La cuarentena de las personas sin hogar: “Aquí hay muchas carencias, por un cigarro vendes a quien sea”

En Zaragoza y en Uesca se han acondicionado pabellones para acoger a personas sin hogar. Mari Fe está en el Albergue de Zaragoza: “Hay más medidas de protección que las que tendríamos en casa”. Ya no aceptan a nadie, si no se le ha hecho el test y ha dado negativo: “El que entra no sale, y, si sale, no vuelve a entrar”, dice la directora. La convivencia resulta complicada en ocasiones: “Somos amigos porque no nos queda otra, hasta la amistad se compra”.

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En el Pabellón de Tenerías conviven unas 80 personas. Foto: (AZ)

Quédate en casa”, “yo me quedo en casa”, “tienes que quedarte en casa”. Mensajes repetidos desde el Gobierno, hashtags reincidentes en redes sociales. Pero… ¿y si no tienes casa?, ¿qué pasa con el que cada noche duerme a la intemperie o bajo el techo de un cajero? En Zaragoza y en Uesca se han habilitado espacios para acoger a estas personas sin hogar.

Albergues y pabellones son las frías moradas de cientos de hombres y mujeres durante el confinamiento. Pertrechados en el ‘lujo’ de tener un techo, un sofá, un baño propio, una cocina, a veces una terraza, parece complicado empatizar con alguien que vive una realidad tan disímil. En cinco minutos de conversación con Mari Fe, se desvanecen los prejuicios: “Añoramos las pequeñas cosas, como todo el mundo, poder abrazarnos, salir a comprarnos un dónut… No echamos de menos Netflix”.

Mari Fe es una de las personas alojadas en el Albergue de Zaragoza. Lleva allí desde el mes de febrero. Tiene 59 años, y, tras quedarse en el paro –trabajaba como verificadora de calidad para los coches de la Opel–, vivió del subsidio por desempleo durante cuatro meses y después tiró de ahorros hasta que se quedó con nada.

Fue entonces cuando entró en el centro. Nunca antes había necesitado recurrir a este tipo de ayuda, y tiene intención de normalizar su situación cuanto antes. Si no lo ha hecho aún, explica, es por el coronavirus: “Yo ya había encontrado trabajo y una habitación, pero llegó esto y todo quedó paralizado”. Primero fue la emergencia por bajas temperaturas (que el Albergue cerró el 15 de marzo) y después la sanitaria (abierta el 16). Confía en que cuando todo esto pase pueda recuperar ese trabajo que le estaba esperando.

“El que entra no sale, y, si sale, no vuelve a entrar”

En al Albergue hay actualmente aforo completo: 100 personas alojadas en camas individuales o módulos familiares. El encadenamiento de emergencias, recuerda la directora, Charo Jiménez, hace que haya personas allí desde noviembre de 2019. En la época de bajas temperaturas se habilitaron dos pabellones más (peor acondicionados) que daban cobijo a unas 40 personas. Por las exigencias de distanciamiento que se precisan para luchar contra el coronavirus se fueron desmontando esas carpas accesorias y, muchas de las personas que estaban allí, pasaron al Pabellón Tenerías.

El Ayuntamiento de Zaragoza acondicionó este recinto deportivo, que comenzó a funcionar como espacio para personas sin hogar el pasado 17 de marzo. Tiene 80 plazas (separadas para hombres y mujeres), cinco de enfermería y una sala de aislamiento. En la cocina del Albergue se preparan los desayunos, las comidas y las cenas para los alojados allí y en Tenerías.

En ambos recintos existe vigilancia de la Policía Local durante 24 horas y se contrató a personal de enfermería. En Tenerías, por añadidura, hay un médico y personal del Centro Municipal de Prevención de Adicciones (CMAPA). Al principio, señala Jiménez, las normas eran un poco más laxas y se les permitía salir, ahora son más estrictas: “El que entra no sale, y, si sale, no vuelve a entrar”.

Hasta el momento se le ha hecho la prueba a tres personas que estaban dentro y presentaban algún síntoma, pero en ninguno de los casos el resultado fue positivo. Ya no aceptan a nadie, si no se le ha practicado el test y ha dado negativo. “Estamos muy controlados”, asegura Mari Fe, “nos controlan la temperatura tres veces al día y, en cuanto ven algo raro, nos aíslan. Tenemos más miedo de que nos contagien los repartidores que de nosotros aquí dentro”. Indica que les han generado una suerte de “burbuja: incluso procuramos ver poco la televisión porque nos asusta, nos han protegido tanto que no sabemos qué es realmente lo que hay fuera”.

