El fuego nos va a acompañar, mejor estar preparadas

Esperamos ser muchas personas alzando la voz y nuestros árboles de cartón para que se oiga desde muy lejos que nos preocupan nuestros montes y territorios rurales y vamos a trabajar y comprometernos por ellos

casa quemada por el fuego
Foto: Biela y Tierra.

Cerramos aquí los textos de Pedales contra el Fuego con esta última entrega a modo de conclusiones. Una vez más, movernos en bicicleta nos ha regalado la oportunidad de sumergirnos en el paisaje y contactar con el paisanaje de una manera tranquila y respetuosa. Pedalear en grupo, ir conociendo el territorio, escuchar los testimonios de las personas que vivieron los incendios y los siguen sufriendo ha sido, sin duda, una experiencia profundamente sobrecogedora.

Los días que pasamos sobre las bicicletas recorriendo kilómetros de tierras arrasadas por el fuego nos han emocionado profundamente viendo paisajes calcinados, sintiendo el olor a humo, que todavía persiste o escuchando los testimonios de sus gentes. Ha sido conmovedor. No queremos que la experiencia y los relatos recogidos se queden solo en las vivencias de las personas que participamos. Deseamos que sirvan para avanzar hacia el futuro, para que podamos aprender de lo ocurrido y sirvan también como referencia para que otros lugares afronten situaciones similares. Por eso, hemos plasmado en estos textos los aprendizajes, reflexiones y consejos atesorados durante estos días.

Para el común de los mortales todos los humos son parecidos y suponen una señal de alarma. En esta ruta aprendimos que hay que saber leer el fuego: si vemos humo blanco probablemente el fuego viene de la quema de rastrojos, si es gris serán ribazos, y si es negro significa que es monte lo que se quema. Este es un ejemplo básico del enorme desconocimiento que tenemos de lo que es un incendio y de los procedimientos antes, durante y después del efecto del fuego.

Por ello, propuestas como Pedales contra el Fuego tienen sentido para informar y sensibilizar. Así lo explica también con mucha claridad la Fundación Pau Costa, entidad que pone el foco en la prevención y gestión de incendios forestales facilitando el encuentro entre investigadores, servicios de emergencia y sociedad civil para divulgar este conocimiento. Porque es esencial acercar esta realidad a la población en general, especialmente en el contexto de clima seco y árido hacia al que estamos avanzando.

De todas formas, debemos tener claro que los incendios no están causados por el cambio climático. Éste sólo propicia circunstancias que favorecen que el fuego prenda y los incendios se hagan más virulentos: aumento de las temperaturas, olas de calor, largos periodos de sequía y precipitaciones muy irregulares y muy intensas en ocasiones.

En general, fenómenos atmosféricos más extremos a los que es necesario añadir las consecuencias del cambio de la actividad humana como: la acumulación de vegetación muerta, parcelas agrícolas y de pasto abandonadas que acumulan material combustible; la desaparición de los rebaños de ganado, especialmente ovino y caprino, encargados tradicionalmente del ramoneo de las parcelas y del mantenimiento de zonas de bosque bajo; o el cambio en los hábitos, como dejar de usar leña para calentarnos.

En definitiva, el éxodo de la población rural hacia las ciudades deja a los territorios expuestos a la devastación por el fuego y, además, se genera la desvinculación social con la tierra-territorio. Como ciudadanía, debemos reflexionar sobre nuestro entorno, nuestros bienes y nuestra propia vida, porque los incendios van a seguir presentes y cada vez con más virulencia. Debemos tomar conciencia a nivel individual y colectivo de las implicaciones que tienen para nuestro medio natural y transformar el paradigma buscando la corresponsabilidad, la gestión comunitaria y la participación en labores de ordenación territorial desde los propios territorios.

La fuerza del grupo | Foto: Biela y Tierra.
La fuerza del grupo | Foto: Biela y Tierra.

Profesionalizar y reconocer la labor de los operativos

Las personas que trabajan como bomberas y trabajadoras forestales (cuadrillas terrestres, cuadrillas helitransportadas y autobombas) se encargan, junto al funcionariado de la administración (APN, técnicos e ingenieros, BRIF y UME) de la prevención y extinción de incendios. Las labores de estos equipos van a ser cada vez más necesarias en un contexto de cambio climático y retroceso de los oficios derivados del cuidado de los montes y del campo.

