La situación actual de la mujer en el entorno rural de Aragón

En la comarca de La Litera nos encontramos con un pequeño municipio con cerca de 1.500 habitantes, Altorricón. Allí Elena Urzategui se levanta cada mañana temprano para ordeñar sus ovejas y alimentar el ganado. Lleva siendo una de esos 1.500 habitantes desde hace 30 años y hace 15 que se dedica a fabricar sus propios quesos artesanos.

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Evelyn Celma, fundadora de Matarrania.

María Luz Hernández Navarro, ya llevaba unos años, junto con su equipo de investigación formado por Alberto Serrano Andrés, Junnyluz Méndez Sánchez y Carlos López Escolano, del GEOT (Departamento de Geografía y Ordenación del Territorio de la Universidad de Zaragoza), realizando trabajos sobre las condiciones de vida de las mujeres en el medio rural. “Habíamos hecho análisis de población, estudiado dinámicas poblacionales…, pero era más una cuestión exclusivamente académica”. A raíz de esta experiencia, decidieron que querían conocer de cerca la situación de la mujer rural en Aragón, no solo mediante datos estadísticos, y se lanzaron a la creación del proyecto ‘Estudio de la situación del mundo rural aragonés desde una perspectiva de género, 2018’, con la financiación del Departamento de Agricultura, Ganadería y Medio Ambiente del Gobierno de Aragón y con la colaboración del Pacto de Estado contra la Violencia de Género.

Mª Luz y su equipo decidieron recabar las opiniones de las mujeres mediante encuestas y entrevistas “para romper la distancia”, y después convertir toda la información recogida en datos cuantitativos expresados mediante el índice VIMUR (valor de integración de las mujeres en las zonas rurales). Como se explica en el ‘Estudio de la situación del mundo rural aragonés desde una perspectiva de género, 2020’, este indicador “tiene por objeto medir el impacto territorial y de desarrollo humano de la política, planes, programas, medidas de integración de la mujer en el mundo rural, a través de la percepción de su propia protagonista, es decir, la mujer rural”.

Los estudios realizados en 2018 y el actual, en 2020, son en realidad un mismo trabajo con objetivos comunes. “En 2018 hicimos un ensayo con tres comarcas solamente y en el 2020 lo hemos extendido a todas las comarcas de Aragón. El objetivo fundamental es conocer qué necesidades tienen las mujeres que viven en el medio rural para analizar propuestas de actuación”. Con este proyecto, Mª Luz y sus compañeros buscan proponer al Gobierno de Aragón una serie de actuaciones jerarquizadas en el tiempo con las que establecer “cómo vamos a guardar lo bueno y cómo vamos a mejorar lo malo”.

Debido a la situación generada por la pandemia de la COVID-19, el equipo no pudo reunirse de manera presencial con las mujeres en los talleres de trabajo que llevaron a cabo en la primera parte del trabajo. Perdieron el “contacto del tú a tú”, como lamenta Mª Luz. Sin embargo, mediante las encuestas telemáticas a través de formularios de Google, obtuvieron 560 respuestas correspondientes a todas las comarcas de Aragón, logrando un nivel de confianza del 95% y un margen de error inferior al 5%.

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Elena Uzcategui en su puesto de quesos de La Litera.

La identificación de la mujer con el medio rural

“Yo lo que más valoro es la calidad de vida y la tranquilidad que tengo. Todo lo que me gusta lo puedo hacer y sin agobios”. Elena Urzategui no cambiaría su Altorricón por ningún otro lugar.

Uno de los bloques contemplados en el índice VIMUR empleado en el estudio de 2020, hace referencia a la Identidad de la Mujer con el Medio Rural. Dentro de este bloque se preguntó a las mujeres encuestadas el valor que le daban a diversas condiciones de su comarca como la naturaleza y el paisaje; la cultura, el arte y las tradiciones; o los productos locales gastronómicos y/o artesanales.

El equipo de GEOT, afirma en el estudio de 2020 que “la identidad es uno de los factores clave para la integración de la mujer en el mundo rural”. Como se refleja en los gráficos, la mayoría de las encuestadas valoran mucho o bastante la naturaleza, la cultura y los productos artesanales de su comarca.

Para entender mejor este sentimiento de identificación con el entorno, dentro del mismo proyecto se realizó un trabajo fotográfico, ‘Ellas son campo’. En este se ilustran las zonas en las que residen y trabajan tres mujeres: Ángeles Briceño Asperilla (Aguilar), Judith Martín Carrera (Chía) y Natalia Manso de Zúñiga (Ansó). A todas ellas se les preguntó por qué escogieron el medio rural:

Ángeles: “Por la calidad de vida. Hay naturaleza por todos los sitios, no hay contaminación, si no tienes tu huerto, puedes conseguir alimentos próximos. Puedes tener cultura si quieres, retiro si quieres, gente si quieres”.

