[Diario de viaje de #BielayTierraTeruel] 6ª etapa: Alcalá de la Selva, Cedrillas, Cantavieja y Fortanete

El proyecto Biela y Tierra continúa recorriendo el sur de Aragón, esta semana nos acercan a Alcalá de la Selva, Cedrillas, Cantavieja y Fortanete.

Fortanete | Mapy y Juan con parte de su rebaño

Alcalá de la Selva, 9 de agosto del 2021

¿Qué hacen una doctora, un herrador y un veterinario en un pequeño pueblo de Teruel? Parece el comienzo de un chiste, ¿verdad? Pues se llama La Albarda y son tres jóvenes que apuestan por la ilusión: Marta, Miguel y Toni. Se conocieron estudiando veterinaria en Zaragoza y desde entonces son amigas, socias, es decir, familia. Al terminar la carrera, marcharon, con el programa de prácticas internacionales de cooperación de la facultad de veterinaria de la universidad de Zaragoza, a Latinoamérica: Marta y Miguel a Argentina y Toni a Guatemala. Miguel se volvió a Francia donde trabajó varios años y se formó como herrador. Marta y Toni siguieron viajando y, después de un tiempo, sus vidas volvieron a cambiar.

Marta y Toni en una de las fincas de Alcalá

Miguel, apasionado de los caballos, no desaprovechó la oportunidad de formarse en una de las mejores escuelas de herradores en Francia “conseguí la beca para los estudios, pero durante 2 meses me tocó dormir en la furgoneta. Cuando Marta se fue a Estados Unidos me fui con ella y allí seguí creciendo y trabajando en lo que más me gustaba, los caballos” nos contó Miguel. Es un referente: uno de los pocos veterinarios-herradores que se pueden encontrar y le llaman de distintos lugares del mundo para trabajar. Marta, una oscense brillante, hizo el doctorado en Auburn University en Alabama mientras era residente en medicina interna de equinos. Después estuvo en Nottingham y Glasgow y llegó un momento en que le pesaba estar lejos de la familia. “Durante muchos años volqué mi vida al 100% a la clínica y la investigación, mi trabajo. Cuando fui madre, paré y ahí me di cuenta del ritmo frenético que llevaba. En la baja maternal me replanteé mis prioridades”. Miguel y Marta querían vivir más cerca de los suyos así que empezaron a pensar en venirse a Teruel. “Nos vinimos a Alcalá de la Selva, el pueblo de Miguel, porque no queríamos que la vida se ajustase al trabajo, sino el trabajo a la vida. Apostamos por poner por delante nuestra manera de vivir”. Marta es la coordinadora del Centro de Innovación en Bioeconomía Rural del CITA en Teruel. “Me daba miedo dejar mi carrera como internista e investigadora. Miguel me ayudó a abrir la mente. Aunque yo me formé de una manera muy específica, esto no tenía por qué limitarme en mis capacidades profesionales, al contrario. Mi trabajo actual es muy diferente y estimulante porque siento que ayudo. Desde nuestro centro recopilamos iniciativas, las difundimos, hacemos transferencia de la investigación a la gente”.

Toni nos contó “yo con 17, sinceramente, no quería estudiar. Quería quedarme en Mosqueruela y estaba pensando en echarme unas vacas. Mis padres me animaron a hacer una carrera y estudié veterinaria.”. Volvió a su pueblo para ejercer de veterinario en la ADS (agrupación de defensa sanitaria) de la zona. “Toni es uno de los mejores veterinarios que se encuentran por aquí aunque él no quiera reconocerlo” nos dijo Marta. Algo tendrá en los genes de su abuelo que tenía una vaquería en Zaragoza y repartía la leche en la calle predicadores. Toni ha estado bastantes años de veterinario, la gente de la zona le conoce y confía en él, pero… ¡La cabra tira al monte! Toni quería vacas y tiene vacas.

