Sanda Aldass nació en Siria hace 31 años. Esta judoka se vio obligada a huir de Damasco en 2016 para escapar de la guerra. Allí se quedaba su esposo Fadi Darwish, quien también es su entrenador, con su hijo pequeño.
Tras viajar sola a través de Turquía y Europa, buscó refugio en los Países Bajos, donde tuvo que pasar nueve meses en un campo para personas refugiadas. Nueve largos meses alejada de su familia.
"Correr y hacer algunos ejercicios ocupaban mi tiempo y también me mantenía en buena salud mental. Sabía que al final mi familia vendría y que tendríamos un lugar seguro para vivir. Eso me permitió tranquilizarme un poco", reconoce, en declaraciones a UHNRW.
En la actualidad, reside a las afueras de Amsterdam con su marido y sus tres hijos -dos de ellos nacidos en los Países Bajos- y es una de las 29 deportistas integrantes del Equipo Olímpico de Refugiadas y Refugiados que compite en Tokio 2020.
La Federación Internacional de Judo (FIJ) invitó a la pareja a su programa de atletas para personas refugiadas en 2019. Ese año, Aldass compitió como judoka del Equipo de Refugiados de la FIJ en el Campeonato del Mundo.
Este lunes ha cumplido su sueño deportivo, debutar en unos Juegos Olímpicos. Aunque ha caído en primera ronda frente a la serbia Marica Perišić, el simple hecho de pisar el tatami del imponente Nippon Budokan de Tokio, representando a millones de personas refugiadas del mundo, ha sido un triunfo.
Sanda is an inspiration.
She was forced to flee her home in Damascus alone. Now she represents refugees from all over the world in her beloved sport, judo.
We can’t wait to cheer her on! #Tokyo2020 pic.twitter.com/yowiump0UC
— UNHCR, the UN Refugee Agency (@Refugees) July 25, 2021