Judith: “Por la tranquilidad. La paz. El abrir la ventana y escuchar los pajaritos y no los coches. Levantarte por la mañana, salir a la puerta y tener naturaleza. Salir a pasear. Hablar con el vecino. El ayudarte los unos a los otros. Tener tu huerto, recoger lo que te da”.

Natalia: “Confianza. La sensación de pausa. Oportunidades, pero no cualquiera, sino adaptadas al contexto y al sitio concreto. Y lejanía geográfica, pero proximidad tecnológica y real”.

Todas ellas forman parte de la naturaleza que las rodea. Y como asegura Elena Urzategui, “ahora estoy aquí y ya no lo cambio”.

La mujer en el sector primario

Cuando hablamos del entorno rural, pensamos en campos verdes y amarillos, en montañas con rebaños, en ganado pastando, en cosechas en verano. Pero quizá no se nos venga a la mente a una mujer desempeñando esas tareas propias del sector primario. La percepción general reflejada en el informe de 2020, es que las mujeres jóvenes a penas participan en las actividades agrícolas y que los apoyos para que las mujeres se empleen en el sector agroganadero son insuficientes.

Las protagonistas del estudio apuntan que las jóvenes no se dedican a las actividades agrícolas debido a un problema de relevo generacional femenino en el desempeño de estas actividades económicas. Es decir, de forma tradicional, siempre ha sido la descendencia masculina la que ha heredado la empresa familiar y ha continuado con el legado agrícola-ganadero. Sin embargo, esta convención está empezando a cambiar. Según un artículo publicado en octubre de 2020 en Aragón_hoy, “casi 1.300 mujeres se han incorporado al sector agrario en los últimos 20 años en Aragón”.

Judith, una de las mujeres entrevistadas en el proyecto ‘Ellas son campo’, trabaja en la actualidad junto a sus hermanos, Begoña y Juanjo, en su restaurante Casa Chongastán, además de mantener su propio huerto y ganado. Cuando en este proyecto fotográfico se le preguntó “¿qué características tiene una mujer rural?”, ella respondió: “Fuerza, porque las mujeres rurales han venido de familias ganaderas y han tenido que salir adelante con hijos y familia. La mujer rural contemporánea y, en concreto, las generaciones jóvenes, somos un poco ‘todoterreno’ gracias al medio en el que estamos: cuidamos a niños, atendemos a los mayores, estamos al tanto del ganado, vamos al monte, y -si hace falta- nos arreglamos para dar una charla en el Palacio de Congresos”.

Con mujeres ‘todoterreno’ como ella que sirvan como modelos a las generaciones venideras de jóvenes rurales, quizá pueda empezar a cambiar esa percepción de un campo cuidado y desarrollado exclusivamente por hombres.

Las oportunidades de empleo y la obligación de emprender

Comenzamos en Altorricón, en la provincia de Huesca, para descender ahora hacia el sur hasta Peñarroya de Tastavíns en la comarca de Matarraña en Teruel. Evelyn Celma creció en Barcelona, pero su deseo siempre fue regresar a la tierra de su familia. Tras licenciarse y ejercer en el campo de las Ciencias Ambientales, en 2007 fundó su propio negocio de cosmética natural, Matarrania. “Siempre me ha apasionado el mundo de la etnobotánica, la cultura popular rural y cómo las gentes del campo son las que mejor entienden esto del desarrollo sostenible. Vi en ello la posibilidad de crear una iniciativa empresarial que respondiese a un criterio sostenible y que ayudase además a fomentar la creación de empleo en el medio rural”.

Evelyn decidió emprender para continuar en el campo, y aunque ella solo lo ve como “una opción válida para poder quedarse”, el 58% de las mujeres encuestadas en el estudio lo consideran casi siempre como una obligación.

Este dato queda relacionado con la respuesta a otra de las preguntas de este mismo bloque sobre empleo y emprendimiento, en la que el 54% de las encuestadas consideran insuficientes las oportunidades de empleo en su comarca, el 26% las califican como regulares y el 7% manifiesta que, directamente, no las hay.

Evelyn ha conseguido crear 9 puestos de trabajo en el entorno rural gracias a su iniciativa de Matarrania. “Ahora somos un equipo de 9 personas a media jornada -6 que trabajamos desde Peñarroya y 3 que lo hacen a distancia desde otros pueblos de Aragón- que creemos en lo que hacemos y lo disfrutamos, buscando un estilo de vida más sostenible”.

