De la interesante publicación ‘La Urgencia de una transición agroecológica en España (1)’, recogemos en sus conclusiones, acerca de las transformaciones del sistema agroalimentario, “que se ha producido una clara intensificación, industrialización y especialización, tanto en la parte de producción como en la de consumo, con un empeoramiento generalizado de los indicadores analizados con respecto a la situación preindustrial”.
Estas coinciden con Aguilera et al. (2020), que describen un sistema que evoluciona de una producción agraria dependiente en última instancia de la energía solar y con rendimientos bajos, a un sistema altamente dependiente de insumos externos no renovables (combustibles fósiles y minerales) y altos rendimientos pero también alto impacto ambiental. Ello requiere apostar por cultivos y variedades que necesitan mayor cantidad de insumos, así como importar materias primas y tierra de terceros países. Así, el Estado español se convierte en importadora neta de tierra, usando en la actualidad 9,2 millones de Has de tierra de terceros países (aproximadamente 1/3 de su superficie agrícola útil).
Y como conclusión principal, desde nuestro punto de vista, “que la transformación agroecológica del sistema agroalimentario español, con una generalización del manejo agroecológico en base a recursos locales, energías renovables, ganadería extensiva y con cambios en la dieta hacia patrones más saludables (escenario AE-SAA), no sólo es capaz de proveer de los nutrientes necesarios a la población española, sino que es el único escenario que consigue un sistema agroalimentario sostenible, saludable y resiliente”.
De la investigación a la práctica
De acuerdo con los resultados de la publicación citada, amén de asumir que no podemos mantener una posición pasiva frente a la emergencia climática, pensamos que la acción sobre el cambio de nuestro modelo alimentario podría ser una de las más asumibles a nivel de las personas ya sensibilizadas con la problemática del calentamiento global.
Para conocer cuál puede ser el consumo alimentario medio de nuestro estado trataremos de extractar el artículo científico de Isabel Cerrillo et al. (2023) (2), que pretendía un doble objetivo. Primero, cuantificar las inexactitudes de los datos oficiales desarrollando un método para cuantificar el consumo alimentario, y segundo: comparar el patrón de consumo alimentario así calculado con las recomendaciones dietéticas mediante un análisis nutricional.

En la Tabla 1 podemos apreciar los grupos de alimentos, los valores de la estimación oficial de alimentos consumidos (en gr por persona y día) (EOFC), los valores reales (ERFC), y la ratio del consumo obtenido frente a los valores recomendados (R c/r). Los autores y autoras consideran un intervalo aceptable de consumo (Ratio consumidos/recomendados) entre 0,8 y 1,2 para mantener un buen estado de salud en la población, y en consecuencia, los cereales, lácteos, pescados y huevos, estarían dentro de ese intervalo, mientras que las carnes aparecen como tres veces por encima del límite superior. El resto de grupo de alimentos quedan por debajo de dicho intervalo. Los frutos secos obtienen la ratio más baja, seguido por las legumbres y frutas cuyo consumo suponen la mitad de las cantidades recomendadas.
El análisis nutricional, se refleja en la Tabla 2, de acuerdo al consumo real estimado (ERFC). La energía (kilocalorías) aportada por la dieta ERFC, supera las necesidades de los hombres en un 36%, y un 54% el de las mujeres. El análisis nutricional trata de valorar si la estimación real de los alimentos consumidos en dicha dieta satisfacía las necesidades de un hombre y una mujer de 42 años, dado que ese grupo de edad corresponde al segmento más grande de población. Considerando un hombre de 68 kg de peso, altura 1,70 m e índice de masa corporal (BMI= 23,5 kg/m2), y 65 kg de peso, 1,65 m de altura, e índice de masa (BMI= 24 kg/m2), para la mujer. Se consideró igualmente la situación de personas con una actividad física ligera. Esta ingesta calórica superior a las necesidades es consistente con los datos de prevalencia del sobrepeso y obesidad en el conjunto del estado, así como la prevalencia de las enfermedades asociadas a ellos.
El consumo de proteínas supera igualmente a las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (0,8-1 g./kg y día): un 41% en el caso de hombres, y un 65% en el de las mujeres. Respecto al perfil lipídico, se observaba un consumo excesivo de grasas saturadas y colesterol, aunque las grasas mono y poli-insaturadas quedan dentro de las recomendaciones de la EFSA (European Food Safety Authority). El consumo de fibra era adecuado, aunque la ingesta de carbohidratos resultaba ligeramente menor de lo recomendado. Respecto a los micronutrientes, se encontró un déficit en yodo y vitamina D, así como un exceso de fósforo.
Reflexión final
En las conclusiones de este artículo científico (2) se indica la conveniencia de utilizar los datos obtenidos para desarrollar guías alimentarias divulgativas. Según dichos resultados, deberían recomendarse un mayor consumo de frutas, vegetales, legumbres y frutos secos y reducir los alimentos altamente procesados en general y los de origen cárnico en particular. Para tratar de iniciar o ensayar la transición alimentaria, a nivel individual o familiar deberíamos en primer lugar contabilizar cuál es nuestro particular nivel de consumo de esos grupos de alimentos citados, compararlos con las cifras medias y las recomendadas, y a partir de ahí, corregir poco a poco las posibles desviaciones. Unas guías alimentarias confeccionadas por los expertos serían bien recibidas.
La acción global sobre la dieta, con una acción decidida y amparada por los gobiernos conseguiría igualmente lo señalado en (1) hasta transformar el modelo productivo agropecuario actual en un sistema más sostenible, reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero y consiguiendo a la par una alimentación saludable.
Para tal acción los gobiernos deberían programar unos determinados plazos para ir transitando hacia la agroecología, reduciendo progresivamente las producciones ganaderas excedentarias y la reducción de esos aportes alimentarios que vienen del exterior, tal como se intuye de una manera genérica en el artículo 25 de la Ley 7/2021, de 20 de mayo, de cambio climático y transición energética (3), sin olvidar los arts. 27 y 28 que incluyen las medidas para que dicha transición sea justa.
Referencias:
(1) La urgencia de una transición agroecológica en España.
E. Aguilera (CEIGRAM, U.P. de Madrid) y M. G. Rivera Ferre (INGENIO. CSIC, U. P. de Valencia), et al. Junio de 2022. Coordinación Técnica y edición de contenidos: A. Muñoz Rico (Amigos de la Tierra). Edición y supervisión de imagen: T. Rodriguez Pierrard (Amigos de la Tierra)
(2) Nutricional Analysis of the Spanish Population: A New Approach Using Public Data on Consumption.
Cerrillo, I.; Saralegui-Díez, P.; Morilla Romero de la Osa, R.; González de Molina, M.; Guzmán G.I.
In. J. Environnmental Research and Public Health, 2023.
(3) Ley 7/2021, de 20 de mayo, de cambio climático y transición energética. BOE n.º 121, de 21 de mayo de 2021.