Tocilandia, la creciente industria del cerdo, transita hacia dimensiones hiperbólicas en Aragón, un país donde ya se crían prácticamente uno de cada tres tocinos (32%) que se engordan en todo el Estado y donde se explota a más de la cuarta parte (28%) de las gorrinas de cría, unas magnitudes que generan otras que acaban resultando, como poco, sorprendentes cuando no inquietantes: el peso de esos animales arroja en bruto una media de más de 1,2 toneladas por habitante tras dejarse por el camino más de 17 millones de metros cúbicos de excrementos, hasta 23 en las estimaciones de mayor tamaño y 14 en las de menor, al cabo del año.
¿Y cuánto supone ese volumen de purín en términos gráficos? Sería suficiente como para desbordar la capacidad de pantanos como los de La Peña (15,4) o Vadiello (15,5) en su cálculo intermedio y para hacer lo propio con los de Maidevera (20,4) o El Val (18,5) en el mayor, o para dar cada año una media de 3.700 litros por hectárea, tanto urbanas como rurales y de monte, que difícilmente pueden no acabar acarreando problemas de contaminación de las aguas como aquellos de los que lleva tiempo alertando la CHE (Confederación Hidrográfica del Ebro).
En Aragón había en mayo de este año, según los datos del Ministerio de Agricultura, 9,21 millones de plazas de cerdo, 5,84 de cebo en sus diferentes fases, 2,72 de lechones y 636.000 cerdas reproductoras que, mientras van engordando, gestando o criando, generan entre cuatro y siete litros diarios de purín.
Esa creciente cabaña de cerdos, que ha crecido más de un 30% en cinco años puesto que en 2017 apenas superaba los siete millones de plazas (4,35, 2,14 y 506.000), ha elevado hasta 15.765.518 el número de animales que han llegado a engordarse en granjas aragonesas al cabo de un año, concretamente en 2021, según recoge el informe de Coyuntura del Sector Porcino Aragonés 2022 elaborado por el Centro de Transferencia Agroalimentaria del Gobierno de Aragón.

Poner más cuadras donde menos personas habitan
El número de cabezas engordadas en Aragón ha aumentado un 71% en una década, desde los 9,21 millones de 2011, y eso, a una media de entre 100 y 115 kilos por animal y en un país con 1,32 millones de habitantes según los datos del INE (Instituto Nacional de Estadística), sale más o menos a entre 1,18 y 1,36 toneladas por habitante en una clara tendencia a la hipérbole como la que suponen la huella de purín o, también, de 24 jamones y otras tantas paletillas por cabeza cuando en 12.500 hogares de esa misma tierra, el 2,8% de los 445.864 censados, no les llega para incluir la proteína animal en su dieta más de tres veces por semana.
Sería, redondeado, un tocino al año por cabeza, cien kilos en ‘puerco’ cada mes, un volumen que traslada al baúl del folclore tradiciones como la matacía, aquella mezcla de fiesta familiar, plan de economía doméstica y arte de la cocina en la que las familias se garantizaban el grueso de la proteína animal de su dieta anual matando a un animal por casa (las que podían) y transformando su carne.
Y las cosas, tanto la producción como con ella su huella ambiental, llevan camino de seguir aumentando desde el momento en el que ese mismo documento del Gobierno de Aragón incluye entre las “oportunidades” de la industria del porcino la de seguir creciendo para “convertirnos en el principal proveedor de carne porcina de la UE” ante la “disminución del censo porcino en el espacio europeo” y la incertidumbre que plantea la caída de las exportaciones a China, el principal cliente de los últimos años, tras la reactivación de su cadena interior de producción.
Eso ocurriría mediante el desarrollo de tres líneas de actuación prioritarias: potenciar la producción, comercialización y exportación de productos cárnicos regionales, así como la instalación de nuevas granjas en zonas deprimidas y con bajas tasas de población “para vertebrar el territorio (sic)”, es decir, llenar de cuadras de tocinos la parte menos habitada por personas de un país en el que ya hay más de 3.600 con una cabaña media de 2.338 animales de engorde (más 580 con más de mil madres), y colaborar en el desarrollo de la industria porcina latinoamericana, a la que el estudio atribuye una “previsión de fuerte desarrollo” para los próximos años.

