Hoy es un buen día para el movimiento memorialista, o no, según se mire. La aceptación, parcial, de la demanda de un grupo de ciudadanos y asociaciones contra el Ayuntamiento de Uesca por su incumplimiento de la Ley de Memoria Histórica, se sustanció con la retirada de la ignominiosa placa, dedicada al dictador Francisco Franco, de su lugar de privilegio en la entrada de la Casa Consistorial.
También se ha aceptado la retirada de alguno de los nombres que, en cumplimiento de la citada ley, debían ser sustituidos, así que la victoria es parcial. Que retirar nombres de alcaldes de un régimen dictatorial, sea un problema para el regidor de una capital de provincia de un partido demócrata, es igual de preocupante que para, según qué Judicatura, no entre dentro de lo contemplado por la ley. Pero es que, además, los ayuntamientos incumplidores con la ley (las tres capitales de provincia, Calatayud y muchos más) no han sufrido las consecuencias punitivas de la parte sancionadora de esta ley, que la Administración no ejerce.
Sigue la opacidad.
La Dirección General no proporciona datos sobre el inventario los restos franquistas a los que se puede aplicar está ley. Entretanto, en un ejercicio de prestidigitación legal, se procede a “resignificar” monumentos (este verbo no aparece en ningún artículo de la ley), lo que ha creado, tras el ejemplo de Cariñena sin ir más lejos, un espacio de impunidad para que, ayuntamientos como el de Zaragoza, se salten con toda ligereza la aplicación de la ley colocando, contradiciendo el propio informe encargado por el consistorio, unas placas que resaltan, con un redactado propio del tardofranquismo, los motivos para mantener los homenajes a estos golpistas del 36.
La administración hace tiempo que va por su cuenta, ni siquiera invitan al asociaciones memorialistas, representantes de las víctimas del franquismo, a sus actos, mostrando la nula creencia en la participación política de la ciudadanía.
Opacidad y falta de cooperación que se manifiestan en promesas incumplidas ( la sede zaragozana de las asociaciones memorialistas aragonesas, por ejemplo); órganos de desarrollo de la ley, contemplados en la misma, que siguen sin crearse años después, (el último mes de marzo fue el límite que se marco la propia Administración y aquí estamos); exhumaciones pactadas directamente con asociaciones concretas, al margen y sin contar con todas las demás; subvenciones que hoy, a mes de junio, no se han visto ni siquiera anunciadas, con lo que se hace imposible después cumplir los plazos (sin hablar de la falta de adelantos, que siguen imposibilitando la viabilidad de muchos proyectos), todo esto sin ser, ni mucho menos, exhaustivo.
Y, entretanto, el presidente del Gobierno de Aragón nos pone fecha de caducidad, demostrando que somos un movimiento molesto que más vale quitarse de encima, lo que es mejor, en el fondo, que sugerirnos ser menos beligerantes y leer a un notorio falangista como ejemplo de la reconciliación soñada por la administración.
Así no.
En democracia se ha de proteger a las minorías, por eso se hace una ley para resarcir a los asesinados (al menos su memoria) y a las otras víctimas del franquismo y los herederos de su dolor. Si luego esas leyes se dejan en un cajón, flaco favor se hace a la sociedad que debería usarlas para curar esas heridas que quieren cerrar sin medicinas y por decreto- ley. Nada les importa la ciudadanía. El PSOE y sus socios ya están solo pensando en conseguir votos de los indecisos, ya que saben que, al final, la izquierda siempre les apoyará para que no gobierne la derecha que, obviamente, es peor.
Para conseguir dichas papeletas hacen guiños al franquismo sociológico y a los ignorantes políticos, para que confíen en sus políticas moderadas y conciliadoras. Las víctimas del franquismo volvieron a ser inmoladas en el altar de sacrificios de la sacrosanta transición. Por desgracia, 40 años después, siguen siendo solo una molestia para los poderes establecidos. Nos movemos, los memorialistas entre el negacionismo de unos y la indiferencia ecuménica y táctica de otros. Pero ahí seguimos…y ahí seguiremos.