Viaje a las entrañas

Ceija Stojka, era el nombre gitano de Margarita Rigo Stojka. Nació el 23 de mayo de 1933, en una posada en Kraubarth (Estiria, Austria) y fue una gitana lovari, vendedora de alfombras, escritora, pintora y cantante, superviviente del Samudaripen/Porrajmos.

Viaje

Desde noviembre estaba pensando en compartir este viaje con vosotras. Mil veces pensé como comenzaría el artículo, hasta imaginé como me sentiría en el recorrido de la exposición Esto ha pasado (Museo Reina Sofía) de la Tía Ceija Stojka, que en gloria esté.

Ceija Stojka, era el nombre gitano de Margarita Rigo Stojka. Nació el 23 de mayo de 1933, en una posada en Kraubarth (Estiria, Austria) y fue una gitana lovari, vendedora de alfombras, escritora, pintora y cantante, superviviente del Samudaripen/Porrajmos.

La tía Ceija era la quinta de seis hijos nacidos en una familia gitana católica de Burgenland (una región austriaca). El carromato de la familia Stojka formaba parte de una caravana que pasaba los inviernos en Viena, la capital de Austria, y los veranos en la campiña austriaca. Se ganaban la vida como tratantes de caballos como hacían entonces la mayor parte de las familias lovara.

Cuando tenía cinco años y su carromato estaba estacionado para pasar el invierno en un campamento a las afueras de Viena, Alemania se anexionó Austria (marzo de 1938). A pesar de que pronto llegaría la primavera y podrían viajar de nuevo, los alemanes les ordenaron quedarse quietos. Tuvieron que convertir su carromato en una chabola de madera.

Entre 1940 y 1944 el Pueblo Gitano Austriaco fue forzado a registrarse como miembros de otra “raza”.

El campamento donde vivían los Stojka fue cercado y puesto bajo la vigilancia de la policía.

Ceija tenía sólo ocho años cuando los alemanes se llevaron a su padrecico al campo de concentración de Dachau (Alemania), a unos 500 kilómetros de distancia de Viena. Unos meses después, la pobretica de su mama recibió las cenizas en una caja.

Después los alemanes se llevaron a su hermana Kathi.

Finalmente, los deportaron a todos al zigeunerlager de Birkenau (así se llamaba la parte gitana de Auschwitz), en Polonia. De ahí fue trasladada al campo de concentración para mujeres de Ravensbrück (Alemania) y luego al campo de concentración de Bergen-Belsen (Alemania).

Ceija sobrevivió y fue liberada el 15 de abril de 1945 por el ejército británico en Bergen-Belsen. Tenía 12 años.

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, después de haber padecido los horrores de los campos de concentración de Auschwitz-Birkenau, Ravensbrück y Bergen-Belsen, supo que su madre y cuatro de sus cinco hermanos fueron los únicos supervivientes de toda la familia. Unos doscientos parientes habían sido aniquilados. Incluso su hermanico de siete años de edad, Ossi, sufrió experimentos médicos en Auschwitz que le provocaron la muerte. En el Samudaripén, el genocidio nazi contra el Pueblo Gitano, los nazis exterminaron al 80% de la población gitana en algunas partes de Europa. En otras zonas, como en Austria, país natal de la Tía Ceija, se calcula que el 90 por ciento, es decir, la práctica totalidad del Pueblo Gitano Austriaco fue exterminada.

Entenderéis la emoción que sentimos, cuando supimos que la exposición estaría en Madrid hasta marzo del 2020.

Los meses anteriores hablábamos de cuándo podríamos ir a Madrid, organizando el viaje para ver la exposición. Nos emociona, nos ilusiona y nos parece un hito histórico que una exposición de una mujer gitana esté un museo de tal prestigio. No es un acontecimiento que ocurra a menudo, de hecho es algo singular y relevante en el contexto del Estado español. Y no es porque no abunden gitanas y gitanos artistas, pintores o escritoras, sino  porque el antigitanismo y las instituciones son responsables de que haya una falta de representación gitana en todos los ámbitos de la vida, incluidos los espacios culturales y artísticos.

-Prima, tenemos que ir a ver la exposición. A ver cómo hacemos pa ir con to las niñas y los niños ¡qué vale 8 eurazos la entrada!

- Nena, los lunes a partir de las 7 de la tarde se puede entrar gratis. Vamos y así nos vemos y la vemos juntas.