Los incendios cada vez son más virulentos y se vuelven difícilmente gestionables. Por este motivo, es imprescindible y urgente profesionalizar la actividad y reconocer la categoría de contratación Bombera y Bombero forestal que permita dotarles de los derechos y reconocimiento de su labor profesional, con estabilidad orgánica, de una manera coordinada y transparente.

Población local, colaboradora esencial en la extinción

Cuando se inicia un incendio y está cerca de núcleos habitados, la prioridad de los equipos de extinción y de seguridad es proteger vidas humanas, después los bienes materiales o edificios y en tercer lugar la masa forestal. Para evitar al máximo accidentes o daños humanos y poder centrarse en la extinción del monte, se desalojan los pueblos.

Pese a las indicaciones son muchas las personas que, en incendios tan mediáticos, se acercan para ver qué está pasando. Esta actitud es contraproducente y dificulta el trabajo de los equipos de extinción, que necesitan los espacios libres para la circulación de los camiones y cuadrillas. En caso de problemas se verían obligados a dejar de hacer su labor de extinción del fuego en el monte para proteger a esas personas.

Por otra parte, la colaboración y cooperación con la población local es esencial en las labores de extinción en el medio rural, como se vio claramente en la zona de Moncayo. El trabajo coordinado entre los equipos de extinción y el voluntariado de las poblaciones locales es esencial, pero se deben establecer claramente las funciones y la estructura en la toma de decisiones de cada uno de los actores.

El desalojo de una población siempre es un momento tenso. Hay gente que no quiere dejar su pueblo, su casa, su vida. Sin embargo, muchas de esas personas pueden ser una pieza clave de apoyo a los equipos de extinción y vigilancia del pueblo cuando este haya quedado sin gente, y su conocimiento del terreno puede resultar determinante en la toma de decisiones.

Una buena opción, puesta en práctica en algunas poblaciones, es que el ayuntamiento elabore una lista de personas que por sus conocimientos y disponibilidad pudieran colaborar, y se informe a los mandos para que se facilite su colaboración voluntaria con el operativo de extinción. Hay que destacar también que las personas dedicadas a la agricultura y la ganadería disponen de tractores y maquinaria que pueden ser de gran utilidad en determinados momentos para evitar que el fuego avance hacia las zonas habitadas. Han mostrado su disposición a colaborar, solo falta encontrar las vías para coordinar estas actuaciones.

Planificar y prepararnos antes de los incendios

Los núcleos habitados han de ser aliados y los primeros interesados en la lucha contra un incendio. En este sentido destaca la elaboración de Planes de Contingencia a nivel municipal, un elemento fundamental que deberían incluir, entre otras cosas: recomendaciones para el municipio y la población local (por ejemplo evitar la acumulación de residuos o materiales combustibles en las zonas cercanas a los pueblos); identificar las condiciones de las infraestructuras necesarias para la extinción (puntos de agua, presión) y establecer mejoras; valorar la posibilidad de dotar a los pueblos de materiales básicos de extinción (batefuegos, palas, equipos de protección, mangueras) que puedan complementar los equipos de los que disponen las cuadrillas profesionales y formación para su uso correcto; diseñar un plan de evacuación de la población en caso de incendio que incluya también vías alternativas de salida por pistas en caso de que las vías principales se encuentren cortadas; organizar actividades formativas para la población en general que trasladen el Plan de contingencia y su importancia.

Estos planes deberían identificar también a las vecinas y vecinos del pueblo (y la maquinaria disponible) que, en caso de incendio, podrían actuar como voluntarias en labores de apoyo a los equipos de extinción. Sería necesario crear protocolos de actuación y colaboración entre el voluntariado y los equipos de extinción, para evitar dificultades en el momento de la actuación. Para favorecer la coordinación, sería esencial que participaran previamente en formaciones específicas (uso de materiales, protocolos de actuación, estrategias de protección personal y del entorno, etc.) e incluir a estas personas voluntarias dentro de los equipos de protección civil.

Favorecer la ganadería extensiva y la agricultura familiar y de montaña

Las tierras cultivadas y especialmente los paisajes en mosaico, en los que se mezclan diversidad de cultivos (herbáceos, leñosos y pastos), rompen la continuidad de los terrenos que arden y destacan como elementos para evitar la propagación de un incendio. La ganadería extensiva es, sin duda, el complemento necesario para la gestión de estos agroecosistemas y la prevención de incendios.

