La victoria inquietante

DIAGONAL | Ignasi Franch | Con 'Clandestino y caballero', Fritz Lang matizó la euforia por el triunfo aliado en la II Guerra Mundial y advirtió de la proliferación nuclear. El soporte blu-ray da buenas noticias cinéfilas que pasan casi desapercibidas, como el relanzamiento de títulos de dominio público previamente editados en condiciones deficientes. Aun sin beneficiarse de costosas res­tauraciones, el uso de nuevas transferencias digitales dignifica enormemente la difusión de películas como Clandestino y Caballero. Rodada tras el triunfo aliado, esta obra supuso un curioso epílogo a la trilogía antinazi que Fritz Lang (quien previamente había dirigido Metró­polis, de connotaciones …

Fotograma de Clandestino y Caballero.
Fotograma de Clandestino y Caballero.

DIAGONAL | Ignasi Franch | Con 'Clandestino y caballero', Fritz Lang matizó la euforia por el triunfo aliado en la II Guerra Mundial y advirtió de la proliferación nuclear.

El soporte blu-ray da buenas noticias cinéfilas que pasan casi desapercibidas, como el relanzamiento de títulos de dominio público previamente editados en condiciones deficientes. Aun sin beneficiarse de costosas res­tauraciones, el uso de nuevas transferencias digitales dignifica enormemente la difusión de películas como Clandestino y Caballero. Rodada tras el triunfo aliado, esta obra supuso un curioso epílogo a la trilogía antinazi que Fritz Lang (quien previamente había dirigido Metró­polis, de connotaciones filototalitarias) firmó durante la II Guerra Mundial. Estaba formada por El hombre atrapado, Los verdugos también mueren y El ministerio del miedo.

El filme explica la historia de un científico reconvertido en espía para entorpecer el programa atómico del Eje. Tras descubrir que los colegas extranjeros que lo lideran están amenazados por Berlín, el protagonista aguardará en territorio hostil que se ejecuten diversos rescates. Los momentos de espera tensa, de interacción con la resistente italiana que le protege, acabarán siendo parte fundamental de una obra alejada del entusiasmo frívolo de otras ficciones del momento. Algo que debe considerarse más allá del circunstancial adormecimiento del Hollywood probélico: Lang ya había prescindido de la épica incluso en westerns como Espíritu de Conquista.

El guion de Clandestino y Caballero viene firmado por dos escritores perseguidos durante el macarthismo. La muerte de Franklin D. Roosevelt inició un ajuste de cuentas con el New Deal y con el “antifascismo prematuro” que devoraría a guionistas como Ring Lardner Jr. y Albert Maltz. Pero antes del estallido del terror rojo, ambos acertaron al hacer de Clandes­tino y Caballero una muestra temprana de advertencia sobre la proliferación nuclear, que también pretendía cuestionar la posibilidad de un mundo unipolar.

Segura­mente el aviso hubiese sido más poderoso si los productores no hubieran prescindido de unos minutos finales que dinamitaban el final feliz conservado. Era ese toque adulto y sin contemplaciones que Lang tuvo dificultades para incorporar en sus producciones americanas, condicionadas por una autocensura institucionalizada que ya había deformado Furia. Con todo, la película no es en absoluto desdeñable. Qui­zá no es esbelta como El Ministerio del Miedo, ni vibrante como El Hom­bre Atrapado. Pero incluye una memorable lucha cuerpo a cuerpo y algunos diálogos de un pacifismo que se afirma por sí solo, en lugar de oponerse a un enemigo exterior. Su duración superior a la media del thriller de entretenimiento puro, además, no sólo baja las revoluciones de su motor narrativo: sirve además para construir una trama romántica más humana, y un cierto clima de gravedad.

La figura de Gina, esa luchadora abatida de quien se enamora el héroe, también contribuye a escenificar un presente miserable ante el cual el americano parece un turista de la guerra. Es la parte negativa del autorretrato colectivo que dibujaron de sí mismos los EEUU prointervención, y que los responsables de la película parecen materializar en su personaje principal. El físico entra reticente en un combate desinteresado por un bien superior, y se horroriza por los actos violentos que debe realizar, pero también es un inconsciente que desconoce el dolor de la ocupación o de la cercanía con la trinchera. En esos minutos finales perdidos, el científico detecta la imposibilidad de que su país posea en solitario la capacidad atómica. Esta proclama, eliminada por deprimente o por políticamente incorrecta, hubiese reforzado los diálogos iniciales del protagonista, sus lamentos sobre la decidida persecución humana de un mayor poder destructivo sin que importe el deseo de crear.

Y hubiera supuesto la culminación de una obra que se quedó a medio camino en su crítica del autorretrato de los EE UU en guerra, pero que presenta suficientes elementos de interés como para merecer una revisión.

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