[Diario de viaje de #BielayTierraTeruel] 8ª etapa: Castellote, Mas de las Matas, Aguaviva y Foz Calanda

Castellote, Mas de las Matas, Aguaviva y Foz Calanda. Estos son los destinos de esta séptima etapa de Biela y Tierra a su paso por las comarcas del sur de Aragón. Sus gentes, la sostenibilidad y sus tierras son los proyectos protagonistas para hoy.

Manolo cosechando.

Castellote, 23 de agosto del 2021

Castellote es la última de nuestras paradas en el Maestrazgo. Empezamos la jornada con Javier Oquendo, persona de referencia en la comarca desde hace años, defensor del territorio y actualmente portavoz de la Plataforma a favor de los Paisajes de Teruel. Nuestra conversación comenzó hablando de la comarca, “su riqueza vegetal y animal es indiscutible. Puedes encontrar casi todas las aves rupícolas más importantes que existen: águila perdicera, culebrera, quebrantahuesos, buitre leonado… “. El sector turístico encuentra en estas dos riquezas, patrimonial y natural, elementos claves para su desarrollo en el Maestrazgo: pueblos con casas solariegas, enclaves como el río Guadalope o el nacimiento del río Pitarque… El sector agroalimentario y la elaboración artesanal son aliadas del turismo.

El paisaje, el patrimonio medioambiental y el sector turístico junto al sector agrícola-ganadero están en peligro actualmente no solo en el Maestrazgo, sino en toda la provincia y en muchos puntos del Estado español. “En Teruel hay siempre una amenaza latente de convertirnos en terrenos de residuo porque somos un lugar muy poco poblado. Hace 15 años fue el fracking y en este momento las macrocentrales eólicas y fotovoltaicas es la mayor amenaza” nos contaba Javier. La implantación de macrocentrales energéticas industrializa esos lugares, expulsando la agricultura de esos territorios y convirtiendo nuestros montes en áreas industriales. “En este momento el desarrollo de proyectos es impresionante. Hace año y medio, cuando surgió la Plataforma, había dos macroproyectos, ya hay tres sobre la mesa, muchos otros más pequeños y la amenaza de otros dos macroproyectos. Cuando hablo de macro son proyectos de más de 300-400 MW. Eso significa entre 150-200 molinos cada uno”. La Plataforma en poco tiempo ha conseguido coordinar a más de 140 personas y movilizado a miles. Parte de su labor se centra en informar de los proyectos que amenazan el territorio y asesorar para alegaciones. “No hay ninguna comarca que no tenga planteado algún proyecto. En algunas es auténticamente impresionante lo que va a quedar, únicamente centrales desplazando actividades tradicionales. Se habla de lo que van a generar pero no de lo que van a destruir. Hay que poner en la balanza ambas cosas y, a partir de ahí, tomar decisiones”. Otra de las labores es desmontar falsos mitos, como la creación de puestos de trabajo o el asentamiento de población. En otros territorios con centrales eólicas el resultado no ha sido ese.

Cartel de protesta por las macrocentrales eólicas.

La Plataforma a favor de los paisajes de Teruel surgió cuando “nos preguntamos ¿es esto lo que queremos para la provincia o queremos otras cosas? No queremos que se muera, evidentemente, tampoco que se paralice. Queremos que se apueste por otros modelos”. Desde la Plataforma repiten: renovables sí, pero ¡así no! Una de las grandes ventajas de las renovables es que el viento y el sol se dan en todas partes, lo que permite generar energía donde se necesita, abriendo el camino a distintas soluciones. En el modelo de las energías renovables hay dos caminos: o los macroproyectos diseñados, construidos y controlados por grandes empresas o los pequeños proyectos de autoconsumo junto a la generación distribuida. Esta última hace referencia a la generación y consumo a nivel local y la venta de excedentes para zonas que no lleguen a producir toda la energía que necesitan. “Y lo que sea excedente consumirlo cuanto más cerca mejor porque hay entre un 10 y un 15% de pérdidas de la eficiencia energética en el transporte, y son pérdidas que asumimos los consumidores”, nos explicaba Javier.

Con Javier Oquendo.

En la pequeña localidad de Luco, en el Jiloca están organizando la primera comunidad energética de Aragón, una agrupación de socios que, voluntariamente y con participación cooperativa, establecen sus objetivos en la obtención de beneficios energéticos, sociales, medioambientales y económicos. Como dicen “las comunidades energéticas son una pieza clave en la reorganización de la producción y distribución de energía que permiten aprovechar los recursos renovables allí donde están y son una puerta abierta para la participación activa de los ciudadanos en el sistema energético”. María de Luco nos contaba varias ventajas: mayor eficiencia en el consumo y reducción del gasto en las viviendas; implantación de renovables desde el respeto y el compromiso de la comunidad, en lugar de apostar por grandes proyectos de espaldas a los ciudadanos; desarrollo de la economía local; fortalecimiento de la comunidad; redistribución de beneficios; protección del medio ambiente, la biodiversidad, el suelo y promoción de la eficiencia de recursos. En Luco lo tienen claro y han lanzado un crowdfunding para recoger toda la ayuda que sea posible. ¡Bravas gentes de Luco!

