Entre Burgos y Euskal Herria, Biela y Tierra siguen descubriendo iniciativas locales sostenibles de agroalimentación

Queserías, cooperativas, iniciativas locales sostenibles donde fijarnos... Biela y Tierra continúan su camino, en este caso desde Burgos a Euskal Herria, descubriendo iniciativas reales ligadas a la alimentación sostenible.

Biela y Tierra
En Matienzo

Llegan al valle de Valdivielso y la bienvenida no podía ser más oportuna para Biela y Tierra: comenzaba la XIV carrera BTT Valle de Valdivielso con 350 participantes en bici. Una celebración llena de ruedas, amortiguaciones, frenos, gentes y sonrisas. 44 km por delante y 1050 m de desnivel positivo, un recorrido que permite disfrutar la belleza del valle de Valdivielso pasando por los distintos pueblos.

El valle de Valdivielso se encuentra en las Merindades, una región montañosa en el norte de Burgos. Siempre fue un vergel y su fruta muy valorada. Con el paso del tiempo se ha ido deshabitando y perdiendo parte de sus esencias pero afortunadamente conserva su memoria. El valle de Valdivielso ha sido conformado y habitado gracias al paso del río Ebro y lo integran 14 localidades en las que viven permanentemente unas 350 personas aunque en verano se triplica la población. En los años 60 las Merindades, al igual que otras zonas rurales, empezaron a despoblarse y el éxodo rural llevó a la gente a ciudades industrializadas. En lugares como Bizkaia, Gipuzkoa, Burgos, Madrid se asentó mucha de esta población que a día de hoy vuelve fines de semana y vacaciones a “su pueblo”.

Comenzaron el domingo con entrevista en la radio del valle. ¿Una radio rural? Sí, es posible: Radio Valdivielso, emisora oficial de Biela y Tierra. Jokin Garmilla las esperaba micro en mano para escuchar los devenires de su viaje como hacen semana tras semana a través de conexiones telefónicas. Radio Valdivielso nació hace 18 años fruto de la casualidad y la amistad. Jokin y Marta son hijos de la migración. Pasaban los veranos y fines de semana en el pueblo. En uno de esos veranos se conocieron, se enamoraron, empezó su relación y por cuestiones laborales acabaron viviendo en Madrid. Cuando Paula, su primera hija, llegó a este mundo, decidieron que querían apostar por una crianza más sana y en contacto con la naturaleza. Volver al valle donde nacieron sus padres y donde tantos veranos habían disfrutado se presentaba como una opción inmejorable. Un año y medio les costó construir con sus manos la que hoy en día es su casa. Una vez asentados en el valle, un amigo de Jokin le regaló una antigua emisora de radio. “Ya que tú estudiaste periodismo, has trabajado en la industria discográfica, andabas con medios de comunicación y sabes de esto, ¿por qué no te llevas estos aparatos?”. Y ahí se plantaron con la emisora en el salón de su casa. Un día para probarla, puso un disco, empezó a radiar y cogió con Marta el coche para ver si se escuchaba. ¡Sorpresa! La música se escuchaba por todo el valle en la frecuencia 106.0.

Esto ocurrió en primavera, un mes de mayo del año 2001. La radio nació sin pretender ser nada, nació sin ser un proyecto diseñado ni con vistas de futuro. Y la gente hizo que eso que era un juego se convirtiera en algo esencial para el valle. Jokin nos contaba que “al mover el dial, en un valle tan cerrado en el que casi no llegan emisoras, la gente encontraba una que se llamaba Radio Valdivielso, que hablaba de Valdivielso y en la que escuchaban a la gente de Valdivielso. Entonces, rápidamente marcaban el teléfono, nos llamaban para hablar, contaban sus cosas cotidianas, cantaban canciones de aquí del valle… Y la gente empezó a comunicarse.” Con el verano se hizo mucho más popular. Los veraneantes se arremolinaban en torno a la radio y se convirtió en un referente. “Y la gente se enamoró, la hizo suya, y de esa manera la radio fue un acontecimiento que cambió muchas cosas.” Y durante todos estos años la memoria de las gentes y del valle se ha ido recuperando y conservando a través de la voz de sus protagonistas.

