Biescas y la nefasta política forestal pirenaica de pinos y presas

He participado en un reportaje televisivo sobre la catástrofe del camping de Biescas en la crecida del barranco de Arás del 7 de agosto de 1996. Es fundamental conservar la memoria de lo que ocurrió y aquel terrible suceso debe seguir sirviendo de aprendizaje para las generaciones futuras.

Biescas y la nefasta política forestal pirenaica de pinos y presas
Foto: RTVE

Ningún año he dejado de visitar la zona con mis estudiantes, tratando de desentrañar todo lo que aconteció y de explicar las causas, los procesos, las consecuencias y lo que de gran lección nos ha dejado aquello. En el camping Las Nieves murieron 87 personas como consecuencia de errores humanos. Como consecuencia de un camping que nunca tendría que haberse instalado allí y como consecuencia de una colección de presas que colapsaron, cayeron y vomitaron más de 150.000 toneladas de sedimento retenido. Presas que nunca deberían haberse construido y que, para tranquilizar malas conciencias, se reconstruyeron después de la catástrofe, otra mala decisión.

El desastre de Biescas sirvió para mejorar algunos aspectos en la gestión de riesgos, pero quedan preguntas sin contestar y temas mal resueltos. Y muchos cauces pirenaicos guardan bombas de relojería en espera de la próxima tormenta perfecta.

El barranco de Arás es solo un ejemplo entre muchos de la nefasta política forestal del siglo XX, que llenó el Pirineo de pinos y presas. El objetivo era evitar la colmatación o aterramiento de los embalses. Se denominaban, y aún se hace hoy, trabajos de “corrección de torrentes” o “correcciones hidrológico-forestales”, como si la naturaleza estuviera equivocada y debiera ser corregida.

Las consecuencias hidrológicas y geomorfológicas de aquella política han sido muy graves: una fuerte reducción de caudales líquidos y de caudales sólidos que ha desequilibrado la dinámica de los cauces pirenaicos. Menos caudal y menos sedimento en circulación, lo que ha provocado incisión, es decir, estrechamiento y encajamiento de barrancos y ríos, con múltiples consecuencias asociadas, como la invasión del propio pino y la entrada de otras especies invasoras en los cauces, la matorralización de las riberas, el descenso del freático aluvial o la desestabilización de infraestructuras.

Además, esta acumulación de sedimento atrapado en centenares de presas de retención en toda la cordillera constituye una bomba de relojería que estallará cuando se produzca, en cualquier cuenca, en cualquier cauce, una nueva tormenta perfecta que forme una gran crecida relámpago como la de 1996, que volverá a destruir presas y a generar un gran flujo hiperconcentrado de sedimento.

De aquellos polvos, estos lodos. Es necesario y urgente liberar al Pirineo de todas esas presas de retención, demolerlas ya, cuanto antes, y facilitar que el sedimento circule con pequeñas crecidas, reconstruyendo y reequilibrando de forma natural los cauces, antes de que llegue la siguiente gran crecida.

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