Alba Flores, o para mí, mi prima Alba y yo quedamos para ir a ver la exposición con tos mis chavorrillos detrás y más primas y amigas.

Desde hace algún tiempo la relación con Alba es sororidaria, que diríamos las Feministas. La comprensión del Antigitanismo que sufrimos es algo que le arrebata, tanto colectivamente como en sus propias carnes es consciente del Antigitanismo Patriarcal que oprimen todos los ámbitos de la vida, incluso si eres una actriz famosa de prestigio como lo es Alba.

Llegó el día. Nerviosas. A las 6 de la tarde ya estábamos haciendo cola para entrar. Pasé antes para ver si las obras de la Tía entraban dentro del circuito que se consideraba gratuito y cuando entré en el museo y vi la cartelería con su nombre, la descripción en la que ponía 'obra de Ceija Stojka, gitana…', me emocioné. El orgullo y la ilusión unidos en un solo sentimiento me colmó y se me derramo en forma de lágrimas. Traté de controlarlas antes de volver con las primas.

Dejamos a los únicos hombretones que nos acompañaban que guardaran la fila mientras nosotras nos poníamos al día echándonos un cafelito en una terraza muy coqueta.

Ahí viene Alba.

¿Qué te pasa? Me preguntó mientras nos saludábamos. Había notado mis ojos llorosos.

He entrado, le digo, y me he emocionado mucho.

Es emocionante. Lo es, prima mía.

Después de la guerra, la Tía documentó y publicó las canciones, los poemas y los cuentos de los lovara acerca del Samudaripen/Porrajmos.

Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, su familia vivió la falta de reconocimiento del Samudaripen/Porrajmos en Austria e incluso tuvieron que soportar a políticos antigitanos.

Ceija Stojka fue en Austria la primera superviviente romaní que escribió poesías y libros autobiográficos sobre lo que experimentó en carne propia, a la vez que evocaba sus vivencias en óleos, acuarelas y dibujos de fuerte expresividad.

Su testimonio constituyó un primer impulso para que las personas gitanas austriacas empezaran a hacer pública su cultura y su historia, y es de importancia clave para conocer el capítulo más silenciado del Holocausto: el Samudaripen/Porrajmos, el genocidio antigitano perpetrado por los nazis.

Cuando entrábamos y nos quitábamos las chaquetas para pasar por el arco de seguridad estábamos casi eufóricas, hablando de todo, de antigitanismo, del teatro, de gitanas, de feminismo. Eufóricas charrábamos hasta que entramos a la exposición. Nos hicimos una foto, emocionadas, a la entrada. Una foto con el nombre de la Tía a nuestra espalda.

Silvia Agüero y Alba Flores. Foto: Silvia Agüero.

Carmen Manuela, mi hija de 3 años empezó a agobiarse con el silencio, estaba en una sala tan grande y no podía correr o chillar, así que la cogí como a un bebé pequeñito y me saqué la teta para que mamara, así nos dispersamos todas y así es como yo vi cada cuadro. Era magnífico… Bueno, era horrible… Cada cuadro te arrasa el alma. Cada texto que acompaña a la pintura te hace estremecer. Mi Miguel, con 10 años, estaba impresionado por el dolor. Casi ni podía mirar algunas de las pinturas. Las pinceladas de la Tía Ceija llevan la gitanidad por bandera, el dolor como impulso y la esperanza de que se prediquen por doquier sus vivencias. Una vivencia de una niña gitana de 10 años que sobrevivió a 3 campos de concentración donde exterminaban, quemaban y mataban de hambre y frío a cualquier persona que no fuera aria, algo que no existía ni existe. No sois arios ni antes ni ahora. Fue un invento de un casco payo racista que intentó fundamentar "científicamente" su desprecio por quienes no eran tan blancos como él.

La tía Ceija comenzó a pintar a la edad de 56 años. A menudo usando sus dedos o palillos de dientes en lugar de pinceles para aplicar pintura acrílica y tinta. Muchas de sus obras son recreaciones de sus experiencias en los campos de concentración.

Nos habíamos desperdigado por la exposición. Cada una rumiando nuestro dolor. Nos cruzábamos en el recorrido y en esos momentos de encuentro nos fuimos diciendo lo duro que nos estaba pareciendo, el llanto que estábamos sofocando.