Desde los Estudios Pedrito Barcina en Quintana de Valdivielso, emite 24 horas los 365 días del año Radio Valdivielso, “una emisora rural que es un milagro de la comunicación y que gusta sobre todo de acompañar a los pocos vecinos del valle en invierno y a los muchos vecinos del valle en verano, a la gente que pasa por el valle y a esas personas que nos quieren seguir por internet con los podcasts”. Desde hace unos años la radio se financia a través de las colaboraciones de los más de 500 socios que a día de hoy forman parte de ella y permiten que siga ofreciendo programación de calidad a través de las ondas. Radio Valdivielso es un espacio abierto, la ventana del valle al mundo y del mundo al valle. Una cuidada programación con expertos en música, historia, plantas, etc. acompañan a Jokin en el estudio. Jokin, a parte de sus horas en el estudio, completa la programación con entrevistas a las gentes más mayores del valle. Grabadora en mano se acerca hasta sus hogares para escuchar y recoger los relatos de esas memorias que no han de perderse. Y no solo eso, cada evento de la zona también queda registrado en audio. Radio Valdivielso es un ejemplo de poner la vida en el centro, de contar aquello que no es tangible, las memorias, las emociones, aquello que nos conecta y nos hace crecer en comunidad. Y en esta temporada también Biela y Tierra tiene su espacio donde les enorgullece dejar registro sonoro de sus pedaladas. Radio Valdivielso no es solo su emisora oficial, es un punto de anclaje, un punto de encuentro, un lugar para escuchar y soñar con el poder de lo pequeño.

En bici remontaron el río Ebro al Valle de Manzanedo. Un valle natural entre el anticlinal de Leva y la sierra de Tudanca. Allí se encuentra el monasterio cisterciense de Santa María de Ríoseco desde el año 1236. En sus mejores momentos, llegó a contar con una comunidad de unas 100 personas. La organización y disposición de las tierras formaban una explotación agrícola modélica con cultivos de trigo, viñedos, lino e introdujeron los frutales en el valle. Destacó su plan ganadero y su cabaña llegó a contar con 2.000 cabezas de ovejas, 200 carneros, 16 vacas, 70 cabras, 31 chivos y 12 cerdos. La importancia del agua justificó situar el monasterio junto al río Ebro. Pero esos tiempos ya no existen. El monasterio a día de hoy está en gran parte derruido.

Desde el año 2008, el colectivo Salvemos Rioseco está trabajando para restaurar el monasterio Santa María Ríoseco. Un grupo de personas, entidades y asociaciones que con mucho esfuerzo persiguen recuperar este pedacito de la historia. Asistieron a la Fiesta del Voluntariado que fue la jornada de clausura de la IX Semana del Voluntariado en la que había talleres, paella solidaria, juegos, y conciertos. Así, este bello lugar se está cargando de ilusión y de valores llenos de altruismo, gratuidad y generosidad.

A raíz de todo este trabajo de restauración en el Monasterio Santa María de Ríoseco han florecido otros proyectos como Piedra y Semilla Escuela Rural, basado en el capital humano y en los recursos rurales que busca una alternativa de emprendimiento. A través de él, se ha recuperado una de las huertas del monasterio con un jardín didáctico y demostrativo de plantas aromáticas y medicinales. Piedra y Semilla es un proyecto de formación y divulgación que ha contado con cursos, jornadas y talleres vinculadas a la producción y promoción de los recursos de la zona: apicultura, agroecología, ganadería extensiva, manejo de los montes, cultivo de plantas aromáticas y medicinales, elaboración de queso, micología y cultivos de hongos y fruticultura. De esta forma, gracias a la iniciativa del ingeniero forestal Juan Sedano, las piedras de las Merindades se vuelven a llenar de vida.

Uno de los conciertos que tuvieron la suerte de disfrutar en la fiesta del voluntariado fue el de Yesca, colectivo que lleva más de 4 décadas empeñado en dar valor y recopilar las canciones de tradición oral: nanas, cantos de trilla, rondas, marzas… De esa época en la que la música y la vida estaban unidas indisolublemente. “Se cantaba una nana para dormir a un niño, no solo porque era bonita. Se cantaba una canción de siega para hacer menos dura la tarea del campo, era una expresión de quejido, del dolor de cuerpo” contaban desde Yesca. La música no era un producto externo que venía de fuera, como ahora, dirigido a oyentes pasivos, sino que los protagonistas eran las propias gentes y las circunstancias de la vida. Yesca está formado por Gonzalo Pérez Trascasa, María Ángeles Pérez, María Jesús Santamaría y Gaspar Hidalgo.

