El placer salva vidas: este 25N, y siempre, tú pones los límites

Dentro de todas las violencias que las mujeres sufrimos, se encuentra la violencia sexual y el mal llamado “deseo sexual” de los agresores, la mitología de la víctima perfecta y el sentimiento de derecho. Este Día Internacional Contra la Violencia Machista hablamos de cómo recuperar el sentimiento para pasar del consentimiento al deseo en la cama, en las calles y en los juzgados.

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Foto: Dainis Graveris.

Este 2020 contra todo pronóstico y con una pandemia atravesada en el pecho que no nos deja respirar ni disfrutar (cualquier parecido con el machismo no es casualidad) queremos reivindicar el derecho al placer y al deseo. Dentro de todo ese gran amasijo de violencias que las mujeres sufrimos, se encuentra la violencia sexual y dentro de ella, el mal llamado “deseo sexual” de los agresores, del consentimiento, de la víctima perfecta y del sentimiento de derecho.

Sí, hablar de violencia machista también es hablar de quién puede desear y qué puede desear, como ya decía Carole S. Vance en 1989, “en la vida de las mujeres la tensión entre el peligro sexual y el placer sexual es muy poderosa”.

Cristina

La primera vez que nos planteamos el tema fue con Cristina y la sentencia de este octubre contra su agresor, el fallo lo condenaba por siete delitos contra la intimidad, o lo que al parecer es lo mismo que hacer cientos de fotografías de las piernas, las nalgas y la zona genital de chicas jóvenes, muchas de ellas menores.

La sentencia da la razón a las denunciantes, era imposible obviar tal arsenal de imágenes, pero hay una expresión que aparece repetida una y otra vez y que denota que la educación sexual (feminista) no ha llegado ni a los colegios ni a los juzgados, las fotografías “no obedecían a otro fin que el de satisfacer los deseos sexuales del acusado” o “las fotografías que hacía con el fin único de satisfacer sus instintos sexuales”.

Eso que tú sientes no es deseo

Este tipo de términos nos enseñan un relato del ser humano (a.k.a El Hombre Hetero Cis) como un ser impulsivo que de manera innata e irrefrenable no puede controlar sus deseos. Así lo explica la activista feminista, psicóloga y sexóloga, Lurdes Orellana, “tenemos la capacidad de gestionar todo aquello que sentimos y vivimos. Si no nos enseñan las maneras de vivir la frustración, los bloqueos emocionales y el propio género provoca que las personas gestionen sus problemas de una manera totalmente ilegítima. Una cuestión que nada tiene que ver los deseos sexuales”.

“Los deseos sexuales son algo estupendo, algo que nos mueve, nos motiva, conlleva un respeto, un cuidado, un placer personal y un placer mutuo, una empatía, una escucha activa del otro cuerpo, es decir, los deseos sexuales son algo estupendo y maravilloso que nada tiene que ver con el abuso de poder ni con la fuerza, ni con la agresión, ni con la violencia”, subraya.

De hecho, el uso de ese tipo de términos en los tribunales, en la prensa y en la política solo sirve para “seguir manteniendo el imaginario que legitima la violencia y el uso de los cuerpos de las mujeres como un objeto pero sobre todo tergiversa la idea de la sexualidad y del placer”, recuerda Orellana.

L.

Sobre cómo opera el patriarcado para legitimar su violencia sabe mucho L., por desgracia. Ella y el 6,5% de las mujeres de más de 16 años que han sufrido violencia sexual fuera de la pareja y el 14,2% dentro de una relación. Hace unos días, esta joven se enfrentó al juicio en el que denunciaba a un hombre por violación, la defensa del acusado asegura que fue consentido porque después del “acto sexual” se comportó de una forma que no corresponde con el de una persona objeto de una violación.

El viejo truco de la cultura de violación o de culpar a la agredida por no ser “la víctima perfecta”. En el caso de L, al parecer, no debería haber ayudado a su agresor, del que dependía para volver a casa, a colocar los triángulos de preseñalización después del accidente que sufrieron cuando volvían del polígono donde la violó. Tampoco era para la defensa legítimo que tardara unos días en procesar lo ocurrido por que según asegura “al día siguiente intercambiaron Whatsapp en los que no se trasluce que fuera víctima de una agresión”.

La psiquiatra, Ángela Sánchez Bernal, aseguró en el juicio que si no se resistió fue por el “miedo intenso y paralizante al pensar que podía ser asesinada”. Así, a diferencia del estereotipo de víctima, aseguró que esta es una actitud muy común, “ante una situación de peligro inminente para la vida, las personas pueden reaccionar intentando huir, o como fue el caso, quedando totalmente paralizadas”. Sobre este punto, L. insiste a AraInfo en remarcar que a diferencia de lo que intenta vender la defensa “cada persona lo afronta de una manera diferente, que la sociedad al tender a la culpabilización de la víctima, las víctimas nos da miedo denunciar, nos encontramos perdidas”.