Los macroproyectos energéticos se apoyan en la deslocalización de los recursos de algunas zonas para servir a otras. Se aprovechan los desiertos demográficos, “llegan a esta mal llamada España vaciada o vacía, donde el terreno es más barato para producir energía y llevarla a otras zonas. Por ejemplo, el último proyecto presentado en Teruel va desde la parte norte de la provincia, del Jiloca hasta la zona de Híjar (Bajo Martín). Lleva 20 parques asociados a una gran línea que va desde Cutanda hasta Begues, a pocos kilómetros de Barcelona. ¿Qué sentido tiene producir aquí para que 284 km después esa energía se vaya a una central y a partir de ahí se distribuya? Las zonas que más energía consumen son País Vasco, Barcelona y Madrid y los proyectos se instalan en Cantabria, en Tarragona, en Teruel, en Zamora”. Contó también cómo en otros países, por ejemplo, Alemania, están desmantelando las centrales nucleares pero no están instalando centrales de energías renovables, ¿de dónde les va a llegar la energía?

“Nos encontramos ante una nueva burbuja especulativa como fue la vivienda. Las empresas invierten solamente para especular” nos contaba Javier. En España hay un consumo máximo de 40 GW diarios. Y, a día de hoy, hay proyectados 140-160 GW. “Es como cuando se seguía construyendo pese a que había miles de casas vacías”. Hay que valorar que ya existe un gran sobredimensionamiento del sistema eléctrico con 110 GW instalados. La potencia instalada es el 250% de la máxima demanda que se registra a lo largo del año. ¿Para qué queremos tanta energía? Desde Aliente, Alianza Energía y Territorio, advierten que esa sobredimensión no es contra el cambio climático ni para producir nuestra energía. “En el fondo, lo que se ha decidido es que seamos el granero energético de Europa”, advierte Luis Bolonio, portavoz e impulsor de Aliente. Una idea parecida a las macrogranjas industriales de porcino. Aquí se instala la granja, se exportan los cerdos y nos dejan los purines.

A lo largo de nuestra ruta nos hemos encontrado con personas a favor de la instalación de macroproyectos en sus pueblos. La dotación presupuestaria de los ayuntamientos con poca población es irrisoria, no pueden poner en marcha nuevas iniciativas o mantener adecuadamente sus infraestructuras. Se encuentran entre la espada y la pared y ven la solución a sus problemas económicos. Los impuestos asociados a la construcción y a la actividad de producción de energía revertirán en los municipios. Nos preguntamos si depender de presupuestos asociados a actividades gestionadas por grandes empresas es una solución sostenible. Como decía Javier “los entiendo pero no lo comparto. No pongamos en manos privadas los servicios públicos”.

Son muchas las funciones ecosistémicas y de mantenimiento de los territorios que durante siglos se realizan desde las zonas rurales. Esto nunca se ha traducido en ningún tipo de dotación económica para sus municipios. La fragilidad económica en la que se encuentran está asociada a la falta de legislación adaptada a la realidad rural. Si las leyes se diseñaran y aplicaran con perspectiva rural no habría pasado desapercibida esta importante labor y las dificultades asociadas a la falta de población. No se pueden encontrar soluciones sencillas a problemas complejos: necesidad de producción de energía limpia, lucha contra la despoblación o mantenimiento del territorio. Pasó hace años con el turismo, o los macroproyectos de ganadería industrial que tantos problemas medioambientales generan. Las soluciones deben integrar la diversificación y el acuerdo de las distintas partes. Es fundamental analizar los impactos de la red de tendidos eléctricos y de las plantas energéticas a gran escala, la dependencia de recursos no renovables, el reparto de costes y beneficios, o los efectos reales sobre la población local. Esta mirada más amplia obliga a priorizar el ahorro y la eficiencia como pilares del nuevo modelo, tal y como insta la Unión Europea.

A finales de 2020, veintitrés científicos españoles expertos en conservación de aves y murciélagos alertaron a través de una carta publicada en la revista Science de los daños irreversibles que puede ocasionar esta expansión acelerada y desordenada. Y la Plataforma Ciudadana para una Transición Ecológica Justa denuncia que estos proyectos no garantizan una transición democrática para el conjunto de la sociedad, el territorio y la biodiversidad. Mientras tanto, voces menos oportunas apuestan porque los pájaros puedan esquivar los aerogeneradores.

