En manos de las multinacionales: el ejemplo marroquí

En estos días hay un conflicto entre los estados español y marroquí por la anexión de aguas territoriales de las islas Canarias por parte de Marruecos. Aguas que, además, en buena parte están situadas en territorio del Sáhara Occidental, zona en conflicto desde que pasó de colonia española a territorio anexionado unilateralmente por Marruecos.

Muchos discursos, a menudo, hablan de que estamos en manos de las multinacionales, lo que es hasta cierto punto real a nivel de consumo diario. Pero, ¿qué sucede en los países menos boyantes económicamente y en fase de industrialización? Pues que esa dependencia es real y palpable en todos los aspectos de la vida, sin que exista alternativa. Más aún cuando el mínimo control democrático sobre la actividad empresarial es impensable.

En estos días hay un conflicto entre los estados español y marroquí por la anexión de aguas territoriales de las islas Canarias por parte de Marruecos. Aguas que, además, en buena parte están situadas en territorio del Sáhara Occidental, zona en conflicto desde que pasó de colonia española a territorio anexionado unilateralmente por Marruecos. Pero, una paradoja, España es uno de los países con más intereses empresariales en el reino alauita. Una intervención que se prolonga en el tiempo, que lleva décadas y que, por supuesto, no se limita a España.

En el Norte de África países con una infraestructura empresarial mínima y unos niveles de despotismo y corrupción considerables se están convirtiendo en la fábrica de los países ricos. Los estados contratan servicios públicos a empresas extranjeras y, a la vez, malvenden sus materias primas. Un ciclo vicioso de dependencia muy difícil de romper y apoyados en las élites locales.

Por lo pronto mejor dejar claras las cosas de principio: la vida en general de muchos marroquíes ha mejorado. Hay progresos en lo material (en lo social no tanto) y en algunos aspectos como comunicaciones a través de unas carreteras y un transporte público sensiblemente mejores. Eso sí, se trata de sociedades profundamente desiguales en las que coexisten pijos adinerados en urbanizaciones exclusivas de grandes ciudades con un alto índice de pobreza urbana y un porcentaje nada desdeñable de agricultura y ganadería de subsistencia.

Pero ese desarrollo por el que se saca pecho, con un crecimiento económico de más de un 5% anual. ¿En qué se ha traducido para la población de a pie? ¿Quién se lleva la parte del león de ese crecimiento? Empecemos el viaje.

El avión desciende en cualquier aeropuerto. Hay que cambiar dinero y esperan las sucursales bancarias. Société Générale, BMCI (propiedad del grupo francés BNP), Banco Sabadell o sino Attijariwafa bank propiedad de la familia real. Buena parte del sector bancario del país es extranjero y el que está controlado por las jerarquías locales no es distinto pues mueve sus capitales en el mercado europeo.

Si aterrizas en Rabat hay bus hacia el centro. El bus es de Alsa. Sí de la misma Alsa que hace Zaragoza-Madrid, por ejemplo. De hecho todos los buses urbanos de Rabat, pero también en Casablanca, Tánger o Marrakech. son una concesión de la compañía de origen asturiano.

El bus parará en los semáforos que controla Indra, la empresa tecnológica española, como controla el tráfico ferroviario o aéreo a medias con compañías como la emiratí Etisalat o el grupo francés Vivendi, propietario de la mayor parte de Maroc Telecom.

Por todos lados la imagen del rey. En Marruecos es casi imposible escuchar ninguna crítica sobre la figura de la monarquía. El miedo es mucho y su intervención en la economía del país total. Parte de la herencia del rey alauita fue un 35% de participación en la SNI, un holding que posee no solo el mayor banco, sino también controla la mayor minera del país, Managem. Otros miembros de la familia real y altos cargos estatales tienen participación en la sociedad pública.

Al mismo tiempo la casa real controla el grupo financiero Al Mada, presente en 27 países africanos en fondos de inversión, seguros, energía, construcción... Al Mada tiene conexión directa con capital franco-belga y se confunde con la SNI formando un todo.

Siguiendo el paseo por Rabat, puedes tomar su flamante tranvía, construido por la francesa Alstom, que también fabrica buena parte de los trenes que circulan por el país. Un medio de transporte limpio que ha solucionado parte de la movilidad de la congestionada Rabat, todo hay que decirlo.