Una estrategia fallida en esta ocasión, este mismo 24 de noviembre L. recibía el fallo de la sentencia: 10 años de prisión por un delito de violación. Al margen de la pena de cárcel y de que todavía existe la posibilidad de que recurran la sentencia, L. asegura sentirse “muy aliviada aunque las secuelas siguen por desgracia”. El texto asegura que las declaraciones de la denunciante siempre han sido claras y persistentes a diferencias de las de él.

Esta no es la primera vez que este agresor se enfrenta a esta situación porque como explica a AraInfo la propia denunciante, tiene antecedentes por abusos y acoso sexual en 2017. ¿De qué sirve una condena si no hay una reeducación detrás que enseñe a Los Hombres Hetero Cis a tener relaciones sexuales sanas y deseadas?

La cárcel no es la solución

Ya lo explicaban hace poco más de un año desde el colectivo antipunitivista CAMPA, las cárceles no son feministas, y al margen de las sentencias y el castigo al que nos tiene acostumbradas el capitalismo, es fundamental trabajar con los agresores para reeducar su deseo. Lurdes Orellana advierte que la línea en este sentido sería la de “un trabajo terapéutico en el que estén presentes la empatía, las diferentes opresiones que sufren los géneros y la importancia del placer compartido”. En definitiva, aprender a ‘follar bien’.

Pero, ¿qué pasa con nosotras? ¿Otra vez nos hemos olvidado de nuestros deseos? ¿Cuándo toca hablar de nuestros placeres?

Del temor sexual al placer

En 1983, Amber Hollibaugh ya defendía a capa y espada el derecho de las mujeres a correr riesgos sin tener que ser juzgadas por no ser una “buena mujer” o la feminista perfecta. Ella, una ex trabajadora sexual lesbiana y gitana de ascendencia española, escribía lo que parece que todavía sigue tan presente en 2020: “Las mujeres en nuestra cultura viven con el temor sexual como una segunda piel. En todas nuestras conversaciones sobre el sexo nos hemos centrado en aquella parte de nuestra sexualidad en la que éramos víctimas”.

Hemos de reconocer que en 40 años algo ha cambiado, si bien la sociedad ha avanzado más rápido que el Código Penal. Este 25N es un buen momento, como cualquier otro, para exigir que a partir de ahora el consentimiento tiene que venir acompañado con el deseo expreso, con la confirmación de que aquí disfrutamos todas. A veces vemos a hombres hetero cis confundidos sobre qué quiere decir lo de “sí es sí”, esto que parece millenial pero que en los 80’s Hollibaugh ya reivindicaba: cualquiera que ha visto disfrutar a una mujer tiene alguna noción sobre lo que quiere decir “sí es sí”. Otro dato del estudio del Instituto Aragonés de las Mujeres: el 20% de los hombres consideraban que presionar a la pareja para mantener relaciones sexuales no era una violación.

El sentimiento de derecho

El sentimiento de derecho es justamente esto, que las mujeres sientan que tienen el derecho a compartir el placer, a sentirse valoradas y a ser capaces de poner límites antes, durante y después de follar ya sea en la cama, en las calles o en el juzgado. Este sentimiento es el mismo que nos impulsa a denunciar o a salir de la espiral de la violencia machista, pero también tenemos que estar fuera para acogerlas en nuestros brazos (friendly reminder para las instituciones y los medios de comunicación). De hecho los datos así lo demuestran, el 81,9% de las mujeres que han buscado ayuda formal o informal han roto su relación de maltrato, un año más el feminismo salva vidas. En el caso de L. no mantenía una relación con su agresor pero reconoce que sin la ayuda de su psiquiatra no habría denunciado, “ella en consulta un día y medio después me vio tan afectada y tan ‘ida’ del mundo que me sonsacó lo sucedido, y hasta que no me encontraba en el hospital con el protocolo yo no era consciente de la denuncia, todo por miedo”.

Por eso, como nos ha enseñado este movimiento social, es hora de honrar a las que alzaron la voz para hacernos más felices. Este 25N es un buen momento para empezar o seguir conociendo nuestros cuerpos, nuestros placeres y nuestras emociones, de experimentar con nuevas fantasías, solas o en compañía, con o sin succionador, de romper con lo que debería gustarnos, con quién debería gustarnos o hacia donde deberíamos dirigir nuestro deseo. Este 25N, y siempre, tú pones los límites.

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