El cambio climático y una agroindustria sin freno esquilman el Ebro y lo acercan al colapso

La cuenca, que ha perdido la mitad de sus recursos en el último siglo en un vertiginoso proceso de extracción y mermas que lleva camino de acelerarse, queda expuesta a carecer de caudales para atender sus necesidades ambientales en las próximas décadas mientras las previsiones apuntan a la puesta en regadío de más de 47.000 nuevas hectáreas y a un aumento de la demanda industrial y urbana al tiempo que se impulsan nuevos canales colindantes con las demarcaciones mediterráneas

El nuevo PHE contempla la puesta en marcha del canal Xerta-Sènia, donde estaba previsto el inicio del frustrado trasvase del Ebro a Sagunt en los años 70. | Foto: wikimedia

Los efectos del calentamiento global y la intensidad de la agroindustria están esquilmando los recursos del río Ebro, que menguan progresivamente mientras las demandas continúan creciendo, según indican los datos del nuevo Plan Hidrológico del Ebro (PHE) 2021-2027 que la Confederación Hidrográfica (CHE), cuyos datos dibujan un tormentoso horizonte para una cuenca que se dirige al colapso ya que las crecientes previsiones de consumo apenas dejan margen para poder atender las necesidades ambientales.

“En la cuenca del Ebro se ha detectado una tendencia descendente en los recursos hídricos debido al incremento de los usos de agua, a la evolución climatológica y al incremento de la superficie forestal”, señala el documento básico que el PHE, en fase de consulta e información pública hasta el 22 de diciembre, dedica a calcular la disponibilidad de agua.

En ese escenario, iniciativas como la puesta en marcha en Tarragona del canal Xerta-La Sènia, que no deja de ser el tramo inicial del proyecto de los años 70 para llevar agua del Ebro a los Altos Hornos de Sagunto, con una extensión de 3.480 hectáreas y una dotación de 3.500 metros cúbicos anuales por cada una de ellas pero con una anotación como “demanda futura” de 42,61 Hm3 que triplica con creces a la teórica, plantea incógnitas pendientes de resolver acerca del destino final de esos caudales.

Dudas similares alientan las 10.000 nuevas hectáreas previstas antes de 2027 con una dotación de 4.806 m3 anuales para el Segarra-Garrigues, a las que se añade la previsión de multiplicar por más de cinco los requerimientos del sistema en los doce años siguientes cuando su superficie máxima es de 66.000 (con limitaciones en 20.000), cuando la Generalitat, que habla de poner 47.000 en riego y dar apoyo a otras 23.000, lleva tiempo mirando a este sistema como la solución para los problemas de abastecimiento de Barcelona y su área metropolitana.

En este último, como ocurre en el Canal de Navarra, el Algerri-Balaguer y otros regadíos impulsados en las últimas décadas por las administraciones, buena parte de la tierra se encuentra ya en manos de la agroindustria, a menudo infiltrada por los fondos del capital riesgo que están disparando los precios de los alimentos en todo el planeta, ante la imposibilidad de los agricultores de esas zonas, frecuentemente envejecidos por la falta de relevo generacional, para costear la transformación de sus secanos.

Sin embargo, y pese a los escasos efectos beneficiosos de esos proyectos en las sociedades locales, la tendencia a poner en marcha nuevas áreas de riego se mantiene, con una previsión de crear más de 47.000 nuevas hectáreas en 22 manchas nuevas y ampliaciones de otras ya existentes, la mayoría de ellas en Aragón: Mequinenza (1.362), Calcón (594), Fuentes de Ebro (1.800), Civán (1.640), Canal del Cinca (1.496), Sector VIII de Monegros II (6.150), acequia Ontiñena (5.200), Sifón de Cardiel (5.363), Sector XII de Monegros II (1.696), Fuendejalón (268), Isuala (343) y Nueno (44).

Solo la transformación de esas 25.956 hectáreas previstas en Aragón, que son más de la mitad de las de la cuenca, supondrán una demanda de algo más de 220 Hm3 de acuerdo con las dotaciones previstas, un volumen que dobla la capacidad de un embalse como La Loteta, está cerca de triplicar la de Barasona o supera la mitad de El Grado o Mediano.