Este tipo de ganadería debería ser una fuente de riqueza para los territorios ya que se alimenta principalmente de los recursos locales (masa combustible), gestiona los paisajes tradicionales, manteniéndolos limpios, y favorece la economía circular. Mantener en buen estado los caminos que unen las poblaciones y los anillos perimetrales de seguridad en los pueblos, y la limpieza de las tierras abandonadas, son actuaciones vitales para prevenir incendios o evitar que se hagan incontrolables.

Es esencial un giro decidido de las políticas forestales y ambientales para proteger e incentivar la ganadería extensiva y la agricultura familiar y de montaña. Se debería estudiar el pago por servicios ecosistémicos a la ganadería extensiva y a la agricultura familiar y de montaña y el fomento de modelos de gestión forestal sostenible mediante ayudas al pastoreo para la prevención de incendios y en zonas de áreas de Alto Valor Natural y Espacios naturales Protegidos. Estas acciones deberían ser parte de las políticas para favorecer la incorporación al sector agrosilvopastoral y estar claramente diferenciado del industrial e intensivo.

Ya hay experiencias en ese sentido que han dado muy buenos resultados y que pueden servir como ejemplos de buenas prácticas. Ramats de Foc es un proyecto en el que participan distintos agentes (cuerpos de gestión de incendios, explotaciones de ganadería extensiva, carnicerías y restaurantes y consumidores finales) de Cataluña para la prevención de incendios mediante el pastoreo en zonas forestales. Además favorece la continuidad de la actividad ganadera y su puesta en valor a través de la creación del sello de Rebaños de Fuego que identifica sus productos.

Otras experiencias reseñables son las políticas de la administración canaria en coordinación con los distintos cabildos insulares con la puesta en marcha de las subvenciones para la ejecución de obras forestales de selvicultura preventiva o la Red de Áreas Pasto-Cortafuegos de Andalucía (Rapca), una iniciativa que cuenta actualmente con 181 ganaderos implicados cuyos animales cubren alrededor de 5.700 hectáreas, ocho veces más que en sus inicios (700 hectáreas en 2005). Recordamos también en este aspecto el ejemplo que vivimos con Relatos de pastoreo.

La ganadería de La Caperuza colabora con el programa de Tragsa de pastoreo controlado en la comunidad de Madrid para la prevención de incendios. La gran ventaja del pastoreo es que, aparte de que la gestión del monte es más económica, el rebaño aprovecha la biomasa y la transforma en carne, leche, lana y otras producciones de gran calidad, contribuyendo a la economía local.

Carretera | Foto: Biela y Tierra.
Carretera | Foto: Biela y Tierra.

Gestión del monte racional y rentable

Muchas reforestaciones de espacios naturales se están financiando a través de la compensación de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) de empresas, sin que haya suficiente planificación e inversión en conservación y selección de especies autóctonas que favorezcan la biodiversidad y la heterogeneidad deseable. Parte de los montes que arden ahora son espacios reforestados hace décadas con un objetivo de uso forestal que se abandonó por no considerarse rentable. Ahora encontramos bosques de una sola especie, como el pino carrasco (Pinus halepensis) que además arden con facilidad, y que no se han gestionado de la manera adecuada.

La gestión forestal, comunitaria y particular, con actividades que previenen los incendios, está prácticamente abandonada a causa de los escasos rendimientos económicos que aporta. Sería una oportunidad recuperar esos sistemas de gestión comunitaria con acciones para aclarar, pastorear y adehesar el monte. Esto generaría más heterogeneidad en el monte y permitiría que el bosque autóctono se establezca.

Como señalan desde el Colegio Oficial de Ingenieros de Montes: “el monte rentable es la mejor forma de luchar contra los incendios forestales, hacer del monte una unidad económica rentable requiere de una política forestal pública activa y una fiscalidad forestal atractiva, que propicie la inversión y su cuidado”.

Restauración de las zonas quemadas rápida, adecuada y multidimensional

Tras un incendio, la acción prioritaria debería centrase en restaurar los daños causados en el territorio y a sus habitantes de forma rápida y generalizada. Por un lado, mediante la puesta en práctica de actuaciones de restauración del medio natural que eviten la pérdida de suelo y la erosión siguiendo los principios del diseño regenerativo, según hemos explicado en textos anteriores.

Por otro lado, el plan de actuación debe incluir acciones que permitan cubrir los daños materiales y económicos, ocasionados a aquellas personas que han visto afectados su patrimonio y sus fuentes de ingresos a causa del incendio. La población debe ser informada de manera activa y efectiva, de forma que pueda sentirse partícipe del proceso. Las ayudas dirigidas al sector agroganadero deben adaptarse a las características de cada actividad y a los tiempos necesarios para poder evaluar los daños reales en los cultivos.

