¿Cómo están pasando la pandemia del COVID-19 las personas aragonesas en el extranjero?

La mitad de la población del planeta está a día de hoy confinada en casa. Son casi cuatro mil millones de personas, o podría decirse que hay incluso más si se tiene en cuenta que en aquellos países donde esta medida no se ha impuesto hay gente que ha decidido quedarse en casa.

Foto: Nick Bolton (Unsplash)

Las personas aragonesas que residen en el extranjero mantienen más un ojo sobre lo que está ocurriendo en el territorio aragonés que en su país de residencia. Y es que con más de 160.000 casos confirmados con COVID-19 y 16.000 muertes, el español es el segundo estado en el mundo, después de Estados Unidos, con mayor número de contagios testados, superando a Italia e incluso a China, país de origen del virus.

Italia podría salir del confinamiento el 4 de mayo

En diciembre de 2019, se detectaba por primera vez el virus SARS-CoV-2 en Wuhan, en la República Popular de China. En marzo, habiéndose multiplicado por trece su propagación fuera del país, la Organización Mundial de la Salud (OMS) lanzó la alarma por pandemia, la primera provocada por un coronavirus.

Uno de los países que más azotó el virus es Italia que el 12 de marzo decretó cuarentena a nivel nacional. Marimar lleva diecisiete años viviendo en San Pietro in Casale, un pueblo italiano de unos doce mil habitantes en la provincia de Bolonia. Ahí está pasando el confinamiento junto a su marido y su hija de trece años.

“Cuando todo empezó en Italia y mis padres me llamaban, les decía que no se preocuparan. Y, de repente, sucedió en España y se me revolvieron muchas cosas. La distancia en momentos críticos es muy dura”, dice Marimar, natural de Ejea de los Caballeros.

Esta ejeana asegura que está intentando no desmoronarse en una situación en la que está viendo gente conocida afectada por el COVID-19 tanto en Italia como en España.

“Deberíamos estar todos alerta. Hay que aprender de los otros, no tomarnos la situación a la ligera”, pide Marimar que ha vuelto al trabajo después de estar un mes en casa.  “El hecho de poder moverme el resto del día me ayuda a pasar la angustia -reconoce la ejeana-. Así no tengo que estar todo el tiempo con la televisión y puedo filtrar la información que me llega por todos medios”.

Ahora Marimar está empezando a sentir que su hija echa de menos las relaciones sociales, pero al menos está “aprendiendo a hacer otras cosas, como cocinar, hacer dulces o editar vídeos”.

Para las personas residentes en Italia, el 3 de mayo podrá ser el final del estricto confinamiento (excepto para las personas más ancianas), así lo ha declarado el presidente del Consiglio. El 14 de abril, las papelerías, librerías, empresas de material agrícola o las tiendas de bebés podrán abrir.

Mientras Italia, frena poco a poco la tragedia, Estados Unidos la sustituye en el ranking mundial de número de contagios por COVID-19 y de personas fallecidas. Ahí son más de 390.000 los casos detectados y más de 12.700 muertes. María José pasó a vivir de Utrillas a Denver, en el estado de Colorado y cuenta que, a pesar de las cifras, las medidas son “insuficientes” a su parecer.

“El gobierno estatal ha decretado desde el día 24 de marzo el stay home (confinamiento), hasta ampliarlo al 30 de abril -explica María José-. Es parecido al de España, pero aquí podemos salir, hacer deporte o ir a comprar dos personas. Las medidas parecen insuficientes viendo lo que ha pasado en España, en Italia o en China”.

María José teme que la falta de medidas restrictivas lleve a una mayor propagación del virus por todos estados. Relata que durante las vacaciones de Semana Santa, llamadas Spring Break, se ha visto mucha gente en la playa en Florida o cómo en el sur de EEUU las personas religiosas sigan congregándose.

Después de estas vacaciones comenzarán las clases online en los colegios. Ella es profesora de Lengua Española y Estudios Sociales en un colegio de Denver y dice que la idea es proveer al alumnado un mínimo de cuatro horas de instrucción al día. Pero el trabajo no le preocupa, sino la situación de su familia en Aragón.

“La distancia con mi familia la llevo muy mal. Estamos en un momento de crisis y esa incertidumbre de qué va a pasar, de si mis padres se van a poner enfermos, te hace pasar malos días”, reconoce.

Abastecimiento de papel higiénico y marihuana

Mientras en España, y en el resto de países europeos según nos han constatado las entrevistadas, la compra de papel higiénico aumentó con el anuncio de la cuarentena, en Colorado (EEUU) se disparó la venta de armas.

“Del 16 al 22 de marzo, la compra de armas aumentó un 227% con respecto a las ventas del año pasado. Y esto está relacionado directamente con el momento en el que nos dijeron que no iba a ver escuelas, que muchos negocios iban a estar cerrados. Es algo cultural”, manifiesta María José.