Yesca, como ellos dicen, son principalmente un grupo de amigos y ese es el principal motivo por el que siguen cantando después de más de cuarenta años. En los años 70, siendo muy jóvenes, empezaron yendo a las zonas rurales a encontrar a esas personas que conservaban la memoria viva de canciones y relatos de la tradición oral. “Y buscando melodías para nuestros conciertos, en realidad descubrimos gentes e historias que nos apasionaron y un patrimonio que no se podía perder”.

Cantos de es una sociedad que desaparece y que Yesca quería dejar registrado y escrito. Con todo ese material recogido a lo largo de los años publicaron el Cancionero de Burgos con Miguel Manzano. Una obra de recopilación de más de 3.000 canciones en 7 tomos. El colectivo Yesca se siente un eslabón más. “Antes de nosotros grandes cancioneros recopilaron esos testimonios escritos como Federico de Olmeda o Antonio Jose.” Para Yesca es esencial que este arte, esta música, aunque pertenezca a una sociedad que ya no existe se transmita a las generaciones para que si lo desean lo recuperen y lo utilicen. Y como nos decía Gonzalo “aunque no quisieran utilizarlo no se puede tirar a la basura. Es parte de nuestra cultura y tradición. A nadie le cabe en la cabeza tirar la obra de Bach o Händel porque ya no llevemos puñetas en las camisas. Porque el arte a todos sus niveles es patrimonio de la humanidad.”

De nuevo las soberanías. Soberanía de los saberes recuperando y conociendo aquello que permite utilizar los recursos de una manera racional. Soberanía de la comunicación para poder conocer la actualidad local con visión global. Soberanía para una cultura que nos haga partícipes y llene de alegría nuestros corazones. Soberanías para poner la vida en el centro.

La Quesería El Carluque es un proyecto común en el que cada persona aporta lo mejor de sus capacidades y habilidades porque la unión hace la fuerza. Si vais a Valdenoceda, cerca del cruce entre la carretera a Logroño y la carretera a Bilbo veréis un precioso edificio de nueva construcción con materiales nobles como piedra y madera, es la quesería. “El Guggenheim de Valdivielso” dicen gentes de la zona. La quesería está a puntito de abrir y ofrecerá un variado surtido de productos elaborados con leche de oveja y leche ecológica de cabra de la zona: yogur, queso fresco, queso de untar y varios quesos curados. Ramiro Palacios, maestro quesero, les ha ayudado en su andadura con asesoramiento en las instalaciones y en la viabilidad de la empresa. Todo el proyecto ha sido diseñado con cariño y esmero teniendo en cuenta la eficiencia energética de forma que se aprovechase la orientación, la inercia térmica y las corrientes de aire. Está situado en un lugar estratégico y la belleza y originalidad del edificio seguro que atraerá mucha gente que podrá disfrutar de los manjares que allí se elaboren.

Marta, Gus, Josu, Virginia, Quique y Cristina hace cuatro años que persiguen el sueño de crear una quesería en Valdenoceda, valle de Valdivielso. Se juntaron hace más de cuatro años, “había ganas de hacer un proyecto en el valle, de producir, de crear” contaban. Transformar la materia prima en el propio valle permite que el valor añadido del producto se quede en la zona favoreciendo la economía local y fijar población en el territorio. La fuerza e ilusión de este grupo ha sido el motor para que no solo sean promotores de la Quesería El Carluque, sino que además han sido constructores de las instalaciones. Un proceso artesanal desde la construcción. Un proceso que ha estado a punto de pararse.

Todos los trámites han durado cuatro años. Gus contaba que con los ahorros que tenía ya no podía aguantar mucho más. Esta espera “te ahoga, te asfixia”. Por suerte para Valdivielso y para el mundo, este grupo luchador no se dio por vencido y siguieron persiguiendo su sueño frente a todos los papeleos del mundo. “No pueden con la gente, no pueden con las ilusiones” nos dijo Marta. Pequeños proyectos artesanos como El Carluque son claves para la lucha contra la despoblación del mundo rural que tanto se habla en los medios de comunicación y en la agenda política. Teniendo en cuenta que la densidad de población del valle de Valdivielso es de 2,96 habitantes/km2, apoyar y facilitar proyectos como éste debería ser una prioridad para las administraciones si verdaderamente la despoblación del mundo rural es un tema de vital importancia. Gracias a la perseverancia de estos supervivientes rurales se prevé que la Quesería El Carluque abra sus puertas entre septiembre y octubre de este año.

