Aguaplanismo y posverdad

Llámesele posverdad o mentira emotiva, lo cierto es que la falsedad se ha convertido en ingrediente habitual de la dieta informativa que, de una u otra forma, conforma el pensamiento y las decisiones de la ciudadanía y casi imperceptiblemente, acaba cobrando carta de naturaleza en la convivencia a tal punto que la veracidad queda eclipsada por el brillo de un espectáculo que se vende bien en los medios de comunicación de masas que para mantener su cuota de pantalla, elevan cada día la apuesta de lo insólito.

Aguaplanismo y posverdad
El sueño de la razón....: Pilar Iturralde 2020

De esta manera la racionalidad y la mesura son menos atractivas que los desvaríos de unos tarados, llamados influencers que atrapan incautos en sus redes sociales y que lo mismo pueden vocear la maldad de las vacunas como destapar la actividad de los aviones que fumigan a la población indefensa para someterla a la esclavitud. Y lo gordo del caso es que, puesto el ventilador en marcha, cientos y miles de personas que al menos habrán pasado por la enseñanza obligatoria, son capaces de creer en la mayor barbaridad precocinada desde la ignorancia antes que guisar sus propios saberes desde el conocimiento y la ciencia.

Así vemos como la Asociación Española de Meteorología se ve obligada a explicar en TV las estelas de condensación producidas por la reacción de los gases que expulsan los aviones con la atmósfera. El hecho de equiparar y confrontar el conocimiento académico con las ocurrencias conspiranoicas es un dislate más grave de lo que aparenta porque pone en la misma balanza y en la misma cualidad, el saber construido a lo largo del tiempo con la simplificación facilona que triunfa porque ayuda a apartar el miedo que todo ser humano tiene ante su desconocida vida y su segura muerte. La finitud no es plato de buen gusto.

Si uno de cada tres estadounidenses cree que el gobierno chino diseñó el coronavirus como un arma contra su imperio, no es de extrañar que muchos ribagorzanos crean que en su pueblo no llueve porque los bodegueros del Somontano esconjuran las tormentas a golpe de avioneta. En ambos casos, en el enfrentamiento entra la ciencia y la creencia, triunfa la segunda porque su efecto es más rápido y sedante. La historia de las religiones es un ejemplo claro.

Encontrar un culpable a nuestros males siempre es tranquilizador y nos permite seguir nuestra cotidianidad sin entrar en conflicto con nosotros mismos y con ese orden establecido en el que estamos acomodados. Por más que la ciencia hable de cambio climático y de la necesidad de un profundo cambio en el paradigma vital que nos ha traído hasta aquí, siempre habrá quien diga que no pasa nada y que todo puede seguir igual.

Puede que el Titanic se hunda, pero si la orquesta sigue tocando, no faltarán parejas de baile en la pista, y a los sones de esa orquesta podremos seguir teniendo uno o varios coches, porque la sagrada libertad individual que en Madrid mana de los grifos de cerveza, se debe garantizar a toda costa, aunque para ello haya que someter a la indigencia a medio planeta y renunciar a la inteligencia y a la justicia social.

A pesar de algunas voces críticas, aun estamos lejos de afrontar una realidad que preferimos edulcorar con las creencias antes que hacer frente con las ciencias. Incluso, organismos con un reconocido y elevado conocimiento científico y técnico como la Confederación Hidrográfica del Ebro, prefieren calificar las sequías en Aragón como un proceso coyuntural que se puede paliar sin abandonar las prácticas habituales; sin llegar a reconocer su carácter estructural que obligaría a cambios mucho más decisivos y decididos en la gestión del agua. Es difícil entender que, algo que se sabe que va a suceder cada 4 años, no se considere un ciclo de la naturaleza propia de la cuenca del Ebro y que en un escenario de reconocida disminución de los aportes de agua y de un serio aumento de la evapotranspiración, se persista en la extensión del regadío. Lo viejo siempre se resiste a desaparecer, pero en tiempos de transición hace falta un valor especial para dar ese salto que de vez en cuando exige la historia.

Ante la ya vieja demanda de científicos y ecologistas de que para capear la emergencia climática es preciso un cambio radical en las prácticas agro-ganaderas y una disminución drástica de la superficie de regadío en todo el Estado español, las cúpulas de las comunidades de regantes no están dispuestas a hacer el menor cambio en su visión productivista industrial. Si en otras esferas se habla de terraplanismo, en el campo aragonés bien puede hablarse de Aquaplanismo cuando se escucha, al representante de una de las mayores comunidades de riego, decir que con el cambio climático se alternarán periodos de lluvias torrenciales con otros de sequía y, en pura lógica, eso quiere decir que va a haber la misma agua. El argumento no lo supera ni el influencer más aventajado. Por tanto la solución está en construir más embalses para llenarlos cuando vengan las danas meteorológicas y aquí paz y después riego que es lo que se ha hecho desde que Costa hablara de política hidráulica antes de 1911 en que partió de este mundo.

La gestión de la verdad es ardua mientras la mentira emotiva que si la llamamos posverdad es mucho más moderna y digerible, resulta más colorista y da mejores resultados electorales. Después de todo, quién quiere hablar de la finitud del ser humano cuando podemos seguir bailando en la cubierta del mayor portento de la ingeniería naval. Siempre habrá quienes, con elecciones o sin ellas y a beneficio de su inventario, venderán soluciones sencillas al alcance de todos los que se niegan a comprender un mundo más allá de sus comodidad. ¿A quién le importa que sean mentira?

....él Ángel me dijo:
Toma, y cómelo; y te amargará el vientre, pero en tu boca será dulce como la miel.
Entonces tomé el librito de la mano del ángel, y lo comí;
y era dulce en mi boca como la miel, pero cuando lo hube comido, amargó mi vientre.
Apocalipsis, Capítulo 10


Artículo publicado originalmente en La Ribagorzana

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