Iraq, vuelta a empezar

Han pasado casi dos años desde que el pueblo iraquí tomó las calles gritando “¡Ni EEUU, ni Irán, la tierra es nuestra!”. La movilización de la juventud iraquí fue apagada por la pandemia y la represión conjunta de los actores pro-estadounidenses y pro-iraníes que comparten el poder desde la ocupación del país árabe y la derroca de Saddam Husein en 2003.

Campamentos de desplazados en Sinjar Iraq Levi Meir Clancy en Unsplash_
Campamentos de desplazados en Sinjar, Iraq | Foto: Levi Meir Clancy (Unsplash)

Tras los hechos violentos de la pasada semana que dejaron al menos 35 personas muertas y 380 heridas cuando partidarios de Muqtada al-Sadr asaltaban el Palacio Presidencial en Bagdad, el presidente del parlamento iraquí ha manifestado que este lunes enviará una invitación a las fuerzas y partidos políticos para establecer una mesa de diálogo y celebrar así elecciones anticipadas.

Actores políticos en Iraq

Desde que tuvieran lugar los últimos comicios, en octubre de 2021, la oligarquía política no ha logrado elegir a un primer ministro, llevando al país a más tensión sectaria, más crisis socioeconómica para la población y más vía libre para la injerencia exterior. El país se queda sin Moqatada al-Sadr, la figura con mayor poder convocatorio entre las masas chiíes, confesión mayoritaria en Iraq, tras el anuncio de su retirada supuestamente como consecuencia de los sangrientos acontecimientos de la pasada semana.

Moqtada es una figura errática, cambia continuamente sus decisiones y esto se debe relativamente a su alta espiritualidad y también a su relación agridulce con Irán”, explica a Arainfo AlWalid Yahya, periodista iraquí. “Es un indeciso y nunca termina lo que empieza, pero es una persona que heredó el estatus de su padre, Mohamad Sadeq al-Sadr, líder religioso que fue asesinado por Saddam, no acepta la wilayat alfaghih (el sistema político religioso iraní)”.

La alianza iraquí patrocinada por la República Islámica de Irán comprende a varios actores como son el Consejo Chií Islámico, creado en Irán durante la época de Saddam y liderado por la familia al-Hakim; la Legión Badr, liderada por Hadi al-Ameri, brazo militar del Consejo pero que terminó convirtiéndose en una fuerza independiente y ganó adeptos tras la ocupación estadounidense; o las Ligas de Rectitud de Qays al-Jazali, excabecilla del ejército de al-Mahdi de Sadr.

También se encuentra el partido Da’wa, fundado en los años 60 y adoptado por Irán tras la revolución islámica iraní de Jomeini, que llevó a cabo el ataque contra la embajada iraquí en Beirut en 1981. Es el partido del exprimir ministro Nuri al- Maliki, el mismo que se encontraba dando la rueda de prensa junto a George Bush cuando el periodista Muntazer Azaide le lanzó un zapato en señal de protesta. De la disidencia de Ammar al- Hakim del Da’wa surgió la corriente Hikma (Sabiduría), otro ex miembro de Da’wa, Haider al-Abadi, también decidió retirarse del partido y crear la Alianza de la Rectitud. Existen, además, otras fuerzas más pequeñas en el campo iraní, como son Los batallones del Imam Ali o Hizbolá de Iraq.

En 2003, EEUU decidió apoyar a las fuerzas liberales oponentes a Saddam que se encontraban en el exilio, las Fuerzas del Congreso de Londres de Ahmad al-Chalabi e Iyad Alawi, y formó un órgano rector (en el que el Partido Comunista iraquí participó) bajo el liderazgo de Paul Bremeer, el Alto Mandatorio de la ocupación estadounidense en Iraq. Después de las primeras elecciones en 2005, basadas en el sistema sectario establecido por EEUU, se dieron cuenta de que en el mapa político iraquí no había espacio para fuerzas no religiosas.

Por eso, EEUU decidió gobernar Iraq a través del acuerdo marco de comercio e inversión (TIFA, en sus siglas en ingles) de 2005 y el acuerdo marco de amistad y cooperación de 2008”, relata Alwalid. “Con dicho acuerdos, EEUU se garantizaba la continuidad del expolio de la riqueza natural del país, así como de sus inversiones, independientemente de la identidad de la fuerza que estuviese en el poder”, aclara el periodista.

En la arena política está el Partido Democrático kurdo, liderado por Mas’ud Barzani, que mantiene buenas relaciones con Turquía y una relación fallida con Irán. Se trata de un partido cercano a el-Sadr que tiene, como contraparte, el Partido Nacional kurdo de Pavel Talbani, muy cercano a los iraníes y aliado del marco de coordinación. Este último ostenta el puesto del presidente de la República desde la creación del sistema actual en 2003. Hay otros partidos kurdos, pero sin una fuerza palpable en la región autónoma de Kurdistán.