Hemos hablado de la importancia de la necesidad de fijar, mantener población y actividad en las zonas rurales para prevenir los incendios y gestionar de manera sostenible el territorio. Para ello es fundamental conservar las actividades agrosilvopastoriles en activo con ayudas directas, inmediatas y adecuadas, diseñadas en colaboración con los agentes implicados.

Comunicación e información, claves para avanzar

Y como penúltimo elemento y quizá uno de los más cruciales está el establecer canales de información, educación y comunicación a todos los niveles y entre la diversidad de agentes. La educación social es determinante para que la población en general comprenda los mensajes relacionados con los incendios forestales y, por el momento, son señaladas y preocupantes las carencias en este sentido.

Sin duda, es importante el contacto entre la ciudadanía y los dispositivos de prevención y extinción. La información suele llegar mayoritariamente a la población a través de los medios de comunicación que buscan la noticia del momento. Las administraciones competentes tratan con demasiado celo la información durante los incendios, y ello provoca que circule información basada en fuentes no contrastadas y opiniones de la ciudadanía ajena a los dispositivos, mermando la imagen de profesionalidad del operativo y generando desconfianza.

Los servicios de comunicación de las administraciones deben superar la lógica de la simple información y pasar a una comunicación que favorezca la necesaria educación social. Para ello es necesario establecer previamente los canales de comunicación que permitan, en el momento del incendio, que la información fluya de manera clara y efectiva.

Los puntos de vista de todos los agentes son importantes, organizar espacios de encuentro, debate, reflexión y construcción de alternativas y Planes de Contingencia en los que participen todos los agentes del territorio es de vital importancia. Se debería contar con: APN y equipos de prevención y extinción de incendios, administraciones locales y comarcales, representantes del sector primario (agricultura, ganadería), negocios y asociaciones del Medio Rural, agentes de ordenación del territorio, vecinas y vecinos de los distintos pueblos, organizaciones ecologistas, ambientalistas, paisajistas, agentes de patrimonio, etc.

Es necesario pasar del pensamiento de “municipio” al concepto de región, para poder actuar de manera conjunta, apoyarse en lo colectivo, y entender que la acción de los incendios o los efectos de una mala gestión del territorio va a afectar más allá del término municipal al que pertenezcamos.

Construcción colectiva y autoorganización

En varias localidades repitieron: “debemos ser proactivos, preocuparnos de nuestro patrimonio y resolver los problemas porque nadie lo hará por nosotros”. Esta fuerza de organización y acción es esencial en situaciones derivadas de una catástrofe como estos incendios y puede ser el punto de partida para tomar las riendas de la acción y la dinamización social del territorio, para denunciar las actuaciones poco acertadas o injustas de la administración, para luchar de manera conjunta y promover cambios en normativas dificultan la vida y las actividades en el entorno rural, para proponer de manera activa y responsable alternativas, para implicar a vecinas y vecinos en nuevas acciones, para generar orgullo y conciencia de pertenencia al territorio y luchar por la vida digna en las zonas menos pobladas.

No podemos cerrar este último capítulo de Pedales contra el Fuego sin lanzar un agradecimiento inmenso a todas las gentes que formaron el pelotón que cicló durante esos intensos ocho días. Un grupo de personas dispuestas y comprometidas que ha compartido lo mejor de cada una para hacer de esta experiencia algo único. Una vez más el impulso de lo colectivo nos nutre y hace multiplicar nuestra fuerza. Sin duda, ”mucha gente pequeña, pedaleando por pequeños y alejados valles, muestran que otras maneras de conocer, y de contar son posibles”.

Y con la fuerza de lo colectivo, con espíritu de proactividad, de coordinación y de construcción de alternativas de futuro más resilientes se llevará a cabo el próximo 21 de enero de 2023 a las 11:30h en Zaragoza una concentración con el lema “por la defensa de nuestros pueblos y nuestros montes” convocada por la Plataforma Afectados por el Incendio de Calatayud y la Plataforma Pueblos del Moncayo, territorio unido y vivo.

Esperamos ser muchas personas alzando la voz y nuestros árboles de cartón para que se oiga desde muy lejos que nos preocupan nuestros montes y territorios rurales y vamos a trabajar y comprometernos por ellos.


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