Una merma constante de los recursos

Esas previsiones conviven con unos registros inquietantes: los recursos de la cuenca suman 15.523 hectómetros cúbicos anuales, un volumen casi un 15% inferior a los 18.216 en los que se basaban aquellos delirantes planes trasvasistas que impulsaron los ministros Josep Borrell y Jaume Matas en el tramo final del año pasado desde los gobiernos de Felipe González y de José María Aznar.

Ese es el agua que el Ebro vierte al Mediterráneo como balance final de la accidentada y limitada participación en el ciclo natural que la regulación y la explotación de los ríos de su cuenca le permiten realizar. Y la cosa va a ir a menos, ya que las previsiones sobre las consecuencias del cambio climático que maneja la CHE sitúan esa aportación en 12.418 hectómetros cúbicos para finales de este siglo.

De cumplirse esos pronósticos, el Ebro y sus afluentes habrán perdido prácticamente la tercera parte de sus recursos (5.798 Hm3, 31,83%) en apenas un siglo. Las estimaciones se realizan sobre la base de cálculos matemáticos, es decir, meramente teóricos, aunque existen numerosos indicios que apuntan en la misma dirección.

Uno de ellos, procedente de esas mismas series matemáticas, permite hacerse una idea del ritmo al que se está reduciendo la disponibilidad de agua en el Ebro: la escorrentía teórica alcanza los 16.016 Hm3 si el cálculo se realiza partiendo del comienzo de los años 40 y cerrándola en 2018, pero se queda en esos 15.523 si se inicia en los años 80. Son 493 menos, lo que equivale a un recorte adicional del 3% sobre los registros de partida.

La mitad del agua en un siglo

Otro llega de la propia CHE. Se trata de la aportación anual del Ebro en Tortosa, en la desembocadura al Mediterráneo. Esta serie revela cómo en los últimos veinte años, entre el año hidrológico cerrado el 30 de septiembre de 2000 y el de la misma fecha de 2020, el caudal conjunto de la cuenca solo ha superado esa media teórica de 15.523 Hm3 en una ocasión. Ocurrió en el 2012-2013, con un escuálido margen de 29 Hm3 que dejó el registro en 15.552.

EL caudal medio de ese periodo, iniciado con una anotación de 7.143 y cerrado con otra de 10.730, fue de 8.916, por debajo de la mitad de las estimaciones que manejaban Borrell y Matas, un nivel que no fue superado en once de esos 21 años.

Esa aportación conjunta al cierre del año hidrológico superaba los 17.000 hectómetros cúbicos en los años 60 y pasaba de 14.000 en los 70, según el Anuario de Aforos del Miteco (Ministerio de Transición Ecológica), que también indican cómo superaban los 20.000, e incluso los 30.000 en años puntuales como 1915, en las dos primeras década del siglo pasado, antes de la construcción de presas y la transformación de secanos en regadío de la etapa desarrollista.

Eso significa, década por década, y entre como consecuencia de la intensificación de las regulaciones y de la explotación de los recursos, que la aportación del Ebro ha caído a la mitad, incluso ligeramente por debajo de ella, en algo menos, en un siglo. El dato parece suficientemente potente como para abrir una reflexión sobre el impacto en términos globales del uso local del agua, sobre si el manejo del agua en el valle y el deterioro de espacios como el Mediterráneo tienen o no alguna relación.

Cuando los registros del tiempo no acompañan

Los documentos de trabajo del nuevo PHE incluyen otros datos que indiciariamente apuntan en la misma dirección, especialmente entre los que resultan de observar la evolución de las variables climáticas.

Por una parte, la comparación de la serie de los últimos ochenta años con la de los cuarenta finales revela cómo la precipitación media ha bajado de 621 litros por metro cuadrado a 607, una reducción de solo en 2,3% que en realidad se traduce en la caída de 1.194 Hm3 menos cada año.