Por su parte, los suníes tienen dos fuerzas principales: la coalición Taqaddum (Progreso), liderada por el presidente del parlamento Muhammad Alhalbusi, y la coalición Azm (Determination), liderada por Jamis Aljanyar. Durante las últimas elecciones de octubre de 2021, Aljanyar y Alhalbusi se unieron en una coalición llamada Soberanía y pactaron con el-Sadr; hubo una parte de Azm que se acercó más al marco de coordinación iraní.

Un sistema confesional a la fuerza

De estar regido por una dictadura, Iraq se vio forzado a asumir un sistema político de cuotas confesionales, de manera que una figura de la principal secta religiosa, el islam chií, ostenta el puesto de primer ministro, los kurdos tiene la presidencia de la República y los suníes la presidencia del parlamento. Se trata de un sistema que tanto EEUU, como la ONU o la Unión Europea apoyan.

Para Omar Alyafal, investigador iraquí afincado en Berlín, se trata de “un sistema de consenso que no se basa en coaliciones de ideas y objetivos semejantes, sino en un consenso basado en reparto de cuotas de poder en el Estado”.

Alyafal explica que el llamado marco de coordinación (fuerza pro-iraní) y la corriente sadrista son “casi iguales”, ambos tienen armas y dinero, ambos se alimentan de las instituciones del Estado y de hombres de negocios que los apoyan financieramente. “La única diferencia es la influencia de el-Sadr en la calle, porque heredó una base popular grande que le santifica y obedece sin responder, incluso algunos lo adoran en el sentido religioso, es una base fiel sin que haya beneficios, al contrario que en el caso del marco de coordinación que ofrece puesto de trabajo, dinero a su público y armas a los jefes tribales”.

De cara a las próximas elecciones que se convocarán, Alyafal ve difícil predecir qué sucederá, pero asegura que el enfrentamiento militar entre facciones iraquíes puede estallar en cualquier momento.

Las fuerzas políticas, sobre todo las chiíes, quieren monopolizar el poder, el-Sadr quiere un gobierno para él y sus aliados suníes y kurdos; el marco es menos extremo y ofreció en su momento la partición del poder y la repartición de los puestos ministeriales y de mando en el Estado. El enfrentamiento militar es resultado de todo eso y es posible que se reanude”, afirma el investigador.

Confesionalismo y patriarcado contra los derechos de las mujeres

Ambos entrevistados afirman que las masas no se sienten representadas, de ahí que el descontento y las manifestaciones no cesen. Siente ganas de tomar la calle, pero hay miedo a una represión violenta. El pueblo no apuesta por las elecciones, que muy probablemente van a ser manipuladas y ayudan a perpetuar el actual sistema. Si en las anteriores la participación fue baja, en las próximas aún puede serlo más.

En Iraq existe diferencia norte-sur. Hay una tercera corriente política, la de los independientes, pero son individuos o pequeños partidos del sur y el centro del país que en el momento del estallido de las manifestaciones tuvieron apoyo popular pero lo perdieron por decidir participar en el actual juego político.

La realidad para las mujeres también tiene diferencias geográficas. Así lo cuenta Amani al-Hasan, escritora, activista política independiente de Waset (sur de Iraq). Durante las manifestaciones populares muchas jóvenes salen a las calles y toman parte en las movilizaciones, pero por ello sufren campañas de difamación contra su “honor”, Amani misma lo ha sufrido, e incluso violencia de sus familias, son raptadas, violentadas físicamente y algunas incluso desaparecen.

Es en el sur además donde más hombres murieron consecuencia de las batallas bélicas y donde las viudas no tienen opción de casarse con otro hombre que no sea uno de la familia del marido fallecido.

En el sur de Iraq las mujeres asumen la carga de las guerras y conflictos que asolan al país y se encuentran confinadas en un esquema social y patriarcal que les relega a la casa, el cuidado de la familia y los niños y niñas”, dice Amani. “Pero también es en el sur realmente donde las mujeres son más activas debido a la revolución digital y las redes sociales que nos ofrecen acceso a nuevos mundos de conocimiento”, añade.

En el norte y la capital, Bagdad, la situación de las mujeres es “relativamente mejor”, apunta la activista, pero desde 2003 con la caída de Saddam, la presión aumentó debido, dice, “al sistema que gobierna el país”. “En Bagdad y el norte los esquemas patriarcales son otros, pero para ayudar al hombre y servirlo, no para que la mujer se libere”, señala Amani que lamenta que no exista una sola organización que reivindique “de verdad” los derechos de las mujeres o que el Estado y las ONG se involucren “solo en la capital” y no lleguen a las zonas marginadas del sur.

La activista es crítica con las mujeres que participan en los partidos políticos iraquíes por “servir al patriarcado y dañar el feminismo”. “Creo que las mujeres tienen que acceder a la política, no digo lo contrario, pero yo personalmente veo que un partido político feminista es necesario y no dejarnos convencer por lo que nos dicen de que primero hay que derrocar un sistema opresivo y luego defender el derecho de las mujeres”, asiente tajante Amani.

Con todo, un nuevo estallido popular en Iraq parece ser inevitable.

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