Para ampliar el foco de esta problemática, hemos hablado con Marta Cañada, directora técnica de Abora Solar e Ingeniera especializada en energías renovables, quien priorizaba la planificación de las soluciones. “Se habla mucho de la descarbonización asociada con la electrificación y es una mirada estrecha porque la mayor parte de energía que se consume no va asociada a la electricidad, que representa solo el 17% del consumo mundial. El transporte supone un 32% y la mayoría de energía consumida a nivel mundial es en forma de calor (51%). Al alcance de todo el planeta tenemos un recurso natural que produce calor: el sol calienta. La mayoría de energía que consumimos es calor. Y el método más sencillo de producción de energía es la solar térmica, puesto que no supone ni transformación, solo captación. Sería lógico pensar en producir sosteniblemente más calor que electricidad y sin embargo solo se habla de producción eléctrica, principalmente de fotovoltaica, eólica e hidrógeno.

Existen muchas tecnologías para aprovechar el calor del sol, algunas son: captadores térmicos planos, captadores de tubos de vacío, de concentración e incluso paneles híbridos capaces a la vez de producir electricidad. Estas soluciones se pueden implementar de forma distribuida e individual o de manera compartida, en otros países como Dinamarca llevan más de 30 años realizando calefacciones de distrito (district heating), instalaciones de solar térmica que producen el calor consumido por un barrio o un pueblo. La descarbonización debe planificarse en función de los consumos y la tecnología existente, dentro de los límites del planeta".

La transición para dejar los combustibles fósiles es urgente y en este proceso no hay soluciones fáciles. Quizá la irresponsabilidad sea imponer este modelo a gran escala, sin planificación ni participación pública, que está provocando una tremenda reacción social, creciente en muchos territorios. La polarización que nos hemos encontrado es muy dolorosa: divisiones y enfrentamientos entre vecinas y vecinos de un pueblo, entre pueblos e incluso entre comunidades autónomas limítrofes. Javier decía: “habría que promover un proceso de diálogo entre las partes para ver cómo planificamos y ordenamos el territorio, hacia dónde queremos ir. Porque lo que no podemos hacer es dar bandazos. Hace 10 años apostamos por el turismo, 10 años después decimos que el turismo no es solución y vamos a las renovables. 10 años después escucharemos que las renovables no dan rendimiento. Hace falta planificación sosegada, sensata y apoyada en gente con conocimientos y capacidades para ver hacia dónde queremos ir e ir todos juntos. Sin duda, yo creo que ese es el futuro deseado”.

Por suerte en Castellote los molinos no son lo único que marca su presente ni su futuro. Nos encontramos con Pili y Pepe que nos enamoraron con su sencillez y su pequeño establecimiento La Bodega, una tienda donde tomar algo e incluso hacer presentaciones de libros. “Mi pasión es la lectura. Es la única tienda con librería y prensa de todo el Maestrazgo”, decía Pili. Apuestan por los productos locales y artesanos e incluso verduras de su propia huerta que Pepe y Jorge, padre e hijo, cultivan junto a los almendros y olivos. A Pili le viene esto de familia, su bisabuelo tuvo el primer estanco de la provincia en Cuevas de Cañart que siguen regentando. Tomando un aperitivo en La Bodega nos encontramos con Cristina de La Solana campo y vida, una catalana que, buscando un cambio de vida, se mudó con su marido desde Ripollet. “La huerta nos llama un montón. Empezamos por un cambio de hábitos de consumo en Cataluña y al llegar aquí nos pusimos a producir”. Venden cestas de hortalizas ecológicas y complementan su economía con labores. Amira y Jesús forman El Tao de la Tierra, un espacio que busca compartir el amor hacia uno mismo y hacia la madre Tierra para el bien común. Se encuentran en una masía en la que quieren recuperar la conexión del ser humano con la naturaleza y realizan talleres, retiros, baños de bosque y actividades relacionadas con los ciclos de la mujer. Y no son los únicos con respeto por la naturaleza. En EANA (Escuela de Actividades en la Naturaleza) hace 30 años que trabajan por la educación ambiental desde una antigua mina de carbón restaurada. Principalmente realizan dos actividades: aula de la naturaleza para colegios y campamentos de verano. Nació de la ilusión de cuatro maestros convencidos de la necesidad de acercar el “conocimiento del medio, las plantas y concienciar sobre la importancia de la naturaleza a los escolares” nos dijo Javier. Este proyecto está buscando relevo para poder seguir construyendo infancia y juventud consciente y sensibilizada.

Con Pilar en La bodega.