Cinco cerdos frente a tres y concentrados en un cuarto del terreno
Las magnitudes de Tocilandia incluyen, según recoge el informe de la DGA, ocupar “el primer lugar en producción de cerdo cebado” de España con un 32% de los animales, una cuota que supera tanto a la de su inmediato seguidor e histórico líder, Catalunya, que se queda en el 26%, como a la suma de dos comunidades del tamaño de Castilla y León y Andalucía, la primera de las cuales cría un 12% de la cabaña mientras la segunda alberga un 7%, y de Murcia, que se queda en el 7% pese al peso en el lugar de empresas como El Pozo o Incarlopsa.
Que la presencia del porcino en Aragón supere en más de dos tercios a la que soportan los dos mayores territorios del país, la suma de cuyas superficies cuadruplica a la del viejo reino, es decir, un 68% más de cerdos en la cuarta parte del terreno, quizá pueda aportar alguna pista sobre algunos de los motivos en los que se basa para el creciente rechazo a las macrogranjas en este último espacio.
Poco a poco, como si la cuestión tuviera su importancia ‘ma non troppo’, el Gobierno de Aragón y la industria del tocino comienzan a verbalizar que quizás, en efecto, los impactos ambientales de esa actividad, cuyo rendimiento suma más de dos tercios del total de la ganadería, estén siendo difícilmente asumibles, o cuando menos que eso ya esté comenzando a ocurrir en algunos puntos del país.
“El sector porcino tiene por delante un reto ambiental muy importante, referido a las emisiones de NH3, cambio climático, consumo de agua y contaminación de las aguas por nitratos”, recoge el informe, que enmascara bajo el eufemismo de la fórmula química la realidad del amoniaco mientras admite que “preocupa mucho la mala imagen del sector en la sociedad”.
La “existencia en Aragón de tierra cultivable que admite el purín como fertilizante”
Aunque tampoco es que el análisis sitúe el abordaje de esos factores en la agenda prioritaria de Tocilandia, ni mucho menos.
Así, el trabajo reconoce como una de las debilidades del ramo la “alta concentración de granjas en municipios declarados como Zonas Vulnerables a la contaminación por Nitratos” y señala como una de las amenazas que enfrenta el “rechazo social de la actividad ganadera intensiva”.
Sin embargo, el mismo análisis DAFO que plantea la eventual aplicación de una “moratoria para la creación y ampliación de granjas en comarcas saturadas por temas medioambientales” sitúa como una de las fortalezas de esa misma Tocilandia la “existencia en Aragón de tierra cultivable que admite el purín como fertilizante rico en nutrientes”; es decir, que quizás en unos sitios se hayan rebasado los límites asumibles mientras en otros queda margen para seguir degradando las tierras y las aguas.

En este contexto, que incluye como amenaza en lugar de como debilidad la posible “pérdida de competitividad por empeoramiento sanitario de las granjas”, más en general que ante la eventual llegada de la epidemia de PPA (Peste Porcina Africana) declarada en la mayoría de los países de Europa, plantea como tareas pendientes “diseñar planes de comunicación que reduzcan el rechazo social de nuestra actividad” al mismo nivel que “potenciar las políticas de bioseguridad para impedir que enfermedades como la PPA entren en Aragón” o la “elaboración de un plan regional de mejora de la sanidad frente a las principales enfermedades porcinas”.
¿Camioneros, albañiles y tocineros en un mismo sector?
Las principales “debilidades a mejorar” por Tocilandia serían, según ese mismo trabajo, “la falta de mano de obra especializada, la fuerte dependencia de los mercados exteriores en materias primas, la pérdida de competitividad por temas sanitarios, la fuerte concentración de granjas en determinados municipios, la falta de investigación y la volatilidad de las exportaciones cárnicas a los mercados asiáticos”.
El estudio, por otro lado, incluye algunos datos de interés desde el punto de vista económico, como el hecho de que el empleo haya pasado de 11.969 puestos equivalentes de jornada completa a 21.107 en una década, aunque con una reducción del peso de los tocineros, que cae del 35% al 25% pese al fuerte crecimiento de la ocupación, que entre 2011 y 2021 pasó de 4.236 a 5.273 puestos, por el avance de facetas como la construcción de granjas y el transporte de pienso, animales y canales y por el de la industria agroalimentaria, que ganan, respectivamente, 670, 350 y casi 4.000 empleos que concentran más de la mitad del crecimiento.
“El sector porcino en Aragón genera 21.107 empleos de trabajo directo a tiempo completo en el conjunto de su cadena de producción porcina”, asegura en informe, tras desglosar ese cuadro en el que, sobre el papel, camioneros y albañiles pasan a compartir ramo con los tocineros.
“Son empleos distribuidos por todo el territorio aragonés, siendo uno de los sectores que más mano de obra directa genera en la comunidad autónoma”, añade el estudio, cuya línea argumental sigue a rajatabla ese modelo de análisis económico tan característico del Aragón oficial en el que los panaderos del Pirineo y los queseros de Teruel aparecen unas veces integrados en sectores como el turístico, otras en el alimentario y en ocasiones, si pudiera proceder, en la economía social.
La potencia económica de unas plusvalías que migran
Por último, el estudio destaca que “las nuevas instalaciones y las ampliaciones de las industrias cárnicas han conseguido que una buena parte del valor añadido de la cadena de producción porcina se quede en Aragón y que además, se consoliden muchos puestos de trabajo”. Y lo ilustra con las cifras de sacrificios, que han pasado de los 2,8 millones de animales sobre un total engordado de 9,21 (30,5%) en 2011 a 10,53 de 15,76 (66,79%) en 2021.
“Aragón ha mejorado claramente su posición en la industria agroalimentaria”, concluye el estudio, que estima que si en el país se “lograra sacrificar y despiezar el 100% de los cerdos producidos y engordados (…) se podrían crear otros 4.100 puestos de trabajo en el sector mataderos e industria agroalimentaria”.

La patente ausencia de capital aragonés en la mayoría de las principales empresas del sector, caso de la italiana Pini o las catalanas Vall Companys y Guissona, entre otras, y con ella el traslado del grueso de las plusvalías económicas generadas en Aragón a sus sedes en esos territorios no es objeto del estudio, que matiza que esas ganancias serían todavía mayores en el caso de que “se pudiera llegar a transformar toda la carne producida y despiezada en productos de mayor valor añadido como son los jamones, paletas, embutidos”.
Resulta obvio, pero ¿quién iba a llevarse esos beneficios si un día llegaran? y ¿a cambio de qué compensaciones por la intensa huella ambiental que esa actividad genera en el país?