Desenterrando décadas de silencio en Gurrea de Galligo

Durante dos semanas, ARICO y el Equipo Arqueológico Forense de Aragón han llevado a cabo los trabajos de exhumación de 14 vecinos de Gurrea y uno de Zuera asesinados por el fascismo la noche del 29 de septiembre de 1936, la misma en la que mataron a nueve mujeres que yacen en otra fosa cercana. La matanza respondió a una represalia al más puro estilo nazi en un municipio de fuerte resistencia antifascista, dejando familias enteras deshechas y una huella de miedo que perdura hasta hoy.

Restos exhumados en la fosa de hombres de Gurrea de Galligo | Foto: Iker G. Izagirre (AraInfo)

El silencio, triste protagonista en Gurrea de Galligo durante décadas. En esta pequeña localidad de la comarca aragonesa de A Plana de Uesca, de poco más de 1.400 habitantes, el fascismo sembró terror. Ese tipo de horror que enmudece voces, convierte la tristeza en vergüenza y apaga la memoria casi hasta el olvido.

Durante 16 días, sin descanso, en jornadas de 12 horas, desde el 25 de noviembre hasta el pasado sábado, 10 de diciembre, la Asociación por la Recuperación e Investigación Contra el Olvido (ARICO) y el Equipo Arqueológico Forense de Aragón (EAFA), con el valioso apoyo de cada persona voluntaria que se ha acercado a ayudarles, llevaron a cabo los trabajos de exhumación en una de las seis fosas comunes ubicadas en el término municipal de Gurrea, a petición de varios familiares. En concreto, en la mayor de todas ellas. Una cuneta al pie de la carretera que conduce hasta la autovía Uesca-Zaragoza y en la que yacen desde hace 86 años los restos de 15 hombres. A muy poca distancia de la otra gran fosa, donde están enterradas nueves mujeres. Entre estas 24 personas hay vínculos familiares. Todas ellas fueron asesinadas por el fascismo el 29 de septiembre de 1936. En una trágica noche de venganza teñida en sangre.

"En Gurrea deshicieron familias enteras. Hay un padre y un hijo en la fosa, dos hermanos y su primo. Estamos viendo cosas salvajes. Están apareciendo evidencias muy claras de muertes muy violentas", explica a AraInfo la historiadora Cristina Sánchez, una de las integrantes del EAFA, el equipo técnico responsable de estos trabajos, en el que también se encuentran los arqueólogos Javier Ruiz, Ana Rubio y Ricardo Gayán, la antropóloga Miriam Gracia y el asesor Ismael Sanz, entre otros profesionales, además del presidente de ARICO, Miguel Ángel Capapé. Un equipo curtido en mil batallas tras participar en decenas de las intervenciones realizadas en los últimos años en Aragón en las que han logrado exhumar a 162 víctimas de la represión franquista. Exhumaciones como las de Sádaba y Farasdués de vecinas y vecinos de las Cinco Villas, cuyos restos reposan desde este verano en el cementerio de Uncastillo tras recibir el merecido homenaje.

Pudimos visitar la exhumación el 6 de diciembre, doce días después de que comenzaran a excavar. Fue el único momento en el que el sol les recibió con los brazos abiertos, sin ese frío helador y la aguanieve que les ha acompañado en las tareas desde que llegaron a Gurrea. Tras dejar la furgoneta en un campo colindante, pasada la fosa de mujeres, entramos por un pequeño camino de barro hasta la zanja de 18 metros abierta en el suelo. Allí es donde encontraron "los restos de 15 individuos aparentemente masculinos, lo que coincide con el listado de nombres que tenemos", detalla Cristina. Todos los cuerpos estaban bocabajo, salvo uno, añade. Junto a los restos han recuperado un reloj de bolsillo, una boquilla de pipa, mecheros, papel de fumar, alpargatas, muchas hebillas y botones. Diversos objetos personales que dan alguna pista más de las vidas de sus dueños.