Mas de las Matas, 24 de agosto del 2021

Nos dejamos rodar, cuesta abajo, hasta Mas de las Matas, en la comarca del Bajo Aragón. Tras las montañas turolenses volvimos a tierras de cultivo: frutales, huerta, forraje y cereal. Llegamos para encontrarnos con Araceli y Manolo, de La Huerta en Casa. Queríamos comprar pan y Araceli nos dijo: “la panadería de Mas de las Matas no funciona como en otros sitios”. En los años 60 había 5 hornos de pan en el pueblo, se pusieron de acuerdo y subieron el precio. Las gentes de Mas de las Matas se organizaron y abrieron un horno de leña colectivo, la Cooperativa San Sebastián. Se ubicó en un antiguo centro de la C.N.T. “Cuando llegué aquí me sorprendió mucho, íbamos a comprar sin dinero, solo con las cartillas. Mi suegro dejaba el grano cada año y eso se traducía en pan para la familia. 100 kg de harina eran 50 panes” nos contó Araceli. Y no es de extrañar, ya en tiempos anteriores estas tierras habían estado ligadas a la historia de la colectivización. “Esta no es la única sorpresa. He quedado con Noelia para que os cuente más cosas del pueblo”.

Manolo cosechando.

Noelia, de la oficina de turismo de Mas de la Matas, nos regaló una visita guida de la Ruta del Agua, un recorrido por el pueblo. “Se puede hacer por libre. En cada parada hay un código QR que enlaza a un audio grabado por vecinas y vecinos con anécdotas” explicó Noelia. El agua es muy importante en Mas de las Matas. Tres son las acequias que recorren el pueblo que hasta hace bien poco estaban al descubierto, como el lavadero de los patos en el que algunas familias los criaban. Las acequias pasan por debajo de algunas casas y hay cuatro lavaderos todavía activos. ¡Qué bonito el lavadero del brazal y el del molino con las plantas y flores que cuidan las mujeres del pueblo! Mas de las Matas, regado por el Guadalope, tiene una fértil vega.

La economía está basada en la agricultura y ganadería. La familia de Araceli y Manolo, con La Huerta en casa, hace huerta en ecológico y tienen frutales, cereal, forraje y ovino, por supuesto en extensivo. “Manolo siempre ha estado vinculado a la cooperativa y antes vendíamos ahí toda nuestra producción. Para casa teníamos otra huerta en la que no echábamos nada que no fuera el fiemo de nuestras ovejas. Y claro, cuando la gente probaba nuestras hortalizas, flipaban. Pensamos ¿igual podemos transformar la huerta y hacerlo en ecológico? ¿Y por qué no convencer a más gente de la cooperativa?” nos contaba Araceli. Y así empezaron siete personas cultivando en ecológico para vender en cestas, directamente a familias. La vida da muchas vueltas, Araceli y Manolo se han quedado solos produciendo en ecológico, junto a Sonia de Abenfigo. “Pronto vimos que lo mejor era abrir una tienda en el pueblo de productos ecológicos. Fuimos ampliando: herboristería, semillas, plantas y flores... Vamos viendo las necesidades y nos adaptamos” explicaba Araceli. ¡Es una suerte para este pueblo tener una tienda así! Mas de las Matas conserva pequeño comercio muy variado y como nos contaba Araceli “lo tenemos claro, para que se mantenga el comercio es esencial que todas consumamos en el pueblo”. Durante el confinamiento los productores locales fueron básicos para mantener el suministro “las grandes cadenas surtían primero a las ciudades. Nosotros seguimos trabajando igual, en la tienda y online. Nadie quedó sin servir”.

Con Noelia visitando el molino.

Para la Huerta en Casa la relación directa es fundamental. Cada miércoles “Manolo hace una ruta y yo otra. Llegar a las casas, que te agradezcan tu trabajo, compartir cómo está la huerta o resolver sus dudas es lo mejor” nos contaba Araceli. Manolo defiende la venta directa porque “los pequeños productores deben comercializar por ellos mismos, si no, no hay futuro, no sale rentable”. Diversifican al máximo y cierran ciclos. Manolo nos contaba “tenemos cereal y forraje para alimentar el rebaño de ovejas que nos proveen del estiércol para abonar” y reducen al mínimo los insumos externos. “Cuando termino de cosechar los cultivos de la huerta no hay mejor desbrozadora que nuestras ovejas”. Tienen dos rebaños, uno de segureña y otro de ojinegra. Esta última es una raza autóctona de Teruel que se promocionó hace unos años para evitar que se extinguiera. Todas sus parcelas están certificadas en ecológico “con este sello aseguramos a quienes no nos conocen que nuestra producción está libre de tóxicos”.

