El desmontaje de la construcción colectiva

El Jardín de la Memoria de San José se construyó sobre los cimientos de una fábrica. Unos cimientos sobre los que se quiso levantar un alto edificio de viviendas en un barrio ya colmatado. Algo que, por suerte, fue frenado por la presión que el barrio hizo a través de la Asociación Vecinal de San José. En su lugar ahora tenemos una plaza, un parque, un estanque, unos huertos y mucho más. Un lugar decidido por sus vecinos a finales del siglo pasado. El proceso que dio lugar al Jardín de la Memoria me llevó a Harinera ZGZ, la voluntad …

El Jardín de la Memoria de San José se construyó sobre los cimientos de una fábrica. Unos cimientos sobre los que se quiso levantar un alto edificio de viviendas en un barrio ya colmatado. Algo que, por suerte, fue frenado por la presión que el barrio hizo a través de la Asociación Vecinal de San José. En su lugar ahora tenemos una plaza, un parque, un estanque, unos huertos y mucho más. Un lugar decidido por sus vecinos a finales del siglo pasado. El proceso que dio lugar al Jardín de la Memoria me llevó a Harinera ZGZ, la voluntad de participar de un proceso participativo como el que había estudiado.

No somos muchas las que hemos acompañado a Harinera ZGZ durante estos casi diez años. Las que nos juntábamos en el local de la Asociación Vecinal de San José, imaginando cómo iba a ser ese lugar y qué podríamos hacer todas en él, cómo nos organizaríamos y lo abriríamos a la ciudad y al barrio.

He pasado casi un tercio de mi vida disfrutando de esas asambleas, visitando otros lugares interesados en esos cómos a los que habíamos dedicado tiempo y entusiasmo. Coincidiendo en todo, en poco o en casi nada, pero siempre construyendo, con gente a la que no hubiera conocido de otro modo. Demasiadas como para enumerarlas.

Fuimos más las que abrimos las puertas de Harinera, alegres de poder compartir unos espacios nunca acabados del todo. Las que vivimos esa planta baja, por aquel entonces la única planta abierta del edificio, mientras nos dábamos tiempo para seguir construyendo, poco a poco, como con cualquier buen guiso. Las que poco después recibimos a las primeras residentes con los brazos abiertos y con las que pudimos decidir nuevos cómos, y mucho más. Siempre hemos sido un espacio, un proyecto, abierto, en el que la gente entra a decidir cuando quiere y sale del proceso de la misma manera. Un proyecto en el que disfrutar, producir y decidir sobre la cultura, en el que reflexionar lo público y lo común desde lo colectivo y lo comunitario. Algo que siempre había llevado a conflictos, tensiones y contradicciones, pero desde las que creíamos que podíamos hacer, para todas.

Muchas estábamos ya cuando la derecha entró al Ayuntamiento. Cuando se nos recortaron los recursos y el espacio. Y hemos seguido haciendo, en Harinera, pero no solo en Harinera, en los centros educativos y demás lugares del entorno, dónde podíamos, cuando podíamos. Las entidades y personas del Colectivo Llámalo H, que cogestiona el espacio, y cualquier otra entidad que quiera. Hemos presentado libros, hecho radio, circo, música, teatro, danza, cabezudos y elefantes... hemos tramitado un unicornio y hecho bookjockeys (¿Qué demonios es un bookjockey?).

Desde que cambió el Ayuntamiento, en lugar de continuar construyendo algo que pudiera durar, han intentando desmontar, pieza a pieza, simplemente para desmontar. Han traído flores de un día que nunca han echado raíces y eventos efímeros que nunca han estado cerca de aterrizar. Desmontaron el CSC Luis Buñuel donde ya participaban muchos de nuestros mayores, para, quizás algún día, hacer un centro de mayores, más pequeño de lo que fue nunca el Luis Buñuel. Desmontaron las fiestas en los barrios y casi desmontan hasta la Cincomarzada. Desmontaron el CSO Loira.

Este martes se reunieron varias compañeras en Zaragoza Cultural, para ver más cómos. Cómo seguir haciendo, desde la diferencia e incluso el enfrentamiento. Pero esa reunión no era para ver cómos, más allá de informarnos sobre cómo pretenden desmontar Harinera ZGZ y convertirla en algo que ya es, pero empequeñeciéndola.

De un plumazo, quieren tirar por tierra algo construido desde el cariño y el cuidado. ¿Para qué? Para convertir un lugar actualmente inclusivo, en el que todas nos relacionamos y decidimos como iguales, en algo más pequeño, integrado, donde se aísla a determinados colectivos en un rincón del que no salir y donde no relacionarse con lo diferente.

Mucho se ha escrito sobre la eliminación de los espacios de rozamiento de la sociedad, aquellos en los que nos juntamos y relacionamos con personas distintas, con distintos orígenes y visiones de la realidad, en los que el conflicto nos permite ampliar nuestro conocimiento mutuo y construir una solidaridad colectiva. La eliminación de estos espacios nos hace a todas más pequeñas, más solas y más aisladas. Aumenta el miedo y los prejuicios a lo otro, a lo diferente. Nos condena a espacios grises y homogéneos, donde es imposible la improvisación y el conflicto. Espacios monofuncionales donde hacer poco, normalmente consumir, quedando todo lo demás excluido de la realidad. Ahí parecen querernos. Pero seguiremos construyendo y seguiremos haciendo.

Quizás la próxima propuesta de este Ayuntamiento sea quitar los árboles del Jardín de la Memoria, desplantar sus huertos y secar su estanque, para en su lugar hacer una plaza, que ya es. Tendría sentido.

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