Tokio 2020: maldición, negocio y covid

Los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 llegan con un año de retraso, marcados por la pandemia y con el empecinamiento de la organización a celebrarlos a pesar de tener en contra una fuerte oposición popular

Foto: Ehimetalor Akhere Unuabona (Unsplash)

Los XXXII Juegos Olímpicos de Tokio han comenzado este miércoles. El viernes, 23 de julio de 2021, un año más tarde de lo previsto, arrancan de forma oficial, con la ceremonia inaugural. El COVID-19 hizo parar al mundo en 2020. También al deporte. El 24 de marzo de ese año, trece días después de que la Organización Mundial de la Salud declarase pandemia al SARS-CoV-2, se tomó la decisión de posponer los Juegos por un año. La cita olímpica -que aún mantiene el nombre Tokio 2020– llega irremediablemente marcada por un virus que hasta ahora ha dejado más de cuatro millones de muertes en el planeta, y bajo una fuerte oposición popular a su celebración.

Los eventos deportivos de estos Juegos, que se prolongarán hasta el domingo 8 de agosto, se disputarán por vez primera sin espectadores en las gradas, ni siquiera de origen local. Japón se encuentra actualmente en estado de emergencia, al menos hasta el 22 de agosto. El cuarto desde que se originó la pandemia. Y aunque en la primera ola el país asiático no sufrió tanto como otros, la situación ha cambiado drásticamente en los últimos meses. La nación registra un incremento de contagios que presiona su sistema de salud, y crecen las críticas hacia un proceso de vacunación que comenzó demasiado tarde.

Un mes antes de la ceremonia inaugural, el 23 de junio, cientos de personas salieron a las calles de Tokio para mostrar su rechazo a la celebración de los Juegos por considerar que podría incrementar el número de contagios de COVID-19 y hacer más largo el camino hacia la recuperación. De hecho, en los últimos meses, las voces contra los Juegos se han multiplicado entre la población nipona, incluidos sindicatos médicos, hasta llegar a un 80% según una encuesta realizada por medios locales. El 43% de las personas preguntadas se mostraba a favor de cancelarlos y el 40% de posponerlos nuevamente.

A pesar de ello, el Comité Olímpico Internacional (COI) -el mandamás de este negocio-, las autoridades del país, entre ellas locales, y los integrantes del comité organizador insisten en que las competiciones se realizarán de manera segura y bajo unos protocolos estrictos. El discurso es el mismo que han mantenido a lo largo del último año sobre que los Juegos Olímpicos de Tokio serán "la prueba de que la humanidad ha superado el virus". Mientras, en la Villa Olímpica, donde se albergarán hasta 11.000 atletas, ya han comenzado los primeros contagios. Durante los Juegos se realizarán 80.000 test antiCOVID al día. La organización asume una media de siete positivos diarios y que, al menos, el 80% de las y los deportistas estén vacunados.

La economía, una vez más, por encima de la salud. Y es que, cancelar los Juegos Olímpicos de Tokio, y los Paralímpicos que tendrán lugar del 24 de agosto al 5 de septiembre, supondría una pérdida para Japón de 13.560 millones de euros, según un informe del Instituto de Investigación Nomura (NRI, por sus siglas en inglés). El informe sostiene que los Juegos a puerta cerrada dejarán un beneficio de 15.240 millones de euros en el país asiático, apenas 146 millones de euros menos que si se realizaran con presencia de público. El NRI también afirma que la emergencia sanitaria ha provocado una pérdida de 17.440 millones de euros.

En Japón se habla de la maldición de los Juegos de Tokio. Una superstición que nació el siglo pasado. Esta es la segunda vez que la capital nipona acoge la cita más importante del calendario deportivo mundial, y también la segunda en la que se ve obligada a retrasarla. Los primeros Juegos Olímpicos en Tokio estaban previstos para 1940. Pero el mayor conflicto bélico que ha conocido la humanidad, la Segunda Guerra Mundial, obligó a posponerlos hasta 1964. Japón tardó décadas en resurgir de los escombros y la ceniza. En 1964 el encendido de la antorcha, uno de los momentos más esperados en unos Juegos, corrió a cargo de Yoshinori Sakai, nacido el 6 de agosto de 1945 en la ciudad de Miyoshi, población situada actualmente en Hiroshima. Sakai llegaba al mundo el mismo día que EEUU arrojaba a Little Boy, el macabro nombre con el que bautizaron la bomba atómica que asesinó a decenas de miles de personas en su ciudad.

Casi seis décadas después, el 25 de marzo de 2021 la antorcha olímpica inició su recorrido desde Fukushima. En esta ciudad, también de triste recuerdo por el desastre nuclear justo diez años antes, ha comenzado este miércoles el programa olímpico con un partido de sóftbol entre las selecciones femeninas de Japón y Australia. Si no hay cambios de última hora, la llama entrará el viernes en el Estadio Olímpico de Tokio para encender el pebetero en la ceremonia inaugural. Un evento que tendrá lugar 365 días después de la fecha en que estaba previsto. Aunque la sensación es que llega demasiado pronto.


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