“Cuando estudiaba siempre nos decían que lo importante era producir más. Se llevaba mucha cantidad al mercado y no se vendían las producciones. Y claro, el tortazo por esos kilos que no se vendían nos lo llevábamos los agricultores, no los técnicos. Prefiero producir menos y de mayor calidad, en ecológico. Al principio nos decían que estábamos locos y que el ecológico no llevaba a ningún sitio. El trabajo y el tiempo nos han dado la razón” decía orgulloso Manolo. La realidad del sector primario es compleja. “Las administraciones nos ponen muchas trabas, sobre todo burocráticas” decía Araceli. Les ha costado 3 años conseguir los papeles para la granja de huevos ecológicos que han proyectado. Manolo nos contaba que hacen falta más productores en ecológico “llevan años llamándonos para exportar pero nosotros lo tenemos claro, queremos vender cerca y directamente”. Por suerte, su hijo Saúl se ha incorporado. “A mí me parece bien que siga pero quería que estudiase. Hizo el grado medio y superior de electricidad y luego se formó en Movera, Zaragoza, en agricultura y ganadería ecológica” nos dijo Araceli.

Manolo con las ovejas.

Araceli es un cascabel, se mete en todos los ajos: teatro, asociaciones, entrevistas… ¡Incluso fue la protagonista de un capítulo en el Canal Arte! Siempre anima y dinamiza. “Cuando vienes de fuera es importante incorporarte a las actividades, la gente te abre las puertas” reflexionaba. Llegó de Alcañiz aunque su familia era de un pueblo de Cuencas Mineras, Las Parras de Martín. Sus padres, Urbano y Balbina, “dejaron todo porque no querían que nos dedicásemos a la mina y nos fuimos a Alcañiz”. Allí tenían una pequeña vaquería que complementaban trabajando para otra gente y llevaban fruta a la sierra para vender. “Mis padres fueron emprendedores y muy valientes. Tenían siempre presente diversificar. Igual de ahí me vienen todas estas cosas y mi espíritu inquieto” recordaba Araceli.

El agua, en Mas de las Matas, aparte de regar su fértil vega, ha sido una fuente de generación de energía esencial para el desarrollo local. La visita que hicimos con Noelia terminó en el molino, una espectacular joya de patrimonio industrial. “El primer molino que hubo en este emplazamiento data de 1750. En aquella época, Mas de las Matas se reveló contra el señor de Camarón que controlaba el único molino de la zona y consiguieron abrir su propio molino colectivo”, nos explicó Noelia. Fueron modernizándose e incorporando mejoras hasta que llegó el sistema austro-húngaro de molturación, que es el que se puede visitar actualmente. Una impresionante estructura de madera organizada a lo largo de tres pisos nos dejó con la boca abierta. Esta magnífica obra de ingeniería se encontraba desmontada hasta que un grupo de mujeres, de un taller de empleo, dedicó 2 años a su restauración y montaje. ¡Enhorabuena y gracias por este trabajo! “Una de las peculiaridades es su verticalidad. El trigo, la harina y otros productos siguen un circuito que los conduce de una máquina a otra en un continuo subir y bajar para completar tres fases: limpieza, acondicionamiento y finalmente la molienda” detalló Noelia. Para hacer funcionar esta compleja máquina se utilizaba una turbina que convertía la energía del agua de la acequia en energía mecánica para el molino y, además, en energía eléctrica para uso del pueblo y de una fábrica que había al lado. El molino no está en funcionamiento, pero la turbina sigue generando energía eléctrica.

Mas de las Matas es uno de los ejemplos de colectivización y desarrollo industrial que estuvo presente en muchos pueblos de Teruel. Molinos, batanes, minas, hornos y fábricas conforman un rico patrimonio industrial. No dejan de ser fuentes dignas de estudio para comprender formas de vida de tiempos pasados, además de reflejar los valores de una sociedad que se reconoce en ellos. La historia rural de Teruel incluye un desarrollo industrial que permitía diversificar la economía de las zonas rurales y fijar población. Las políticas de los dos últimos siglos han favorecido el desarrollo industrial exclusivamente en las ciudades dejando sus pueblos como suministradores de materias primas y mano de obra para la industrialización urbana. Según el estudio sobre patrimonio industrial rural de Teruel publicado por Luis, Antonio y Neus, de Recartografías, “la efímera y limitada industrialización y protoindustrialización de Teruel ha dejado tras de sí numerosas poblaciones con sociedades desestructuradas, terrenos contaminados, impactos paisajísticos e infraestructuras en desuso”. Nos preguntamos si ese será el futuro para las macrocentrales que se proyectan.

Ricas manzanas ecológicas.

Apoyar y mantener sector primario, favorecer la transformación de materias primas en el propio territorio y completar la economía local con otras actividades, como las pequeñas industrias y obradores artesanales, son elementos clave para que los recursos y el valor añadido de los productos reviertan directamente en el territorio.