También habla de cómo el confinamiento llevó a muchas personas a comprar bebidas alcohólicas o marihuana, cuyo consumo y venta es legal en el estado de Colorado; de tal manera que las colas de clientes “daban vueltas a varios edificios”.

En Reino Unido han pasado varias semanas con escaso abastecimiento de papel higiénico, harina y también huevos. Así lo relata Marina, una zaragozana que vive con su familia en Newbury.

“Parece que ahora se ha estabilizado el suministro, pero aún no encontramos harina -dice Marina-. Debido a esto, todos supermercados han restringido el número de productos de cada tipo que puedes comprar”.

El Primer Ministro inglés, Boris Johnson, se ha convertido en el símbolo del karma. Tras sugerir en un principio que la mejor medida era la “inmunidad de rebaño” o “herd immunity”, es decir, dejar que la población se contagie para volverse así inmune al virus a pesar de las muertes y el colapso en hospitales que esto puede provocar, él mismo tuvo que ser trasladado a Cuidados Intensivos tras contraer el COVID-19.

Johnson se retractó y dijo que la inmunidad de rebaño no era la mejor estrategia. Ahora en todas ruedas de prensa del gobierno británico aparecen atriles con los mensajes “Quédate en Casa. Protege el Servicio Nacional de Salud. Salva vidas”. Es el mismo Servicio Nacional de Salud (NHS, en sus siglas en inglés) que Margaret Thatcher planeaba eliminar en 1982. No lo consiguió.

“Me da más confianza la sanidad española que la de aquí -asegura Marina-. Me da la impresión que ha habido menos inversión que en España. Es posible que cuando aquí llegue el pico estemos en una situación peor que en España. Para las emergencias hay que ir a la sanidad pública, la privada no cubre emergencias”.

Salir a tomar el sol y el aire

En Francia, el tratamiento del COVID-19 está totalmente cubierto por la sanidad pública. Es una excepción tal y como nos cuenta Blanca desde Arles, en el sur francés. A esta guía turística le ha tocado una “chômage partiel”, el paro parcial al que han optado unas 544.000 empresas en Francia. 5,8 millones de salarios han pasado a este régimen según anunció Muriel Pénicaud, ministra de Trabajo, haciendo de Francia el país con mayor volumen de salarios en paro parcial.

“Mi preocupación ahora mismo es que el número de contagiados y fallecidos siga siendo tan alto -admite la zaragozana-. A más largo plazo me preocupa el cómo lograremos volver a una vida normal y cómo saldremos económicamente adelante después de esto”.

Blanca relata que Francia adoptó el confinamiento el 17 de marzo, “con la excepción de las personas que tienen trabajos considerados fundamentales para el funcionamiento del país o los gremios que trabajan solos y que no tienen contacto con público”. Ella puede salir de casa siempre y cuando rellene un formulario indicando el motivo que debe encontrarse entre los autorizados: ir al trabajo cuando se no pueda trabajar desde casa, comprar material necesario para la actividad profesional, compras de primera necesidad o la actividad física individual.

“Esta última está restringida a un kilómetro del domicilio y durante un máximo de una hora. Para ello hay que anotar la hora de salida sobre el papel o certificado digital”, aclara.

En algunos lugares de Francia han restringido los horarios para salidas con fines deportivos.

A la bilbilitana Miriam, que vive en un pueblo de la Selva Negra alemana, todavía estas medidas no le afectan y puede salir con su bicicleta al bosque por las mañanas.

“Te aseguro que no podría haber caído en mejor sitio para pasar la cuarentena -reconoce Miriam-. Siempre quejándome de que vivo en un pueblo y al final es lo que me está salvado mi salud mental durante este confinamiento”.

Miriam explica que el cierre de los colegios en Alemania coincidió con el buen tiempo y el sol. En un país en el que este invierno ha contado con una media de dos horas al día de sol, según el Servicio Metereológico alemán, la aparición de la estación primaveral es muy bien recibida.

“A pesar del cierre decretado, la gente salió a socializarse, a tomar el sol”, atestigua Miriam que vio también cómo las autoridades tuvieron que proceder a cerrar parques y lugares públicos como el lago de Constanza.

“Responsabilidad individual” frente a condiciones socioeconómicas

El trastorno afectivo estacional, que puede provocar depresión durante los inviernos de países como Alemania o los países nórdicos, es un elemento importante en tiempos de confinamiento domiciliario. Suecia no apela al mismo como principal razón de no haber optado por poner en cuarentena a su población. La estrategia sueca es la de “responsabilidad individual”.

Elena, de Biota, vive en Lycke, un pueblo sueco junto al mar a veinticinco minutos de Göteborg. Trabaja en una guardería de pedagogía que aún no ha cerrado sus puertas a pesar de la pandemia y de que los casos de COVID-19 aumentan y ya son más de 680 los muertos.

“Estamos trabajando como siempre y solo tres niños han dejado de venir por elección de sus padres”, cuenta Elena.