A Evelyn le encanta vivir en el entorno rural, cerca de sus materias primas y en contacto con la cultura popular de la tierra, pero algunos servicios deficitarios en su comarca como la atención sanitaria, el transporte público o el acceso a internet, suponen obstáculos a la hora de escoger una vida rural. “El transporte público es inexistente. El médico tiene un horario muy reducido y hay pocos especialistas. Internet sigue adoleciendo la falta de cobertura en muchos lugares. A los coles es a lo único que le puedo dar el aprobado, con 5 niños ya abren, así que todavía aguantan”.

Esta percepción sobre la escasez de servicios es una opinión generalizada en la población femenina del entorno rural aragonés. Más del 60% de las mujeres entrevistadas califican el transporte público en su comarca como insuficiente, y el 54% dan una visión negativa sobre la conexión a internet en su zona.

Iniciativas y propuestas

Una vez recopilada toda la información de las encuestas, se procedió a asignar valores a las distintas respuestas. El valor final del VIMUR Aragón quedó en 2,85 puntos sobre 5, lo que significa que el valor de integración de la mujer en las zonas rurales es tan solo un aprobado.

Tanto en la primera parte del informe concluida en 2018 como con la continuación del estudio en 2020, el equipo GEOT llegó a una misma conclusión general: “las distintas normativas y programas que se ocupan del medio rural, las directrices de mejora de la calidad de vida y programas de gestión de fondos financieros están faltas de conexión entre sí, así como las actuaciones y objetivos de las distintas administraciones públicas que intervienen en estos procesos”.

Para finalizar el estudio y ver “cómo vamos a guardar lo bueno y cómo vamos a mejorar lo malo” como dice Mª Luz, el equipo de investigación plantea una serie de propuestas centradas en los asuntos tratados en los bloques del VIMUR con peor nota: la incorporación de la mujer a la agricultura y la ganadería, las oportunidades de empleo y emprendimiento; y la gobernanza territorial.

Con respecto a la incorporación de la mujer a las profesiones agrarias y ganaderas, el GEOT establece el foco del problema en que las mujeres “valoran que es muy difícil la incorporación a la actividad agraria, si no procedes de familia agrícola y/o ganadera, para los jóvenes en general y particularmente para las mujeres”. Hay que allanar el camino de la población femenina hacia el sector agroalimentario para lo que Mª Luz y su equipo proponen: informar a las mujeres de los programas y ayudas que existen en distintos ámbitos y facilitar la creación de redes de productoras agrarias y agroalimentarias.

De la baja puntuación obtenida en el bloque sobre empleo y emprendimiento, el GEOT concluye que “es imprescindible realizar propuestas destinadas a fortalecer la empleabilidad en nuevas actividades y a la posibilidad de realizar trabajos on-line. A su vez, es necesario el fortalecimiento de los centros destinados a potenciar la capacidad emprendedora de las mujeres”. La creación de nuevas empresas y actividades en el campo y, por lo tanto, la creación de un mayor número de empleos en el entorno rural, es la meta que busca este estudio con las siguientes propuestas: crear un observatorio del emprendimiento de mujeres, reforzar la labor de los Agentes de Desarrollo Local y crear viveros de empresas.

El último foco de atención recae sobre la gobernanza territorial. Las mujeres encuestadas han dejado clara “la existencia de falta de coordinación entre los planes y programas territoriales, en ocasiones demasiado ambiciosos, y la rigidez institucional y frecuente falta de adaptación de las normas a la situación real de los territorios”. Las mujeres no confían en que la Administración trate favorecer la su integración en el mundo rural. El GEOT apuesta porque una mejora de la comunicación entre Administración y administradas, traería a su vez una mejora de las gobernanzas territoriales. Sus propuestas en este sentido son: crear partenariados público-privado para el desarrollo territorial, mejorar los canales de participación de la población en general y de las mujeres en particular y articular un banco de buenas prácticas.

MªLuz, Alberto, Junnyluz y Carlos han logrado exponer y dar voz a la situación actual de la mujer en el entorno rural de Aragón. “Le hemos ofrecido al Gobierno de Aragón, una serie de actuaciones jerarquizadas en el tiempo y con la justificación de por qué y para qué. Nosotros proponemos y dejamos escrito con este informe lo que habría que hacer y mejorar. Nosotros no tenemos el poder de decir “hágase”, pero yo creo que algunas medidas, con el tiempo, sí podrán realizarse”.

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Judith Martín Carrera en el valle de Benasque. Foto: Noemí Rodrigo Sabio en el Fotolibro ‘Ellas son Campo’.

Ahora solo queda que la teoría se convierta en práctica para que esa “calidad de vida” de la que hablaba Ángeles Martín, esa “paz y tranquilidad” que respiraba Judith Martín y esa “confianza” con la que vive Natalia Manso, conformen la situación de todas las mujeres rurales de Aragón en el futuro.


Artículo publicado previamente en Zero Grados.

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