capacidad de seducción de los medios de comunicación de las élites patrias para que estos equilibrios no dejen traslucir la tramoya en que se apoya este Show de Truman a la baturra.

El populismo social que dosifican políticos y periodistas desde las antípodas de lo que podría ser una apuesta por la Teoría de la Acción Comunicativa, busca imponer la creencia del crecimiento perpetuo que se administra, para consuelo de pobres y regocijo de ricos, desde las altas esferas de las élites y se muestra a las claras a cada oportunidad que se presenta. En Aragón hay casos suficientes y si faltaren, siempre se puede recurrir a la unidad de España o cualquier otra soflama que polarice la voluntad y el voto.

Sea en el caso del agua, como ya hemos apuntado o en el de la energía como se percibió en la manifestación del pasado día 7 en Zaragoza, la vieja técnica sigue viva. Algunos representantes públicos (de la extrema derecha en nuestro caso) que también precisan determinar el perímetro de su solar, hacen cuanto esta en su mano para encabezar la reivindicación popular mientras lo comunicadores los proyectan como protagonistas de las acciones de colectivos ciudadanos. De esta forma con un breve baño de multitud consiguen sin grandes esfuerzos, dos objetivos: mostrarse ante los espectadores (que siempre son más numerosos que los manifestantes) como personas cercanas a los problemática planteada y por otro y más importante, sembrar entre los colectivos reivindicativos la división a la hora de determinar la estrategia de actuación y relación con las administraciones.

Tristemente el protagonismo, que parecería lógico recayera en quienes presentan, en versión  pancarta, su discurso y con mayor o menor fortuna, sacan a la calle a la gente, por obra y gracia de la prensa, vuelve al redil de la élite. Tal como se entendería desde el pensamiento de Habermas o desde el viejo librepensamiento, lejos de hacer un trabajo periodístico, para el que seguro que están sobradamente dotados, nuestros medios se convierten en herramienta de marketing de quien paga la publicidad de su medio.

Además de los políticos ya citados, había entre los manifestantes del 7 de abril, profesores de universidad de todas las especialidades y otros técnicos y profesionales que muy bien podían haber matizado el contenido de panfletos y pancartas, pero no tuvieron la fortuna de ser entrevistados. Los representante públicos, aun denostados, resultan más atrayentes para el espectáculo. A alguien le puede dar por pensar que el guion informativo de este tipo de actos, ya está pre-escrito antes de que el redactor abriera el ordenador. Ya se sabe que las pre-concepciones se convierten en enemigas del verdadero conocimiento y de esta forma, desde oficinas y agencias de prensa se construye el imaginario colectivo. Una fantasía de información rellena de ignorancia.

No sería disparatado decir que la usurpación del protagonismo en un acto cívico o en el mejor de los casos la generación de protagonismos paralelos o asimétricos atenúa la capacidad de expresión de una sociedad civil madura que corre el riesgo de caer en los seductores brazos del espectáculo informativo, siempre más deseable que la ansiedad de la duda que genera toda reflexión.

El mayor enemigo del conocimiento no es la ignorancia,
es la ilusión del conocimiento.

Stephen Hawking

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