A falta de la confirmación oficial, que llegará con los resultados del análisis del ADN, se trataría de 14 hombres de Gurrea. Agricultores, labradores, jornaleros y obreros, sin una militancia destacada. Los hermanos Viñau Bescós, José de 31 años, soltero, y Manuel de 29, casado, con un hijo, y su primo, Vicente Viñau Bueno, también de 29 años. Mariano Til Luna (31 años) y su padre, Mariano Til Polo (74 años). José Sánchez Bescós (43 años), casado, con dos hijos de 15 y 6 años; Leoncio Viñau Aranda (40 años), casado, con tres hijos; Jesús Tris Domeque (40 años), casado, con dos hijos; Jesús Laplaza (27 años); Julián Domeque Sarraseca (26 años); Francisco Vallés (55 años); Miguel Palacio Plasín (44 años), el guarda municipal; y Jesús Sus Domeque. El último gurretano identificado sería Antonio Pilacés Ramón (32 años), casado con María Ibort Til (30 años), también asesinada esa noche. Dejaron a dos hijos huérfanos, Antonio y Dalia. La decimoquinta víctima en esta fosa sería un vecino de Zuera, Antonio Tobías Ordobás, de 30 años de edad, obrero ferroviario y sindicalista de la CNT.

La ya citada María Ibort Til es una de las nueve mujeres enterradas en la segunda fosa más grande de Gurrea. Junto a ella se encuentran María Luisa López (14 años), la víctima más joven conocida de Aragón enterrada en una cuneta, Francisca del Pilar Solano Marco (17 años), Felicidad Martínez Arnalda (23 años), María Til Mairal (47 años), Isabel Torralba, Antonia Tris Sin (72 años), María Arnalda Torralba (47 años), e Hipólita Vallejo Martínez (49 años), natural de Osera.

Un mechero y papel de fumar, algunos de los objetos personales hallados en la fosa | Foto: Equipo Arqueológico Forense de Aragón

"Elige, cae ese o cae otro"

Martín (nombre ficticio), es vecino de Gurrea y familiar de una de las 15 víctimas de la fosa de hombres. No quiere dar su nombre porque "no quiero ningún protagonismo". Habla como "uno más de los nietos que tienen a sus abuelos enterrados en esta cuneta". Tanto la fosa de hombres como la de mujeres fueron significadas en una ceremonia celebrada en octubre de 1979. Junto a las planchas de hormigón que las cubren colocaron sendas cruces. Pero en ninguna de ellas figuran los nombres de las personas asesinadas ni las circunstancias precisas de su muerte.

"Todos los años con mi padre limpiábamos la zona", recuerda Martín. "Hasta que no se puso la cruz en 1979, en esta fosa no se podía entrar. Fueron los hijos e hijas las que adecentaron el terreno, sulfatando el campo o construyendo un puente improvisado entre el barro. Aquí han labrado hasta cerca de la fosa, y no han ido más allá porque estaba marcada". Cuando colocaron las cruces "algunos familiares querían poner todos los nombres, pero la mayoría no quiso, y no se hizo", nos cuenta para recordar con tristeza que "ha pasado el tiempo, se ha ido muriendo mucha gente. Antes traían flores. Estaba esto lleno para Todos los Santos. Ahora cada vez hay menos flores. La mayoría de los familiares han muerto. Solo queda uno directo, tiene 90 años y está en la residencia".

Miguel Ángel (nombre real) ha llevado un termo con café caliente a las personas que trabajan en la fosa. Junto a Martín es uno de los familiares y de los pocos vecinos de Gurrea que han visitado los trabajos asiduamente. Ya estuvo implicado en la exhumación del verano de 2017, la primera que se llevó a cabo en el municipio. En el paraje conocido como Monte Puilatos se encontraban los restos de otros dos jóvenes asesinados, con un tiro en la nuca, por los falangistas en agosto de 1936: Ramón Navarro Sus y el tío abuelo de Miguel Ángel, Saturnino Til Luna -hermano del entonces alcalde de Gurrea, Ramón Til Luna, que huyó del pueblo tras la toma por los golpistas-. En la fosa ahora exhumada tiene a otro tío abuelo y al padre de éste -Mariano Til Luna y Mariano Til Polo-.