El gobierno sueco ha adoptado, de momento, solo dos prohibiciones: no está permitida la reunión de más de 50 personas y no se pueden visitar las residencias de gente mayor. El resto de medias son recomendaciones, como evitar ir a fiestas, mantener un metro de distancia al interactuar con otras personas, evitar viajar en hora punta, lavarte las manos y “pensarte bien si te vas de viaje de fin de semana u ocio”.

“Lo dicen así ‘pensarte bien’ -apunta Elena-. Luego tienes las universidades y los institutos cerrados, pero no las guarderías o los colegios. A mí me parece que estas medidas son insuficientes, pero se empeñan en repetirse a sí mismos que aquí no es igual de grave a pesar de que se han multiplicado los casos”.

Las últimas estadísticas de las autoridades de sanidad en Estocolmo arrojan un dato importante y preocupante: el COVID-19 está golpeando más a las comunidades migrantes. Algunas figuras expertas hacen hincapié en que la razón es la segregación que les lleva a habitar más personas en lugares más pequeños.

“Me siento culpable por estar llevando una vida normal -continúa reflexionando Elena-. Yo confío en el sistema de salud sueco, pero sé que solo tiene 526 camas de UCI en todo el país. Estocolmo se ha quejado de que les faltan recursos y material en las residencias de ancianos”.

Precisamente de este sistema de salud puede hablar Virginia, una zaragozana que vive y trabaja en un hospital sueco Es enfermera de investigación de ictus, pero con la crisis ha tenido que unirse al equipo del hospital que está en planta.

“Mi mayor preocupación es contagiarme por COVID en el trabajo o que se colapse el sistema sanitario porque aquí en Suecia hay pocas camas de hospital por cada 1.000 habitantes y siempre hay muchísima falta de personal”, señala Virginia que denuncia que las medidas en hospitales son peligrosas.

“Aquí cuando estás con un probable contagio no necesitas mascarilla. Eso desde luego la OMS no lo dice así. Lo hacen de este modo para que no se les acabe el material. Son medidas bastante peligrosas”. Asevera la zaragozana.

Un antes y un después

La ministra española de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya, ha recomendado que las personas con nacionalidad española que residan en el extranjero permanezcan en sus casas siguiendo las recomendaciones de las autoridades locales. Asegura que las embajadas y consulados españoles están facilitando la repatriación.

Marta, de Calatayud, prefirió posponer su viaje a España desde México.

“A veces pienso que ojalá hubiera vuelto a España cuando estaba a tiempo para estar con mi madre, pero como allí avanzó tan rápido mejor no jugárnosla”, cuenta Marta que posee una marca de óleo y textil en Ciudad de México.

En pleno crecimiento de la curva de la pandemia la población mexicana vio atónita como su presidente animaba a darse abrazos. “No pasa nada”, decía, pero la curva subió y desde el gobierno se ordenó medidas de confinamiento.

“Las personas mexicanas que están en las zonas fronterizas se la jugaron pidiendo medidas más estrictas, pero volvemos a las mismas, el gobierno no atiende. El aeropuerto de México sigue abierto, no quieren paralizar la economía”, relata Marta que confiesa sentirse insegura.

Desde EEUU Trump ha expulsado hacia México a diez mil personas migrantes centroamericanas. Estas expulsiones se vienen dando desde el 21 de marzo por “razones de salud pública” según se ha indicado desde la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza.

Por su parte, en el Líbano, con diecinueve muertes declaradas por COVID-19, da la sensación de que la situación esté contenida. Diego Ibarra, fotógrafo zaragozano, que reside en el país árabe desde hace casi seis años, pone un gran punto de interrogación.

“El Líbano parece mantenerse al margen, pero camina hacia el mismo abismo -comenta el fotógrafo-. Per cápita acoge el mayor número de refugiados, pero ¡no hay test! ¿Cómo va a ir un refugiado sin papeles a hacerse un test? Los libaneses no se hacen test tampoco porque son caros y son una forma de control”.

Control es precisamente lo que la pandemia del COVID-19 ha conseguido en esta parte del mundo que llevaba desde septiembre del pasado año en convulsión, con protestas y huelgas de la ciudadanía, harta de la situación económica y la corrupción de Estado.

“Estamos con toque de queda a partir de las 7 de la tarde, a las 5 ya se empieza a cerrar todo. A nivel familiar tengo a mi hijo todo el día en casa. Desde el colegio no se pusieron en contacto con nosotros”, reclama Diego y añade que es necesario pensar en la peligrosidad que acarrea “la deshumanización de discursos, el recorte de libertades sociales”.

Él sigue trabajando, saliendo a la calle, entrando en hospitales para “contar historias”. Siempre con las medidas de seguridad e higiene necesarias en estos casos. Junto con dieciocho fotógrafas y fotógrafos en todo el mundo están llevando a cabo el Covid Times Project.

“Estamos documentando el día a día de esta enfermedad. Y el después. Aparecerá un nuevo tejido social -recapacita el fotógrafo-. Queremos hilvanar cómo nos está afectando ahora. Queremos ser un puente entre el confinamiento y la esperanza”.

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