Llámale ultraderecha, pero también ultraliberalismo

Aprovechando la visita a Zaragoza de los periodistas Hibai Arbide y Pablo González, invitados por Acción Social y Sindical Internacionalista, charlamos sobre el auge de la ultraderecha en todo el continente, las causas de este aumento y las perspectivas de futuro

Pablo González e Hibai Arbide. Foto: Pablo Ibáñez (AraInfo).

La irrupción de Vox en el parlamento andaluz generó una oleada de indignación en la izquierda de todo el Estado español que, hasta ese momento, parecía vivir de espaldas a lo que sucedía más allá de los Pirineos, donde desde hace una década se lleva viviendo el auge de partidos de ultraderecha sin que levanten ningún tipo de ampolla entre los miembros de una Unión Europea que, fracasada en lo político, vuelca sus esfuerzos en lo económico.

Es en ese neoliberalismo económico donde la antigua socialdemocracia y los partidos conservadores confluyen. En el mantenimiento del mismo. Lo que en cierto modo impulsa el nacimiento de la ultraderecha. Para Hibai Arbide “el neoliberalismo es el factor determinante”, porque genera las condiciones de miedo a la pérdida de poder adquisitivo que justifican los nuevos discursos que “si bien no son fascistas en el sentido estricto de los años 30, son los que definen a las nuevas ultraderechas europeas”.

Hibai divide en dos grandes familias a la extrema derecha europea. “Una sería la liderada por el Frente Nacional de Marine Le Pen, que es una reacción más tipo Trump, de apuesta por el proteccionismo nacional y con una retórica antiglobalización, que luego no es tal en la práctica. Allí estarían el Frente Nacional, Salvini o la extrema derecha más rusófila, que tienen esa retórica de apuesta por lo productivo en lugar de por lo financiero. Y luego, en cambio, hay otra familia, que es donde estaría Vox, que es netamente ultraliberal, reaccionaria en lo moral y represiva en lo social, pero ultraliberal en lo económico. Ahí estarían AfD en Alemania, el Orban actual, que ha basculado hacia este ultraliberalismo, o Vox”.

Hiabi Arbide. Foto: Pablo Ibáñez (AraInfo).

Europa tiene un amplio catálogo de partidos reaccionarios, un abanico de ultraderechas, cada una con su idiosincrasia propia, cultural, nacional si se quiere, separadas en dos grandes familias con unas líneas difusas entre ellas, pero con subrayadas diferencias cuando se trata de poner en común a Frente Nacional con Vox, pues unos apuestan por el nacionalismo más retórico y otros por un nacionalismo económico. Y es en esa forma de ver el liberalismo donde las ultraderechas divergen “porque en la homofobia o en lo represivo encuentran sus puntos en común”, advierte Hibai.

Para Pablo González es importante saber ubicar cual es el origen de esta ultraderecha. “En mi opinión, en esta crisis sistémica que vivimos la gente busca salidas hacia algo diferente. Por ejemplo, en el centro y el este de Europa faltan propuestas de izquierda, porque han sido contaminadas por el recuerdo del pasado, y entonces apuestan por algo diferente. A día de hoy, lo diferente es ese ultraliberalismo que sabe mezclar muy bien populismo, liberalismo y nacionalismo, en un cóctel que da diferentes resultados. En algunos sitios en el que está más establecido, como Francia, te puede salir una propuesta más trabajada económicamente y en otros sitios te puede salir como Vox, con una propuesta trasnochada, que no tiene mucho sentido, pero que, gracias a los sistemas educativos y a la dinámica de la sociedad, cala”.

Hibai incide en esa crisis sistémica como motor que alimenta la serpiente de este nuevo fascismo, pero señalando al poder político y económico como cómplices del impulso a la ultraderecha a la que utilizan para combatir a la izquierda. “Esto se ve claramente en Grecia con Amanecer Dorado que es aupado, amplificando los medios de comunicación todo lo que hace, para servir como fuerza de choque en la calle ante el que era el movimiento antiausteridad más grande del mundo. En Grecia se suele decir: ‘lo que no hace la policía lo hace Amanecer Dorado’. Pero también fue utilizado como pieza que permite a los partidos sistémicos colocarse en una posición de centro y que estos puedan decir, ‘ni con unos, los anarquistas y el movimiento antiausteridad, ni con otros, la ultraderecha’”. Hibai recuerda por ejemplo el papel de Amanecer Dorado como rompehuelgas durante la época de la lucha contra la privatización del puerto del Pireo, en la que se dedicaron a dar palizas a sindicalistas y huelguistas, siendo financiados directamente por los armadores.

Si seguimos esta línea. Al poder y los partidos políticos clásicos la irrupción de la ultraderecha no les ha venido mal. Por un lado, desde la óptica del poder económico, se les puede utilizar como fuerza de choque. Por otro, desde la visión de socialdemócratas y conservadores, les resitúan en el centro del arco político lo que parece evidente que es positivo. En este sentido podemos trazar un paralelismo con la irrupción de Vox y el espectacular crecimiento de un PSOE al que las discusiones en la izquierda y la amenaza de la ultraderecha le han colocado en una situación de equidistancia que le está dando la victoria en los sondeos y plantearse como única alternativa ante el auge de la extrema derecha. En cuanto a ser utilizados como fuerza de choque, no parece que sea el momento en el Estado español. Vox, Ciudadanos y el propio Partido Popular siguen tratando de jugar el papel de víctima buscando escándalos en plazas en las que el voto hacia sus formaciones es residual. Las visitas a Altsasu, Donosti o Errenteria son algunas de las muestras que nos han dejado los líderes de las derechas y ultraderechas españolas. Un papel del que de momento no salen pero que pronto podría variar hacia la utilización de elementos de ultraderecha como seguridad o fuerza de choque. Algo que, como ya hemos visto en Grecia, ha terminado sucediendo en el resto de Europa.