El Valle de Valdivielso es afortunado porque desde hace 3 años un grupo de jóvenes apostaron por ir a vivir al mundo rural y este valle fue su destino elegido. Forman la Cooperativa Sankara, un proyecto que entiende el campo como un lugar donde se puede construir sociedad y cultura basándose en el cooperativismo y el apoyo mutuo. “Creemos fundamental el camino hacia las soberanías en todos los ámbitos posibles de la vida, y trabajamos diariamente para alcanzar este objetivo. La salud, el alimento, la vivienda y la cultura son las principales ramas que estamos desarrollando.” Empezaron produciendo hortalizas ecológicas ya que es la actividad productiva de la tierra que necesita una inversión más baja y la que más rápido puedes obtener trabajos, eso sí, a costa de una enorme carga de trabajo. Vinculado a la producción hortícola se creó un grupo el consumo Movimiento Tierra Viva. Entre sus integrantes se reparten semanalmente o quincenalmente cestas de sus alimentos de la huerta que pueden complementarse con pedidos de otros productos de las Merindades.

Nuevos y antiguos pobladores del valle trabajan convencidos de que el futuro del valle de Valdivielso pasa por poner en valor los recursos y mantener vivas las actividades productivas del territorio. Carlos, Leandro, Roberto y Ángel Mari son cuatro de los cinco hijos de Inés y Leandro, la quinta generación que sigue con la tradición ganadera de ovejas en Quintana de Valdivielso. Carlos trabajaba con su padre un rebaño de 237 ovejas. Con el tiempo, el resto de hermanos se unió a la empresa familiar y fueron aumentando el rebaño hasta las 1200 cabezas que tienen actualmente. Suman al rebaño algunas cabras para asegurar la alimentación de leche de los corderos en los partos múltiples y mastines para cuidar y vigilar el rebaño de los ataques. Con las incorporaciones de más hermanos, necesitaban dar un nuevo enfoque al negocio: centrarse en una producción de calidad y en generar relaciones de confianza con el consumidor. Leandro comentó que esta es la única forma de competir en este mundo globalizado.

Los ejemplares que forman el rebaño de ovejas son especiales y su carne es muy valorada, tienen un gran tamaño y han surgido del cruce de tres razas: merina, churra y castellana. El valle de Valdivielso tradicionalmente era una zona de paso de los rebaños trashumantes de distintas razas y ese contacto hizo que se cruzaran. Una de las limitaciones que observaron los hermanos al incorporarse a la actividad ganadera fue que las parideras se concentraban en noviembre-diciembre. Venden los corderos con 25 días con pesos que no superan los 11 kg. Como innovación tienen el rebaño dividido en cuatro parideras distribuidas a lo largo del año. De esta manera, pueden vender corderos en distintas épocas del año beneficiándose de las fluctuaciones del precio de los corderos en el mercado.

Para conseguir una carne de calidad y evitar problemas con los animales, los hermanos Valle les contaron sus claves: animales sanos y bien alimentados. Aprovechan los recursos que la propia naturaleza les da. Los animales pastan los 365 días del año en los montes que tienen arrendados. Además, cuidan su alimentación proveyéndoles de cebada, avena y forraje (alfalfa y vezas) que cultivan y recogen ellos mismos. De esta forma, consiguen que aproximadamente el 80% de los partos de las ovejas sean múltiples. Muestra de la buena salud de los ejemplares.

La fauna salvaje a lo largo de la historia, ha convivido en estas tierras con la ganadería. Antes de la entrada de las políticas agrarias europeas, había 14.000 cabezas de ganado en el valle de Valdivielso. Actualmente en el valle los hermanos son los únicos ganaderos de ovino que quedan. Uno de los grandes dilemas para la continuidad de la ganadería extensiva está siendo la existencia del lobo en los mismos territorios. Leandro reflexiona, “Nosotros hemos demostrado que es perfectamente compatible la existencia del lobo con la ganadería extensiva. Ese manejo que me ha forzado a hacer el lobo me ha permitido obtener beneficios económicos. Tengo a mis ovejas vigiladas y controladas en todo momento y por tanto están mejor.” Desde hace unos años Leandro participa activamente en el proyecto Vivir Con Lobos de Ecologistas en Acción. Desde este proyecto afirman que “el lobo está siendo utilizado para no abordar otros problemas más graves del sector, como el injusto reparto de la PAC, los bajos precios de los productos, el cambio climático o la falta de relevo generacional.” Entender en cada territorio cuál es la realidad, crear espacios de encuentro y de debate entre las diferentes partes es esencial para plantear soluciones que permitan mantener un equilibrio en el ecosistema y que las actividades del sector primario puedan seguir siendo sostenibles.