Reflexiones que miran al futuro y nos despedimos de Mas de las Matas con el presente de La Huerta en Casa, un negocio que se sostiene con mucho trabajo y convencimiento. El apoyo de la familia es indispensable: Esther, la hija pequeña, siempre que puede, echa una mano en la tienda y en verano, Lucas, sobrino de la familia y enamorado de la bici, también. Estas relaciones de confianza se dan más allá “nuestros clientes son amigos y Sonia, nuestra socia, es como de la familia”. Fue un placer descubrir cómo, con esfuerzo y entrega, esta familia ecológica sigue adelante.

Aguaviva, 25 de agosto del 2021

Pedaleando entre el río Guadalope y el río Bergantes, en una antigua ermita restaurada, encontramos matraces y vasos de precipitados, una campana extractora, tres impresoras 3D, un reómetro, básculas de precisión, una mezcladora planetaria, un autoclave, una incubadora… Esta descripción parece que se adecúa más a un laboratorio que a una ermita, ¿verdad? Pues es que, en Aguaviva, un pueblo de unos 500 habitantes, tienen un espacio que es las dos cosas a la vez.

Llegamos a Aguaviva y nos dirigimos directamente a Santa Bárbara sin saber mucho lo que nos íbamos a encontrar. Esta ermita fue bombardeada en la guerra civil y hace 20 años la restauraron como espacio polivalente para actividades culturales y comunitarias, allí fuimos a dar una charla y a visitar a la siguiente iniciativa. Al llegar nos quedamos con la boca abierta, el color azul eléctrico de sus paredes contrasta con las bóvedas semidestruidas y la piedra. Una restauración muy original, complemento perfecto para un proyecto innovador. La segunda planta actualmente acoge a BIVO, centro de investigación en tejidos orgánicos, bioestructuras y biomateriales. BIVO rompe los esquemas: por tener un laboratorio en una ermita, por ser un equipo de jóvenes investigadores y por apostar por la investigación y el desarrollo en un pequeño pueblo de Teruel. Está formado por siete personas de entre 23 y 38 años: Belén, biotecnóloga, Amada, bióloga, Magda, química, Damián, ingeniero de materiales, Eva, diseñadora industrial, Lucas, biólogo y Sergio, ingeniero industrial.

Laboratorio BIVO dentro de la antigua ermita Santa Barbara.

Lucas nos decía que es “toda una experiencia y una oportunidad poder trabajar como investigador en un centro como este y en un pueblo de Teruel a 15 km de mi casa”. Micelio es el proyecto en el que investiga Lucas. Desarrollan material 100% orgánico y biodegradable, compuesto únicamente por sustratos vegetales en el marco de la economía circular. “Mi papel es desarrollar metodologías de cultivo de micelio de hongos de distintas especies sobre sustratos vegetales para conseguir materiales orgánicos con propiedades mecánicas altas. El sustrato que utilizamos para la producción del hongo proviene de deshechos originarios de la actividad agraria: como paja, restos de poda, etc. Nuestra idea es recoger estos materiales, procesarlos y generar un producto que tenga un valor, una utilidad, un nuevo uso y, cuando su vida útil llegue a su fin, pueda volver al mismo campo en el que crecieron las plantas pudiendo ser abono orgánico o deshacerse en cualquier lugar sin dañar”. Nos mostraron distintos ejemplos de objetos que se pueden construir con este biomaterial y nos quedamos perplejas. “Por ejemplo, para Micelio, hemos desarrollado dos modelos de cascos de bicicleta. El enfoque más importante está destinado a la construcción para sustituir materiales de difícil eliminación. La versatilidad de estos materiales es muy amplia y siempre estamos abiertas a nuevas aplicaciones juntando la creatividad con la investigación. Estamos consiguiendo piezas que dentro de poco podrán ser de utilidad en algunas industrias”, nos contaba Eva, de Alcorisa. El trabajo de Eva y las tareas que realizan son más dinámicas: “los tres ingenieros actuamos de apoyo a los investigadores tanto en solución de problemas, búsqueda de aplicaciones, análisis de resultados, y diseño de productos en general".

Eva y Damián también colaboran en el proyecto de madera densificada analizando datos, estudiando sus propiedades mecánicas y creando nuevos moldes. “En este proyecto, a cargo de mis compañeras Magda y Amada, partimos de una madera natural, eliminamos parte de la lignina (componente de la madera que une todas sus fibras) para así aumentar su porosidad. Posteriormente lo prensamos en caliente y conseguimos que aumente su densidad. Modificamos sus propiedades mecánicas asemejándose así a algunos tipos de acero”. Con la madera densificada pretenden sustituir elementos de construcción como vigas, disminuyendo su tamaño y aumentando su degradabilidad, y también pequeñas piezas de herrajes o de automoción en forma de composite.