Masía Casa Cañada, en Fortanete

Miguel y Marta en Alcalá de la Selva y Toni en Mosqueruela decidieron alquilar y comprar fincas, echarse unas vacas, y formar La Albarda hace tan solo 1 año. “Sales y empiezas a ver muchas cosas y te das cuenta de que lo tuyo no está tan mal. Al contrario, tu tierra, tu pueblo vale mucho” nos dijo Miguel. Las cosas han ido rodadas. Cogieron una masía y una finca alquilada en Fortanete mientras buscaban ganado. Y las vacas llegaron: Jesús José de Alcalá pensó en quitarse la ganadería para quedarse solo con la agricultura. Han conseguido 75 vacas y 4 toros: 58 Charolaise de Jesús José y el resto querían que fuese de una raza rústica. “Seguíamos buscando porque lo que nos interesa es tener dos líneas, una más rústica y otra más cárnica, para ver qué es lo que mejor va”. A través de Félix Martín y la asociación de criadores de raza serrana de Teruel (ASERNA) consiguieron los 5 ejemplares que ahora tienen. El rebaño se organiza en 3 lotes de 25 ejemplares, cada uno con su toro.

Buscan, investigan, tenían claro que el manejo tenía que ser en ecológico y lo más resiliente posible. Ya habían oído hablar del manejo holístico y el pastoreo rotacional. “Yo estoy leyendo el libro de Savory. Me gusta lo que leo. Creo que tiene sentido” nos contaba Toni. Esta lectura fue una recomendación de Agrocultivate, el equipo que les está acompañando como asesoría en la mejora de los pastos y manejo regenerativo que consiste en rehabilitar el suelo y mantenerlo productivo el mayor tiempo posible.

Con el pastoreo rotacional tratan de aumentar la carga animal en un tiempo corto de tiempo, así se simulan los movimientos de los herbívoros en la sabana, es decir, la vida salvaje y, de esta forma, el pasto es mucho más fértil que antes. Cada vez hay más estudios que prueban que para el suelo es mucho peor una vaca pastando libremente en una hectárea, que 100 vacas poco tiempo en media hectárea. Los animales deben cambiar de zona cada vez que hayan agotado su comida. Es decir, “podemos tener muchísimos más animales si les limitamos el espacio y los vamos moviendo a medida que el pasto escasea. Dejamos entonces descansar el prado y cuando vuelven, la fertilidad ha aumentado por completo” nos contaba Toni.

Para que La Albarda funcione deberían hacer venta directa. “Es muy complicado porque a día de hoy no hay ningún matadero público para vacas en Teruel y menos en ecológico”. Están barajando distintas opciones para empezar a comercializar. “Miguel y yo llevamos tiempo interesados en la soberanía alimentaria y lo que sí que sabemos es que venderemos carne de pasto”, nos decía Marta. “Nos gustaría también reducir la cantidad de cereal que aportamos a los animales. Queremos que su alimentación se cubra pastando a diente y con heno en invierno que provenga de la pradera natural de nuestras fincas” explicaba Miguel.

Marta nos acompañó en bici

Las vacas de La Albarda llevan un manejo extensivo 100% y “al tenerlas sueltas tienen muchos menos problemas de salud”. Aprovechan los pastos de todas las fincas para pastar a diente y mueven las vacas a Alcalá para pasar el invierno. Es lo que se conoce como trasterminancia, movimientos estacionales de corto recorrido. De Alcalá a Fortanete tardan 2 días. “Estamos muy ilusionadas, tenemos muchos proyectos en mente para desarrollar” nos decía Marta. Marta es una chica joven, dinámica y con iniciativas. Muestra de ello es el huerto escolar y otras actividades que están promoviendo en el cole desde el AMPA para favorecer que se involucre toda la comunidad en la educación de las peques en el pueblo.

En La Albarda la cooperación, el compromiso y el respeto están por encima de todo. “Cuando volvimos a vivir aquí la gente del pueblo pensaba que no íbamos a aguantar, ¿a ver cuánto duran?, decían. Hasta que compramos las vacas. Eso ya significa que nos quedamos aquí. Para llegar a un pueblo tienes que tener paciencia y llegar con respeto” nos contó Miguel. Y ¿cómo no se van a quedar? “Si la gente antes vivía aquí del campo y la ganadería, con una masía, ¿cómo no lo vamos a hacer nosotros ahora que tenemos más tecnología y seguimos aumentando el conocimiento?”.