Me asombra como la Tía Ceija describe la muerte, como veía la muerte, al fin y al cabo, como naturalizó la muerte y el horror.

Alba se contestó casi ella sola, claro, tenía 10 años, la edad de tu Miguel.

Cuando llegamos a la sala donde constantemente se proyectaba el documental, la vimos a ella a la Tía Ceija, hablando y me cautivó, me pasa cada vez que veo a una gitana de otras partes del mundo, que me quedo pensando que se parece a alguna mujer de mi familia o alguna prima.

Le dije a Alba. Prima, esto se llama Fisionomía Transnacional Gitana. Y nos reímos, sí nos reímos en medio de aquella visita a las entrañas del horror que había vivido nuestra Tía Ceija. Y nuestra tía contaba lo que se reían ella y sus primitos chicos en el campo de concentración, agachados entre los muertos, viendo sus caras o de cualquier cosa de su alrededor. Ese humor que es gitano, biofílico, en medio de cualquier situación y ésta tan horrible que tuvieron que vivir nuestros primos y primas no restó nuestra gitanidad. El amor a la vida, la biofilia, es uno de los pilares fundamentales del Romipén, de la gitanidad. Esta aportación de mi Nico ‒mi marío, que siñela sociólogo y, a base de darle vueltas al caletre, ha ido creando conceptos y teorías para entender lo que nos pasa y por qué nos pasa‒ es fundamental para comprender la manera gitana de entender y vivir la vida. La payitud debería aprender a ser un poco más biofílica, gitanizarse un poco, para dejar de machacar al planeta y a la humanidad.

La visita a la exposición nos ha dejado marcadas. Alba y yo lo hablábamos días después. No se nos va de la cabeza ¿Cómo pudieron hacer eso? ¿Cómo es posible? ¿Cómo puede haber tanta maldad?

La tía Ceija se preguntaba después del horror ¿Sueño que vivo? Incrédula de salir con vida de aquel horror donde gran parte de su familia fue asesinada. Así se titula el libro que compramos después de visitar el Reina Sofía. Lo leí en apenas 3 horas. La angustia que me produjo es inexpresable: náuseas y dolor. Físicamente. Es lo que sentí. Es muy duro porque es duro lo que pasó. Si el libro os parece que las descripciones son horripilantes, no intentéis imaginar lo que fue el Holocausto, el Samudaripén.

Dice en un momento del libro la Tía Ceija que aguantaron sin comer y sin beber y tantas necesidades básicas porque las gitanas y gitanos estaban acostumbrados a pasar miserias. Después de ser liberada no fue mejor, las calamidades impuestas por el antigitanismo que sufrimos allá donde estemos no son posibles imaginarlas en las mentes de gentes sin las gafas antirracistas o sin que estén gitanizadas.

Esa fue la pregunta de Nico: "Me gustaría saber qué pensamientos les trae la exposición a las personas no gitanas y no conocedoras de esta tragedia".

Me pregunto ahora si el dolor de esas personas será el mismo que nosotras sufrimos. Y no me vale eso tan hippie de "Solo veo personas, no me importa que sean personas gitanas" porque precisamente, importa que somos gitanas. Importa, porque en cada ciclo de la historia intentan exterminarnos de una u otra manera. El sistema, los gobiernos, sean del color político que sean intentan que nos disolvamos. Importa que se dignifique el sentir gitano, el vivir gitano. Importa que Alba González Villa sea gitana y la racialicen en cualquier contexto. Importa que pueda estar cercana a cualquier persona gitana, porque la solidaridad y el respeto son parte de nuestra cultura y eso no tiene que ver ni con la clase social ni con la exclusión. Importa que se dignifique la memoria de la Tía Ceija (pronunciado Chaya Stoika) Importa que se pronuncie bien incluso en la exposición (Tuvimos que corregir a un trabajador del museo, cuando pronunció Ceija y nos dolió en el alma que nadie les hubiera explicado cómo se pronunciaba)

Importa que acudáis a ver la exposición, porque si ella tuvo que hacer el esfuerzo de recordar, de divulgar, de escribir, de pintar y volver a vivir una y otra vez el horror para que nosotras, hoy, sepamos que esto ha sucedido, lo menos que podemos hacer, lo menos que podéis hacer es ir y viajar a las entrañas de ese horror que cuentan con una hermosa naturalidad las pinturas de la tía Ceija.

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