Casco de micelio y recubrimiento de madera densificada.

Eva ha sido una de las últimas incorporaciones a este equipo multidisciplinar que lidera Sergio. Sergio, de Barcelona, se trasladó a Aguaviva, el pueblo de sus abuelos, hace 3 años y BIVO nació hace, tan solo, 1 año. “Cuando decidimos montar el centro de investigación en Aguaviva se pensó que la ermita podía ser un buen lugar. Lo alquilamos al ayuntamiento, adaptamos el espacio y empezamos a montar muebles, no había nada”. El siguiente paso fue la contratación de personal en el que priorizaron los siguientes criterios: gente joven, de la zona y, a poder ser, mujeres. “Este centro es una oportunidad para que investigadores locales puedan desarrollar su actividad en su casa, para que no tengan que irse a los grandes núcleos urbanos. De alguna manera queremos demostrar que, en la España vaciada, en el medio rural, se puede hacer la actividad I+D” nos explicaba. Tiene las puertas abiertas para que la gente pueda entrar y acercarse a la labor investigadora. “Queremos despertar la curiosidad y que puedan ver que en su pueblo se hace ciencia”. Los prejuicios que la cultura urbano centrista nos han inculcado que encontrar un grupo de jóvenes investigadores con formación hubiera sido imposible en este rincón de Teruel. Nada más lejos de la realidad, este equipo de 7 personas demuestra lo erróneo de esta percepción.

BIVO alberga parte de dos cooperativas, Silvestrina y Biocore, que a su vez forman parte de la cooperativa de segundo grado Zoocánica. “Trabajan codo a codo en las tres líneas de investigación que llevan a cabo: micelio, madera densificada y tinta de impresión 3D de celulosa. “El hecho de ser una cooperativa de investigación nos permite a los investigadores formar parte de la toma de decisiones y decidir qué queremos investigar y qué no” nos explicó Sergio. ¿Una cooperativa de investigación? Como veis… Todo fueron sorpresas.

Este innovador modelo permite a las personas investigadoras ser soberanas sobre sus líneas de investigación y que sus avances repercutan de manera positiva y justa en la sociedad y en los territorios. Estas cooperativas nacen de la necesidad de reapropiarse de la investigación científica, de acercarla a la ciudadanía para que deje de estar excluida y alejada de la sociedad. Relocalizar y reapropiar esos conocimientos y saberes, para acercarlos al pueblo. El conocimiento no debe tener un único origen. Conocimiento que se genera desde los laboratorios y los centros de investigación, que se atesora en la memoria de los mayores de nuestros pueblos y que se pone en práctica en nuestros campos de la mano de campesinas y campesinos. Ese conocimiento nos pertenece y lo necesitamos para avanzar. Proyectos como Bivo permiten que la riqueza intelectual de las generaciones jóvenes de las zonas rurales pueda nutrir sus tierras y mostrar con su ejemplo que nuestros pueblos son lugares en los que se puede desarrollar cualquier tipo de actividad.

Sumamos la soberanía del conocimiento a las soberanías de las que ya hemos hablado: soberanía alimentaria, soberanía energética, soberanía de la alegría, soberanía de la educación, soberanía de la organización… Y sin duda todo pasa por la toma de conciencia. Estas soberanías nos harán avanzar y construir el futuro deseado.

Sergio y cúpula de paja y micelio de alta propiedades mecánicas.

Foz Calanda, 26 de agosto del 2021

No hace muchos años, en Foz Calanda, se realizaba el festival de artes escénicas Frutos festival. “¡Era increíble! Imaginaos el pueblo lleno de espectáculos, música, pintura, teatro… ¡Y más de mil personas venían cada año como público! Gracias a este festival nació Mermeladas El Ababol” nos contaba Manuela. Manuela, como muchas personas de la zona, elaboraba mermelada casera para aprovechar los excedentes de fruta en cada temporada. Empezó a ofrecerlos a la gente que venía al festival, “el primer año les gustó, el segundo repitieron y al tercero, la gente ya venía por el festival y por las mermeladas”. Así que decidió liarse la manta a la cabeza y montar un obrador. Había gente que le decía “¿pero vas a hacer mermeladas en un pueblo que todo el mundo se la hace en casa? Nadie te va a comprar”. Y Manuela pensaba: “hombre, si tanta gente viene preguntando por mi mermelada… Algo tendrá, ¿no?”.

