Italia, el coronavirus y los nuevos motines de subsistencia

Oleada de robos de productos de primera necesidad en el sur de Italia, ¿es el momento de reflexionar sobre las consecuencias sociales y políticas del virus? La ruptura del acuerdo sobre el deber que tienen las instituciones políticas dentro de la economía sigue siendo la misma: la acción directa.

Italia
Milán

La crisis del coronavirus ha llegado, como un mar de incertidumbre, para monopolizar nuestras vidas. Sin duda es un acontecimiento que marca un punto de inflexión que no dejará ningún plano de nuestra realidad indiferente. En este sentido, diversos medios se hacían eco, el pasado 30 de marzo, de uno de los fenómenos más significativos que nos está dejando el terremoto que es la epidemia. El sur de Italia amanecía con el asalto a supermercados y con el llamamiento en redes sociales a la subversión, en un contexto en el que las clases menos favorecidas empiezan a notar el golpe de la parálisis económica.

El periódico ABC informaba de que en Palermo una veintena personas organizadas se plantó frente a las cajas de un Lidl con carros repletos de productos, diciendo lo siguiente: "Basta de estar en casa, no tenemos dinero para pagar, tenemos que comer". La acción se saldó con la intervención de la policía, haciendo que el pánico se apoderase de los que esperaban en el exterior. El mismo día, La Sexta afirmaba que, según los medios locales, en Nápoles se habían incrementado los hurtos en la calle, en la mayoría de casos de bienes de primera necesidad, así como los asaltos a farmacias.

Estos medios apuntaban también a la creciente agitación en las redes sociales. Destaca el caso del grupo de Facebook "Noi", con el eslogan: "Recuperar lo que nos quitan". Un grupo en el que sus integrantes se organizaban mediante el chat, afirmando que la cuarentena es algo que no se pueden permitir y que deben preocuparse por alimentar a sus hijos. Esta triste realidad se entiende mejor cuando comprendemos que en el sur de Italia millones de personas viven de la economía sumergida durante la mayor parte del año.

Sin duda una crisis humanitaria que, como siempre, solo el paso del tiempo dejará que la miremos con ojos menos empañados por su drama. Pero al mismo tiempo, es nuestro deber intentar adelantarnos y apuntar más allá de la pura tragedia. En este sentido, hoy vuelve a cobrar importancia una de las obras principales de la historiografía social del siglo XX. El ensayo "La economía moral de la multitud inglesa en el siglo XVIII" fue publicado en 1971 por E. P. Thompson, célebre historiador del círculo de los marxistas británicos. Un escrito que presenta toda una serie de enseñanzas que hoy podríamos aplicar al caso italiano y a otros que puedan darse mientras dure esta situación.

Con el término "economía moral de la multitud", Thompson trataba de explicar de manera profunda los motines de subsistencia que se daban en tiempos de escasez en la Inglaterra del siglo XVIII, llevando su análisis por encima de aquellos que simplemente apuntaban al hambre. Para Thompson existía una idea difundida entre las capas populares sobre lo que era legítimo e ilegítimo en la esfera de la economía. Partiendo de esto, señaló que existían un conjunto de creencias asociadas a la venta de alimentos en tiempos de escasez. Así apuntaba a una cultura popular sobre las obligaciones económicas asociadas a distintos grupos dentro del colectivo.

La ruptura de este equilibrio de responsabilidades suponía el paso a la acción directa, dándole a la protesta y al motín un corte "moral" y no simplemente violento. Este era un fenómeno propio de las comunidades campesinas e industriales tempranas, donde muchas de las relaciones económicas se regían según parámetros no monetarios. Un elemento importante, precisamente porque hacía que esa economía moral de las masas, en muchas ocasiones, se contrapusiese a la economía del "libre mercado".

La Europa del coronavirus es muy distinta a la Inglaterra del siglo XVIII. Sin embargo, el caso italiano nos demuestra que la concepción popular sobre el deber que tienen las distintas instituciones políticas dentro de la economía, en tiempos de crisis, continúa vigente. La ruptura de este acuerdo sigue siendo la misma: la acción directa. Un ejemplo que nos invita a reflexionar sobre el papel del Estado en el siglo XXI, así como sobre nuestra clase política y su capacidad para gestionar los momentos de crisis.

Precisamente por esto, no han faltado las declaraciones en esta línea. El alcalde de Palermo, Leoluca Orlando, hizo hincapié en que en los últimos días las familias más desamparadas asistidas por la administración se habían incrementado de 600 a 2.200; afirmando lo siguiente: "Es necesario que estos fondos se distribuyan inmediatamente a los municipios para no dejar a los alcaldes solos para enfrentar esta emergencia social". Al mismo tiempo, el presidente de la región de Campania, Vicenzo De Luca, resumía la situación con una frase que nos puede trasladar a la Inglaterra del XVIII, a pesar del abismo temporal, expresándose en estos términos: "A veces se trata sólo de garantizar el pan a esta pobre gente".

Temas como este nos enseñan una amarga realidad. La Historia se nutre de "épocas interesantes" y lo que hoy nos conmueve, despertando nuestra indignación, mañana pasará a engrosar un enorme libro sobre un pasado ajeno y distante. Hemos caído en la época del coronavirus y, lejos de preguntarnos por qué son estos los tiempos en los que nos toca vivir, debemos entender el presente, enfrentándolo para hacer lo que esté en nuestras manos. Una conclusión amarga, pero poco más se puede decir. La Historia, por suerte o por desgracia, seguirá avanzando.

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de nuestra política de cookies, pincha el enlace para más información.

ACEPTAR
Aviso de cookies