Cuando a Leandro le preguntan qué es necesario para tener un mundo rural vivo dice claramente “necesitamos que desde las administraciones y desde la sociedad se dignifique este trabajo. Siempre hemos sido los más despreciados, creo que tenemos que cambiar. Y la gente del mundo rural hacerse valer: somos los que estamos produciendo alimentos de calidad, somos los que estamos manteniendo estos espacios y formas de vida.”

El Valle de Karrantza es el municipio más extenso de Bizkaia, con 49 barrios que se agrupan en 16 concejos. Sin embargo, es el municipio que más sufre la falta de habitantes. De los 1,15 millones de habitantes en Bizkaia, solo 2.717 viven en Karrantza, la zona más occidental de la comarca de las Encartaciones. La entrada a Euskal Herria les recordó a la entrada a tierras asturianas por la parte occidental. La zona más despoblada y con gran riqueza de recursos y paisajes. El valle está perfectamente limitado por un cinturón de imponentes montañas. Las recibieron Lupe, Íñigo, Maitane y Aitor en Aldeacueva en el valle de Karantza.

En Matienzo, una de las aldeas del valle, se encuentra Vista Alegre Baserria, la primera de sus visitas en Euskal Herria, una ganadería de vacas frisonas para leche. Desde 2011 elaboran yogures y queso en su propio obrador. José y César son dos hermanos que cogieron el relevo del baserri de la familia, la tercera generación de ganaderos. Tradicionalmente se vendía la leche directamente en los caseríos y posteriormente fueron las centrales lecheras quienes absorbieron la comercialización de la leche. Con el tiempo las centrales lecheras fueron creciendo y la población ganadera fue perdiendo su poder frente a ellas. Las grandes centrales eran quien fijaban los términos para la venta: precio, recogida, pago… Y así, la ganadería de leche en el valle de Karrantza, fue debilitándose. Por un lado, mucha gente se marchó de sus caseríos abandonando el sector primario en busca de empleo en núcleos más industrializados.

Las instituciones animaban a las ganaderías hacia la intensificación: vacas estabuladas y aumentar la alimentación con piensos para que las vacas produjeran más leche. Si el precio por el litro de leche era muy bajo, su lógica era que las explotaciones ganaderas tuviesen más vacas y así pudiese ser rentables. Una industrialización, alejada de la sostenibilidad, que promovía la concentración de mucha vacas en pocas manos. Así, aunque la cantidad de vacas lecheras en el valle no disminuyó, sí lo hizo el número de ganaderos. Producir leche a pequeña escala siguiendo los canales convencionales de la industria no era rentable, no se podía vivir de ello.

César y José hace 25 años vieron que ese no era el camino. El modelo que proponían no era sostenible económica, medioambiental ni socialmente. Así que decidieron volver a la forma tradicional, y empezaron desintensificando la explotación. De más de 40 vacas pasaron a 20 basándose en la ganadería extensiva de toda la vida reduciendo los piensos, insumos y tratamientos veterinarios que las vacas necesitaban. Estos cambios provocaron que las vacas dieran menos leche, se pasó de unos 30 litros por vaca y día a unos 20 litros. Menos leche pero de mucha mayor calidad. Otro paso poder seguir con la explotación era salir de la venta de la leche a las centrales. Para ello, debían transformar y comercializar su propio producto. En este momento, Helen muy vinculada a movimientos agroecológicos, se incorporó al proyecto apostando por convertir la explotación a ecológico. La conversión fue sencilla ya que prácticamente estaban siguiendo un manejo ecológico, y con la obtención del sello conseguían aumentar el valor añadido a su producción. Desde 2013 todo el baserri está certificado en ecológico y también se mantiene la producción de verduras, frutas y animales para autoconsumo. Para la producción en ecológico como mínimo un 75% del forraje del que se alimentan los animales debe provenir de la propia finca. En Vista Alegre la alfalfa que complementa la alimentación de sus vacas llega de un antiguo conocido.

