Brasil frena al fascismo. Luiz Inácio Lula da Silva vuelve a ser presidente por tercera vez, un cargo que asumirá el 1 de enero de 2023. Así lo ha decidido el pueblo, 156,4 millones de personas con derecho a voto, en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales celebradas este domingo. El candidato del Partido de las y los Trabajadores (PT) se ha impuesto al ultraderechista y cabeza de lista del Partido Liberal, Jair Bolsonaro, que se convierte en el primer mandatario brasileño que se presenta a la reelección y sale derrotado. Con más del 99% del voto escrutado, Lula ha conseguido un respaldo del 50,9% del electorado -59,7 millones de sufragios- frente al 49,1% de su oponente -57,7 millones-, según los datos del Tribunal Superior Electoral (TSE).
Conocido el avance del escrutinio, Lula ha publicado un claro mensaje en Twitter: "Democracia", acompañado de la bandera del país. "Es oficial: ganó la democracia. ¡Lula es presidente! Después de años de injusticia, mentiras y ataques al pueblo brasileño, hoy vemos el resultado de mucha resistencia y lucha. Ganamos, compañero. La victoria ha llegado y mejores días vendrán. El amor vence", ha escrito en Twitter el PT, que, de este modo, vuelve a la presidencia de Brasil después del golpe institucional en 2016 contra Dilma Rousseff. Una victoria celebrada por decenas de miles de personas en las calles, algo impensable hace unos pocos años por la persecución judicial a los que tuvo que hacer frente Lula y que le llevó a pasar 580 días en prisión, una experiencia que, al igual que Roussef, ya conocía de los tiempos de la dictadura. Pero en 2021 la Corte Suprema anuló las condenas, "por errores e irregularidades procesales", recuperando así sus derechos políticos.
"Hoy el pueblo está definiendo el modelo de Brasil que desea, el modelo de vida que quiere", ha dicho Lula tras votar en la localidad de Sao Bernardo do Campo, a las afueras de Sao Paulo, aún sin conocer los resultados. Su rival en los comicios, Jair Bolsonaro, ha votado en Río de Janeiro a las 8.00 en punto, hora de apertura de los colegios electorales. "Si Dios quiere esta tarde saldremos victoriosos", ha afirmado. Pero parece que este domingo el Dios del capitán retirado del Ejército no se ha presentado.
Lula: "Es una victoria de todas las mujeres y los hombres que aman la democracia"
En la primera vuelta, celebrada el pasado 2 de octubre, Lula obtuvo una victoria más ajustada de lo que preveían los sondeos, con el 48,43% de los votos, mientras que Bolsonaro logró el 43,2%. Un resultado que obligó a ir a una segunda vuelta cargada de incertidumbre. Sin embargo, esto no desanimó al dirigente del PT de 77 años: "La lucha continúa hasta la victoria final", dijo quien las dos veces que ganó las elecciones, en 2002 y en 2007, se impuso también en segunda vuelta.
Durante la campaña, que cerró en Sao Paulo en compañía del expresidente uruguayo José Mujica, Lula, de orígenes humildes, obreros y sindicalistas, prometió "reconstruir" Brasil, acabar con el hambre, que hoy afecta a unos 33 millones de brasileños y brasileñas, y "colocar al pobre en los presupuestos" del Estado, combinando responsabilidad social, fiscal y ambiental. También anunció que estaría en el poder durante un solo mandato, cuatro años.
Tras ser proclamado presidente electo por el Tribunal Superior Electoral, Lula, que ya ha sido felicitado por la mayoría de líderes mundiales, se ha dirigido a una multitud congregada en Sao Paulo y aseguró que "no es una victoria mía o del PT. Es una victoria de todas las mujeres y los hombres que aman la democracia, que quieren libertad, que quieren cultura, educación, fraternidad e igualdad". "Casi fui enterrado vivo en este país. Considero el momento que estoy viviendo casi una resurrección. Pensaban que me habían matado, pensaban que habían acabado con mi vida política, me destruyeron contando mentiras sobre mí pero estoy firme y fuerte y amando otra vez", ha afirmado un Lula casi sin voz.
