Siempre sonarán canciones en nuestra isla

Ahí se encuentra para mí uno de los muchos atractivos de "Están tocando nuestra canción": descubrir o redescubrir arte, porque la música es arte. Y en las páginas escritas por Pradera hay mucho arte y de todas las épocas y estilos.

Libro, disco y ticket de hospital
Foto: Félix "el Duende"

Hace unos días le contaba a mi amigo Javi que me había enganchado a un canal en YouTube dedicado a los Everly Brothers. A raíz de mi comentario nos pusimos a rememorar un cassette de los hermanos Don y Phil que nos gustaba muchísimo siendo niños y que aún hoy conservo. Éramos un par de críos que se pasaban cintas de Elvis, Jerry Lee Lewis y Little Richard en el patio del colegio o en clase mientras la profesora enseñaba cómo multiplicar y dividir con decimales. 40 años ya de una amistad que se forjó y se ha mantenido gracias al amor que ambos profesamos por el rock and roll de la década de los 50.

La música siempre ha estado presente en mi vida y todos mis recuerdos se acompañan de su correspondiente banda sonora. Si alguien me formulase la tópica pregunta de "¿Qué disco te llevarías a una isla desierta?" no sabría qué contestar. ¿Uno sólo? ¡Imposible! Y si tuviese que elegir una sola canción, probablemente respondería con un escandaloso silencio. Reconozco que me planteé ambas cuestiones durante la lectura de "Están tocando nuestra canción: la madre de todas las playlists", el estupendo libro de Máximo Pradera, pero me parecía tan complicado tomar una decisión al respecto que rápidamente centraba mi atención en las elecciones musicales de sus diferentes protagonistas (desde Franco y Stalin, a Sofía Loren o Almudena Grandes), a ver cuáles conocía y cuáles no.

Y es que ahí se encuentra para mí uno de los muchos atractivos de "Están tocando nuestra canción": descubrir o redescubrir arte, porque la música es arte. Y en las páginas escritas por Pradera hay mucho arte y de todas las épocas y estilos. Además, encontramos en ellas códigos QR para poder escuchar las obras que el autor comenta y así poder comprender y disfrutar aún más de su análisis, profundo pero a la vez muy ameno. Por poner unos ejemplos, y sin ánimo de hacer spoilers, me parece hermosísima la historia que hay detrás de la pieza instrumental titulada "Audrey" y sorprendente conocer que una sinfonía que siempre se ha entendido como una composición fúnebre realmente fue concebida como una declaración de amor. Celebro que Máximo reivindique la importancia de la grabación que hizo Big Mama Thorton del tema "Hound dog" y nos explique qué supuso para las mujeres de su tiempo, y que haya profundizado en los múltiples detalles que hacen que "Cheek to cheek" me emocione tantísimo. Ahora que lo pienso, tal vez es la canción que me llevaría a la dichosa isla para hacerme compañía.

Hablando de compañía, una confesión: me sumergí en muchos de los capítulos de "Están tocando nuestra canción" mientras recibía sesiones de quimioterapia, momentos en los cuales te puedes sentir casi tan solo como un náufrago en medio del mar. E igual que asocio muchas canciones a mi infancia junto a mi amigo Javi, nunca olvidaré que el libro de Máximo Pradera me ayudó a no hundirme y a mantenerme a flote. ¡Cómo no darte las gracias, "Max"!

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