Este es su lugar. Solo hay que ver a Aran y Samuel, hijos de Marta y Miguel, cómo disfrutan de este precioso valle y compartiendo vida con su abuela Encarna, una súper mujer. Marta nos confesó: “uno de mis objetivos es aprender todo lo que pueda de Encarna: apicultura, usos de plantas silvestres, recetas de cocina, y en general su autosuficiencia” A Encarna le encanta el campo se crio en Torrelacárcel, en el Jiloca. Estudió turismo, vivió en París, Ibiza… Y volvió al pueblo para ayudar a su padre a llevar los campos de la familia “a mi hermana no le interesaba y a mí me gustaba”. Encarna les apoya “yo valoro más la ilusión que transmiten que la rentabilidad del proyecto porque la ilusión ni se compra ni se vende. Y la ilusión es lo que te da la vida”.

Cedrillas, 11 de agosto del 2021

Ya llevamos más de un mes pedaleando Teruel con paisajes diversos y mucho orgullo rural, amor por sus raíces y su tierra. Amor y orgullo que hacen que muchas personas no quieran abandonar sus pueblos. Una de las claves de la repoblación y del desarrollo rural es querer vivir aquí.

En el secadero natural con Laura

Artemio Conejos, de joven, veía cómo todo el mundo se iba de Cedrillas, su pueblo. “Él venía de una familia humilde e iba viviendo de lo que podía para quedarse en el pueblo. Le podían las razones emotivas para no irse: disfrutar de la casa, de la tierra, de su familia. Y no era el único, mi madre, Victoriana, aunque tenía familia fuera, no se quería marchar” nos contaba Laura, hija de esta pareja. Artemio empezó comprando perniles en masías y pueblos de alrededor. Los llevaba a casa en su bicicleta y los ponía a secar en la falsa como se había hecho toda la vida, secado al natural. Cedrillas, a 1364 m de altura, tiene un clima seco, temperaturas extremas y está cerca de frondosos pinares. Estas condiciones consiguen un microclima perfecto para el proceso de secar con ventana abierta. Artemio pasó de ocupar un lugar en la falsa de la casa a construir un secadero. Casa Conejos fue fundada como empresa de secado al natural en 1954. “El secado al natural te facilita un producto que se ha elaborado de forma lenta, con respeto por el alimento, por el maestro artesano y por la salud del consumidor” explicaba Laura. Además, es necesario que este conocimiento no se pierda. En este sentido es de gran ayuda la declaración del secado natural como Bien de Interés Cultural por parte del Gobierno de Aragón.

Casa Conejos fue el primer secadero de Cedrillas y también fue la primera empresa elaboradora de ibéricos en Aragón. Siguiendo con su espíritu pionero y con su filosofía de vida, acorde siempre con la sostenibilidad de la zona, a principios de los años 2000 incluyeron una línea en ecológico. Laura nos contaba “mi experiencia de la infancia con los animales no tiene nada que ver con lo que se hace hoy. Los animales eran parte de la familia, tenían su carácter, su nombre”. Recordaba también las razas autóctonas que utilizaban en aquellos años, hoy en día extinguidas: segorbina y morellana. “Para nosotros es muy importante la calidad, no queremos perder los saberes ni sabores tradicionales. Por esto y por nuestros hijos quisimos apostar por una línea en ecológico”.

La industria española del porcino supone el 39% del total de la producción ganadera, España es el tercer mayor exportador mundial de porcino. Según el informe ¿un país para cerdos?, el tamaño de las granjas se ha incrementado de forma drástica, con el deterioro de las condiciones laborales y un creciente y fuerte impacto sobre el medio ambiente y el bienestar animal. Tradicionalmente la producción porcina en España se centraba en las explotaciones extensivas de cerdos ibéricos del Suroeste peninsular, ligadas a las dehesas, y aquí en Teruel las pequeñas producciones familiares. El desarrollo de la ganadería industrial comenzó en los años sesenta del siglo pasado a través de la integración vertical, fomentada por la industria de los piensos, que fue el actor clave. Los animales criados en ganadería convencional no tienen acceso al exterior y no verán nunca la luz natural. El hacinamiento de los animales en las granjas convencionales conlleva un uso desmedido de antibióticos que se suministran no para curar a los individuos enfermos sino para prevenir la aparición de patologías. El impacto medioambiental, social y económico de la ganadería industrial es enorme. Recordamos la visita de Biela y Tierra a Loporzano en septiembre del 2019 donde aprendimos que no todas las ganaderías son iguales y que sin duda ganadería intensiva y ganadería extensiva no tienen nada que ver.

