Redes comunitarias, capital social y resiliencia

Las redes comunitarias no solo tienen relevancia por sus resultados más tangibles e inmediatos, como la solución de las necesidades concretas causadas por la crisis de la Covid-19, sino que pueden tener otros beneficios positivos  inesperados, que podrían ser incluso mayores.

Foto: Contra Viento y Marea

La participación de los grupos sociales creados espontáneamente durante el período de crisis no solo son capaces de catalizar las capacidades adaptativas de la gente, sino que pueden generar nuevo capital social, es decir, una sociedad más cohesionada socialmente, lo que a su vez nos dejaría más preparados para una mejor respuesta comunitaria en la siguiente crisis. Este fenómeno se ha documentado tras el terremoto que Chile sufrió en 2010.

Además, como sugiere un estudio de este mismo año (Social capital and mental health during the COVID-19 pandemic), un mayor capital social alivia la presión psicológica. Según esta investigación, el capital social “puede desempeñar un papel fundamental en la prevención de los crecientes problemas psicosociales asociados con COVID-19”.

De hecho, hay una evidencia científica cada vez mayor que sugiere que los brotes como el de la pandemia COVID-19 se manejan mejor en lugares donde el capital social es alto (ver Social capital and COVID-19).

El libro de Rebecca Solnit, recientemente publicado por Capitán Swing, “Un paraíso en el Infierno” abordar directamente las cuestiones mencionadas a través de ejemplos de grandes calamidades como el terremoto de 1906 en San Francisco, la explosión de 1917 que destruyó Halifax, el terremoto de la Ciudad de México de 1985, el 11-S en Nueva York y el huracán Katrina en Nueva Orleans.

Según estas conclusiones, las redes de apoyo nos permiten mejorar la capacidad para hacer frente al estrés, superar la adversidad o adaptarse positivamente al cambio o dicho de otra manera, nos hace más resilientes, es decir, más capaces de  adaptarse a las adversidades y  recuperarse de absorción de una adversidad impactante y la capacidad para recuperarse tras un daño, esto es en definitiva lo que define a la resiliencia comunitaria.

Teniendo en cuenta el tremendo grado de incertidumbre en el que estamos inmersos y que la crisis climática y ecológica se cierne sobre nuestras comunidades, todo parece indicar que trabajar para que nuestras comunidades sean más cohesionadas es una buena idea.

Aquí podrás encontrar un manual elaborado como parte del proyecto “Contra viento y Marea” que ofrece algunas orientaciones para aquellas personas interesadas en desarrollar las redes en contextos locales como respuesta a situaciones de emergencia presentes o futuras. Este documento se ha nutrido del aprendizaje y experiencia de las redes de apoyo comunitario de dos barrios de Zaragoza: el barrio de El Gancho o San Pablo y el barrio de la Madalena.


Este contenido es parte del proyecto Contra Viento y Marea, financiado por la European Cultural Foundation. Todo sobre el especial #RedesVecinales.

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