Las alarmas, los okupas, los March y el negocio sale redondo

En los últimos años todos hemos escuchado anuncios por radio y por televisión en el que una familia, mejor si esta es joven y con un niño o niña, se quejan de un intento de robo, del robo producido en el vecino del quinto, del intento de ocupación de la casa del vecino, de la ocupación del chalet justo al lado… así, hasta la extenuación.

Una gran multinacional está detrás de esos anuncios tan invasivos, tan agresivos. Un gran negocio detrás de los hipotéticos Okupas. En el Estado español, un negocio de más de mil millones de euros al año.

Pero ¿es que la ocupación de casas ha llegado a ser un problema? Según las estadísticas oficiales, las que valen, los allanamientos de morada que, por cierto, se castigan con hasta dos años de prisión y desalojo inmediato, han disminuido de manera continuada hasta los 285 casos de 2018. Y allanamiento de morada es la ocupación, no solo de la vivienda habitual, sino también de la segunda o tercera o cuarta residencia.

¿Es inquietante la cifra de 285 allanamientos de morada en todo un año para un país con 19 millones de viviendas? El sentido común dice que no, que estaríamos locos si nos dejáramos llevar por el pánico ante semejantes cifras, el 0,0015 por cien del total.

Otra cuestión es el tema de las viviendas vacías, sin uso. Esas que nadie, ni siquiera Seguritas en Directo, plantea poner alarmas. Las de fondos buitre desocupadas, las de la banca SAREB, las que están medio en ruinas. Esas sí, esas pueden conllevar el delito de usurpación y una multa y en 2018 el número de condenados por usurpación fue de 6.028. Aun así, el 0,031 por cien en el total de viviendas.

En todo caso, es una flagrante injusticia social que existan familias sin vivienda cuando existen un millón de pisos vacíos, vacíos, sin uso, que no segundas residencias, en el Estado español.

Vayamos al otro supuesto de esas cuñas publicitarias tan agresivas:

El Ministerio del Interior, en su página oficial, ha denunciado 142.000 robos con fuerza en el Estado español durante 2019, de ellos 98.000 en domicilios. Son muchos sí, pero decreciendo porque, en 2018, los robos con fuerza fueron 151.000 y, de ellos, 107.000 en domicilios.

Entonces ¿cómo es que el nivel de alarma de semejantes cuñas publicitarias sube y sube hasta que parece que vivamos en un país sin ley? La respuesta no está en el viento, como dijo Bob Dylan, está en el lema: “ganar dinero a costa de lo que sea” y si lo que sea es el pánico, el miedo inducido, pues adelante con ello.

Es lícito ganar dinero, lícito hacer publicidad, es lícito poner alarmas pero, como poco, confuso, hacerlo implicando sentimientos primarios, peligrosos como el miedo, máxime si este es infundado o, al menos, sugiriendo datos falsos sobre incremento de robos u okupas diarios.

No todo debería valer. Y si no se debe publicitar la bebida o el tabaco en radios o teles, tampoco debería hacerse, al menos de esta manera, publicidad sobre el miedo.

Securitas Direct es líder en el sector. Empresa multinacional sueca con 3 millones de clientes, 17.000 trabajadores, de ellos 6.500 en el Estado español con más de 1 millón de clientes. En 2008 la compró ESMC, en 2011 se volvió a vender a Hellman & Friedman, empresa americana de inversión de capitales. Actualmente opera bajo el nombre de VERISURE que desplazará, poco a poco, al antiguo de Securitas Direct. Claro, pero estamos hablando del Estado español.

Hace muy poco, casi tres años, la Banca March -la que fundó el balear Juan March al que le apodó Cambó “El último pirata del Mediterráneo” por su implicación en el contrabando y que financió el golpe militar de Franco en 1936- aportó 557 millones de euros en el capital de Verisure. En 2019, Rafael Miranda, director financiero de la filial española, decía que el Estado español es el cuarto país del mundo con más alarmas y, si se relaciona con su población, bajaría puestos. Es cuestión de ver desde el sillón cómo suben las ventas mientras radios, medios y dirigentes políticos no dejan de hablar de la ocupación de viviendas y, de paso, las cuñas publicitarias introducen miedo en el cuerpo de la sociedad.

Quizá esa sea la explicación, la respuesta. No viene del viento, pero sí del dinero, de la avaricia de algunas gentes.

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