“En Europa del este la auténtica extrema derecha funciona como grupos criminales. En Ucrania si tienes suerte puedes contratar uno de estos grupos para, por ejemplo, eliminar competencia para tu negocio, siempre serán capaces de encontrar porque esa competencia no es patriota o no es auténticamente ucraniana”, nos avisa Pablo González. “Funcionan como grupos criminales que, si bien son minoritarios y no tienen prácticamente representación parlamentaria, aunque en Ucrania esté por ejemplo Andriy Biletsky un reconocido neonazi, son controlados por los servicios secretos y utilizados de manera puntual, como durante la primera vuelta de la campaña de las presidenciales ucranianas. El presidente tiene su grupo, el S14, no hace falta ser un experto para saber a qué se refiere – el 14 se asocia a las catorce palabras del líder del Ku Klux Klan, Dave Lane: ‘Debemos asegurar la existencia de nuestro pueblo y un futuro para los niños blancos’ –. “Lo peligroso no es que esta gente esté en actos oficiales, lo peligroso es la normalización. Normalizar que un nazi esté ahí y venderlo como algo normal. Eso los ucranianos, pero es que los partners europeos se lo tragan. No hay una denuncia. Hay periodistas como yo que nos preguntan que qué hemos escrito al entrar y que cuales son nuestras ideas. Nos pueden amenazar, nos pueden meter en listas negras y no pasa nada. Lo peligroso es como la Unión Europea está tragando con estas ideas allí”.

Pablo González. Foto: Pablo Ibáñez (AraInfo).

Pablo nos recuerda que las instituciones europeas son responsables de que un nazi como Biletsky esté en el parlamento ucraniano. “En el Maidan estaban los mismos grupos nazis siendo utilizados como fuerza de choque. La diplomacia europea reconoció que fueron los francotiradores de la propia oposición los que hicieron los disparos. Hay una conversación de Catherine Ashton con el embajador estonio en la que lo hablan”, y sin embargo, no ha habido ningún tipo de sanción o denuncia de estas actitudes por parte de la Unión Europea.

Nos resta mucho por ver en cuanto a esta segunda oleada de extrema derecha en Europa. En el Estado español, pese a que nunca dejó de estar representada dentro del Partido Popular y que vivimos una transición en la que los nudos del franquismo nunca fueron desatados, acabamos de inaugurar este ciclo. Para Hibai hay una cararacterística que diferencia a la ultraderecha españolista que representa el partido de Santiago Abascal. “Vox está sabiendo surfear la ola reaccionaria que recorre Europa, pero tiene algo muy diferente respecto al resto de formaciones: Vox es un partido de pijos”.

“Lega es un partido de paletos, pero paletos ricos. Pequeños y medianos empresarios. Gente de pueblo y de clase alta que tiene miedo, primero de los terrone, los italianos del sur, y luego de los musulmanes y migrantes. Cuando la Lega se hace grande el enemigo deja de ser el napolitano o el siciliano y pasa a ser el marroquí, el argelino o el egipcio, pero siguen teniendo ese punto de que el capitalismo productivo es el sistema preferente. En cambio Vox apuesta por el capitalismo de finanzas”, asegura Hibai, pintando a Vox como el mamporrero de la banca y no como el amigo del empresario.

Para Pablo González, Vox es una anomalía, dentro del panorama facha europeo, pero no la única. “Vox ha tenido muchas desavenencias en la agenda de los últimos meses a nivel internacional, por ejemplo con el tema catalán, que provocó que Vox se dejara casi de hablar con Salvini y tuviera serios problemas con Le Pen. Son problemas que habrá que ver como se solucionan a la larga. Este de Vox y otros problemas. Por ejemplo, la extrema derecha polaca o báltica va a ser siempre antirrusa por naturaleza. Es una reacción nacional no es ideológica”.

Sin embargo, algunas desaveniencias comienzan a difuminarse. El líder de la Lega y vicepresidente del Gobierno italiano, Matteo Salvini, lanzaba a principios de abril su proyecto transnacional "para cambiar Europa". Lo hacía acompañado por representantes de Alternativa para Alemania (AfD), Verdaderos Finlandeses y el Partido Popular Danés (FPO). Si bien en esa cita faltaron pesos pesados de la ultraderecha como Víktor Orban y Marine Le Pen, ésta última anuncio esta semana su adhesión al movimiento. La líneas se difuminaban un poco más. Sin duda una deriva tan autoritaria como peligrosa contra la que es difícil encontrar la forma de lucha, entendiendo que es cierto que al propio poder le interesa esta deriva, al menos de momento. Sabemos que no es la primera vez que al capitalismo se le va de las manos la ultraderecha.

Pablo señala un dato evidente. “Si a algo tiene miedo el sistema es el cambio de paradigma. Que se cuestione el capitalismo. Nadie se cuestiona el capitalismo, ni Vox, ni Podemos. Mientras esto siga así, al capital no le importa mucho que ganen unos u otros”. De hecho, ese capitalismo nos afecta a todas las personas. Todas tenemos nuestra participación en el mismo. “No hay una generación como las que hicieron las revoluciones a principio del siglo XX que no tenga nada que perder. Siempre te pueden llamar la atención. No sé, te quitan tu triste coche, tu triste piso, te encarcelan… La gente no está preparada para perder algo. Lo poco que tenemos lo apreciamos demasiado. Tenemos demasiado miedo”, concluye Pablo.

Y en ese clima de miedo la ultraderecha se maneja muy bien.

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