Eso, en términos medios y dentro de una demarcación con una diversidad pluviométrica de tal magnitud como para ir de los 1.122 litros de la cabecera del Garona, en el Valle de Arán, a los registros inferiores a los 400 de las cuencas del Huerva, el Aguasvivas y el Martín, con puntos locales por debajo de los 300 y, en consecuencia, inquietantemente cercanos a los máximos de 150 característicos de los desiertos.

Ocurre algo similar con la temperatura media, que se sitúa en los doce grados para la serie larga pero alcanza los 12,3 en la corta, algo que también revela una aceleración del calentamiento aunque, como en el caso de la lluvia, “con una gran variabilidad” dentro de cada sistema.

Como consecuencia de ese aumento de las temperaturas se ha visto incrementado también el volumen de agua que sale a la atmósfera mediante la evapotranspiración que realizan las propias plantas, que alcanza los 872,8 litros por metro cuadrado en la serie larga y los 880,2 en la más reciente, superior en ambos casos a la aportación de la lluvia.

“La diversidad geográfica de la evapotranspiración encuentra sus extremos en la cuenca del Garona donde en el periodo asciende a sólo 608 mm (litros por metro cuadrado), asimilable a otras cabeceras pirenaicas, y el Bajo Ebro, con valores de 950”, señala el documento. En las primeras equivale más o menos a la mitad de lo que llueve en esas áreas; en la segunda, un volumen netamente superior.

Un optimismo inquietante y una cautela estremecedora

Las previsiones que maneja la CHE para la elaboración del PHE, basadas en simulaciones efectuadas a partir de los escenarios de emisiones de gases de efecto invernadero de la Quinta Evaluación del IPPC (Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático), fechada en 2013 y mucho menos pesimista que los del sexto informe que se conocieron hace unas semanas, apuntan a una intensificación de esos fenómenos

A partir de esos datos, los técnicos de la CHE plantean dos escenarios de “estimación de emisiones y forzamiento radiactivo”, uno moderado y de menor impacto en el ciclo hidrológico y otro más negativo y que “supone los niveles más altos de CO2 equivalente en la atmósfera para el siglo XXI”, en ambos casos con una clara “tendencia decreciente en los cambios de escorrentía” que sería “más acusada” para el segundo de ellos.

Con el primero de ellos la reducción de las aportaciones alcanzaría el 2% en los próximos veinte años, al 11% en los siguientes cincuenta y el 12% hasta el final del siglo, mientras que con el segundo, más alineado con los planteamientos del sexto informe del IPPC, las mermas de caudal del Ebro alcanzarían, respectivamente, magnitudes del 7%, del 13% y del 26%.

Otra estimación del organismo de cuenca basada sobre una serie anual distinta sitúa la reducción del agua circulante en la demarcación en el 5% y el 9%.

Finalmente, la CHE opta por mantener su previsión oficial para el horizonte 2040 en “una reducción de las aportaciones naturales en la cuenca debido al cambio climático del 5%”, tal y como había venido haciendo en los anteriores planes hidrológicos de demarcación, aunque “para alcanzar conclusiones que tengan como base el principio de cautela, se ha considerado un escenario que tenga en cuenta una reducción de recursos del 20%” hasta final de siglo. “Con esta reducción se considera que se están simulando las condiciones hidrológicas correspondientes al largo plazo”, anota el documento. La previsión manejada hasta ahora dejaría, según la serie anual que se utilice como referencia, una previsión de entre 14.747 y 15.215 Hm3 para el final del siglo, mientras que la segunda, la cautelosa, recorta esa horquilla a otra de 12.813 a 14.418.

La tendencia al vaciado y la concentración demográfica se intensificará

Esa evolución de los recursos hídricos se dan en una demarcación hidrográfica en la que en el sexenio (prepandémico) que la CHE toma como base para sus estimaciones, el de 2013 a 2018, “se ha producido una clara tendencia a la terciarización de la economía”, con “un aumento del VAB (Valor Añadido Bruto) en los sectores del comercio y construcción (8,9% y 8,8% respectivamente), y un ligero descenso en la industria (0,4%)”, mientras la aportación del sector primario “se ha incrementado en un 16,8%”.