"Estas dos fosas [la de los hombres y las mujeres] se han quedado así durante estos más de cuarenta años porque había miedo. La gente no lo hablaba abiertamente. Incluso dentro de las familias de víctimas se decía: 'Déjalo estar. No revuelvas'. Lo pasaron muy mal, y seguía existiendo el temor de que algo parecido volviera a ocurrir", afirma Miguel Ángel que califica de "imposible de entender" lo sucedido aquí. "No tenían militancia activa. No los mataron por ser miembros destacados de algún partido o sindicato. Los mataron por pura venganza, por lo que pasó con el tren. Había que matar a 14, los tenían en una lista, supuestamente. Y cuando llegó esa lista al Ayuntamiento, alguien dijo: '¿Hostia, pero cómo vas a matar a fulanico?'. 'Pues elige, cae ese o cae otro".

Una lista de 14 que terminó siendo de 15. Así lo cuenta Miguel Ángel: "Mi tío abuelo había huido, pero su novia estaba embarazada. Entonces volvió. Lo quisieron apresar para fusilarlo, pero al no encontrarlo cogieron a su padre. Cuando el padre estaba en el camión para llevarlo a la cuneta, descubrieron al hijo escondido en la leñera. No liberaron al padre. Se llevaron a los dos para matarlos. Por eso el padre no estaba en la lista, y al principio se creía que eran 14 en la fosa. Pero han salido los 15".

Martín añade datos a la historia. "Yo siempre he oído que mi abuelo está aquí porque tenía un hermano republicano en el frente, y no lo podían coger. El hermano vino dos veces a buscar a la familia, y le dijo a su hermano, mi abuelo: 'Vete que te matarán'. Y mi abuelo respondió: 'Pero si no he hecho nada, porqué me voy a marchar'. Y al agujero", cuenta con rabia.

Cruz en la fosa de mujeres, ubicada a unos metros de la de los hombres | Foto: Iker G. Izagirre (AraInfo)

"La matanza de Gurrea respondió a una represalia al más puro estilo nazi"

¿Qué pasó en este pequeño municipio de la comarca de A Plana de Uesca? Las respuestas a esta pregunta las encontramos en el libro "Entre las raíces: recuperando la memoria histórica y oral de Gurrea de Gállego y La Paúl", un exhaustivo estudio de Luis Antonio Palacio Pilacés. Este historiador, natural de Zaragoza pero de padre y madre gurretanos, y que ha escrito casi una decena de libros vinculados a la memoria, es otro de los familiares con un pasado marcado por la represión. En la fosa de mujeres yace su abuela materna, María Ibort Til. En la de hombres tiene al marido de esta, Antonio Pilacés Ramón, su abuelo materno, y a un tío abuelo por parte de padre, Julián Domeque Sarraseca.

En el libro "Entre las raíces", señala que en 1936 Gurrea de Galligo contaba con 1.500 habitantes y una fuerte implantación de las izquierdas. Durante todo el periodo republicano el Ayuntamiento fue del Partido Socialista. También la CNT tenía fuerte presencia en la zona. En la insurrección anarquista de diciembre de 1933 fueron detenidos 18 vecinos, mientras en la cercana Alcalá de Gurrea se proclamó el comunismo libertario. Tras el levantamiento militar del 18 de julio de 1936, muchos vecinos se organizaron. Tomaron el cuartel de la Guardia Civil y sin apenas armas resistieron hasta el 23 de julio contra un ataque del ejercito con artillería y aviación. La mayoría de los antifascistas pudieron huir al monte y muchos cruzar las líneas enemigas. Pero la represión se centró en las familias. 97 personas, según los datos del Mapa de Fosas de Aragón, fueron asesinadas por el fascismo durante la guerra, en campos de exterminio, y la posguerra. Muchas de ellas mujeres, incluidas ancianas y niñas.