Con Laura,Feli, Eduardo y Jesús de Casa Conejos

La producción ecológica respeta el bienestar de los animales y su comportamiento. Esto se traduce en que todos los animales deben poder acceder al exterior, tienen más espacio para moverse, acceden a pastos, etc. El recorte de colas y de dientes en los lechones está prohibido. En producción ecológica, como vimos con Huevos La Brizna, no se pueden mantener los animales encerrados. La sanidad animal en producción ecológica se basa en métodos preventivos en lugar del uso de antibióticos sistemáticamente, como la selección de razas apropiadas, los piensos de alta calidad y el ejercicio físico, cargas ganaderas reducidas (menos cerdos en cada granja), y unas buenas condiciones higiénicas.

La producción ecológica requiere más tiempo, cuidado y dedicación. En Casa Conejos una pequeña parte de los productos son ecológicos y es económicamente viable porque la economía de la empresa se apoya en la producción convencional. ¿Cuántas veces hemos oído decir que la carne ecológica es carísima? Quizá la pregunta debería ser, ¿cómo puede ser la carne de ganadería industrial tan barata? ¿Contempla los costes medioambientales y humanos? ¿Qué generación, va a pagar el uso desmedido de recursos y la contaminación? ¿Dónde queda el bienestar animal y la salud de las personas?

Cedrillas es ejemplo de pueblo en el que se ha mantenido gente. “Aquí la población se ha mantenido estable desde que yo era pequeña porque la gente se ha quedado aquí porque quiere vivir aquí. Valoramos vivir en un sitio en el que puedes ocuparte de los tuyos” decía Laura. En Casa Conejos a día de hoy trabajan 30 familias. Este pueblo con más tejido e iniciativa empresarial que otros ha permitido la creación de puestos de trabajo.

Con Gene en el Jardín de la Alegría

Pero, como dice el refrán, no solo de pan vivimos sino que necesitamos también alimento para el alma. En Cedrillas, a orillas del río Mijares, está el Jardín de la Alegría. Conocimos a Gene, arquitecto y creador de este museo escultórico al aire libre, un joven que decidió volver a su pueblo. “A los 16 años salí del pueblo para estudiar y rechacé mi pueblo. Estudié arquitectura en Valencia y luego viví en muchos lugares: China, San Diego, Madrid, Londres… Volví y surgió la primera escultura junto con María Hernández: Vacío presente para valorar que me estaba perdiendo algo. Me daba igual ir a la otra parte del mundo porque había algo dentro de mí que estaba vacío”.  Gene decidió colocar esta primera escultura en un antiguo bancal de cultivo en las afueras del pueblo. Actualmente ya cuenta con 5 esculturas y está planteando la sexta. Ramón Boter, pintor y escultor, es su principal colaborador.

La escultura que da nombre al parque se llama Alegría  y se realizó en colaboración con el alumnado y profesorado del colegio de Cedrillas. “Es muy bonito como la gente va utilizando ese espacio, se apropia de él. El arte puede jugar un papel importante en las zonas rurales. En los pueblos tenemos una posibilidad interesante como espacio para acoger artistas”.

Cantavieja, 12 de agosto del 2021

Carmen lleva más de 30 años como ceramista en el pequeño pueblo de Villarroya de los Pinares. A la entrada del pueblo se encuentra Cerámica Villa Rubei, la tienda taller y apartamentos creativos de Carmen.  Nada más llegar nos contaba “yo ya de muy jovencita tenía claro que quería quedarme a vivir aquí. En esa época mucha gente se iba, sobre todo las mujeres. Pero, claro, para ello era importante buscar un trabajo que me gustara, porque iba a pasar muchas horas haciendo eso”. Era la década de los 80, Elisa, Isabel, Lourdes, Teresa y Carmen, 5 mujeres de Villarroya, buscaban montar alguna actividad de autoempleo para poder quedarse en su pueblo. “Yo era la más joven, 18 años tenía. No sabíamos qué hacer pero en una feria de artesanía a la que fuimos en Zaragoza conocimos a Joaquín Vidal y Susana Santa María, maestros ceramistas, que nos animaron a aprender y montar una cooperativa”. Y así empezó el proyecto, utilizando el local del antiguo horno de pan como taller. “Tras dos años de formación en la escuela taller, al final nos quedamos sólo tres en el proyecto, éramos muy jóvenes. Cuando cocimos las primeras piezas no dormimos en toda la noche, nerviosas por ver el resultado. Todo era muy emocionante, muy divertido, pasaba mucha gente por el taller para ver qué hacíamos. Teníamos un cartel que decía: esta empresa no funciona pero tiene gracia”, recordaba riéndose Carmen.