Quería que cuando la gente probase sus mermeladas pudiese recordar el sabor real de la fruta y sentir la elaboración artesana. Estaba convencida de que quería hacerlo como se había hecho toda la vida: solo con fruta madura, azúcar, tiempo y paciencia para remover con calma en la cazuela. “Me costó dos años conseguir todos los permisos. Al principio me decían que las máquinas del obrador pueden causar molestias por los ruidos y vapores emitidos y yo pensaba, ¿el qué: la batidora o la cazuela? Después me decían que tenía que echar conservantes porque solo con azúcar no valía ¿pero si siempre se ha hecho así y aquí nadie se ha intoxicado? Cogí muestras de todas las mermeladas y encargué los estudios de vida útil al CITA”. Manuela nos contaba, como ya hemos oído otras veces, que los trámites burocráticos son una auténtica odisea. “O tienes muy claro lo que quieres hacer o al final, por desesperación, lo dejas. Yo creía mucho en mi idea, en mi producto. Mamen, amiga del pueblo, ya se dedicaba a la apicultura y envasaba su propia miel. Me dio muchos ánimos, me dijo que sí, que se podía, que adelante. Desde el ayuntamiento siempre me apoyaron también. Mucha gente sabía que, si conseguía todos los papeles del obrador, la mermelada sería un éxito. Así que… seguimos”.

Con Manuela en el obrador de Mermeladas El Ababol.

El obrador de Manuela es claro ejemplo de sencillez y sentido común, minimizando inversión, infraestructura y gastos. El fregadero es una bañera pequeña bien acondicionada para poder limpiar los botes y utensilios. La cocina es un fogón de aros de butano que utiliza con ollas de acero inoxidable y, en lugar de tener autoclave, esteriliza los botes con una marmita enorme al baño maría. “Mis puertas siempre están abiertas para mostrar mi pequeño obrador, compartir consejos y resolver dudas” nos contaba. Así es que cuando Mariví y David de Mari Golosa decidieron abrir en Lechago, vinieron a verlo. Manuela fue el primer obrador de mermeladas artesanas de Teruel y varios han pasado para conocerlo. Apoyarse entre los pequeños es fundamental y han creado un grupo para estar en contacto.

Manuela está ligada a lo rural, a la naturaleza, a los ciclos de su tierra. Proviene de familia agricultora y ganadera y ella siempre ha echado una mano en todo lo que hacía falta. “Una de las cosas que más me gustaba era embolsar” nos dijo. Como aprenderemos más adelante, en esta zona se embolsan los melocotones uno a uno para evitar que les pique la mosca. “Me gusta fijarme en los cambios. Mira, estas nubecillas ya son de septiembre. Y también fíjate en las golondrinas. Cuando se paran así en los postes es que ya se acerca el otoño” decía Manuela mientras una fila de golondrinas nos miraba desde los cables de la luz.

Mermeladas El Ababol trabaja todo el año. Tiene más de 70 tipos de mermeladas con sabores muy sorprendentes y deliciosos y, además, hace colaboraciones con chefs. “Una de las que más gustan es: borraja con avellanas y chocolate. Había tiempo que seguía el blog Las Borrajas del Copón, vi esta receta y le lancé el reto: la convertiré en mermelada. Me puse a hacer pruebas y salió. A día de hoy solo la elaboro para navidad y desde septiembre ya tengo encargos”. Manuela también piensa en hacer mermeladas más saludables y para todos los públicos “en las ferias a veces se acercaban personas mayores. Les ofrecía probar mermeladas y lo rechazaban porque no podían tomar azúcar. Así que pensé, si la fruta ya es dulce… ¿por qué no eliminar el azúcar y hacerlas solo con fruta? Solo necesito cocinarlas más y alargar el periodo de esterilización”. La base de todas las mermeladas de El Ababol es la fruta y su eslogan “El placer de comer fruta”. Los últimos productos que se ha lanzado a elaborar son los chutneys, salsas agridulces con frutas u hortalizas, vinagre, especias y azúcar, porque “quería hacer algo más allá de las mermeladas”. Nos contaba que tiene muchos sabores pero “no todas salen bien, muchas se las ha tragado la fregadera”. Pequeños proyectos como este forman parte de la vida de las artesanas y artesanos que los impulsan. La ilusión, la fuerza y el cariño son un motor esencial para que sigan adelante.

“Un producto artesanal, hecho con el corazón como el que yo hago, se tiene que vender también desde el corazón. Por eso, los distribuidores no funcionan. Al principio lo intenté pero prefiero vender directamente, bien a través de la venta online o en pequeñas tiendas gourmet. Es la mejor opción para tener un contacto cercano, es otra forma de que mi clientela viva lo que tiene en su tienda”. Manuela es muy activa en redes sociales, a través de ellas nos cuenta cómo elabora sus mermeladas y también comparte algunos de sus intereses y su vida cotidiana. Corazón y alma en cada pequeño bote.

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