Disponen de mascarillas, guantes, les obligan a lavarse las manos al entrar y al salir del comedor y si tienen que hacer una gestión ineludible fuera les desinfectan, “aquí tenemos más medidas de protección que las que tendríamos en casa, y, además, la gente de la calle hace mascarillas y nos las trae”.

“Somos amigos porque no nos queda otra, hasta la amistad se compra”

La convivencia no es sencilla. A los problemas que normalmente pueden surgir en este tipo de centros, se suman los generados por el confinamiento. “Somos mucha gente, con distintas problemáticas, distintos orígenes. Gente muy diversa y un poco egoísta”, anota Mari Fe. No confía en que de allí salgan verdaderas amistades: “Se van creando grupitos, sí, pero no sé cuántos quedarán cuando esto termine. Normalmente esta gente es muy nómada y el encierro no lo llevan bien, somos amigos porque no nos queda otra, hasta la amistad se compra”.

A pesar de tener los servicios básicos cubiertos, Mari Fe reconoce que allí dentro tienen muchas carencias: “Por un cigarro vendes a quien sea, son momentos de estrés que se tienen cuando nos faltan los vicios”.

La directora, no obstante, destaca que está habiendo mucho más compañerismo y colaboración de lo habitual: “Las personas de la limpieza me dicen que la gente está mucho más responsable, que no se tiran cosas al suelo, que casi no encuentran colillas. Están concienciados”.

“Es complicado tenerlos encerrados, tenemos apoyo de psiquiatras”

Irene estaba trabajando en un centro de salud de Tudela cuando le ofrecieron un contrato de seis meses (hasta septiembre) como enfermera en el Albergue. Aceptó. Reconoce que es complicado tenerlos encerrados, ya que son gente acostumbrada a salir, hacer lo que quieran y luego volver a dormir, “también los hay con síndrome de abstinencia, problemas de ansiedad, lo normal en sitios así, por eso tenemos apoyo de psiquiatras”.

Como Jiménez y Mari Fe, la enfermera resalta las medidas de protección y comenta que hay más riesgo de que ellos (los que llegan de fuera) les contagien, que al revés. A pesar de todo, dice, “estamos aquí más protegidos que en un centro de salud o en un hospital”.

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El Ayuntamiento de Uesca habilitó el Pabellón Río Isuela. Foto: Ayuntamiento de Uesca

“No es una balsa de aceite”

También el pasado 17 de marzo, en Uesca se acondicionó el Pabellón Deportivo Río Isuela. A diferencia de lo sucedido en la capital aragonesa, el albergue se cerró y todas las personas sin hogar están en un solo recinto. Actualmente, explica el jefe de Servicios Sociales del Ayuntamiento oscense, Alfonso Ramírez, hay 32 personas y, en principio, no necesitan habilitar más espacios.

Han preparado una sala en las piscinas Almeriz (junto al pabellón) donde se aísla a las personas con algún síntoma hasta que se les hace el test. De momento, lo han hecho con dos personas y ambas han dado negativo.

Han dividido el pabellón en tres partes, dos de dormitorios y una zona de estar y recepción. Tienen un servicio de seguridad durante las 24 horas del día y personal de Caritas que colabora en la vigilancia. En un primer momento, las personas alojadas debían salir para comer, pero ahora, por sugerencia del Salud, se les llevan los alimentos al pabellón.

Se les permite salir, pero no más allá de un recinto delimitado alrededor de la instalación. Durante esta semana se han cambiado todas las camas (por otras de mayor calidad costeadas por el propio Consistorio) y se ha establecido una coordinación con el centro de salud para que haya un control más individualizado.

Siempre surgen algunos “problemillas de convivencia”, dice Ramírez, “son personas con características particulares, que tienen diferentes patologías mentales, digamos que esto no es una balsa de aceite”.

El Ayuntamiento de Zaragoza reclama la colaboración del Gobierno de Aragón

En Huesca no es necesario, de momento, ningún espacio más, pero sí se empieza a precisar en Zaragoza. El Ayuntamiento zaragozano pidió, alrededor del pasado 20 de marzo, al Gobierno de Aragón que colaborara con el 50% del coste de la habilitación de Tenerías, así como que coadyuvara para la habilitación de algún otro recinto.

Hasta el momento, no hay una respuesta concreta al respecto, aunque desde ambas instituciones sí se afirma que están teniendo lugar reuniones para coordinar un paquete de medidas conjunto referente a los servicios sociales, dentro de las cuales se está tratando el asunto de las personas sin hogar.

Gran parte de los servicios sociales que presta el Ayuntamiento, recuerdan desde el Departamento de Ciudadanía y Derechos Sociales del Ejecutivo aragonés, son encomiendas de gestión del Gobierno de Aragón, y todo eso se está poniendo sobre la mesa.

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