Con Sergio en el campo de rebollos

Han pasado ya 33 años y cerámica Villa Rubei sigue activa aunque ya solo queda Carmen en el taller. “Cuando crees en una cosa sigues adelante. No se te ocurre ser negativo. Hay que adaptarse y buscar alternativas, te vas reinventando”, decía. Villa Rubei ofrece talleres y cursos. “Desde la pandemia sobre todo vienen familias a mi taller. Y a mí me gusta. Yo me quejaba de que mi trabajo era muy solitario y los talleres y los apartamentos son una manera de encontrarse con gente”. Remarcó especialmente la importancia que tuvo para ella comenzar esta andadura en grupo con otras 4 amigas. Sin la fuerza del común es muy difícil avanzar, por eso, cuando en el mundo rural se quiere comenzar algo “una persona más en un pueblo es muy importante. Hay que apoyarla al 100%. No es lo mismo en una ciudad que viven miles de personas”.

Pedalear la comarca del Maestrazgo nos está regalando puertos y descensos espectaculares, bosques mixtos y pinares, zonas de pasto y valles… Carreteras serpenteantes con poco tráfico que nos descubren la riqueza de esta tierra. En un impresionante risco montañoso a 1300 m de altura, dominando la serranía se encuentra Cantavieja. Este hermoso pueblo de 700 habitantes conserva un interesante conjunto arquitectónico declarado Conjunto Histórico-Artístico y alberga a la familia Gil Gascón que hace años formó Setrufma, setas y trufas del Maestrazgo.

En la tienda de Setrufma en Cantavieja

“Mi padre siempre ha sido agricultor, tenía un poco de cereal pero sobre todo truficultura con encina y rebollo. Fue uno de los pioneros del cultivo de trufa en el Maestrazgo” nos contaba Sergio. Valeriano y Antonia, sus padres, fueron sus maestros. “Yo recuerdo desde pequeño ir con ellos a recoger trufas y setas al monte”. Setrufma, a día de hoy recolecta setas silvestres (níscalos, llanegas, perretxicos, colmenillas, setas de cardo, boletus), trufas de sus propios campos cultivados y también trufa silvestre, esta última “es solo para algunos clientes muy específicos y para dos de nuestros productos estrella: aceite con trufa y paté de níscalos”. Y es que los hijos de Antonia y Valeriano, en el 2017, abrieron un obrador para “potenciar el valor gastronómico de las especialidades micológicas de la zona. Nosotros mismos llevamos a cabo todo el proceso, desde la recolección de las setas y las trufas en nuestro entorno natural, hasta la elaboración casera de conservas y embotados”. Fueron sus hermanas, Cristina y José Enrique, quienes decidieron volver a su pueblo después de estudiar y montar el obrador para obtener todo el valor de la trufa. Son la 4ª generación de esta familia recolectora. Sergio

ha sido la última incorporación a la empresa familiar y con solo 18 años ya tiene claro que quiere seguir con ellos. Está estudiando dos grados para poder dar lo mejor de sí: marketing y gestión de ventas. Cada uno de los hermanos se ocupa de una cosa: José Enrique de los campos, Cristina del obrador y la tienda de Culla, y Sergio de las redes sociales, gestión comercial y la tienda de Cantavieja, donde nada más entrar vimos las emblemáticas ovejas de cerámicas Villa Rubei. “En esta tienda ofrecemos los productos que elaboramos y también productos artesanos principalmente de Teruel. Para nosotros es muy importante ofrecer alimentos de calidad, elaborados por empresas pequeñitas que asienten población en nuestros pueblos. Es nuestra manera de luchar contra la despoblación”.