Luis lo tiene muy claro: "La matanza de Gurrea respondió a una represalia al más puro estilo nazi". El frente discurría un poco más allá de Gurrea, entre Almudévar y Tardienta. "Estaba a la orden del día que pasaran grupos de milicianos buscando objetivos militares por la zona, particularmente la vía del ferrocarril de Zuera-Turuñana, lo que es El Canfranero que entonces iba por la otra vía que se abandonó en los años 70. Los mandos fascistas sabían que esos grupos de milicianos estaban integrados por gentes de los pueblos del lugar, del triángulo formado por Gurrea, Alcalá de Gurrea y Almudévar, una zona muy combativa contra el fascismo. Por eso se vengaron con la población que se quedó en los pueblos. Gente que siendo de izquierdas no tenía una militancia activa, o incluso gente que no era de nada y que no tenía ningún compromiso político", detalla.

Cuenta que unos días antes de la matanza hubo un sabotaje contra el puente del ferrocarril, y en represalia fusilaron a otros siete hombres de Gurrea. El día de la matanza, el 29 de septiembre de 1936, "los milicianos volaron un tren de pasajeros que iba vacío. Murió el jefe del tren. Y esa noche, como represalia, los falangistas asesinaron a 15 personas en Zuera y a 24 en Gurrea -los 15 hombres y las 9 mujeres que están enterradas en ambas fosas-". "Todas estas personas fueron asesinadas por el mero hecho de ser familiares de gente que se había escapado de la zona", denuncia Luis.

Sus abuelos "eran muy jóvenes, apenas 30 años". "Eran gentes de izquierdas, pero no especialmente comprometidas. Mi abuelo debería de haber escapado, pero como tenía dos hijos pequeños, de 5 y 3 años de edad, deduzco que no se fue por esto. Mucha gente decidió no huir por no abandonar a la familia", continúa Luis. Las víctimas de esta matanza "no tuvieron nada que ver con los sabotajes. Una de las mujeres asesinadas, Antonia Tris Sin, tenía 72 años e iba a misa todos los días. En la misma fosa están dos chicas muy jóvenes. María Luisa López de 14 años, cuyos hermanos eran militantes anarquistas de la FAI. Poco antes habían matado a su padre. La otra joven asesinada era Francisca Solano, de 17 años. Francisca estaba 'fichada' porque su padre llevaba el bar de la UGT en Gurrea, y porque se 'atrevió' a salir con una bandera republicana en una manifestación", añade.

"No hay palabras para la crueldad de matar a estas niñas", sentencia Luis que se opone a hablar de "rencillas" porque ese término "se ha utilizado para quitarle carga política a las matanzas". "Los que vinieron de Zuera a matar venían a matar a ‘una banda de rojos’ cuyos nombres se los había facilitado gente de Gurrea. A esta gente la mataron por simpatizar con las izquierdas o por ser familiares de gente de izquierdas. Si hubieran sido de derechas no los hubieran matado. La masacre fue política", zanja el tema.

Pero esta no fue la primera matanza de mujeres en la zona. "Poco antes, ya habían asesinado a cinco en Villanueva de Galligo. El ensañamiento que hubo en Gurrea fue brutal. Mataron a más mujeres que las que asesinaron en Chaca e incluso que en Uesca. Hay muy pocas fosas en Aragón que tengan más mujeres enterradas, están las de Farasdués, Albarracín, Gea de Albarracín, y luego la de Gurrea", anota el historiador.

"Una huella de miedo que dura hasta hoy"

En conversación telefónica hablamos con Arturo R.E. Al igual que Luis, Arturo es historiador, nació en Zaragoza, y su madre y padre en Gurrea. También es descendiente de represaliados. A su bisabuelo materno lo mataron los fascistas en Almudévar. El mismo brazo ejecutor acabó con las vidas de los hermanos de sus bisabuelos paternos. Este militante del PCE Aragón es una de las personas que han estado trabajando como voluntarias en la exhumación. Tras su primera visita, público un hilo en Twitter contando la historia.