A continuación ha subrayado que Brasil ha derrotado en las urnas "al fascismo y al autoritarismo", a una "industria de mentiras", y que se abre "un tiempo en el que el pueblo brasileño tiene de nuevo el derecho de soñar". También reconoció estar "preocupado", porque "todavía no sabemos si el actual presidente va a facilitar la transición". Pese a ello, ha avanzado que el reto desde ya es definir "cómo será arreglado este país", después de cuatro años de Gobierno de la ultraderecha encabezado por Bolsonaro. "No existen dos Brasiles. Fui elegido para gobernar para 215 millones de brasileños y brasileñas y voy a gobernar para todos, pero serán los más necesitados los que van a estar en el centro de las políticas del Gobierno", ha destacado.
"No podemos aceptar como normal que millones de hombres, mujeres, niñas y niños en este país no tengan qué comer, o que consuman menos calorías y proteínas de las necesarias", ha expresado. En materia económica, se ha referido al mercado financiero manifestando que el país debe recuperar su "credibilidad, previsibilidad y estabilidad" para que los inversores nacionales y extranjeros recuperen su confianza en él. Además, ha apuntado que Brasil no se puede limitar a exportar materias primas y se ha comprometido a reindustrializar el país e invertir en economía verde.
Asimismo, ha señalado que luchará contra la deforestación de la Amazonia, ya que considera posible generar riqueza sin destruir el medio ambiente. Además, ha manifestado que su gobierno tendrá un compromiso firme con los pueblos indígenas. Por último, se ha comprometido a avanzar en la lucha contra la violencias machistas y ha prometido enfrentar el racismo, los prejuicios, la discriminación, "para que blancos, negros e indígenas tengan los mismos derechos y las mismas oportunidades".

Una campaña marcada por la violencia ultraderechista, que siembra dudas sobre si aceptará su derrota
El triunfo de Lula supone la victoria de la democracia real en Brasil, y un necesario empuje para acabar con la degradación política, social y medioambiental que inundó el país bajo la etapa de la ultraderecha. Además tiñe todavía más de rojo Latinoamérica, como explica el periodista Martxelo Díaz en Naiz. Aunque esta victoria por la mínima no asegura una gobernabilidad tranquila ya que el bolsonarismo sigue muy vivo tras lograr en primera vuelta amplias victorias en el Congreso Federal y en los ejecutivos y legislativos estaduales. Incluso sobrevuelan sombras de una posible no aceptación de la derrota por parte de Bolsonaro, poniendo en duda los resultados en alguna maniobra al estilo de su idolatrado Donald Trump.
De hecho, el mandatario ultraderechista ha hecho todo lo posible para evitar la victoria del frente de izquierdas en una campaña marcada por la violencia de la ultraderecha, en la que se han enfrentado "la democracia contra la barbarie", en palabras de Lula. Una violencia que ha llegado hasta la jornada electoral. Este domingo, antes del cierre de los colegios, una diputada bolsonarista ha perseguido a un seguidor de Lula a punta de pistola.
Esto está pasando en Brasil. Es la política de armas de Bolsonaro copiando el modelo EEUU.
Y es el fascismo que blanquean muchos en los medios y que amenaza el modelo democrático allí y en otros lugares. #EleccionesBrasil2022 https://t.co/ycm0eUk9QN— Paula Pof (@Paula_Pof) October 30, 2022
Además, el PT ha denunciado que la Policía Federal de Tráfico de Brasil (PRF, por sus siglas en portugués) ha cortado carreteras y ha realizado al menos 514 intervenciones de fiscalización de vehículos que realizaban transporte público para electores y electoras en zonas consideradas favorables a Lula. La PRF, cuyo director Silvinei Vasquez publicó en Instagram un post en apoyo a Bolsonaro que borró posteriormente, habría así incumplido una orden expresa del Tribunal Superior Electoral (TSE) para entorpecer la votación.
Las y los observadores electorales nacionales e internacionales han manifestado "gran preocupación" por las denuncias sobre la intervención de la PRF. El Centro Carter, la Organización de Estados Americanos y Transparencia Electoral Brasil, que participan en este proceso con misiones de observación electoral, han advertido de que son "prácticas que suponen un cambio en las reglas y operaciones en medio de un proceso de votación". "Están totalmente fuera de los estándares internacionales de transparencia electoral", han indicado.