Carmen con el horno y piezas listas para cocer

La recolección de la trufa se sigue haciendo con perros. En esta familia es Valeriano el que los educa. “Para nosotros es importante que los perros estén bien y que buscar las trufas sea para ellos como un juego. Nunca están más de 1 hora seguida buscando trufas”. Es importante cuidar la trufa y todo el proceso. José Enrique mima con esmero sus campos, se ocupa de la poda, el riego, el suelo… “Son como nuestras niñas, las cuidamos mucho”. Para Setrufma la calidad es un sello de identidad. A partir de mitad de noviembre, cuando empieza la temporada, hacen envíos de trufa fresca, fresquísima y en su página web podéis encontrar recetas deliciosas.

Cristina y Jose Enrique comenzaron hace 4 años con la elaboración de 5 productos y a día de hoy su oferta ya cuenta con 26. Setrufma es en esencia una empresa familiar “trabajamos solo la familia y estamos al corriente de cómo ocurre todo el proceso. Ha apostado por la venta directa con sus tiendas y la venta online aunque complementan con distribución en muchos lugares de España. “A nosotros lo que nos gusta es que la clientela venga a Cantavieja, conozca nuestros productos y nuestra historia” nos decía Sergio. Y es que en Setrufma lo tienen claro, como dice Valeriano, “si se hace, se hace bien. Si no, no cal hacerlo”.

Fortanete, 13 de agosto del 2021

Aunque la patata es un alimento básico en los hogares, poca gente sabe que la mejor se cultiva a más de 1.000 m de altura. En España se consume al año una media de 26 kilos por persona. No queríamos irnos de Teruel sin saber algo más sobre este cultivo y en Fortanete conocimos a José María, agricultor ecológico que hace patata de secano a 1.400 m de altura. “Se parece a jugar a la lotería. Siembras pero no sabes cuánto vas a recoger. Depende de la lluvia, las heladas, el pedrisco… Y últimamente el problema más grande es la fauna salvaje”. Consciente de que no se pueden poner todos los huevos en la misma cesta, cogió el relevo de la empresa de construcción de su tío y compagina la agricultura con la construcción.

“En esta zona tenemos tierras que producen patata fácilmente. Tiene buena fama por la altura y porque se cultiva en secano. Quien las prueba nota la diferencia” nos dijo José María. Juan Laborda, ingeniero agrónomo de CERAI nos explicaba “La patata es originaria de los Andes y se cultiva tradicionalmente en el altiplano, es evidente que las zonas de altura serán las más adecuadas para su cultivo. Al ser el clima más fresco, se pueden poner variedades de ciclo largo que crecen más despacio (4 meses frente a 3).” José María lo confirma: “En Fortanete, por la climatología, los ciclos son más tardíos y no tenemos los problemas de zonas más bajas”. La patata en altura tiene menos plagas y enfermedades ya que las bajas temperaturas controlan los ciclos de las más habituales. También tienen menos afección de virosis y se utilizan como patatas de siembra. La calidad está relacionada con el tipo de crecimiento de los tubérculos. “Al enfriarse los suelos entre la noche y el día se favorece que los tubérculos tengan más presencia de fécula. Es más difícil que se den crecimientos muy rápidos que incrementan el porcentaje de agua en los tejidos del tubérculo, disminuyen la calidad y empeoran sus propiedades culinarias y organolépticas” apuntaba Juan. “Mi familia siempre había hecho patata y, a raíz de un curso de agricultura ecológica que hice, me di cuenta de que lo que se exigía para el certificado era similar a lo que hacíamos y lo ecológico le daba un sello de calidad. A principios de los 2000 me apunté con 12 hectáreas a unos ensayos del CITA de cultivo ecológico de patata, garbanzo y lenteja. Empezamos varios y montamos una cooperativa de patata ecológica de la zona pero al final me quedé yo solo”.