Arturo destaca la "fuerte resistencia antifascista organizada en Gurrea en los primeros meses de la guerra", a pesar de caer en zona controlada por los militares sublevados a pocos días del golpe de estado contra la República. "Era una zona muy combativa porque mucha gente trabajaba en las obras del pantano de La Sotonera, y había gran influencia de anarquistas y sindicalistas que se contagió en el pueblo". "Aquí hubo muchísima represión. Eso dejó huella, una huella de miedo que dura hasta hoy", lamenta.

Su abuela le contaba que, tras los asesinatos, mucha gente de Gurrea se marchó. "Algunas personas volvieron en la década de los 60 porque había trabajo. Pero el pueblo se quedó medio vacío. Había muchas casas tapiadas. El pueblo quedó traumatizado", relata. Un ejemplo claro de ello es que en su familia "se contaba la historia el revés, como protección. Mi bisabuela había sido encarcelada por los golpistas, pero a sus nietos les contaron que habían sido ‘los rojos’. Hablamos de finales de los años 60 y principios de los 70. Este terror, en un lugar tan pequeño como Gurrea, se puede extrapolar a cualquier zona del frente".

Exhumación de la fosa de hombres de Gurrea de Galligo | Foto: Iker G. Izagirre (AraInfo)

Piedras en el camino

La exhumación recién finalizada de la fosa de hombres en Gurrea no ha sido tarea sencilla. "Si preguntas en el pueblo oirías de todo. Mucha gente está en contra de esta dignificación. Casi nadie ha venido a ver los trabajos de exhumación, ni siquiera por curiosidad por saber que pasó en tu pueblo, que les pasó a las personas que convivieron con tus abuelos. Muchos descendientes de las familias que no tuvieron víctimas lo siguen viendo normal, a día de hoy piensan que 'si están aquí enterrados es porque algo habrán hecho", lamenta Miguel Ángel. A lo que Martín añade: "La mayoría de los culpables de que nuestros familiares fueran asesinados aquí ya han muerto, pero de muerte natural, no como nuestros abuelos".

La madre de Miguel Ángel, Ángeles Guayar, "lo llevó muy mal". "Su ilusión era sacar de las fosas a sus familiares, que habían sido fusilados y dejados allí de cualquier manera. Ya ha muerto, y solo pudo ver la exhumación de la primera fosa, la de 2017, pero esta no. Yo me he implicado en esto porque quería ver cumplidos los deseos de mi madre. Pero no ha habido muchas facilidades. Llevamos tanto tiempo y nadie hemos hecho nada. Han pasado cinco años desde la primera exhumación. Lo deseable hubiera sido haberlo hecho cuando los familiares directos estaban vivos. Pero entonces había aún más miedo que ahora".

Luis sostiene que lo de estas dos fosas "ha sido un poco sui géneris". Recuerda que "a principios de los años 60 se les ofreció a nuestros familiares levantarla, pero decidieron no hacerlo, básicamente por un motivo aleccionador. Pensaban que dejándolas como estaban serviría para recordar siempre la matanza y para que los asesinos se avergonzasen. Pero yo tengo mis dudas de que ninguno sintiera vergüenza. Habían pasado poco más de 20 años desde la guerra, era otro contexto. Ahora sigue habiendo familiares que quieren respetar la opinión de sus padres y dejar las cosas como están. Pero otra gente pensamos que 60 años después no podemos seguir atados por una decisión que en ese momento era comprensible, pero creo que ya no lo es. Porque una vez que desaparezcamos los nietos, que ya quedamos menos... ¿Quién se va a ocupar de esto?".

Cristina Sánchez, del Equipo Arqueológico Forense de Aragón, incide en esto. "En un principio, algunos familiares se mostraron contrarios a proceder a la exhumación porque los parientes directos de las víctimas, hijas e hijos, no querían. Consideran que dejar las fosas como están era la única forma de mantener viva la memoria colectiva y de que nunca se olvidara en el pueblo". Al final, "las familias han accedido, tras muchas conversaciones con el Equipo Arqueológico y con ARICO en las que les explicamos que sería posible habilitar una placa con los nombres y un monolito que recuerde siempre lo que pasó, y que esto no es excluyente de que se exhumen, se identifiquen genéticamente y reposen donde a ellos y ellas les hubiera gustado estar, en un nicho digno junto a sus familiares".