Son ya 8 años los que lleva la quesería en funcionamiento. Comercializan su leche fresca pasteurizada y también la transforman en yogur y cuatro tipos de queso: fresco, tierno, afinado y maduro. Al pastar las vacas y alimentarse con una menor cuantía de piensos compuestos, se garantiza una mejor calidad nutricional de la leche, en cuanto a la presencia y buena relación entre ellos de elementos como las Omegas 3 y 6, el fósforo y el calcio, y las proteínas.

Cuando César y Jose cogieron el relevo sólo trabajaban ellos y a día de hoy son 6 las personas que trabajan en Vista Alegre. Un modelo de ganadería centrado en la sostenibilidad a distintos niveles: ambiental a través de la agroecología, social asentando población en el medio rural y económica evitando intermediarios y a las grandes centrales lecheras. Helen les contó que uno de los pilares es la relación con la gente por eso, la quesería y la granja están abiertas para visitas y su comercialización se basa en un contacto directo para eliminar intermediarios y dar toda la información de los productos directamente a los consumidores. “Producir y consumir alimentos son actividades tan necesarias como complejas y mientras más información tengamos, tanto las personas que dedicamos a producir alimentos como aquellas que los consumen, mejor podemos avanzar hacia la soberanía alimentaria aquella producción y consumo alimentario que cumple con la sustentabilidad agronómica, ambiental, social y cultural de la agro-alimentación, que antepone la salud y nutrición de las personas y su entorno a los grandes negocios empresariales y que responde a lo que pide cada pueblo desde la óptica de una producción y un consumo responsable de alimentos.”

Hasta Ahedo, otro de los barrios de Karrantza, fueron para conocer la bicirueka y la bicikarder. Dos “esculturas artísticas”, dos bicimáquinas que usando las piernas como motor hilan y cardan la lana de la oveja cara negra, mutur beltz. Vieron cómo se puede unir arte, tradición y uso de los recursos locales. Y es que no solo de vacas vive (o vivía) Karrantza, de hecho, una de las ovejas autóctonas de Euskal Herria lleva su nombre: la oveja Karrantzana. Hay dos tipos de oveja Karrantzana: la de cara roja y cara negra. Sus características principales son su perfil convexo, orejas largas y que se adapta muy bien a lugares de acceso medio y elevada pluviometría. Una oveja muy apreciada por su leche para el famoso queso de Idiazábal.

La oveja Karrantzana de cara negra, la mutur beltz está en peligo de extinción. Avascane es una asociación que nació para la defensa y protección de la crianza de ganado. Organiza cada año un encuentro de pastores en el valle de Karrantza, Artzai Topaketa, y los últimos 3 años Laurita Siles y Joseba Edesa, se incorporaron a la organización y le dieron un nuevo enfoque, añadiendo mercado de productores, performances, encuentro de hilanderas, comida popular y elementos vinculados al arte y la cultura. Creando un encuentro artístico agropastoril desde entonces.

Laurita es originaria de Marbella. Llegó a Euskal Herria, por primera vez, hace 16 años. Al tiempo volvió y comenzó su Tesis Doctoral “El uso del folklore como búsqueda de identidad en la creación artística de la era global. Desde una perspectiva diferencial entre los casos vasco y andaluz en obra de carácter sonoro” que presentó en 2017. Un estudio teórico y práctico-creativo del folclore. Laurita contó cómo la palabra folklore fue inventada por las clases altas a mediados del siglo XIX. “Se refería a los «modos de hacer» con los que una comunidad étnica se sentía identificada; los vestigios de un pasado necesario para construir el sentimiento de pertenencia a una comunidad. (…) A día de hoy, el folklorismo, en muchos casos, cumple la función de combatir o cuanto menos contrarrestar la homogeneización cultural producto de la globalización. El folklore renace así como respuesta a la amenaza de la desaparición del legado cultural que impone la industrialización en el marco de un nuevo modelo de sociedad marcada por la cultura urbana.” Laurita hace uso del término folklore desde una perspectiva elástica y móvil, sujeto a una (re)construcción permanente, rompiendo los límites entre lo culto y lo popular. A lo largo de su trayectoria artística Laurita ha utilizado esta visión de folklore cambiante para realizar numerosas performances por todo el mundo. Un ejemplo de ello es la Txalamobil, una txalaparta que se monta y se transporta en una bicicleta y ha recorrido muchos lugares: China, Alemania, Madrid, Bilbo, etc. y ha pasado por centenares de manos que la han hecho sonar. La txalaparta es un instrumento tradicional vasco que se toca a 4 manos y se utilizaba, en su origen, para avisar y mandar mensajes entre caseríos.

