Fallece Manuel Lapeña Lapeña: con la verdad, pero sin justicia ni reparación

Este domingo se fue y su padre y su tío, los hermanos Lapeña, todavía no han vuelto a Aragón, siguen enterrados en Cuelgamuros a la espera de que el Gobierno español de luz verde a los trabajos de recuperación de los restos

Lapeña exhumación
Antonio Ramiro y Manuel Lapeña Altabás.

Este domingo, 12 de septiembre, Manuel Lapeña Lapeña se fue con 97 años. Después de décadas luchando para sacar a su padre y su tío de Cuelgamuros, se marcha como tantas otras víctimas del fascismo con la verdad por delante pero sin justicia ni reparación.

De nada ha servido que en marzo de 2016 consiguiera junto con su hija Puri Lapeña la primera sentencia del Juzgado de Primera Instancia nº 2 de San Lorenzo del Escorial que reconocía el derecho a la “digna sepultura” de los restos de Manuel y Antonio Ramiro Lapeña y, por tanto, su exhumación.

Este domingo se fue y su padre y su tío todavía no han vuelto a Aragón, siguen enterrados en Cuelgamuros a la espera de que Patrimonio inicie los trabajos de recuperación de los restos.

Cinco años después de esa sentencia y tras varios informes que confirmaban que es seguro para el equipo arqueológico recuperar estos restos, el Gobierno español aprobó este marzo un presupuesto de 650.000 euros para las labores de recuperación de 50 víctimas, entre ellas, los hermanos Lapeña. El siguiente paso era que el Ayuntamiento de San Lorenzo de El Escorial aprobara la licencia para las exhumaciones y así lo hizo este junio. Sin embargo, nada se ha movido en el valle y las familias continúan a la espera de que se inicien los trabajos de exhumación de los restos.

Su yerno Miguel Ángel Capapé explica a AraInfo que “por culpa del Gobierno, de la dejadez y lentitud del gobierno no se ha podido conseguir” que Manuel recuperara los restos de su padre y su tío. “El Gobierno del PP no quiso saber nada y este Gobierno que dice que sí que quiere saber, está haciendo cosas pero los resultados no los vemos”, lamenta.

De hecho, el primero y único en salir de Cuelgamuros hasta la fecha ha sido Francisco Franco. El objetivo del dictador con el traslado de los más de 30.000 cuerpos hasta el Valle de los Caídos era que permanecieran bajo su yugo incluso cuando estuviera muerto.

Los hermanos Lapeña

El padre y el tío de Manuel fueron asesinados hace 85 años por su militancia anarquista al estar afiliados a la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) en la localidad de Villaroya de la Sierra. Manuel era técnico veterinario, mientras que su hermano Antonio Ramiro ejercía como herrero.

El cuerpo de Manuel fue encontrado en el barranco de la Bartolina de Calatayud (Declarado Bien de Interés Cultural como un Lugar de Memoria), quedando registrada su muerte el 14 de agosto de 1936, casi un mes después de su desaparición. Fue enterrado en una fosa común, y en 1959 trasladado al Valle de los Caídos por orden del Ministerio de Gobernación y sin el consentimiento de su familia.

Antonio Ramiro huyó en octubre de 1936. Terminó entregándose y fue fusilado. Sus restos también fueron a parar al Valle de los Caídos. En ninguno de los dos casos existe constancia de juicio que les condenara a muerte.

Una herencia imborrable

Para Manuel ya es tarde pero su lucha y sus ansias de justicia se han convertido en una herencia para su familia, como han recordado algunas organizaciones memorialistas como MHUEL, tanto su hija Puri, como su yerno Miguel Ángel Capapé, son dos figuras fundamentales en el movimiento por la memoria histórica y democrática.

Esta herencia la podemos ver en las imágenes de Purificación Lapeña en 2018 a las puertas del Valle de los Caídos cuando Patrimonio le impidió entrar para exigir el cumplimiento de la sentencia.

fusilados lapeña
Purificación Lapeña, nieta y sobrina nieta de Manuel y Antonio Ramiro Lapeña que fueron enterrados en el Valle de los Caídos. Foto: MHUEL.

También está presente en el trabajo de Miguel Ángel Capapé en ARICO y en cada exhumación fotografiando el trabajo de los equipos arqueológicos allá donde es posible abrir una fosa común.

Ante la pregunta de si continuarán con la lucha que inició Manuel, Capapé lo tiene claro: “Vamos a seguir, que no les quepa duda que no les vamos a dejar tranquilos. Mi suegro ya no está pero queda gente mayor todavía que ahí están y les corre prisa, les sigue corriendo prisa. Ya que no lo ha visto uno que lo vean el resto”.

Manuel se ha ido pero ha dejado en herencia una vida contra el olvido.

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