En este sentido, Luis expresa su deseo: "Es algo que aún no hemos decidido, pero la idea, al menos la mía, es, una vez exhumados e identificados, llevar los restos al cementerio y poner una placa común con todos los nombres. Y recordar de algún modo los puntos donde están situadas las fosas". Además, Luis se queja de la ubicación actual de la fosa de mujeres, anclada "al lado de una granja de cerdos, un sitio muy poco indicado para el recuerdo".

"Tenemos que adelantar todo el dinero de nuestros bolsillos"

El Equipo Arqueológico Forense de Aragón durante los trabajos en la fosa de Gurrea | Foto: Iker G. Izagirre (AraInfo)

ARICO y la EAFA han tenido que hacer frente a otros problemas. Problemas que se repiten en casi todas las intervenciones realizadas, adelantar todo el dinero porque las subvenciones del Gobierno de Aragón siempre llegan tarde, y son insuficientes. Esta es ya una denuncia habitual de las entidades memorialistas aragonesas. "Tenemos que poner el dinero de nuestros bolsillos, hacer los trabajos de exhumación o tomar las muestras de ADN para enviarlas a un laboratorio de Navarra. La empresa genética con la que trabaja la DGA no nos manda los resultados a nosotros o a las asociaciones promotoras. Hace dos años que enviamos muestras de una exhumación en Alcanyiz y aún no sabemos nada. Hay víctimas del franquismo de primera y de segunda. Esta María Domínguez y luego todas las demás", critican.

En concreto, para esta exhumación cuentan con 17.000 euros, pero con 21% de IVA. Así que se queda en 13.430 euros para todo. La financiación procede de la Secretaría de Estado para la Memoria Democrática del Gobierno español, pero ésta la transfiere al Gobierno de Aragón, que la gestiona. El dinero "no fue transferido a Aragón hasta comienzos de octubre de este año y hay que acabar las intervenciones y los informes correspondientes antes de final de año, lo que hace inviable muchas exhumaciones".

Ante este panorama, la exhumación de la fosa de mujeres no llegará este año, a pesar de que las familias que han contactado con ARICO y el EAFA "nos están pidiendo que empecemos cuanto antes los trabajos". "Pero no podemos darles una fecha ni siquiera aproximada porque no tenemos financiación, ni sabemos cuándo va a ser posible tenerla", explica Cristina Sánchez. Quizás en 2023.

Búsqueda de familiares para las pruebas de ADN

Por si esto fuera poco, Cristina también expone que "muchos familiares han venido a la exhumación molestos porque no se les había comunicado ni pedido autorización. Nosotras como Equipo lo entendemos perfectamente. La administración no colabora en este proceso, es un trabajo extra que hacemos nosotras, pero no tenemos unas 'páginas blancas' con el listado de familiares. Iniciamos los trabajos de exhumación con las solicitudes que tenemos esperando que el boca a boca y la difusión en prensa sirvan para llegar a poder contactar con las familias. Nosotras buscamos a los familiares, y las familias necesitan contactar con nosotras, pero no tienen una oficina a la que acudir, no tienen una persona de contacto con el Gobierno de Aragón, ni la administración hace esa labor. Es un punto infructuoso, malo tanto para las familias como para el Equipo".

Pese a todo, ARICO ya dispone de la mayoría de las muestras de ADN necesarias para realizar los análisis genéticos de los restos de los hombres y mujeres asesinados en Gurrea en la noche del 29 de septiembre de 1936, aunque la identificación "irá muy lenta", lamentan. Esta asociación memorialista sigue buscando a cualquier familiar de las siete víctimas que faltan: Antonio Tobías Ordobás, Jesús Sus Domeque, Jesús Laplaza, Felicidad Martínez Arnalda, María Til Mairal, Isabel Torralba y Antonia Tris. Cualquier persona que pueda aportar alguna información puede ponerse en contacto a través del correo electrónico equipoarqueo@gmail.com. La hora de romper el silencio ha llegado.

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