José María junto a su hermana Iluminada, que se ocupa del envasado, comercializa la patata directamente para que el valor se quede en casa. Lo venden a particulares, grupos de consumo y también en nuestro supermercado cooperativo A vecinal. ¡Qué alegría nos da conocer directamente los campos y las personas que nos alimentan! La patata es uno de los cultivos que más viaja entre fronteras para especular con él. En España, en el 2020 se exportaron 284.809 toneladas y se importaron 914.443 toneladas. Se exporta a Europa hasta un 70% de patata nueva de gran calidad, mientras aquí se consumen  patatas viejas de otros países que se cepillan, lavan y presentan de forma atractiva pese a su baja calidad. La producción de patata se ha reducido un 60% en los últimos 20 años, dejando caer este sector que tradicionalmente ha tenido una importancia destacada en nuestro país. Trabajar por la soberanía alimentaria significa comprar local y apoyar a nuestras agricultoras y agricultores. “Parece increíble pero se venden patatas por muy poco dinero y se destinan a alimentar animales”, nos contó José María. ¡Animamos a todo el mundo a que ponga su pequeño tajo de patata ecológica en el huerto!, con 30m2 es suficiente para una familia.

Con José María en la zona de los huertos de Fortanete

José María también cultiva cereal y algo de forraje: trigo, cebada, centeno, avena y pipirigallo. Es inquieto y le gusta hacer pruebas con girasol, garbanzo, habas forrajeras… “La verdad es que esta zona no es muy productiva. Yo sigo con la agricultura porque me gusta, lo he hecho toda la vida”. Hablamos con él sobre el futuro de la agricultura y de nuestros pueblos, y lo tiene claro: “tanto para vivir en el pueblo como para ser agricultor te tiene que gustar. Pero que haya o no relevo depende en gran parte de darle el valor que tiene, que esté bien visto. Parece que quien es agricultor es porque no le queda otra cosa y no es así. El sector primario está infravalorado”. Parte de esto tiene que ver con la imagen que dan los medios de comunicación. Muchas veces muestran un mundo rural folclórico alejado de la realidad. “La prensa, la radio, la tele… Tienen un papel decisivo para desmontar falsos mitos. Tenemos que cuidar nuestros pueblos para que no se queden vacíos. Si se pierden servicios básicos es mucho más difícil recuperarlos”, nos decía.

Quienes tienen claro que su futuro está ligado al sector primario y a la tradición de su familia son Juan y Mapy Martorell Gargallo, sexta generación de ganadería trashumante, primera en hacerlo exclusivamente con ganado vacuno y que comercializa directamente a través de su marca Sabor Trashumante. Como ya vimos con Los Belenchones, la trashumancia es una práctica milenaria que imita los movimientos naturales de los grandes herbívoros siguiendo la evolución de las zonas de pasto verde. “Nosotros hacemos la trashumancia también por una cuestión económica. Si nos quedamos aquí en Fortanete con el frío que hace en invierno tendríamos que tener infraestructura, naves, tractores, gastar mucho dinero en pienso y forraje…” nos decía Juan. “Para vivir en el pueblo y quedarnos aquí apostamos por hacernos ganaderos ya que lo habíamos vivido desde siempre”, nos explicó Mapy.

Juan y Mapy con las avileñas de fondo

La tradición trashumante les llega por la familia de María Pilar Gargallo, la madre de Mapy y Juan, que hacía la trashumancia de los puertos de Fortanete a la zona del Delta de Ebro, el extremo. Allí conoció a su marido, Lionell Martorell, que con 14 años consiguió su primera oveja. “Compré mi primera oveja vendiendo caracoles” se reía Lionell. Él no venía de familia ganadera pero al conocer a Pilar se unió a la tradición. Tenían ovejas carteras, mezcla de rasa aragonesa y merina, y en los últimos años se especializaron en las merinas por la calidad inigualable de su lana. “Mi madre sigue haciendo queso para casa con leche de gente cercana, hoy mismo está elaborando el tradicional queso de Tronchón” nos contó Mapy. “Había una parte de las fincas que las ovejas no se la comían porque el pasto se había hecho muy viejo, muy duro. Con las vacas se podía complementar y mejorar las fincas” nos contó Juan. Compraron las primeras 4 novillas de raza avileña en la feria ganadera de Cedrillas. Escogieron esta raza porque “es una raza rústica que necesita poco aporte externo de piensos, aprovecha bien el pasto. Además es una raza con facilidad de parto y muy andarina, menos señorita, que no le importa subir a los riscos”. Mapy y Juan tienen un rebaño conjunto de 200 vacas. “Aparte de la avileña también trabajamos con la berrenda en negro y berrenda en colorado. Las tres son del tronco ibérico. Son razas distintas pero morfológicamente muy parecidas”.