En ese escenario, la participación en el PIB la encabezan el comercio y los servicios, con 53.517 millones de euros anuales y un peso del 63,6%, a mucha distancia de la industria y la energía (21.216, 25,2%) y a una mayor todavía tanto de la construcción (5.034, 6%) como de la agricultura (4.386, 5,2%), en unas proporciones que prácticamente se replican en el apartado del empleo tras las reducciones de la industria y el campo, que cayeron del 30% al 19% y del 15% a menos del 6% entre 1986 y 2018.

Las previsiones de la CHE apuestan por una ‘congelación’ de la población en la cuenca, aunque con la intensificación de los procesos de vaciado en las áreas rurales, especialmente intensos en la margen derecha del Ebro, y la concentración en los urbanos que se han venido dando en las últimas décadas.

“En aquellos territorios con menos población ésta descenderá a favor de regiones más pobladas”, pronostica el documento, que prevé para las próximas dos décadas desplomes de más de un 15% del censo en subcuencas como las del Aguasvivas, el Alhama y los Arbas (este en la margen izquierda) y superiores al 10% en las del Martín y el Jalón.

“Actualmente la media de la densidad de población no alcanza los 36 hab/km2, frente a los más de 90 hab/km2 del conjunto nacional, y además, en la orla periférica de la demarcación esta densidad se sitúa por debajo de los 10 hab/km2, creando un territorio de algún modo dual, entre el centro del valle del Ebro que concentra los mayores núcleos urbanos y sus exteriores poblacionalmente desertizados, con una evolución que además tiende a intensificar el fenómeno”, concluye el documento.

Una cuenca al borde del colapso ambiental

Con esas previsiones demográficas, la demanda de agua de boca permanecería prácticamente congelada, algo que, por el contrario, no va a ocurrir con los usos productivos. De hecho, la demanda de agua urbana, que incluye otros usos como los municipales y los industriales conectados a sus redes, crecerá hasta los 544,4 Hm3 desde los 482,93 actuales en las próximas dos décadas.

Las estimaciones de la CHE apuntan a un aumento de la demanda de agua para uso industrial de 18,3 hectómetros cúbicos que la situará en 226,26,

Paralelamente, y pese a que las proyecciones apuntan a crecimientos exponenciales en el caso del porcino, aunque siempre a expensas de la demanda de China y el ‘big meat’, y elevadas en el del ovino, los técnicos de la CHE abogan por limitar el crecimiento de la cabaña ganadera a un 7% por sexenio, “si bien más allá de 2033 no se considera factible estimar su evolución” por dos motivos: “las restricciones existentes que se vienen imponiendo para la instalación de nuevas explotaciones ganaderas” y “los límites del mercado en el que compite”, los cuales, apuntan, “parece que no permitirán el desarrollo que las tendencias pueden marcar”.

Eso y la puesta en marcha de nuevos regadíos, con previsiones de hasta 47.499 nuevas hectáreas con una variada gama de dotaciones que se acerca a los 10.000 metros cúbicos por hectárea y año en los Monegros y que supera los 6.000 en el Canal de Navarra, elevará la demanda de recursos para el campo, aunque la CHE confía en recudirla con un plan de “74 medidas que suponen la modernización de 187.818 hectáreas y que pueden alcanzar una reducción de la demanda de hasta 150 hm3/año como valor medio, si sobre una dotación promedio de 8.000 m3/ha.año se supone una liberación de agua del 10%”.

Con ese plan, y sobre el papel, la demanda agraria habrá descendido en 79 Hm3 en dos décadas para situarse en 7.973, mientras que sin esos ajustes habrá aumentado en 71 pese a las perspectivas de esa menor disponibilidad de recursos por el cambio climático.

Esas previsiones sitúan para el final de la próxima década la suma de las extracciones de agua para distintos consumos y usos productivos en la cuenca en una horquilla de 8.764 a 8.914 Hm3 en función de los resultados de la modernización del regadío, lo que, con la previsión de descenso de los recursos hasta 12.418, reduce el margen disponible para atender a los requerimientos ambientales de los ríos en 3.504. Y solo el caudal de seguridad del delta, el necesario para que soporte los vertidos autorizados, distinto del ecológico, requiere 5.153.

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