Laurita y Joseba se conocieron de manera casual en Bilbo. Joseba nació y creció en las Encartaciones, comarca en la que se encuentra el valle de Karrantza, del que eran originarios tanto su madre como su padre. Joseba, siempre muy vinculado a los movimientos sociales y al activismo, estuvo un tiempo viviendo fuera de Esuskal Herria. Fue en un viaje a Cuba en el que se dio cuenta de la importancia de cuidar y valorar sus raíces carranzanas. En 2014, durante una residencia artística que Laurita realizó en Islandia, conocieron cómo utilizaban la lana de sus ovejas. En Karrantza la lana se dejó de utilizar hace mucho tiempo y actualmente se trata como un residuo. Joseba decidió volver a Karrantza y apostar, junto a Laurita, por recuperar el rebaño de su familia y poner en valor su lana.

Desde entonces el proyecto Mutur Beltz, empezó a tomar forma. Joseba decidió formarse en la escuela de pastores y profundizar en el estudio e investigación de la lana, sus usos y posibilidades. Como nos contaba Joseba “Mutur Beltz es un proyecto holístico, habla de nuevos modelos de caseríos, nuevos modelos de ocupación del suelo, de biodiversidad, nuevas maneras de vivir en el entorno rural. Romper barreras entre lo culto y lo popular, entre el arte, la cultura y la artesanía. Romper las barreras del lugar en el que se ha de encontrar el arte”.

En 2015 Mutur Beltz nació como una asociación agroecológica, artística y cultura para promover la oveja karrantzana. Podemos visualizar esta asociación como una oveja que se sostiene sobre sus cuatro patas: arte, lana, leche y carne. Y, en la cabeza, encontramos sus valores: preservar, crear, participar y mostrar. Esta iniciativa, trata de responder desde la agroecología, la práctica artística y el diseño a la pérdida de los saberes propios del pastoreo y del mundo rural.

La “pata de la lana” se fundamenta en la posibilidad y la necesidad de utilizar ese recurso. Joseba se encarga de esquilar y recoger la lana de las 40 ovejas de su rebaño y, a través de Avascane, está en contacto con el resto de pastores a los que compra también la lana para procesarla. Largo ha sido el camino y mucho lo que han aprendido sobre el proceso artesanal e industrial que implica el tratamiento de la lana. Existen muchas posibilidades para utilizar lo que hoy en día es considerado un residuo, pero para ello es necesario el apoyo y la colaboración de instituciones y administraciones que apuesten por poner en valor este recurso y se invierta en investigación y desarrollo en este campo.

De las ovejas también obtienen la leche y elaboraran queso para la familia siguiendo la receta tradicional del valle. Por ahora no entra en sus planes producirlo para la venta, aunque sí que quieren mantener la receta para que no se pierda.

La “pata del arte” tiene un peso especial y permite unir y enlazar todas las actividades. Desde hace 3 años organizan Ondo Bizi, la residencia artística del Buen Vivir en la que tres artistas pasan una semana investigando, creando, estableciendo relaciones y conociendo el entorno al que han llegado. Elaboran una pieza en distinto formato que presentan durante la jornada de Artzai Topaketa.

En Mutur Beltz se unen dos pasiones: pastoreo y arte. Dos mundos que a priori parecen imposibles de unir, pero que la magia y la entrega de Joseba y Laurita están haciendo posible. Laurita y Joseba demostraron que cuando encuentras tu camino perseveras y superas cualquier barrera. La mayoría de las actividades de Mutur Beltz están autofinanciadas y se realizan gracias al esfuerzo que ponen estos dos jóvenes y al apoyo y colaboración de muchos familiares y amigos. El arte se puede y se debe vincular a cualquier faceta de la vida. Gracias al arte, se pueden poner en valor recursos tan preciados pero olvidados, como la lana.

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