Si hablamos de tráfico, cualquiera puede darse cuenta de que la mayoría de los coches que ve son Dacia. La marca del grupo Renault fabrica en Marruecos y ha copado el mercado. Son baratos, se fabrican en Casablanca y cuentan con todos los parabienes del Estado. De hecho la planta tiene el objetivo de llegar al millón de unidades en 2022. El desembarco del sector de la automoción, sobre todo para piezas que luego suministran a otras fábricas ha sido constante. Las empresas españolas han establecido sus suministradoras para Renault o para reparar los buses que venden empresas como la vasca Irizar.

En Tánger se halla la llamada Automotive City, una zona franca desde la que exportan piezas y vehículos desde PSA, con planta en Kenitra, a empresas más pequeñas como la viguesa Viza, que fabrica armaduras de asientos. Aunque sin duda la industria española más grande del país es Inditex. La multinacional de la ropa emplea a 77.000 trabajadoras que ganan algo menos de 300€/mes. La gran mayoría de los 310 talleres están en los alrededores de Tánger y Casablanca.

No son estas las únicas. Hay cientos de empresas en el sector manufacturero. De hecho el acuerdo de libre comercio de 2006 con EEUU abrió las puertas a toda suerte de empresas dispuestas a pagar unos salarios aún más bajos que los de América Latina y con mucha menos conflictividad social. Pese a todo es un destino buscado por muchos marroquíes pues garantiza trabajo fijo y con unos mínimos derechos.

¿Y los servicios públicos además del transporte?

Una mirada al uniforme de los barrenderos. Averda es la concesionaria, una empresa de Dubai que se ha hecho con el negocio en muchas capitales africanas. En Tánger trabaja Solamta, siglas subsidiarias de la empresa malagueña Sando. Poco a poco las empresas de servicios también van encontrando su hueco en el mercado africano.

También el agua se ha convertido en un buen negocio para las multinacionales, como la francesa Veolia, aunque hay otras empresas como Acciona que ya ha realizado 75 proyectos en Marruecos y es la responsable de varias plantas potabilizadoras, como la de Oum Azza, que suministra a toda la zona costera de Rabat-Casablanca.

O la electricidad. El mercado de las renovables está en boga y las grandes corporaciones han visto el negocio y están construyendo en todo el país plantas solares, sobre todo destinadas a la industria pero también a la agricultura.

Enlazando con la agricultura no hay que olvidar otro de los negocios estrella marroquíes, la exportación de materias primas. Lo más fácil de ver en persona, por los miles de hectáreas que ocupan, son los invernaderos.

Los alrededores de ciudades como Kenitra van creando su propio mar de plástico como el de Almería y sus comercializadoras que, con frecuencia, son las mismas. Un dato: en 18 años Marruecos ha pasado de 9.000 a más de 25.000 hectáreas de invernaderos. Todas ellas están cerca de la costa atlántica y se riegan con agua desalada. La gran mayoría se exporta y la combinación es perfecta para la industria: salarios muy bajos, poca exigencia ambiental y menos en materia de derechos laborales.

Porque si hablamos de salarios, en Marruecos un 39% de la población laboral ni tan siquiera llega a cobrar el salario mínimo de 242€. De hecho el sueldo medio del país es de apenas 375€ mensuales tras impuestos.

La minería es otro de los sectores estratégicos del país. Hay yacimientos de Manganeso, cobre o plata. Pero la extracción estrella, en buena parte en territorio expoliado al pueblo saharaui, son los Fosfatos. Marruecos tiene al menos cuarenta convenios con empresas internacionales para promover la cooperación internacional en materia de industria minera. Una forma suave de decir quien pone la mano de obra y quien se lleva la pasta. Con los salarios citados anteriormente, el negocio es redondo.

Al principio he nombrado el Sáhara Occidental y no hay que olvidar sus bancos pesqueros, que abastecen, por ejemplo, de pulpo al mercado de la Península Ibérica. Empresas que tienen sus naves en Dakhla, la antigua Villa Cisneros de la colonia española, y se benefician de acuerdos arancelarios entre la UE y Marruecos. Estas empresas a menudo mantienen sus sedes-tapadera en ciudades como Marrakech para no vulnerar los requerimientos de la ONU.

El espíritu colonial sigue vivo, solo que hoy en día las metropolis son comerciales y no imperiales. Algunos analistas hablan de Marruecos como una pequeña China y no es equivocada la comparación. Ya no hace falta ni presión militar porque la economía de algunos países africanos está en manos de capital extranjero. Lo peor: el cambio de paradigma se ve difícil, más aún cuando esta forma de entender el mundo cuenta con el beneplácito de sus clases dirigentes y el silencio de Occidente.

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