Siguen con la tradición familiar porque “somos dueños de nosotros y de nuestro tiempo” nos dijo Mapy. “Hoy en día, cualquier persona que quiera entrar en el mundo ganadero tendría que plantearse, por lo menos, que fuera ganadería extensiva”, nos dijo Juan. “Hay veces que dicen que la trashumancia se va a acabar, pero aquí seguimos nosotros. Tiene futuro, cada día hay más gente que está apostando por seguir. Es lo mismo que con la venta directa. Hay más gente que está empezando por la zona y dicen ¡os van a hacer la competencia! Al contrario, mucho mejor si somos más” decía Juan. Como ya hemos visto otras veces y como también hace José María con la patata ecológica, eliminar los intermediarios es la forma de acceder a precios justos para quien produce y quien consume. Y sobre todo, como nos decía Mapy “nada es equivalente a ver a la clientela recibir la carne. Valoran mucho que sea yo, la ganadera, quien lo lleve a la puerta de casa”. De esta manera quien compra puede conocer el origen de sus alimentos y además preguntar por consejos, recetas, etc. a los hermanos Martorell. “Es una locura que la carne se compre envasada en plástico en bandejas de los supermercados” añadió Juan. “La ganadería es un servicio esencial y se ha demostrado durante la pandemia. Ofrecemos alimentos de calidad para nutrir a las personas” explicó Mapy.

Dos veces al año la familia Martorell Gargallo hace la trashumancia. Tardan dos semanas desde Fortanete hasta el Delta del Ebro y pasan por lugares como los puertos Tortosa – Beceite o la zona de Els Ports. Se quedan 6 meses y vuelta. La trashumancia es una época de máxima atención. Moverse con 200 animales y sus terneros no es tarea sencilla. “Para hacer esto vamos, como mínimo, 5-7 personas: pastor guía, pastores a caballo, los de escoba que acompañan a los pequeñitos y las personas que se ocupan del hato”. Pastorean a caballo y a pie para poder controlar bien el rebaño. “Una vez que las vacas han hecho el camino ya se lo saben para las siguientes veces, aunque siempre hay alguna más movida” decía Mapy. Con esta familia aprendimos que cada vaca tiene su carácter, son animales gregarios con las jerarquías muy marcadas. “Es importante estar atentas a las que mandan para que no abusen de las otras y les dejen beber agua cuando llegamos a los abrevaderos”. Muchas son las anécdotas que nos contaban entre risas. “Ahora mismo tenemos a un grupo separado del resto, El Comando lo llamamos. Son las fugitivas. Hay una que siempre está fuera del pastor eléctrico y enseña al resto a escaparse. Las hemos tenido que separar para que no descontrolen a las demás” nos decía Juan. En una de las trashumancias, una noche, todavía no saben por qué, las vacas se escaparon “imaginaos, estábamos durmiendo y escuchamos como una estampida, tipo Jumanji. Esperamos a que se parasen y ¡ala!, a buscar vacas durante horas de noche. A las 6 conseguimos tener la situación controlada y mi padre nos dijo: venga a hacer café y a seguir andando” reía Mapy.

Cuidar del rebaño y del bienestar de los animales es la prioridad de estos hermanos. Tras la trashumancia el rebaño queda pastando en distintas fincas. Dos veces al día van a verlo para comprobar que todo está bien. Fuimos con ellos a la finca de Cantavieja, nos presentaron a algunas de ellas por su nombre y nos encantó ver cómo están pendientes de cada animal. “Conocemos todas las vacas y estamos pendientes para adelantarnos a los problemas que pueda haber” dijo Mapy. Juan nos explicaba: “lo más importante durante la trashumancia son los puntos de agua y que en los lugares donde paremos a descansar haya comida. No por nuestra comodidad, sino por la de los animales. La trashumancia es muy bonita y llamativa pero lo importante es mantener las vías pecuarias en condiciones, que no desaparezcan. El folclore ya lo pondremos luego”. Conservar la trashumancia es tarea de todos porque como dice esta bonita familia: la vida trashumante, la vida mejor.


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